Conexiones rusas - Mirko Lauer
¿Fraude adelantado? - Alejandra Dinegro Martínez
Las costuras del indulto - Raúl Tola
Los que no leen - Eduardo Dargent
Tragedia y reconstrucción - Carlos Contreras Carranza
¿Tramitofobia sobrevalorada? - Germán Alarco Tosoni
Venezuela: no callar, pero para decir la verdad - Atilio A. Boron
___________________
Conexiones rusas
Mirko Lauer
Los enemigos de Donald Trump están que le buscan lazos cada
vez más densos con intereses rusos. Comenzó con la exploración de posibles
conexiones de Moscú con su campaña electoral. Luego se ha extendido a la
búsqueda de amarres ilegales de gente de su entorno con empresarios y
autoridades de Rusia, agentes de inteligencia incluidos. Todo esto ha producido
ya más de una renuncia.
Luego de haber sido tabú durante toda la guerra fría, las
relaciones con Rusia pasaron a ser atractivas en algunos círculos de poder estadounidense.
El caso emblemático es el del economista Jeffrey Sachs, quien fue de Harvard a
asesorar al Kremlin apenas cayó la URSS, según sus críticos, con desastrosos
resultados, aunque él niega esto último.
Rusia incorporó el capitalismo a su sistema, pero mantuvo su
mala relación con occidente. El expansionismo de Vladimir Putin y el auge de la
mafia rusa no han devuelto al país a la condición de enemigo, pero lo han
mantenido en un papel de rival activo, sobre todo en el Medio Oriente. Ese eje
de la guerra fría sigue a la vuelta de la esquina.
Está claro que Trump ha excedido los límites de una buena
relación diplomática o geopolítica con el poder ruso. Lo que ahora está en
discusión en los EEUU es hasta dónde ha llegado. Es decir si indebidamente le ha
abierto a los intereses del Kremlin, percibidos como contrapuestos a los de los
EEUU, puertas del poder en Washington.
¿Qué hicieron los rusos? Un informe desclasificado de la
oficina del Director de Inteligencia EEUU dice en enero pasado que “Los objetivos
de Rusia fueron minar la confianza pública en el proceso democrático de los
EEUU, denigrar a la secretaria Clinton, dañar su elegibilidad y potencial
presidencia”. Ciertamente palabras mayores.
Una forma de resumir la situación sería que Putin ayudó a
Trump a llegar a la presidencia, y que ya llegará la hora en que Trump tendrá
que pagar el favor. Trump lo niega todo, y define sus lazos como la relación
natural de un empresario con un mercado abierto como el ruso. Pero las
investigaciones sobre las conexiones rusas mantienen su ritmo y se multiplican,
dentro y fuera del Congreso.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/875145-conexiones-rusas
_________________
¿Fraude adelantado?
Alejandra Dinegro
Martínez
Keiko Fujimori no está dispuesta a perder las elecciones
nuevamente. El fujimorismo alista una gran reforma electoral totalmente grosera
y antidemocrática que le permitiría asegurarse, a como dé lugar, las elecciones
del 2021.
A la medida de sus necesidades y aprovechando la numérica
presencia de su bancada, cocinan con la ayuda del APRA, una reforma electoral
que busca impedir la inscripción de uno de sus principales contendores
electorales: Verónika Mendoza y el Movimiento Nuevo Perú. El primer requisito
es mantener el porcentaje de 4% del padrón electoral en firmas, para poder
inscribirse como Partido Político, lo segundo es tener una antigüedad de 3 años
para poder participar en la carrera electoral y lo tercero es la asignación de
la mitad de la publicidad de la franja electoral “que la mitad del tiempo total
le corresponde proporcionalmente a la representación con la que cuenta cada
partido político o alianza en el Congreso de la República”.
Esta propuesta normativa se discutirá en los próximos días en
el Congreso y tal como está la norma, simplemente es una arbitrariedad del
fujimorismo conjuntamente con el APRA, en querer imponer una ley con nombre
propio: Keiko 2021. En otras palabras, quieren desde ya cometer un fraude
contra la democracia y querer seguir para manteniendo los privilegios de los
partidos tradicionales y eternos.
Quieren sacar de carrera electoral al Movimiento Nuevo Perú y
también se vería afectado, el Partido Morado de Julio Guzmán. Con el primer
requisito, se exige la recolección de 2 millones de firmas y contar con 2
millones de soles para la revisión respectiva de las firmas. El segundo
requisito exige también estar inscritos en marzo del 2018 para poder así
participar de las elecciones 2021. Lo que complicaría la campaña de recolección
de firmas que ambas agrupaciones están llevando a cabo.
El fujimorismo y el APRA quieren que todo siga igual, pero
quieren asegurarse desde ahora, no tener a una competencia con grandes
probabilidades de que nuevamente les vuelva a quemar el pan en la puerta del
horno. Julio Guzmán no es justamente ese contendor principal, sino, Verónika
Mendoza.
Nuevamente el fujimorismo se quiere zurrar en la democracia y
quiere alterar grotescamente las normas electorales y achicar el campo de
participación a través de una reforma que deslegitimaría los procesos
electorales del 2021.
http://diariouno.pe/columna/fraude-adelantado/
_________________
Las costuras del
indulto
Raúl Tola
Tendremos que acostumbrarnos a que la situación carcelaria de
Alberto Fujimori siga en el meollo de la discusión pública de nuestro país.
Viene ocurriendo desde hace tiempo, pero el paso de los años la ha agravado,
como venimos viendo este último mes. Pasada la crisis por el «Niño Costero», el
debate sobre la conveniencia de la liberación de Fujimori acaparó las portadas
de la prensa, monopolizó las tertulias y encendió las redes sociales.
Esta vez no ha sido un debate pasajero, como ocurrió las
veces que se negó el indulto. Algunos operadores del fujimorismo, sus aliados y
la propia torpeza del gobierno han sabido mantenerlo presente, y no parece que
la situación vaya a mejores. Como es natural, la salud de Fujimori —que este
jueves volvió a ser internado—, seguirá empeorando con la edad y con ella se
agravará la polarización.
