sábado, 13 de mayo de 2017

OPINIONES 13/05/2017


Conexiones rusas - Mirko Lauer
¿Fraude adelantado? - Alejandra Dinegro Martínez
Las costuras del indulto - Raúl Tola
Los que no leen - Eduardo Dargent
Tragedia y reconstrucción - Carlos Contreras Carranza
¿Tramitofobia sobrevalorada? - Germán Alarco Tosoni
Venezuela: no callar, pero para decir la verdad - Atilio A. Boron
___________________


Conexiones rusas

Mirko Lauer


Los enemigos de Donald Trump están que le buscan lazos cada vez más densos con intereses rusos. Comenzó con la exploración de posibles conexiones de Moscú con su campaña electoral. Luego se ha extendido a la búsqueda de amarres ilegales de gente de su entorno con empresarios y autoridades de Rusia, agentes de inteligencia incluidos. Todo esto ha producido ya más de una renuncia.

Luego de haber sido tabú durante toda la guerra fría, las relaciones con Rusia pasaron a ser atractivas en algunos círculos de poder estadounidense. El caso emblemático es el del economista Jeffrey Sachs, quien fue de Harvard a asesorar al Kremlin apenas cayó la URSS, según sus críticos, con desastrosos resultados, aunque él niega esto último.

Rusia incorporó el capitalismo a su sistema, pero mantuvo su mala relación con occidente. El expansionismo de Vladimir Putin y el auge de la mafia rusa no han devuelto al país a la condición de enemigo, pero lo han mantenido en un papel de rival activo, sobre todo en el Medio Oriente. Ese eje de la guerra fría sigue a la vuelta de la esquina.

Está claro que Trump ha excedido los límites de una buena relación diplomática o geopolítica con el poder ruso. Lo que ahora está en discusión en los EEUU es hasta dónde ha llegado. Es decir si indebidamente le ha abierto a los intereses del Kremlin, percibidos como contrapuestos a los de los EEUU, puertas del poder en Washington.

¿Qué hicieron los rusos? Un informe desclasificado de la oficina del Director de Inteligencia EEUU dice en enero pasado que “Los objetivos de Rusia fueron minar la confianza pública en el proceso democrático de los EEUU, denigrar a la secretaria Clinton, dañar su elegibilidad y potencial presidencia”. Ciertamente palabras mayores.

Una forma de resumir la situación sería que Putin ayudó a Trump a llegar a la presidencia, y que ya llegará la hora en que Trump tendrá que pagar el favor. Trump lo niega todo, y define sus lazos como la relación natural de un empresario con un mercado abierto como el ruso. Pero las investigaciones sobre las conexiones rusas mantienen su ritmo y se multiplican, dentro y fuera del Congreso.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/875145-conexiones-rusas


_________________



¿Fraude adelantado?

Alejandra Dinegro Martínez


Keiko Fujimori no está dispuesta a perder las elecciones nuevamente. El fujimorismo alista una gran reforma electoral totalmente grosera y antidemocrática que le permitiría asegurarse, a como dé lugar, las elecciones del 2021.

A la medida de sus necesidades y aprovechando la numérica presencia de su bancada, cocinan con la ayuda del APRA, una reforma electoral que busca impedir la inscripción de uno de sus principales contendores electorales: Verónika Mendoza y el Movimiento Nuevo Perú. El primer requisito es mantener el porcentaje de 4% del padrón electoral en firmas, para poder inscribirse como Partido Político, lo segundo es tener una antigüedad de 3 años para poder participar en la carrera electoral y lo tercero es la asignación de la mitad de la publicidad de la franja electoral “que la mitad del tiempo total le corresponde proporcionalmente a la representación con la que cuenta cada partido político o alianza en el Congreso de la República”.

Esta propuesta normativa se discutirá en los próximos días en el Congreso y tal como está la norma, simplemente es una arbitrariedad del fujimorismo conjuntamente con el APRA, en querer imponer una ley con nombre propio: Keiko 2021. En otras palabras, quieren desde ya cometer un fraude contra la democracia y querer seguir para manteniendo los privilegios de los partidos tradicionales y eternos.

Quieren sacar de carrera electoral al Movimiento Nuevo Perú y también se vería afectado, el Partido Morado de Julio Guzmán. Con el primer requisito, se exige la recolección de 2 millones de firmas y contar con 2 millones de soles para la revisión respectiva de las firmas. El segundo requisito exige también estar inscritos en marzo del 2018 para poder así participar de las elecciones 2021. Lo que complicaría la campaña de recolección de firmas que ambas agrupaciones están llevando a cabo.

El fujimorismo y el APRA quieren que todo siga igual, pero quieren asegurarse desde ahora, no tener a una competencia con grandes probabilidades de que nuevamente les vuelva a quemar el pan en la puerta del horno. Julio Guzmán no es justamente ese contendor principal, sino, Verónika Mendoza.

Nuevamente el fujimorismo se quiere zurrar en la democracia y quiere alterar grotescamente las normas electorales y achicar el campo de participación a través de una reforma que deslegitimaría los procesos electorales del 2021.


http://diariouno.pe/columna/fraude-adelantado/

_________________


Las costuras del indulto

Raúl Tola  


Tendremos que acostumbrarnos a que la situación carcelaria de Alberto Fujimori siga en el meollo de la discusión pública de nuestro país. Viene ocurriendo desde hace tiempo, pero el paso de los años la ha agravado, como venimos viendo este último mes. Pasada la crisis por el «Niño Costero», el debate sobre la conveniencia de la liberación de Fujimori acaparó las portadas de la prensa, monopolizó las tertulias y encendió las redes sociales.

Esta vez no ha sido un debate pasajero, como ocurrió las veces que se negó el indulto. Algunos operadores del fujimorismo, sus aliados y la propia torpeza del gobierno han sabido mantenerlo presente, y no parece que la situación vaya a mejores. Como es natural, la salud de Fujimori —que este jueves volvió a ser internado—, seguirá empeorando con la edad y con ella se agravará la polarización.

