Cuatro propuestas para convivir en paz con los ríos
Fernando Leyton
En las regiones en emergencia, que han sufrido las consecuencias de la falta de prevención, la escena ha sido común y alarmante: ríos caudalosos, puentes caídos, distritos enteros bajo el agua. Con miles de personas en desamparo, las preguntas no tardaron en surgir: ¿por qué ocurrió el desastre?, ¿se pudo evitar?, ¿qué hacer a futuro?
Solo en Lima, como reflejo de lo que ocurre en otras ciudades del país, los expertos señalan que el crecimiento urbano –desordenado, sin planificación– le ha “robado” espacio al cauce de los ríos de forma progresiva, irresponsable y hasta temeraria.
Un ejemplo de ello es lo que sucede con el río Rímac. De acuerdo con los estudios del ingeniero hidráulico Ernesto Maisch, desde los años 40 la población empezó a invadir terrenos cercanos a sus riberas. Lo mismo ocurrió con la construcción de la Vía de Evitamiento y la edificación del patio ferrocarrilero de la estación Desamparados.
Jorge Alva Hurtado, rector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), explica que ese estrechamiento del cauce ha incrementado la velocidad del caudal, lo que también ha aumentado la erosión del lecho del río. En consecuencia, al socavar el fondo, se debilitan los cimientos de las estructuras construidas sobre él, como ya ha ocurrido en el pasado con los puentes El Ejército o Morales Duárez.
En ese sentido, Alva Hurtado asegura que una solución lógica y necesaria es devolverles a los ríos que atraviesan zonas urbanas el ancho natural de su cauce. Para el caso del Rímac, dice el también ingeniero geotécnico, la distancia entre ambas riberas debería ser de 300 metros en las zonas no protegidas por defensas artificiales.
La Autoridad Nacional del Agua (ANA), sin embargo, tiene un cálculo distinto. Según esta entidad, los cauces naturales colindantes a sectores poblados deberían tener un ancho de 130 metros.
De este modo, considerando un escenario de análisis de 100 años, el río Rímac se mantendría “establece” y podría soportar un “caudal máximo instantáneo” de 452 m3/s.
En lo que va de la temporada de lluvias, el Rímac alcanzó su máximo caudal el jueves 16 de marzo, fecha en que se desplomó el puente Solidaridad. En este sector, donde no existen defensas ribereñas, el ancho del cauce es de unos 70 metros. Con esas condiciones, un caudal de solo 116 m3/s fue suficiente para hacer colapsar la estructura.
INGENIERÍA VS NATURALEZA
Una segunda propuesta es construir “murallas” al lado de los ríos para evitar desbordes. De acuerdo con la iniciativa de la UNI, para el caso del Rímac el ancho del cauce con defensas no debe ser menor a 70 metros, como en la actualidad ocurre entre Acho y San Martín de Porres.
Un antecedente directo de este planteamiento se halla en el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima y Callao al 2035, cuya aprobación ha sido postergada por la actual gestión de la Municipalidad de Lima.
En dicho documento se detalla que es necesario construir defensas ribereñas a lo largo de 50 kilómetros del río Rímac, desde Chosica hasta el Callao. Este proyecto demandaría una inversión aproximada de S/ 500 millones.
La ANA explica, no obstante, que el encauzamiento de los ríos también cambia la velocidad de su caudal y la rugosidad de sus márgenes (irregularidades de superficie). En función de esas variables, también en un escenario a 100 años, la institución asegura que el ancho del río encauzado podría variar entre 80 y 100 metros.
Según Maisch, en algunos sectores resultará inviable ensanchar el cauce, de tal forma que es necesario trabajar sobre otros factores para reducir “la capacidad abrasiva y demoledora” de la corriente.
Una alternativa, señala el ingeniero, es reducir la pendiente (inclinación) del río con un “escalonamiento” del fondo. Para ello, indica, se podrían construir peldaños de entre 0,30 y 0,50 metros de altura entre Huachipa y el puente Santa Rosa. De esta manera, al caer sobre los escalones, el agua perdería fuerza al liberar el exceso de energía.
La propuesta de Maisch contempla instalar dichas “pantallas de concreto” cada 100 metros para crear “pequeñas cascadas”. Con ello, según el experto, se podría iniciar el proceso de recuperación de las zonas aledañas al Rímac con la construcción de malecones y parques, pues se habría reducido considerablemente la fuerza del río.
Por su parte, el ingeniero Luis Castro, investigador del Laboratorio Nacional de Hidráulica de la UNI, señala que un inconveniente común de dichas alternativas es el material con el que se construyen los muros o los escalones.
En la mayoría de casos, dice el experto, se utiliza concreto combinado con rocas y mallas de alambre galvanizado, que suelen tener un impacto ecológico sobre el río.
Ante dicha realidad, Castro y un equipo de ingenieros han desarrollado una alternativa para reducir la fuerza del río con entramados de madera, los cuales se colocarían de forma diagonal a la ribera.
Según Castro, este “modelo ecológico” permite reducir la erosión de las riberas y puede soportar caudales de hasta 13 mil 500 m3/s.
Por la naturaleza degradable de la madera, el impacto sobre el medio ambiente no sería perjudicial. No obstante, dicha característica también reduciría el tiempo de vida útil del entramado, que ha sido calculado entre 10 y 15 años.
El equipo de investigadores, sin embargo, asegura que en la Amazonía peruana existen tipos de madera que permitirían extender la duración del entramado.
SUPERVISIÓN CONSTANTE
Alva Hurtado sostiene que las alternativas planteadas tendrían un efecto limitado si las entidades competentes no cumplen con su rol de supervisión. Un paso en sentido contrario, recuerda, fue la desactivación del Servicio de Mantenimiento de Puentes de la Municipalidad de Lima.
“El gran problema del Perú es que no se hace mantenimiento de las obras, como se ha visto con los puentes. Debería establecerse una entidad que vigile dichas estructuras”, argumenta.
El proceso de reconstrucción anunciado por el Poder Ejecutivo, dice Alva, debe asumirse con responsabilidad y verdadera voluntad de aplicar soluciones. Las autoridades ya no pueden trabajar de espaldas a los ríos, ignorando el peligro de no respetarlos.
Riberas verdes
Diversos estudios han probado que la reforestación puede utilizarse como técnica para estabilizar las riberas de los ríos y sus afluentes en zonas urbanas o rurales.
En esa línea, en Lima se planteó como alternativa el Proyecto Río Verde, que buscaba recuperar las riberas del río Rímac con la construcción de áreas verdes y espacios públicos.
Algunos ejemplos de convivencia entre ríos y ciudades se encuentran en Chile, con el río Mapocho, y en Colombia, con el río Medellín.
http://larepublica.pe/impresa/sociedad/861438-cuatro-propuestas-para-convivir-en-paz-con-los-rios
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.