Lo más novedoso es que este ya no ocurre solo entre los
seguidores de Fuerza Popular y sus detractores. Ha permeado la piel del
fujimorismo, dejando a la vista sus grietas y revelando graves divisiones
intestinas. Queriendo aquietar las voces disidentes, Keiko Fujimori ha
anunciado que presentará un recurso judicial al que ha llamado «el Hábeas
Corpus de la libertad», que ella misma firmará, abriendo un nuevo camino para
la libertad de su padre.
Esta puede ser una respuesta imaginativa frente a su partido
y la opinión pública, pero jurídicamente es ridícula. El hábeas corpus persigue
evitar las detenciones arbitrarias, y debe respaldarse en algún vicio de fondo
o de forma en la condena de Fujimori. Esto no va a ocurrir, como no ha ocurrido
todas las veces que la defensa del expresidente presentó medidas similares,
porque el juicio fue público y contó con todas las garantías del debido
proceso, con un tribunal colegiado de tres integrantes, cuya decisión fue
ratificada por una instancia superior.
El anuncio más bien confirma algo que hace tiempo se percibe:
que Keiko Fujimori prefiere que su padre permanezca preso. Porque la
victimización de Alberto Fujimori —el hombre que salvó al país del terrorismo y
la hiperinflación, y ahora es víctima de una venganza política, en el
imaginario fujimorista— es uno de sus mayores capitales. Y porque, al momento
que pise la calle, su liderazgo quedará en entredicho. Por eso el fujimorismo
no apoyó la iniciativa legislativa que hubiera permitido la excarcelación de su
fundador, al plantear que los presos mayores de 75 años y con enfermedades
graves cumplieran sus penas en casa.
Uno de los pretextos de Keiko Fujimori fue el compromiso que
firmó en campaña, que dice: «No utilizaré el poder político para beneficiar a
ningún miembro de mi familia». Pero ¿esto se ha cumplido? ¿Ha dejado el
fujimorismo de usar toda su fuerza política las veces que se barajado el
indulto a Alberto Fujimori? ¿Acaso el nuevo gran argumento —liberar a Fujimori
para reconciliar al país y garantizar la gobernabilidad—, no es exclusivamente
político? ¿Por qué entonces no debatirlo en el Parlamento, que es el foro
político por excelencia?
http://larepublica.pe/impresa/opinion/875149-las-costuras-del-indulto
_________________
Los que no leen
Eduardo Dargent
Cada vez que aparecen nuevas cifras sobre nuestros
paupérrimos niveles de lectura se escucha una serie de lamentos seguida de una
búsqueda de culpables. Comparto los lamentos y apunto a varios culpables: un
sistema educativo por décadas abandonado; un Estado que, en parte por
ideología, redujo sus políticas culturales; medios de comunicación que
privilegian el rating en todo horario. Esos medios que cultivan y celebran la ignorancia
son los que luego hacen escarnio de jóvenes que no saben quién es Abimael
Guzmán.
Pero es interesante que en estos debates no se apunta a
actores que también cargan con responsabilidad por este páramo de lectura: la
comunidad académica tampoco está leyendo. O, más preciso, pareciera que esa
comunidad no está leyéndose. No estamos conversando sobre lo que se produce,
que no es poco e incluye textos que valdría la pena compartir. Debates
interesantes, nuevas ideas, información sobre fenómenos sociales, miradas
innovadoras a nuestra historia, difícilmente llegan a un público más general. Y
eso es, en parte, responsabilidad de los propios académicos.
En otros países hay espacios para discutir este tipo de
textos. Rara vez estos espacios son record de ventas o teleaudiencia, pero
existen y algunos con enorme impacto y continuidad. Publicaciones como el New
York Review of Books, el Times Literary Supplement o Babelia presentan al
público reseñas de todo tipo de libros. Y no hay que ir tan lejos, en
Argentina, México o Colombia uno percibe que se filtra mucho más la discusión
académica en la esfera pública que en el Perú.
Hay sin duda un problema de espacios limitados donde publicar
este tipo de textos (Domingo de La República, El Dominical de El Comercio,
Argumentos del IEP). Ni que decir sobre la orfandad de la televisión, apenas en
TV Perú y algo en cable. Si la literatura tiene pocos espacios, los textos
académicos mucho menos. Pero hay también un tema de ausencia de comunidad, de
preocupación por discutir y difundir el trabajo de los colegas.
El año pasado salieron libros importantes en humanidades y
ciencias sociales que merecían mucha más atención. Un ejemplo es Los nuevos
Incas (IEP), de Raúl H. Asensio, donde se presenta una extraordinaria
interpretación de los cambios sociales y económicos en la provincia de
Quispicanchi que cuestiona visiones simplistas de izquierdas y derechas sobre
el desarrollo rural en el Perú. Desde una provincia cusqueña el libro nos
interpela sobre el rumbo tomado por el país en las últimas décadas. Salvo un
texto de Martín Tanaka en este diario no he visto nada más al respecto.
Y aunque menos académico, De dónde venimos los cholos (Seix
Barral) de Marco Avilés es una joya de libro que hubiese disparado una amplia
discusión sobre raza, racismo y cambios sociales en otro país. Una mirada a los
lugares de donde provienen los migrantes que llegaron a Lima y otras ciudades,
pero no como espacios atrapados en el pasado, sino espacios dinámicos donde hoy
se juntan los que se fueron y los que quedaron. ¿Cuántos debates ha visto sobre
el tema? El libro estuvo entre los diez recomendados por el New York Times en
Español, aquí tuvo unas pocas columnas de opinión.
Se me ocurren más: Guerreros civilizadores de Carmen McEvoy,
La derecha en el Perú de Antonio Zapata. Y ya ni mencionemos trabajos de
peruanos y peruanistas en el extranjero, de acceso más difícil. Curiosamente,
algunos de estos libros venden bien. Hay lectores, pero no debate ni
conversación en medios tradicionales o alternativos. Sin debate nos perdemos la
oportunidad de construir una esfera pública más dialogante y crítica, así como
atraer nuevos lectores.