Lo más novedoso es que este ya no ocurre solo entre los seguidores de Fuerza Popular y sus detractores. Ha permeado la piel del fujimorismo, dejando a la vista sus grietas y revelando graves divisiones intestinas. Queriendo aquietar las voces disidentes, Keiko Fujimori ha anunciado que presentará un recurso judicial al que ha llamado «el Hábeas Corpus de la libertad», que ella misma firmará, abriendo un nuevo camino para la libertad de su padre.

Esta puede ser una respuesta imaginativa frente a su partido y la opinión pública, pero jurídicamente es ridícula. El hábeas corpus persigue evitar las detenciones arbitrarias, y debe respaldarse en algún vicio de fondo o de forma en la condena de Fujimori. Esto no va a ocurrir, como no ha ocurrido todas las veces que la defensa del expresidente presentó medidas similares, porque el juicio fue público y contó con todas las garantías del debido proceso, con un tribunal colegiado de tres integrantes, cuya decisión fue ratificada por una instancia superior.

El anuncio más bien confirma algo que hace tiempo se percibe: que Keiko Fujimori prefiere que su padre permanezca preso. Porque la victimización de Alberto Fujimori —el hombre que salvó al país del terrorismo y la hiperinflación, y ahora es víctima de una venganza política, en el imaginario fujimorista— es uno de sus mayores capitales. Y porque, al momento que pise la calle, su liderazgo quedará en entredicho. Por eso el fujimorismo no apoyó la iniciativa legislativa que hubiera permitido la excarcelación de su fundador, al plantear que los presos mayores de 75 años y con enfermedades graves cumplieran sus penas en casa.

Uno de los pretextos de Keiko Fujimori fue el compromiso que firmó en campaña, que dice: «No utilizaré el poder político para beneficiar a ningún miembro de mi familia». Pero ¿esto se ha cumplido? ¿Ha dejado el fujimorismo de usar toda su fuerza política las veces que se barajado el indulto a Alberto Fujimori? ¿Acaso el nuevo gran argumento —liberar a Fujimori para reconciliar al país y garantizar la gobernabilidad—, no es exclusivamente político? ¿Por qué entonces no debatirlo en el Parlamento, que es el foro político por excelencia?


http://larepublica.pe/impresa/opinion/875149-las-costuras-del-indulto


_________________


Los que no leen

Eduardo Dargent        


Cada vez que aparecen nuevas cifras sobre nuestros paupérrimos niveles de lectura se escucha una serie de lamentos seguida de una búsqueda de culpables. Comparto los lamentos y apunto a varios culpables: un sistema educativo por décadas abandonado; un Estado que, en parte por ideología, redujo sus políticas culturales; medios de comunicación que privilegian el rating en todo horario. Esos medios que cultivan y celebran la ignorancia son los que luego hacen escarnio de jóvenes que no saben quién es Abimael Guzmán.

Pero es interesante que en estos debates no se apunta a actores que también cargan con responsabilidad por este páramo de lectura: la comunidad académica tampoco está leyendo. O, más preciso, pareciera que esa comunidad no está leyéndose. No estamos conversando sobre lo que se produce, que no es poco e incluye textos que valdría la pena compartir. Debates interesantes, nuevas ideas, información sobre fenómenos sociales, miradas innovadoras a nuestra historia, difícilmente llegan a un público más general. Y eso es, en parte, responsabilidad de los propios académicos.

En otros países hay espacios para discutir este tipo de textos. Rara vez estos espacios son record de ventas o teleaudiencia, pero existen y algunos con enorme impacto y continuidad. Publicaciones como el New York Review of Books, el Times Literary Supplement o Babelia presentan al público reseñas de todo tipo de libros. Y no hay que ir tan lejos, en Argentina, México o Colombia uno percibe que se filtra mucho más la discusión académica en la esfera pública que en el Perú.

Hay sin duda un problema de espacios limitados donde publicar este tipo de textos (Domingo de La República, El Dominical de El Comercio, Argumentos del IEP). Ni que decir sobre la orfandad de la televisión, apenas en TV Perú y algo en cable. Si la literatura tiene pocos espacios, los textos académicos mucho menos. Pero hay también un tema de ausencia de comunidad, de preocupación por discutir y difundir el trabajo de los colegas.

El año pasado salieron libros importantes en humanidades y ciencias sociales que merecían mucha más atención. Un ejemplo es Los nuevos Incas (IEP), de Raúl H. Asensio, donde se presenta una extraordinaria interpretación de los cambios sociales y económicos en la provincia de Quispicanchi que cuestiona visiones simplistas de izquierdas y derechas sobre el desarrollo rural en el Perú. Desde una provincia cusqueña el libro nos interpela sobre el rumbo tomado por el país en las últimas décadas. Salvo un texto de Martín Tanaka en este diario no he visto nada más al respecto.

Y aunque menos académico, De dónde venimos los cholos (Seix Barral) de Marco Avilés es una joya de libro que hubiese disparado una amplia discusión sobre raza, racismo y cambios sociales en otro país. Una mirada a los lugares de donde provienen los migrantes que llegaron a Lima y otras ciudades, pero no como espacios atrapados en el pasado, sino espacios dinámicos donde hoy se juntan los que se fueron y los que quedaron. ¿Cuántos debates ha visto sobre el tema? El libro estuvo entre los diez recomendados por el New York Times en Español, aquí tuvo unas pocas columnas de opinión.

Se me ocurren más: Guerreros civilizadores de Carmen McEvoy, La derecha en el Perú de Antonio Zapata. Y ya ni mencionemos trabajos de peruanos y peruanistas en el extranjero, de acceso más difícil. Curiosamente, algunos de estos libros venden bien. Hay lectores, pero no debate ni conversación en medios tradicionales o alternativos. Sin debate nos perdemos la oportunidad de construir una esfera pública más dialogante y crítica, así como atraer nuevos lectores.

¿Qué andan (andamos) haciendo los académicos para no alentar un diálogo sobre estos trabajos? Se me ocurren varias respuestas para este desinterés: preocupados en publicaciones de impacto académico no estamos aportando al debate local, tonteando en redes y buscando likes o retweets gastamos energía que podríamos emplear mejor. ¿O es que somos relativamente pocos, nos conocemos mucho y por ello la crítica es mal vista, sea como sobonería o insulto? Como sea, un aspecto a considerar sobre la situación de la lectura en el país que implica ver la viga en el ojo propio.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/875148-los-que-no-leen




_________________


Tragedia y reconstrucción

Carlos Contreras Carranza


Contemplando la historia de Europa occidental, el historiador norteamericano Charles Tilly sostuvo que el Estado en ese continente era hijo de las guerras. Enfrentadas sus monarquías una contra otra durante el curso de varios siglos, los gobiernos debieron organizarse, buscar recursos financieros, disciplinar y movilizar a la población, en una competencia darwiniana en la que solo sobrevivieron los más aptos. En esta parte del mundo donde nos ha tocado en suerte nacer, podríamos decir que los estados han sido más bien hijos de las catástrofes naturales. A falta de Julio Césares o Napoleones, tenemos reconstructores exitosos que ganaron su gloria domeñando a la naturaleza.

Nuestra geografía y el entorno de placas tectónicas y corrientes marinas que nos rodean han hecho de América un continente sensible a fenómenos naturales de gran poder destructivo. No nos azotan huracanes, como en el Caribe, pero sí terremotos, sequías e inundaciones que periódicamente han asolado la tierra, tanto o más que las tragedias provocadas por el hombre.

Los desastres naturales trajeron el correlato de la reconstrucción de las zonas afectadas, pero sobre todo fueron apreciados como una oportunidad para reformar aspectos de todo tipo (que empezaban con los caminos o la arquitectura y terminaban alcanzando dimensiones sociales, políticas y económicas, a veces inesperadas). Fueron también la oportunidad para el surgimiento de capitales políticos: los reconstructores exitosos, o los “salvadores” de la patria tras la tragedia, supieron cosechar fama y poder de una población largamente agradecida. Es oportuno recordarlo ahora, que los peruanos nos alzamos las mangas de la camisa en pos de una nueva reconstrucción.

En plena época colonial, el terremoto de 1687 que asoló Lima y la costa central destruyó el sistema de riego y trajo una crisis agrícola que llevó a la necesidad de importar trigo desde Chile. Nunca más la costa peruana recuperó la producción triguera de antaño. El nuevo cultivo que nos dejó la reconstrucción fue la caña de azúcar, que, junto con el algodón, pasaron a dominar la producción de la región durante los siglos venideros. La costa peruana se especializó en estos cultivos, dejando a los valles chilenos la tarea del abastecimiento de trigo. La tragedia sísmica nos sirvió para descubrir las ventajas del comercio, mucho antes de que Adam Smith y David Ricardo escribieran sobre las bondades de la especialización.

El terremoto de Lima de 1746 ha sido el desastre natural más investigado por los historiadores en los tiempos recientes. Se ha resaltado cómo la tarea de la reconstrucción de la capital fue utilizada por el gobierno para disminuir el poder de la Iglesia, minar las rentas de la aristocracia y fortalecer el poder del Estado borbónico. La profusión de palacios, templos y catedrales con elevados miradores, campanarios y recargados ornamentos fue denunciada como un peligro público. Tanto como la vigencia de monjas de clausura, impedidas de abandonar los conventos en caso de sismos. La necesidad de un Estado reconstructor que protegiera a la sociedad dio alas al poder virreinal. El virrey Conde de Superunda llegó a ser nominado como “el vencedor de los elementos”, y aprovechó la reconstrucción para afianzar el poder del Estado en desmedro de sus rivales más señalados, como eran la Iglesia y la aristocracia. No eran tiempos de elecciones, pero esta fama le fue útil para prolongar su virreinato por el largo espacio de 16 años (1745-1761).

La era republicana trajo más desgracias naturales y su cuota de reconstructores. El terremoto del sur de 1868 no solo significó la destrucción de importantes ciudades y puertos (“Arequipa no existe ya” fue el dramático telegrama que transmitió el corresponsal de El Comercio tras el fatídico 13 de agosto de dicho año), sino también el despegue de la economía del salitre, con el surgimiento de nuevos ricos en el extremo sur de la patria, que pusieron en jaque la tradicional hegemonía económica de la élite limeña. Hubo que estatizar las salitreras a fin de terminar con esos advenedizos, lo que nos enrumbó a la tragedia política de la guerra del 79. El terremoto de 1868 también fue la oportunidad para el ingreso del Perú a la carrera ferroviaria, con la construcción de la primera línea de largo recorrido, que unió Mollendo con Arequipa y Puno. Lo más sensato en materia de ferrocarriles habría sido conectar las minas de Cerro de Pasco con el puerto del Callao o de Huacho, pero se prefirió compensar a los hijos del Misti por su tragedia. El presidente José Balta y el ingeniero Henry Meiggs se erigieron como los héroes de la reconstrucción.

En los años del Oncenio leguiista sobrevino la inundación de 1925-1926 en los departamentos de la costa norte, que se ha mencionado como el antecedente más próximo a los sucesos recientes. Leguía aprovechó de la reconstrucción para montar sistemas modernos de irrigación con la ayuda de otro ingeniero norteamericano: Charles Sutton, y mejorar los puertos de la zona, que tan útiles fueron en las décadas siguientes para las exportaciones azucareras. Los terremotos de Lima, Cusco y Huaraz en 1940, 1950 y 1970 fueron capitalizados por los presidentes Prado, Odría y Velasco, respectivamente. Cusco y el Callejón de Huaylas iniciaron con la reconstrucción su destino como lugares turísticos, que mantienen hasta el día de hoy.