¿Qué andan (andamos) haciendo los académicos para no alentar
un diálogo sobre estos trabajos? Se me ocurren varias respuestas para este
desinterés: preocupados en publicaciones de impacto académico no estamos aportando
al debate local, tonteando en redes y buscando likes o retweets gastamos
energía que podríamos emplear mejor. ¿O es que somos relativamente pocos, nos
conocemos mucho y por ello la crítica es mal vista, sea como sobonería o
insulto? Como sea, un aspecto a considerar sobre la situación de la lectura en
el país que implica ver la viga en el ojo propio.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/875148-los-que-no-leen
_________________
Tragedia y
reconstrucción
Carlos Contreras
Carranza
Contemplando la historia de Europa occidental, el historiador
norteamericano Charles Tilly sostuvo que el Estado en ese continente era hijo
de las guerras. Enfrentadas sus monarquías una contra otra durante el curso de
varios siglos, los gobiernos debieron organizarse, buscar recursos financieros,
disciplinar y movilizar a la población, en una competencia darwiniana en la que
solo sobrevivieron los más aptos. En esta parte del mundo donde nos ha tocado
en suerte nacer, podríamos decir que los estados han sido más bien hijos de las
catástrofes naturales. A falta de Julio Césares o Napoleones, tenemos
reconstructores exitosos que ganaron su gloria domeñando a la naturaleza.
Nuestra geografía y el entorno de placas tectónicas y
corrientes marinas que nos rodean han hecho de América un continente sensible a
fenómenos naturales de gran poder destructivo. No nos azotan huracanes, como en
el Caribe, pero sí terremotos, sequías e inundaciones que periódicamente han
asolado la tierra, tanto o más que las tragedias provocadas por el hombre.
Los desastres naturales trajeron el correlato de la
reconstrucción de las zonas afectadas, pero sobre todo fueron apreciados como
una oportunidad para reformar aspectos de todo tipo (que empezaban con los
caminos o la arquitectura y terminaban alcanzando dimensiones sociales,
políticas y económicas, a veces inesperadas). Fueron también la oportunidad
para el surgimiento de capitales políticos: los reconstructores exitosos, o los
“salvadores” de la patria tras la tragedia, supieron cosechar fama y poder de
una población largamente agradecida. Es oportuno recordarlo ahora, que los
peruanos nos alzamos las mangas de la camisa en pos de una nueva reconstrucción.
En plena época colonial, el terremoto de 1687 que asoló Lima
y la costa central destruyó el sistema de riego y trajo una crisis agrícola que
llevó a la necesidad de importar trigo desde Chile. Nunca más la costa peruana
recuperó la producción triguera de antaño. El nuevo cultivo que nos dejó la
reconstrucción fue la caña de azúcar, que, junto con el algodón, pasaron a
dominar la producción de la región durante los siglos venideros. La costa
peruana se especializó en estos cultivos, dejando a los valles chilenos la
tarea del abastecimiento de trigo. La tragedia sísmica nos sirvió para
descubrir las ventajas del comercio, mucho antes de que Adam Smith y David
Ricardo escribieran sobre las bondades de la especialización.
El terremoto de Lima de 1746 ha sido el desastre natural más
investigado por los historiadores en los tiempos recientes. Se ha resaltado
cómo la tarea de la reconstrucción de la capital fue utilizada por el gobierno
para disminuir el poder de la Iglesia, minar las rentas de la aristocracia y
fortalecer el poder del Estado borbónico. La profusión de palacios, templos y
catedrales con elevados miradores, campanarios y recargados ornamentos fue
denunciada como un peligro público. Tanto como la vigencia de monjas de
clausura, impedidas de abandonar los conventos en caso de sismos. La necesidad
de un Estado reconstructor que protegiera a la sociedad dio alas al poder
virreinal. El virrey Conde de Superunda llegó a ser nominado como “el vencedor
de los elementos”, y aprovechó la reconstrucción para afianzar el poder del
Estado en desmedro de sus rivales más señalados, como eran la Iglesia y la
aristocracia. No eran tiempos de elecciones, pero esta fama le fue útil para
prolongar su virreinato por el largo espacio de 16 años (1745-1761).
La era republicana trajo más desgracias naturales y su cuota
de reconstructores. El terremoto del sur de 1868 no solo significó la
destrucción de importantes ciudades y puertos (“Arequipa no existe ya” fue el
dramático telegrama que transmitió el corresponsal de El Comercio tras el
fatídico 13 de agosto de dicho año), sino también el despegue de la economía
del salitre, con el surgimiento de nuevos ricos en el extremo sur de la patria,
que pusieron en jaque la tradicional hegemonía económica de la élite limeña.
Hubo que estatizar las salitreras a fin de terminar con esos advenedizos, lo
que nos enrumbó a la tragedia política de la guerra del 79. El terremoto de
1868 también fue la oportunidad para el ingreso del Perú a la carrera
ferroviaria, con la construcción de la primera línea de largo recorrido, que
unió Mollendo con Arequipa y Puno. Lo más sensato en materia de ferrocarriles
habría sido conectar las minas de Cerro de Pasco con el puerto del Callao o de
Huacho, pero se prefirió compensar a los hijos del Misti por su tragedia. El
presidente José Balta y el ingeniero Henry Meiggs se erigieron como los héroes
de la reconstrucción.
En los años del Oncenio leguiista sobrevino la inundación de
1925-1926 en los departamentos de la costa norte, que se ha mencionado como el
antecedente más próximo a los sucesos recientes. Leguía aprovechó de la
reconstrucción para montar sistemas modernos de irrigación con la ayuda de otro
ingeniero norteamericano: Charles Sutton, y mejorar los puertos de la zona, que
tan útiles fueron en las décadas siguientes para las exportaciones azucareras.
Los terremotos de Lima, Cusco y Huaraz en 1940, 1950 y 1970 fueron
capitalizados por los presidentes Prado, Odría y Velasco, respectivamente.
Cusco y el Callejón de Huaylas iniciaron con la reconstrucción su destino como
lugares turísticos, que mantienen hasta el día de hoy.
No todos los reconstructores salieron bien librados de estas
empresas. El limeño Pablo de Olavide y el norteamericano Sutton fueron acusados
de malversaciones en las tragedias de 1746 y 1925. Olavide se marchó a España
apenas pudo, donde hizo una carrera exitosa, al punto que hoy una universidad
lleva ahí su nombre. Sutton fue juzgado por el Tribunal de Sanción Nacional
montado para castigar a los colaboradores de Leguía, aunque logró salir bien
librado de ese huaico. Las inundaciones de 1983 naufragaron la popularidad del
presidente Belaunde, cuyo gobierno tardó en reconstruir la infraestructura y la
economía. Mejor le fue a Fujimori con El Niño de 1997-1998, en que apareció
nadando en la laguna aparecida en pleno desierto. Veremos qué le toca a
Kuczynski.