No todos los reconstructores salieron bien librados de estas empresas. El limeño Pablo de Olavide y el norteamericano Sutton fueron acusados de malversaciones en las tragedias de 1746 y 1925. Olavide se marchó a España apenas pudo, donde hizo una carrera exitosa, al punto que hoy una universidad lleva ahí su nombre. Sutton fue juzgado por el Tribunal de Sanción Nacional montado para castigar a los colaboradores de Leguía, aunque logró salir bien librado de ese huaico. Las inundaciones de 1983 naufragaron la popularidad del presidente Belaunde, cuyo gobierno tardó en reconstruir la infraestructura y la economía. Mejor le fue a Fujimori con El Niño de 1997-1998, en que apareció nadando en la laguna aparecida en pleno desierto. Veremos qué le toca a Kuczynski.


http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/tragedia-y-reconstruccion-carlos-contreras-noticia-1991211


_________________

¿Tramitofobia sobrevalorada?

Germán Alarco Tosoni


Es muy razonable que todos los gobiernos se preocupen de eliminar toda la tramitología y procedimientos burocráticos redundantes que frenen las iniciativas productivas de los particulares. Son pocas las personas que podrían estar en desacuerdo con esa perspectiva.

Sin embargo, muchos cambiaríamos de opinión cuando en aras de promover más negocios se vulneran los derechos de los trabajadores o de terceros, se afecta el medio ambiente o las condiciones de vida de la población.

La tramitofobia ha atraído la atención de los empresarios y los gobiernos en las últimas décadas. Para ellos, en los últimos años, este fenómeno erróneamente es la causa central de los bajos niveles de inversión privada y del reducido crecimiento económico del Perú. El tema está sobrevalorado y con muchos mitos.

El Banco Mundial prepara todos los años el reporte Doing Business que evalúa la facilidad para hacer negocios. Se establece un puntaje y ordenamiento de todas las economías del mundo con base a diferentes criterios y muchos indicadores.

Se considera en cuánto tiempo se inicia un negocio, los permisos de construcción, los de una conexión a la energía eléctrica, el registro de la propiedad, conseguir un crédito, poder realizar operaciones de comercio exterior y el pago de impuestos.

Asimismo, los esfuerzos para lograr el cumplimiento de los contratos, la protección de los inversionistas minoritarios y resolver la insolvencia de un negocio (quiebra). La lista comprende temas de responsabilidad directa del gobierno pero también de particulares.

El Perú ocupa la posición 54 de 190 economías en el reporte de 2017 (con información al 2016); en el tercer decil solo superados por México y Colombia en América Latina. Hasta le ganamos a Chile.

Esta posición en el Doing Business es superior a la que tenemos en términos del PBI per cápita nominal y el medido en paridad de poder adquisitivo (US$ 11,768) del Banco Mundial en la que nos ubicamos en la posición 90 de 189 y 184 países; exactamente a la mitad del mundo.

En los indicadores de desarrollo humano de Naciones Unidas estamos en la ubicación 87. No estamos mal en cuanto a la facilidad para hacer negocios.

A nivel internacional estamos relativamente bien en el registro de la propiedad, trámites para permisos de construcción, en la defensa de los derechos de los inversionistas minoritarios y en conseguir crédito, aunque no se pregunta sobre su costo.

Estamos por atrás en conseguir una conexión de la energía eléctrica recordando que aquí se trata de empresas privadas; en lograr el cumplimiento de contratos y resolver la insolvencia donde intervienen las autoridades y privados. Llama la atención que estemos muy rezagados en los trámites de comercio exterior, pago de impuestos y en el inicio de negocios.


http://diariouno.pe/columna/tramitofobia-sobrevalorada/


_________________




Venezuela: no callar, pero para decir la verdad

Atilio A. Boron

En varios trabajos recientes diversos analistas y observadores de la vida política latinoamericana han reprochado a los intelectuales y militantes de izquierda su silencio ante lo que está ocurriendo en Venezuela. Ese silencio, dicen, sólo refuerza los peores rasgos del gobierno de Nicolás Maduro. Este reclamo lo hizo hace unas pocas semanas un destacado intelectual venezolano, Edgardo Lander, y más recientemente, en una producción especial de Página/12, lo reiteraron dos colegas de Argentina: Roberto Gargarella y Maristella Svampa. [1]
Nadie podría estar más de acuerdo que el autor de estas notas sobre la necesidad de hablar acerca de lo que realmente está aconteciendo en Venezuela. Tras las huellas de los fundadores del materialismo histórico Gramsci decía, con toda razón, que “la verdad siempre es revolucionaria”. Y el aforismo del fundador del PCI es más importante hoy que nunca antes, cuando el virus posmoderno ha instituido a la “posverdad” ¡como un criterio de verdad!, abriendo paso a cuantas tergiversaciones y mistificaciones puedan ocurrírsele a quienes precisamente quieren ocultar tras una cortina de sofismas y falsedades lo que está sucediendo en nuestras sociedades –y muy especialmente en Venezuela- y, de ese modo, favorecer a los planes de la contrarrevolución en marcha.

Desafortunadamente las buenas intenciones de Gargarella y Svampa de hablar sobre Venezuela y decir lo que allí está sucediendo termina con una frustración. Y esto es así porque en su nota no hablan de lo que en verdad ocurre en ese país sino que reproducen con pequeñas variantes el relato que la oposición ha construido para decir lo que ella necesita que se diga que está ocurriendo en Venezuela. Esa narrativa tramposa, que desfigura a sabiendas la realidad para promover su agenda restauradora, ha contado con la inestimable ayuda de los sempiternos agentes sociales y políticos de la reacción, que jamás se equivocan al elegir amigos y enemigos: los medios hegemónicos a nivel mundial (vulgo: “prensa libre”), perros guardianes del orden capitalista; la internacional de la derecha dirigida, con dinero de Estados Unidos, por José M. Aznar y Álvaro Uribe y toda su parafernalia de políticos y periodistas comprados y tanques de pensamiento alquilados y, por si lo anterior no bastara, apoyada también por el gobierno de Estados Unidos desde el nacimiento mismo de la Revolución Bolivariana. No sorprende por lo tanto constatar que en las tres o cuatro páginas escritas por nuestros autores se acumulen numerosos errores de apreciación así como llamativas ausencias. Comencemos por estas.

Ausencias

Primera ausencia: el gobierno de Estados Unidos. Un análisis sobre cualquier país de las Américas que no mencione ni una sola vez –no digamos analice, apenas mencione- al gobierno de Estados Unidos y al imperialismo es insanablemente erróneo. De allí jamás podría brotar un análisis correcto de la situación. Es un error tan grave e irreparable –obliterado empero por el prejuicio que informa al paradigma dominante en las ciencias sociales contemporáneas- como el que cometería un astrónomo que al analizar al sistema solar obviara cualquier mención o análisis del papel de Júpiter en la dinámica global del sistema, haciendo caso omiso del hecho que su masa equivale a casi dos veces y medio la suma del total de los demás planetas que componen el sistema. ¿Qué diríamos de nuestro astrónomo? Que pese a sus buenas intenciones no tiene nada serio para decir; es más, no puede tener nada serio para decir, porque su análisis ha soslayado lo principal. No lo único que importa pero sí lo más importante.

A estas alturas del siglo veintiuno me dispenso de la necesidad de explicar, por archiconocido, lo que es el imperialismo y como actúa en lo que amablemente sus agentes y voceros califican como “nuestro patio trasero.” El capitalismo contemporáneo lo que ha hecho es exacerbar hasta lo indecible su carácter imperialista y no sólo en Latinoamérica. Recuerden el escarmiento sufrido por el pueblo griego cuando se “equivocó” al rechazar el brutal programa de ajuste que le proponía la Troika en Europa, “error” que fue corregido en una reunión a puertas cerradas en Bruselas; o la gigantesca multa que el banco francés Paribás tuvo que pagar por transgredir una ley del Congreso de EEUU que penalizaba a cualquier institución bancaria del mundo, estadounidense o no, que mediara en las relaciones comerciales entre Irán, Sudán y Cuba con el resto del mundo. Es decir, la ley estadounidense es la ley del mundo. O las casi mil bases militares que Estados Unidos tienen en todo el mundo, caso absolutamente único en la historia. Eso es un imperio, desde Roma hasta hoy. Y el centro hegemónico del imperio es Estados Unidos, “la nación indispensable” para mantener vivo al capitalismo en la faz de la tierra. Por supuesto, sus teóricos y estrategas prefieren obviar el término imperialista por su desagradable olor, pero la realidad del imperialismo es inocultable y por eso se esmeran en referirse a ella con nombres más amables. Los expertos del Pentágono y del Departamento de Estado, la CIA o el Consejo Nacional de Seguridad prefieren hablar de “primacía”, “superioridad” y, los más audaces, de “hegemonía” porque son conscientes que palabras como imperio o imperialismo son indigestas para el delicado estómago de la opinión pública estadounidense. El eufemismo puede jugar con las palabras e intentar enturbiar la visión de la cosa, pero esta sigue allí. No por casualidad uno de los más incisivos estrategos del imperio, Zbigniew Brzezinski, inicia su más reciente libro sobre la situación actual de Estados Unidos en el sistema internacional con una sorprendente sección dedicada a la “declinante longevidad de los imperios”, tácita asunción de que Estados Unidos lo es pues de lo contrario no se entiende la razón por la cual ese autor se enfrasca en una discusión que es marginal al objetivo de su trabajo. [2]

De lo anterior se sigue que los imperios -aunque se autodenominen, como en el caso de Estados Unidos, “líder del mundo libre” o “primacía americana”- forjan una relación radicalmente asimétrica con los países sometidos a su jurisdicción y a los que controlan por diversos medios. El corolario de esta lógica imperial es que Washington siempre juega un papel, mayor o menor según las circunstancias y la naturaleza de los países, en los procesos políticos de los países subordinados, máxime cuando, como en el caso de Venezuela, esta nación reposa sobre la mayor reserva comprobada de petróleo del planeta y se sitúa en la Cuenca del Gran Caribe, esa que los militares norteamericanos creen que es un mar interior de Estados Unidos. Sólo si la Casa Blanca y sus agencias estuvieran pobladas por imbéciles o por individuos completamente irresponsables, desconocedores del interés nacional norteamericano, podría el gobierno norteamericano ser indiferente o mantenerse al margen de lo que ocurre en Venezuela. La historia latinoamericana en los últimos dos siglos, desde la Doctrina Monroe (1823) en adelante, ofrece cientos de ejemplos de esta constante intervención de la política exterior norteamericana hacia nuestros países. Intervención que va desde una discreta pero eficaz monitoreo político hasta el golpe militar y la invasión militar, como lo prueban los casos de Panamá y República Dominicana, entre muchos otros. Que hoy se hayan olvidado de Venezuela y no se interesen por el desenlace de su crisis es absolutamente inverosímil. No obstante, algo tan elemental como esto pasa increíblemente desapercibido en la nota de Gargarella y Svampa y por lo tanto en el drama que se desenvuelve en ese país se asume que Estados Unidos no juega papel alguno. Esto sólo bastaría para desechar ese artículo, imposibilitado de ofrecer una visión realista de las cosas.

Pero no es la única ausencia, hay otra más. Al analizar la crisis y los antagonismos que enervan a Venezuela sólo se habla del gobierno de la Revolución Bolivariana. Es un análisis muy curioso porque se lanzan diversas conjeturas e interpretaciones sobre un conflicto institucional muy grave pero sólo aparece una de las partes del enfrentamiento. La otra, la oposición, es un fantasma o una sombra que nunca se alcanza a visualizar. Ni una palabra sobre la génesis y conformación de la oposición y sus principales personajes; del golpe de Estado que protagonizaran en abril del 2002; nada sobre el paro petrolero de finales del 2002 hasta los primeros meses del 2003; ni una palabra sobre las sangrientas "guarimbas" de febrero del 2014. Nada sobre el líder e instigador del plan sedicioso de "la salida", el señor Leopoldo López, de quien se dice es un "prisionero político" cuando en realidad es un "político preso" por haber hecho apología de la violencia, instigado asesinatos, incendios de edificios públicos, saqueos a comercios y producido ingentes daños a las propiedades públicas y privadas. No se dice, por ejemplo, que si López hubiera hecho en Estados Unidos lo que hizo en Venezuela habría sido condenado como mínimo a prisión perpetua, y probablemente a la pena capital. La justicia venezolana, en cambio, esa que descalifican llamándola “chavista”, fue tan benigna que sólo lo condenó a 13 años y 9 meses de prisión. Nada se dice tampoco de que los líderes de esa oposición se rehúsan a dialogar o acordar nada con el gobierno. Que sus principales dirigentes viajan a Estados Unidos a persuadir al gobierno de ese país que invada al suyo propio y que derroque al presidente constitucional Nicolás Maduro. O que Julio Borges, el presidente de la ilegítima Asamblea Nacional, que se resiste a convocar a una nueva elección para reemplazar a los tres "diputruchos" que fraudulentamente fueron incorporados a ella, se reúne con el Almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, para suplicarle que invada a su país, con el derramamiento de sangre que él y sus compinches de la oposición saben que esto produciría. En suma, la nota escrita bajo los influjos maliciosos del “relato” opositor cae en el maniqueísmo político: hay un villano (Maduro) y un bueno (la oposición) de la cual ni se habla, ni se analiza su trayectoria. Pobre, muy pobre como análisis político.