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/tragedia-y-reconstruccion-carlos-contreras-noticia-1991211
_________________
¿Tramitofobia
sobrevalorada?
Germán Alarco Tosoni
Es muy razonable que todos los gobiernos se preocupen de
eliminar toda la tramitología y procedimientos burocráticos redundantes que
frenen las iniciativas productivas de los particulares. Son pocas las personas
que podrían estar en desacuerdo con esa perspectiva.
Sin embargo, muchos cambiaríamos de opinión cuando en aras de
promover más negocios se vulneran los derechos de los trabajadores o de
terceros, se afecta el medio ambiente o las condiciones de vida de la
población.
La tramitofobia ha atraído la atención de los empresarios y
los gobiernos en las últimas décadas. Para ellos, en los últimos años, este
fenómeno erróneamente es la causa central de los bajos niveles de inversión
privada y del reducido crecimiento económico del Perú. El tema está
sobrevalorado y con muchos mitos.
El Banco Mundial prepara todos los años el reporte Doing
Business que evalúa la facilidad para hacer negocios. Se establece un puntaje y
ordenamiento de todas las economías del mundo con base a diferentes criterios y
muchos indicadores.
Se considera en cuánto tiempo se inicia un negocio, los
permisos de construcción, los de una conexión a la energía eléctrica, el
registro de la propiedad, conseguir un crédito, poder realizar operaciones de
comercio exterior y el pago de impuestos.
Asimismo, los esfuerzos para lograr el cumplimiento de los
contratos, la protección de los inversionistas minoritarios y resolver la
insolvencia de un negocio (quiebra). La lista comprende temas de
responsabilidad directa del gobierno pero también de particulares.
El Perú ocupa la posición 54 de 190 economías en el reporte
de 2017 (con información al 2016); en el tercer decil solo superados por México
y Colombia en América Latina. Hasta le ganamos a Chile.
Esta posición en el Doing Business es superior a la que
tenemos en términos del PBI per cápita nominal y el medido en paridad de poder
adquisitivo (US$ 11,768) del Banco Mundial en la que nos ubicamos en la
posición 90 de 189 y 184 países; exactamente a la mitad del mundo.
En los indicadores de desarrollo humano de Naciones Unidas
estamos en la ubicación 87. No estamos mal en cuanto a la facilidad para hacer
negocios.
A nivel internacional estamos relativamente bien en el
registro de la propiedad, trámites para permisos de construcción, en la defensa
de los derechos de los inversionistas minoritarios y en conseguir crédito,
aunque no se pregunta sobre su costo.
Estamos por atrás en conseguir una conexión de la energía
eléctrica recordando que aquí se trata de empresas privadas; en lograr el
cumplimiento de contratos y resolver la insolvencia donde intervienen las
autoridades y privados. Llama la atención que estemos muy rezagados en los
trámites de comercio exterior, pago de impuestos y en el inicio de negocios.
http://diariouno.pe/columna/tramitofobia-sobrevalorada/
_________________
Venezuela: no callar,
pero para decir la verdad
Atilio A. Boron
En varios trabajos recientes diversos analistas y
observadores de la vida política latinoamericana han reprochado a los
intelectuales y militantes de izquierda su silencio ante lo que está ocurriendo
en Venezuela. Ese silencio, dicen, sólo refuerza los peores rasgos del gobierno
de Nicolás Maduro. Este reclamo lo hizo hace unas pocas semanas un destacado
intelectual venezolano, Edgardo Lander, y más recientemente, en una producción
especial de Página/12, lo reiteraron dos colegas de Argentina: Roberto Gargarella
y Maristella Svampa. [1]
Nadie podría estar más de acuerdo que el autor de estas notas
sobre la necesidad de hablar acerca de lo que realmente está aconteciendo en
Venezuela. Tras las huellas de los fundadores del materialismo histórico
Gramsci decía, con toda razón, que “la verdad siempre es revolucionaria”. Y el
aforismo del fundador del PCI es más importante hoy que nunca antes, cuando el
virus posmoderno ha instituido a la “posverdad” ¡como un criterio de verdad!,
abriendo paso a cuantas tergiversaciones y mistificaciones puedan ocurrírsele a
quienes precisamente quieren ocultar tras una cortina de sofismas y falsedades
lo que está sucediendo en nuestras sociedades –y muy especialmente en
Venezuela- y, de ese modo, favorecer a los planes de la contrarrevolución en
marcha.
Desafortunadamente las buenas intenciones de Gargarella y
Svampa de hablar sobre Venezuela y decir lo que allí está sucediendo termina
con una frustración. Y esto es así porque en su nota no hablan de lo que en
verdad ocurre en ese país sino que reproducen con pequeñas variantes el relato
que la oposición ha construido para decir lo que ella necesita que se diga que
está ocurriendo en Venezuela. Esa narrativa tramposa, que desfigura a sabiendas
la realidad para promover su agenda restauradora, ha contado con la inestimable
ayuda de los sempiternos agentes sociales y políticos de la reacción, que jamás
se equivocan al elegir amigos y enemigos: los medios hegemónicos a nivel
mundial (vulgo: “prensa libre”), perros guardianes del orden capitalista; la
internacional de la derecha dirigida, con dinero de Estados Unidos, por José M.
Aznar y Álvaro Uribe y toda su parafernalia de políticos y periodistas
comprados y tanques de pensamiento alquilados y, por si lo anterior no bastara,
apoyada también por el gobierno de Estados Unidos desde el nacimiento mismo de
la Revolución Bolivariana. No sorprende por lo tanto constatar que en las tres
o cuatro páginas escritas por nuestros autores se acumulen numerosos errores de
apreciación así como llamativas ausencias. Comencemos por estas.