Errores

Y por último pasaré revista a unos cuantos errores puntuales, demasiados para un texto tan breve.

1) La democracia es un régimen en donde “podemos escucharnos mutuamente”, dicen nuestros autores. Eso debería ser así pero en Venezuela no lo es por culpa del gobierno. Pero, un momento: ¿dónde se produce ese maravilloso "escucharnos mutuamente"? ¿Se produjo entre Hillary y Trump; o entre Macron y Le Pen; o entre Rajoy y Pablo Iglesias? ¿No es esto una interpretación demasiado angelical sobre lo que realmente es la democracia como expresión de la lucha social?

2) Se dice que la "pérdida de la mayoría electoral del chavismo generó una respuesta de no-reconocimiento y de deriva autoritaria por parte de Maduro." Pero ¿cómo ignorar que el chavismo admitió sin chistar las dos elecciones en las que fue derrotado, sobre un total de 19? La derecha, en cambio, ni una sola vez aceptó haber perdido. Si hay alguien que jamás reconoció la superioridad electoral del chavismo fue la oposición. Luego de su victoria en las elecciones a la Asamblea Nacional de Diciembre del 2015 sus líderes arrojaron por la borda toda la institucionalidad del estado y proclamaron a voz de cuello que la misión de la AN no sería convertirse en uno de los poderes del estado sino simplemente culminar la “Operación Salida” de Maduro. Como no podía ser de otro modo, esta declaración de guerra de uno de los poderes del estado contra el ejecutivo produjo un endurecimiento del oficialismo, algo que puede constatarse en los más diversos países en los que alguna vez se constituyó un conflicto entre el Legislativo y el Poder Ejecutivo.

3) El Ejecutivo no desconoció a la Asamblea Nacional electa en diciembre del 2015. Sólo denunció que tres diputados habían sido elegidos fraudulentamente, como fue comprobado de modo inobjetable. Ante ello, el Consejo Nacional Electoral solicitó a la AN que revocara la designación que hizo de esos diputados, pese a su origen espurio, a lo cual el presidente de la AN, Henry Allup Ramos, se negó y ratificó la integración de los impugnados. El CNE exigió que la AN convocase a nuevas elecciones para sustituir a los tres impostores, pues de lo contrario ese órgano quedaba ilegalizado por el fraudulento acceso de tres de sus miembros tal como fue establecido en un fallo del Tribunal Superior Constitucional. De no hacerlo la AN caería en desacato y sus actuaciones serían insanablemente nulas. ¿Qué hizo la AN? Desconocer no sólo el dictamen del CNE sino también del máximo órgano judicial de Venezuela. Entonces, ¿quién desconoce a quién? Les recuerdo a nuestros autores que en la Argentina se presentó una situación parecida (aunque no tan grave) cuando en los años del menemismo y en la crucial votación de la Cámara de Diputados para privatizar la compañía estatal Gas del Estado un individuo ajeno al cuerpo se sentó en una banca y levantó su mano aprobando el proyecto. Descubierto el “diputrucho” por los periodistas que cubrían esa votación su resultado fue declarado insanablemente nulo y tiempo después, con los diputados legalmente habilitados para votar se procedió a realizar una nueva votación. Siguiendo el razonamiento de Gargarella y Svampa en la Argentina debería haberse dado por buena la primera votación, lo que constituye un principio absolutamente inaceptable en este país tanto como en Venezuela.

4) El referendo revocatorio no fue bloqueado ni postergado por decisión del gobierno sino por graves vicios procedimentales de la oposición, que inscribieron niños, difuntos, falsificaron firmas, etcétera. Hay leyes, reglamentos, disposiciones que cumplir. No es cuestión de poner cualquier nombre, una firma y ya. Además, en contra de las advertencias del gobierno, iniciaron el trámite del revocatorio cuando los plazos estaban vencidos. El gobierno en un gesto de buena voluntad solicitó al CNE que igualmente tomara en cuenta la solicitud opositora. Pero ante los vicios de forma y fondo arriba señalados la solicitud de referendo tuvo que ser desestimada. ¿De quién es la culpa?

5) ¿Fallido autogolpe del Ejecutivo? ¡Por favor! El Ejecutivo necesitaba la autorización de la AN para sellar un convenio de cooperación entre PDVSA y una empresa extranjera para la explotación del petróleo en la Faja del Orinoco. Era y es un asunto de interés nacional, que hace al bienestar público porque los ingresos petroleros redundan en políticas sociales muy activas. Por ejemplo, el artículo que estamos criticando debería reconocer que el gobierno bolivariano entregó en poco más de cuatro años más de un millón y medio de viviendas, record absoluto en la historia latinoamericana y, probablemente, mundial. La AN, buscando paralizar al gobierno para hacerlo caer, no se reunió y cayó en la transgresión caracterizada por la Constitución Bolivariana como "omisión inconstitucional parlamentaria". Aquella prescribe que, en casos como ese, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, puede, tal como lo establece la Constitución de 1999, asumir algunas de las atribuciones de la AN y autorizar o convalidar algunas acciones del Ejecutivo. ¿Que el TSJ se excedió en apropiarse de las atribuciones de la AN? Seguro. Pero informado de este hecho por la Fiscal General el “dictador” Maduro exhortó al TSC que acotara las atribuciones transitoriamente tomadas de la AN, y las cosas volvieron a la normalidad. [3]

Claro que sí hubo un golpe de Estado fallido, y fue cuando la AN declaró en enero de este año que el presidente Maduro había hecho abandono de su cargo y que debía llamarse de inmediato a elecciones presidenciales. Esto en cualquier país se llama "sedición”: tentativa de quebrar el orden institucional vigente y sus autoridades al margen de la ley, y nuestros autores lo saben. Imagínense el escándalo que se produciría si en Estados Unidos, o mismo en la Argentina, el Congreso emitiera una ley de ese tipo. Aparentemente, para Gargarella y Svampa esta fallida tentativa golpista es una minucia El relato de la oposición, que hacen suyo nuestros autores, dice que el golpista es Maduro y punto.

6) ¿"Represión institucional cada vez mayor"? Algo raro debe estar sucediendo en Venezuela para que la gran mayoría de las víctimas sean, como en febrero del 2014, personas ajenas al conflicto (como esa señora a la cual los mientras de la “oposición democrática” mataron arrojándole desde un edificio de altura una botella de plástico con agua congelada en su interior), chavistas o personal policial. Si algo se le puede reprochar al gobierno de Maduro ha sido su excesiva contemplación en la aplicación de toda la fuerza represiva del estado a quienes toman las calles por la fuerza para incendiar hospitales de niños, saquear comercios y apalear a personas que no se solidarizan con sus actos violentos. El mapa de los incidentes violentos y las guarimbas demuestra inequívocamente que estas se producen, en la casi totalidad de los casos, en los 19 municipios controlados por la oposición, y que los revoltosos cuentan con la protección de las autoridades municipales y sus policías. Es más, el 60 por ciento de las víctimas de la violencia son gentes que no participaban en las manifestaciones, y otra proporción la aportan los muertos de las fuerzas de seguridad bolivarianas. Ante esto, ¿qué proponen Gargarella y Svampa? ¿Que el gobierno se quede de brazos cruzados mientras bandas armadas destruyen el país, matan a inocentes y cometen toda clase de desmanes? ¡Por favor, donde vieron una cosa así! ¿Qué fue lo que tantos gobiernos federales o estaduales hicieron en su tan admirado Estados Unidos ante manifestaciones mucho menos violentas de los afroamericanos en la época de la lucha por los derechos civiles o durante las grandes manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam? Recuerden la brutalidad represiva de la policía y la Guardia Nacional de Estados Unidos en esa época, y compárenla con la de los policías sin armas de fuego que velan por la tranquilidad y el orden en Venezuela con gases lacrimógenos y cañones de agua. ¿Es posible que ignoren algo tan elemental? Por otra parte, ¿quiénes trajeron a los paramilitares colombianos a Venezuela? ¿Los chavistas o sus opositores, aliados a Álvaro Uribe? Sería conveniente que exploraran este asunto.

7) ¿Desabastecimiento? Sí, claro, pero desabastecimiento programado porque Venezuela subsidia alimentos y medicamentos, cosa que no hacen sus vecinos. Entonces redes mafiosas se dedican a contrabandear lo que se produce en Venezuela, que es mucho, pero que es contrabandeado a países vecinos, sobre todo Colombia, con la abierta complicidad de Bogotá. El problema principal de Venezuela no es que no se produce; ha venido produciendo cada vez más, aunque un pequeño número de artículos esenciales (harina pan, café, azúcar, etcétera) es producido por grandes oligopolios que regulan la oferta en función del cronograma electoral y de los altibajos de las luchas opositoras para crear malestar en la población tal como se hiciera en el Chile de Allende. [4] Además, buena parte de lo que se produce es exportado ilegalmente, vía contrabando, fuera del país, casi siempre a Colombia. El medicamento que en Venezuela cuesta un dólar se vende a cinco en Colombia; el litro de nafta que vale un centavo de dólar en Venezuela se vende a un dólar y monedas en Colombia, con la complacencia del gobierno colombiano que debería ayudar a combatir este flagelo, cosa que por supuesto no hace porque precisamente sus siete bases militares entregadas a fuerzas armadas de Estados Unidos están allí para acelerar el derrumbe de la Revolución Bolivariana. Y la “guerra económica” es uno de sus instrumentos.

8) ¿Corrupción? Sí, pero allí hay funcionarios gubernamentales y también miembros de la oposición. ¿Qué es esto de hablar de los corruptos sin hablar de los corruptores? Es un reflejo del viejo pensamiento liberal que sostiene que el Estado, todo Estado, es la esfera de la corrupción mientras que el mercado es el ámbito de la virtud, el sacrificio y la innovación. Que alguien pueda creer en este cuentito a esta altura de la historia no deja de ser una asombrosa comprobación. Salvo, claro está, que en tiempos tan “interesantes” (Eric Hobsbawm) como estos se haya producido una fenomenal mutación sociogenética en virtud de la cual hay corruptos sin que haya corruptores; los primeros están en el estado, los segundos en la sociedad civil. Obviamente, en la nota que estamos analizando solo se habla de los primeros. Los otros son ángeles.

9) ¿"Un régimen crecientemente deslegitimado y autoritario"? Indudablemente que un caos provocado por una “guerra económica” impiadosa, una ofensiva diplomática brutal (con un personaje de los bajos fondos como Luis Almagro llevando la batuta de esta pandilla golpista desde la OEA), un ataque sistemático de los grandes medios, la condena de desprestigiados y fracasados ex presidentes latinoamericanos, que sumieron a sus países en la pobreza, la dependencia y el desamparo, y la omnipresente presión de Washington (recordar la Orden Ejecutiva de Barack Obama) no puede sino erosionar la legitimidad de un gobierno, de cualquier gobierno. Pero aún así lo oposición teme la potencia electoral del chavismo.