Ausencias
Primera ausencia: el gobierno de Estados Unidos. Un análisis
sobre cualquier país de las Américas que no mencione ni una sola vez –no
digamos analice, apenas mencione- al gobierno de Estados Unidos y al imperialismo
es insanablemente erróneo. De allí jamás podría brotar un análisis correcto de
la situación. Es un error tan grave e irreparable –obliterado empero por el
prejuicio que informa al paradigma dominante en las ciencias sociales
contemporáneas- como el que cometería un astrónomo que al analizar al sistema
solar obviara cualquier mención o análisis del papel de Júpiter en la dinámica
global del sistema, haciendo caso omiso del hecho que su masa equivale a casi
dos veces y medio la suma del total de los demás planetas que componen el
sistema. ¿Qué diríamos de nuestro astrónomo? Que pese a sus buenas intenciones
no tiene nada serio para decir; es más, no puede tener nada serio para decir,
porque su análisis ha soslayado lo principal. No lo único que importa pero sí
lo más importante.
A estas alturas del siglo veintiuno me dispenso de la
necesidad de explicar, por archiconocido, lo que es el imperialismo y como
actúa en lo que amablemente sus agentes y voceros califican como “nuestro patio
trasero.” El capitalismo contemporáneo lo que ha hecho es exacerbar hasta lo
indecible su carácter imperialista y no sólo en Latinoamérica. Recuerden el
escarmiento sufrido por el pueblo griego cuando se “equivocó” al rechazar el
brutal programa de ajuste que le proponía la Troika en Europa, “error” que fue
corregido en una reunión a puertas cerradas en Bruselas; o la gigantesca multa
que el banco francés Paribás tuvo que pagar por transgredir una ley del
Congreso de EEUU que penalizaba a cualquier institución bancaria del mundo,
estadounidense o no, que mediara en las relaciones comerciales entre Irán,
Sudán y Cuba con el resto del mundo. Es decir, la ley estadounidense es la ley
del mundo. O las casi mil bases militares que Estados Unidos tienen en todo el
mundo, caso absolutamente único en la historia. Eso es un imperio, desde Roma
hasta hoy. Y el centro hegemónico del imperio es Estados Unidos, “la nación
indispensable” para mantener vivo al capitalismo en la faz de la tierra. Por
supuesto, sus teóricos y estrategas prefieren obviar el término imperialista
por su desagradable olor, pero la realidad del imperialismo es inocultable y
por eso se esmeran en referirse a ella con nombres más amables. Los expertos
del Pentágono y del Departamento de Estado, la CIA o el Consejo Nacional de
Seguridad prefieren hablar de “primacía”, “superioridad” y, los más audaces, de
“hegemonía” porque son conscientes que palabras como imperio o imperialismo son
indigestas para el delicado estómago de la opinión pública estadounidense. El
eufemismo puede jugar con las palabras e intentar enturbiar la visión de la
cosa, pero esta sigue allí. No por casualidad uno de los más incisivos
estrategos del imperio, Zbigniew Brzezinski, inicia su más reciente libro sobre
la situación actual de Estados Unidos en el sistema internacional con una
sorprendente sección dedicada a la “declinante longevidad de los imperios”,
tácita asunción de que Estados Unidos lo es pues de lo contrario no se entiende
la razón por la cual ese autor se enfrasca en una discusión que es marginal al
objetivo de su trabajo. [2]
De lo anterior se sigue que los imperios -aunque se
autodenominen, como en el caso de Estados Unidos, “líder del mundo libre” o
“primacía americana”- forjan una relación radicalmente asimétrica con los
países sometidos a su jurisdicción y a los que controlan por diversos medios.
El corolario de esta lógica imperial es que Washington siempre juega un papel,
mayor o menor según las circunstancias y la naturaleza de los países, en los
procesos políticos de los países subordinados, máxime cuando, como en el caso
de Venezuela, esta nación reposa sobre la mayor reserva comprobada de petróleo
del planeta y se sitúa en la Cuenca del Gran Caribe, esa que los militares
norteamericanos creen que es un mar interior de Estados Unidos. Sólo si la Casa
Blanca y sus agencias estuvieran pobladas por imbéciles o por individuos
completamente irresponsables, desconocedores del interés nacional
norteamericano, podría el gobierno norteamericano ser indiferente o mantenerse
al margen de lo que ocurre en Venezuela. La historia latinoamericana en los
últimos dos siglos, desde la Doctrina Monroe (1823) en adelante, ofrece cientos
de ejemplos de esta constante intervención de la política exterior
norteamericana hacia nuestros países. Intervención que va desde una discreta
pero eficaz monitoreo político hasta el golpe militar y la invasión militar,
como lo prueban los casos de Panamá y República Dominicana, entre muchos otros.
Que hoy se hayan olvidado de Venezuela y no se interesen por el desenlace de su
crisis es absolutamente inverosímil. No obstante, algo tan elemental como esto
pasa increíblemente desapercibido en la nota de Gargarella y Svampa y por lo
tanto en el drama que se desenvuelve en ese país se asume que Estados Unidos no
juega papel alguno. Esto sólo bastaría para desechar ese artículo,
imposibilitado de ofrecer una visión realista de las cosas.
Pero no es la única ausencia, hay otra más. Al analizar la
crisis y los antagonismos que enervan a Venezuela sólo se habla del gobierno de
la Revolución Bolivariana. Es un análisis muy curioso porque se lanzan diversas
conjeturas e interpretaciones sobre un conflicto institucional muy grave pero
sólo aparece una de las partes del enfrentamiento. La otra, la oposición, es un
fantasma o una sombra que nunca se alcanza a visualizar. Ni una palabra sobre
la génesis y conformación de la oposición y sus principales personajes; del
golpe de Estado que protagonizaran en abril del 2002; nada sobre el paro
petrolero de finales del 2002 hasta los primeros meses del 2003; ni una palabra
sobre las sangrientas "guarimbas" de febrero del 2014. Nada sobre el
líder e instigador del plan sedicioso de "la salida", el señor
Leopoldo López, de quien se dice es un "prisionero político" cuando
en realidad es un "político preso" por haber hecho apología de la
violencia, instigado asesinatos, incendios de edificios públicos, saqueos a
comercios y producido ingentes daños a las propiedades públicas y privadas. No
se dice, por ejemplo, que si López hubiera hecho en Estados Unidos lo que hizo
en Venezuela habría sido condenado como mínimo a prisión perpetua, y
probablemente a la pena capital. La justicia venezolana, en cambio, esa que
descalifican llamándola “chavista”, fue tan benigna que sólo lo condenó a 13
años y 9 meses de prisión. Nada se dice tampoco de que los líderes de esa
oposición se rehúsan a dialogar o acordar nada con el gobierno. Que sus
principales dirigentes viajan a Estados Unidos a persuadir al gobierno de ese
país que invada al suyo propio y que derroque al presidente constitucional
Nicolás Maduro. O que Julio Borges, el presidente de la ilegítima Asamblea
Nacional, que se resiste a convocar a una nueva elección para reemplazar a los
tres "diputruchos" que fraudulentamente fueron incorporados a ella,
se reúne con el Almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, para suplicarle que
invada a su país, con el derramamiento de sangre que él y sus compinches de la
oposición saben que esto produciría. En suma, la nota escrita bajo los influjos
maliciosos del “relato” opositor cae en el maniqueísmo político: hay un villano
(Maduro) y un bueno (la oposición) de la cual ni se habla, ni se analiza su
trayectoria. Pobre, muy pobre como análisis político.
Errores
Y por último pasaré revista a unos cuantos errores puntuales,
demasiados para un texto tan breve.
1) La democracia es un régimen en donde “podemos escucharnos
mutuamente”, dicen nuestros autores. Eso debería ser así pero en Venezuela no
lo es por culpa del gobierno. Pero, un momento: ¿dónde se produce ese maravilloso
"escucharnos mutuamente"? ¿Se produjo entre Hillary y Trump; o entre
Macron y Le Pen; o entre Rajoy y Pablo Iglesias? ¿No es esto una interpretación
demasiado angelical sobre lo que realmente es la democracia como expresión de
la lucha social?
2) Se dice que la "pérdida de la mayoría electoral del
chavismo generó una respuesta de no-reconocimiento y de deriva autoritaria por
parte de Maduro." Pero ¿cómo ignorar que el chavismo admitió sin chistar
las dos elecciones en las que fue derrotado, sobre un total de 19? La derecha,
en cambio, ni una sola vez aceptó haber perdido. Si hay alguien que jamás
reconoció la superioridad electoral del chavismo fue la oposición. Luego de su
victoria en las elecciones a la Asamblea Nacional de Diciembre del 2015 sus
líderes arrojaron por la borda toda la institucionalidad del estado y
proclamaron a voz de cuello que la misión de la AN no sería convertirse en uno
de los poderes del estado sino simplemente culminar la “Operación Salida” de
Maduro. Como no podía ser de otro modo, esta declaración de guerra de uno de
los poderes del estado contra el ejecutivo produjo un endurecimiento del
oficialismo, algo que puede constatarse en los más diversos países en los que
alguna vez se constituyó un conflicto entre el Legislativo y el Poder
Ejecutivo.
3) El Ejecutivo no desconoció a la Asamblea Nacional electa
en diciembre del 2015. Sólo denunció que tres diputados habían sido elegidos
fraudulentamente, como fue comprobado de modo inobjetable. Ante ello, el
Consejo Nacional Electoral solicitó a la AN que revocara la designación que
hizo de esos diputados, pese a su origen espurio, a lo cual el presidente de la
AN, Henry Allup Ramos, se negó y ratificó la integración de los impugnados. El
CNE exigió que la AN convocase a nuevas elecciones para sustituir a los tres
impostores, pues de lo contrario ese órgano quedaba ilegalizado por el
fraudulento acceso de tres de sus miembros tal como fue establecido en un fallo
del Tribunal Superior Constitucional. De no hacerlo la AN caería en desacato y
sus actuaciones serían insanablemente nulas. ¿Qué hizo la AN? Desconocer no
sólo el dictamen del CNE sino también del máximo órgano judicial de Venezuela.
Entonces, ¿quién desconoce a quién? Les recuerdo a nuestros autores que en la
Argentina se presentó una situación parecida (aunque no tan grave) cuando en
los años del menemismo y en la crucial votación de la Cámara de Diputados para
privatizar la compañía estatal Gas del Estado un individuo ajeno al cuerpo se
sentó en una banca y levantó su mano aprobando el proyecto. Descubierto el
“diputrucho” por los periodistas que cubrían esa votación su resultado fue
declarado insanablemente nulo y tiempo después, con los diputados legalmente
habilitados para votar se procedió a realizar una nueva votación. Siguiendo el
razonamiento de Gargarella y Svampa en la Argentina debería haberse dado por
buena la primera votación, lo que constituye un principio absolutamente
inaceptable en este país tanto como en Venezuela.
4) El referendo revocatorio no fue bloqueado ni postergado
por decisión del gobierno sino por graves vicios procedimentales de la
oposición, que inscribieron niños, difuntos, falsificaron firmas, etcétera. Hay
leyes, reglamentos, disposiciones que cumplir. No es cuestión de poner
cualquier nombre, una firma y ya. Además, en contra de las advertencias del
gobierno, iniciaron el trámite del revocatorio cuando los plazos estaban
vencidos. El gobierno en un gesto de buena voluntad solicitó al CNE que
igualmente tomara en cuenta la solicitud opositora. Pero ante los vicios de
forma y fondo arriba señalados la solicitud de referendo tuvo que ser
desestimada. ¿De quién es la culpa?