En lo que hace a su autoritarismo ¿cómo negar que la oposición a esta peculiar “dictadura” de Maduro hace y deshace a voluntad? Controla a su antojo los grandes medios de comunicación y difunde cuantas mentiras se les viene en gana las 24 horas del día y aplica el “terrorismo mediático” sin escrúpulo alguno; abandonan sus responsabilidades institucionales y paralizan a la Asamblea Nacional sin que esta sea disuelta por el Ejecutivo o revocados los mandatos de los asambleístas; sus dirigentes salen del país para invitar a líderes de EEUU que el imperio invada Venezuela y derroque a su legítimo gobierno o para hablar pestes del gobierno bolivariano ante terceros países; sus jefes hacen campaña apoyando a cuanto candidato presidencial de derecha extrema compita por un cargo presidencial en América Latina, y así sucesivamente. Pese a esto no sufren molestia alguna. ¿Hay presos? Seguro: pero no por manifestarse en las calles, hablar, opinar, difamar, conspirar contra la patria sino por instigar a la violencia y ejecutar toda suerte de actos vandálicos. ¿Qué clase de autoritarismo es este? Dado que muchos se regodean hablando de la “dictadura” de Maduro sólo les pido que me digan que opositor pudo hacer todo esto bajo los gobiernos de Videla, Pinochet, Garrastazú Medici, Stroessner, Somoza y compañía.

10) Se critica "el apoyo incondicional de la izquierda al chavismo". Pero qué pretenden, ¿que apoyemos a la ofensiva destituyente dictada por Estados Unidos y ejecutada por sus peones locales? Entre el imperialismo y un gobierno, por deficitario e imperfecto que sea, ¿se nos pide que optemos por el Comando Sur, por la señora Liliana Ayalde (artífice de los golpes "blandos" en Paraguay y Brasil y ahora número dos del Comando Sur), por la impresentable dirigencia opositora de Venezuela? ¿Eso se nos pide? La respuesta es: ¡jamás cometeríamos tan imperdonable error! Quienes por sus prejuicios y su empecinamiento en despotricar contra la Revolución Bolivariana –cuyos aciertos superan ampliamente sus errores- terminen apoyando la estrategia insurreccional violenta del imperio y sus agentes locales descenderán con deshonor a los anales de la historia, cubiertos de lodo y sangre. Y no habrá sofismas ni alambicados argumentos pseudoteóricos capaces de rescatarlos de tan innoble lugar.

11) “Nadie debe morir por pensar distinto”, se nos dice. Correcto. Pero los que están muriendo por pensar distinto son los chavistas o simples venezolanas o venezolanos que no participaban en ninguna manifestación. De hecho, los que mataron a 43 personas en Febrero del 2014 y a otros tantos en la actual ofensiva ha sido, principalmente, la oposición sediciosa. Los que pueden morir por pensar distinto son los chavistas, no los artífices de la contrarrevolución.

13) Se dice, al concluir el artículo de Gargarella y Svampa, que hay que entender "que enfrente no están los enemigos sino los que no piensan como nosotros, pero que en lo que importa son iguales a nosotros: seres humanos dignos, que piensan y sienten y sufren y se emocionan, y que merecen, como nosotros, igual consideración y respeto." Este pseudo humanismo por más que entibie nuestros corazones pensando en la fraternidad universal es, cuando se lo baja a la coyuntura actual de Venezuela, un razonamiento que no tiene el menor asidero empírico. Y no sólo en este país. Los que amputaron las manos de Víctor Jara y luego lo asesinaron a sangre fría en Chile, ¿era gente como nosotros? ¿Los militares argentinos que violaban a mujeres embarazadas, las torturaban introduciéndoles botellas de vidrio roto en sus vaginas, les robaban sus niños y luego las tiraban desde un avión al mar, ¿eran como nosotros? Los escuadrones de la muerte que asolaron tantos países de la región ¿eran gentes como nosotros? Y los que en la Venezuela de hoy reclutan paramilitares o lúmpenes para incendiar hospitales, tender "guayas" para decapitar motoqueros desprevenidos, arrojar bombas molotov contra policías que no portan armas de fuego, destruir todo lo que encuentran a su paso y moler a golpes a vecinos que quieran atravesar la guarimba para ir a trabajar o comprar alimentos, esos, ¿son iguales a nosotros? Tremendo error. ¿Cómo se defiende una sociedad de tan arteros ataques? ¿Rezando siete Ave Marías o descargando sobre ellos –los violentos, no los sectores pacíficos y minoritarios de la oposición- toda la fuerza represiva del Estado?

Termino diciendo que aquel razonamiento, aquella bella exhortación a la fraternidad universal y al humanismo -que evoca figuras entrañables como Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro e Inmanuel Kant- termina siendo mala filosofía, peor teología y pésima sociología cuando esos principios éticos son trasladados sin mediaciones al barro y la sangre de la Venezuela actual, Es imposible entender a los sujetos de la contrarrevolución y sus agentes con esas bellas categorías. Estoy absolutamente seguro que Gargarella y Svampa, al igual que el autor de estas líneas, jamás haríamos algo como los horrores descriptos más arriba. O como lo que hacen Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, Lilian Tintori, Henry Allup Ramos o María Corina Machado, gentes que se arrastran para lograr que el Comando Sur invada a Venezuela so pretexto de la “crisis humanitaria” que ellos en buena medida han creado. Todas estas son gentes de una incurable perversidad y no son iguales a nosotros. Ni son iguales al pueblo chavista que ha sobrevivido con abnegación y heroísmo a tantas malevosías. Ni tampoco son iguales a la enorme mayoría de la dirigencia chavista, que trata de gobernar un país que la oposición ha tratado de convertir en ingobernable con el infame propósito de reconquistar el poder y usufructuarlo a favor de los intereses que por siglos sojuzgaron a Venezuela. ¿Hablar de Venezuela? Sí, por supuesto, pero diciendo la verdad.



http://rebelion.org/noticia.php?id=226565


_________________
























No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Seguidores

Archivo del blog