5) ¿Fallido autogolpe del Ejecutivo? ¡Por favor! El Ejecutivo
necesitaba la autorización de la AN para sellar un convenio de cooperación
entre PDVSA y una empresa extranjera para la explotación del petróleo en la
Faja del Orinoco. Era y es un asunto de interés nacional, que hace al bienestar
público porque los ingresos petroleros redundan en políticas sociales muy
activas. Por ejemplo, el artículo que estamos criticando debería reconocer que
el gobierno bolivariano entregó en poco más de cuatro años más de un millón y
medio de viviendas, record absoluto en la historia latinoamericana y,
probablemente, mundial. La AN, buscando paralizar al gobierno para hacerlo
caer, no se reunió y cayó en la transgresión caracterizada por la Constitución
Bolivariana como "omisión inconstitucional parlamentaria". Aquella
prescribe que, en casos como ese, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, puede, tal como lo establece la Constitución de 1999, asumir
algunas de las atribuciones de la AN y autorizar o convalidar algunas acciones
del Ejecutivo. ¿Que el TSJ se excedió en apropiarse de las atribuciones de la
AN? Seguro. Pero informado de este hecho por la Fiscal General el “dictador”
Maduro exhortó al TSC que acotara las atribuciones transitoriamente tomadas de la
AN, y las cosas volvieron a la normalidad. [3]
Claro que sí hubo un golpe de Estado fallido, y fue cuando la
AN declaró en enero de este año que el presidente Maduro había hecho abandono
de su cargo y que debía llamarse de inmediato a elecciones presidenciales. Esto
en cualquier país se llama "sedición”: tentativa de quebrar el orden
institucional vigente y sus autoridades al margen de la ley, y nuestros autores
lo saben. Imagínense el escándalo que se produciría si en Estados Unidos, o
mismo en la Argentina, el Congreso emitiera una ley de ese tipo. Aparentemente,
para Gargarella y Svampa esta fallida tentativa golpista es una minucia El
relato de la oposición, que hacen suyo nuestros autores, dice que el golpista
es Maduro y punto.
6) ¿"Represión institucional cada vez mayor"? Algo
raro debe estar sucediendo en Venezuela para que la gran mayoría de las
víctimas sean, como en febrero del 2014, personas ajenas al conflicto (como esa
señora a la cual los mientras de la “oposición democrática” mataron arrojándole
desde un edificio de altura una botella de plástico con agua congelada en su
interior), chavistas o personal policial. Si algo se le puede reprochar al
gobierno de Maduro ha sido su excesiva contemplación en la aplicación de toda
la fuerza represiva del estado a quienes toman las calles por la fuerza para
incendiar hospitales de niños, saquear comercios y apalear a personas que no se
solidarizan con sus actos violentos. El mapa de los incidentes violentos y las
guarimbas demuestra inequívocamente que estas se producen, en la casi totalidad
de los casos, en los 19 municipios controlados por la oposición, y que los
revoltosos cuentan con la protección de las autoridades municipales y sus
policías. Es más, el 60 por ciento de las víctimas de la violencia son gentes
que no participaban en las manifestaciones, y otra proporción la aportan los
muertos de las fuerzas de seguridad bolivarianas. Ante esto, ¿qué proponen
Gargarella y Svampa? ¿Que el gobierno se quede de brazos cruzados mientras
bandas armadas destruyen el país, matan a inocentes y cometen toda clase de
desmanes? ¡Por favor, donde vieron una cosa así! ¿Qué fue lo que tantos
gobiernos federales o estaduales hicieron en su tan admirado Estados Unidos
ante manifestaciones mucho menos violentas de los afroamericanos en la época de
la lucha por los derechos civiles o durante las grandes manifestaciones en
contra de la guerra de Vietnam? Recuerden la brutalidad represiva de la policía
y la Guardia Nacional de Estados Unidos en esa época, y compárenla con la de
los policías sin armas de fuego que velan por la tranquilidad y el orden en
Venezuela con gases lacrimógenos y cañones de agua. ¿Es posible que ignoren
algo tan elemental? Por otra parte, ¿quiénes trajeron a los paramilitares
colombianos a Venezuela? ¿Los chavistas o sus opositores, aliados a Álvaro
Uribe? Sería conveniente que exploraran este asunto.
7) ¿Desabastecimiento? Sí, claro, pero desabastecimiento
programado porque Venezuela subsidia alimentos y medicamentos, cosa que no
hacen sus vecinos. Entonces redes mafiosas se dedican a contrabandear lo que se
produce en Venezuela, que es mucho, pero que es contrabandeado a países
vecinos, sobre todo Colombia, con la abierta complicidad de Bogotá. El problema
principal de Venezuela no es que no se produce; ha venido produciendo cada vez
más, aunque un pequeño número de artículos esenciales (harina pan, café,
azúcar, etcétera) es producido por grandes oligopolios que regulan la oferta en
función del cronograma electoral y de los altibajos de las luchas opositoras
para crear malestar en la población tal como se hiciera en el Chile de Allende.
[4] Además, buena parte de lo que se produce es exportado ilegalmente, vía
contrabando, fuera del país, casi siempre a Colombia. El medicamento que en
Venezuela cuesta un dólar se vende a cinco en Colombia; el litro de nafta que
vale un centavo de dólar en Venezuela se vende a un dólar y monedas en
Colombia, con la complacencia del gobierno colombiano que debería ayudar a
combatir este flagelo, cosa que por supuesto no hace porque precisamente sus
siete bases militares entregadas a fuerzas armadas de Estados Unidos están allí
para acelerar el derrumbe de la Revolución Bolivariana. Y la “guerra económica”
es uno de sus instrumentos.
8) ¿Corrupción? Sí, pero allí hay funcionarios
gubernamentales y también miembros de la oposición. ¿Qué es esto de hablar de
los corruptos sin hablar de los corruptores? Es un reflejo del viejo
pensamiento liberal que sostiene que el Estado, todo Estado, es la esfera de la
corrupción mientras que el mercado es el ámbito de la virtud, el sacrificio y
la innovación. Que alguien pueda creer en este cuentito a esta altura de la
historia no deja de ser una asombrosa comprobación. Salvo, claro está, que en
tiempos tan “interesantes” (Eric Hobsbawm) como estos se haya producido una
fenomenal mutación sociogenética en virtud de la cual hay corruptos sin que
haya corruptores; los primeros están en el estado, los segundos en la sociedad
civil. Obviamente, en la nota que estamos analizando solo se habla de los
primeros. Los otros son ángeles.
9) ¿"Un régimen crecientemente deslegitimado y
autoritario"? Indudablemente que un caos provocado por una “guerra
económica” impiadosa, una ofensiva diplomática brutal (con un personaje de los
bajos fondos como Luis Almagro llevando la batuta de esta pandilla golpista
desde la OEA), un ataque sistemático de los grandes medios, la condena de
desprestigiados y fracasados ex presidentes latinoamericanos, que sumieron a
sus países en la pobreza, la dependencia y el desamparo, y la omnipresente
presión de Washington (recordar la Orden Ejecutiva de Barack Obama) no puede
sino erosionar la legitimidad de un gobierno, de cualquier gobierno. Pero aún
así lo oposición teme la potencia electoral del chavismo.
En lo que hace a su autoritarismo ¿cómo negar que la
oposición a esta peculiar “dictadura” de Maduro hace y deshace a voluntad?
Controla a su antojo los grandes medios de comunicación y difunde cuantas
mentiras se les viene en gana las 24 horas del día y aplica el “terrorismo
mediático” sin escrúpulo alguno; abandonan sus responsabilidades
institucionales y paralizan a la Asamblea Nacional sin que esta sea disuelta
por el Ejecutivo o revocados los mandatos de los asambleístas; sus dirigentes
salen del país para invitar a líderes de EEUU que el imperio invada Venezuela y
derroque a su legítimo gobierno o para hablar pestes del gobierno bolivariano
ante terceros países; sus jefes hacen campaña apoyando a cuanto candidato
presidencial de derecha extrema compita por un cargo presidencial en América
Latina, y así sucesivamente. Pese a esto no sufren molestia alguna. ¿Hay
presos? Seguro: pero no por manifestarse en las calles, hablar, opinar,
difamar, conspirar contra la patria sino por instigar a la violencia y ejecutar
toda suerte de actos vandálicos. ¿Qué clase de autoritarismo es este? Dado que
muchos se regodean hablando de la “dictadura” de Maduro sólo les pido que me
digan que opositor pudo hacer todo esto bajo los gobiernos de Videla, Pinochet,
Garrastazú Medici, Stroessner, Somoza y compañía.
10) Se critica "el apoyo incondicional de la izquierda
al chavismo". Pero qué pretenden, ¿que apoyemos a la ofensiva destituyente
dictada por Estados Unidos y ejecutada por sus peones locales? Entre el
imperialismo y un gobierno, por deficitario e imperfecto que sea, ¿se nos pide
que optemos por el Comando Sur, por la señora Liliana Ayalde (artífice de los
golpes "blandos" en Paraguay y Brasil y ahora número dos del Comando
Sur), por la impresentable dirigencia opositora de Venezuela? ¿Eso se nos pide?
La respuesta es: ¡jamás cometeríamos tan imperdonable error! Quienes por sus
prejuicios y su empecinamiento en despotricar contra la Revolución Bolivariana
–cuyos aciertos superan ampliamente sus errores- terminen apoyando la
estrategia insurreccional violenta del imperio y sus agentes locales
descenderán con deshonor a los anales de la historia, cubiertos de lodo y
sangre. Y no habrá sofismas ni alambicados argumentos pseudoteóricos capaces de
rescatarlos de tan innoble lugar.
11) “Nadie debe morir por pensar distinto”, se nos dice.
Correcto. Pero los que están muriendo por pensar distinto son los chavistas o
simples venezolanas o venezolanos que no participaban en ninguna manifestación.
De hecho, los que mataron a 43 personas en Febrero del 2014 y a otros tantos en
la actual ofensiva ha sido, principalmente, la oposición sediciosa. Los que
pueden morir por pensar distinto son los chavistas, no los artífices de la
contrarrevolución.
13) Se dice, al concluir el artículo de Gargarella y Svampa,
que hay que entender "que enfrente no están los enemigos sino los que no
piensan como nosotros, pero que en lo que importa son iguales a nosotros: seres
humanos dignos, que piensan y sienten y sufren y se emocionan, y que merecen,
como nosotros, igual consideración y respeto." Este pseudo humanismo por
más que entibie nuestros corazones pensando en la fraternidad universal es,
cuando se lo baja a la coyuntura actual de Venezuela, un razonamiento que no
tiene el menor asidero empírico. Y no sólo en este país. Los que amputaron las
manos de Víctor Jara y luego lo asesinaron a sangre fría en Chile, ¿era gente
como nosotros? ¿Los militares argentinos que violaban a mujeres embarazadas,
las torturaban introduciéndoles botellas de vidrio roto en sus vaginas, les
robaban sus niños y luego las tiraban desde un avión al mar, ¿eran como
nosotros? Los escuadrones de la muerte que asolaron tantos países de la región
¿eran gentes como nosotros? Y los que en la Venezuela de hoy reclutan
paramilitares o lúmpenes para incendiar hospitales, tender "guayas"
para decapitar motoqueros desprevenidos, arrojar bombas molotov contra policías
que no portan armas de fuego, destruir todo lo que encuentran a su paso y moler
a golpes a vecinos que quieran atravesar la guarimba para ir a trabajar o
comprar alimentos, esos, ¿son iguales a nosotros? Tremendo error. ¿Cómo se
defiende una sociedad de tan arteros ataques? ¿Rezando siete Ave Marías o
descargando sobre ellos –los violentos, no los sectores pacíficos y
minoritarios de la oposición- toda la fuerza represiva del Estado?
Termino diciendo que aquel razonamiento, aquella bella
exhortación a la fraternidad universal y al humanismo -que evoca figuras
entrañables como Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro e Inmanuel Kant- termina
siendo mala filosofía, peor teología y pésima sociología cuando esos principios
éticos son trasladados sin mediaciones al barro y la sangre de la Venezuela
actual, Es imposible entender a los sujetos de la contrarrevolución y sus
agentes con esas bellas categorías. Estoy absolutamente seguro que Gargarella y
Svampa, al igual que el autor de estas líneas, jamás haríamos algo como los
horrores descriptos más arriba. O como lo que hacen Julio Borges, presidente de
la Asamblea Nacional, Lilian Tintori, Henry Allup Ramos o María Corina Machado,
gentes que se arrastran para lograr que el Comando Sur invada a Venezuela so
pretexto de la “crisis humanitaria” que ellos en buena medida han creado. Todas
estas son gentes de una incurable perversidad y no son iguales a nosotros. Ni
son iguales al pueblo chavista que ha sobrevivido con abnegación y heroísmo a
tantas malevosías. Ni tampoco son iguales a la enorme mayoría de la dirigencia
chavista, que trata de gobernar un país que la oposición ha tratado de
convertir en ingobernable con el infame propósito de reconquistar el poder y
usufructuarlo a favor de los intereses que por siglos sojuzgaron a Venezuela.
¿Hablar de Venezuela? Sí, por supuesto, pero diciendo la verdad.
http://rebelion.org/noticia.php?id=226565
_________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.