martes, 25 de abril de 2017

OPINIONES 25/04/2017



-El precio de la resistencia -Chris Hedges
-Chlimper y las altas tasas de interés -Pedro Francke
-Dispararse al pie -Luis Davelouis
-Gustavo  -Mirko Lauer
-Reconstrucción o frustración -Nelson Manrique
-La última tarde -Rocío Silva Santisteban
-Fondos de AFP y El Niño costero -Jorge Guillén
-La reforma electoral en debate -Francisco Távara Córdova
-¿Se salvó Francia? -Ian Vásquez
-Siria y el desgajamiento del mundo árabe -Pedro García Hernández
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-El precio de la resistencia

-Chris Hedges

-En los conflictos que como reportero he tenido que cubrir en Latinoamérica, África, Oriente Medio y los Balcanes, me he encontrado con personas excepcionales, de diversos credos, religiones, razas y nacionalidades, que se erguían de forma majestuosa para desafiar al opresor en nombre de los oprimidos. Algunos de ellos han muerto. Otros han pasado al olvido. La mayoría nos resultan desconocidos.

Esas personas, a pesar de sus inmensas diferencias culturales, tenían rasgos comunes: un profundo compromiso con la verdad, incorruptibilidad, coraje, desconfianza hacia el poder, odio por la violencia y una profunda empatía que abarcaba a la gente que era diferente de ellas, incluso a aquellos que la cultura dominante definía como enemigos. Son los hombres y mujeres más notables que he conocido en mis veinte años de corresponsal en el extranjero. Y he tratado, hasta este mismo día, de ajustar mi vida a los estándares que ellos establecieron.

Vds. han oído hablar de algunos de ellos, como Vaclav Havel , con quien otros periodistas extranjeros y yo nos reuníamos muchas tardes en el Teatro de la Linterna Mágica de Praga durante la Revolución de Terciopelo , en Checoslovaquia. A otros, no menos excepcionales, probablemente no les conozcan, como el padre jesuita Ignacio Ellacuría , asesinado en El Salvador en 1989. Y después está toda esa gente “ordinaria”, aunque, como bien dijo el escritor V. S. Pritchett, ninguna persona es ordinaria, que arriesgó su vida en tiempos de guerra para acoger y proteger a seres de una religión o etnia diferente que estaban siendo perseguidos y cazados. A algunos de esos seres “ordinarios” le debo yo mi propia vida.

Resistir frente al mal radical es soportar una vida que, según los estándares de la sociedad en general, es un fracaso. Es desafiar la injusticia a costa de tu carrera, tu reputación, tu solvencia financiera y, en ocasiones, tu vida. Es ser un hereje de por vida. Y quizá el punto más importante sea el de aceptar que la cultura dominante, incluso las elites liberales, te expulsarán hacia los márgenes e intentarán desacreditar no sólo lo que haces sino tu carácter. Cuando regresé a la redacción de The New York Times tras ser abucheado al comienzo de una ceremonia de graduación en 2003 por denunciar la invasión de Iraq y que el periódico me reprendiera públicamente por mi posición contra la guerra, los periodistas y editores a los que conocía y con los que había trabajado durante quince años bajaban la cabeza o se apartaban cuando estaba cerca. No querían contagiarse del mismo virus que había liquidado mi carrera.

Las instituciones dominantes –el Estado, la prensa, la Iglesia, los tribunales, la academia- articulan el lenguaje de la moralidad pero sirven a las estructuras del poder, sin que importe lo venales que sean, porque les proporcionan dinero, estatus y autoridad. En épocas de angustia nacional –uno sólo tiene que mirar a la Alemania nazi-, todas esas instituciones, incluida la academia, son cómplices mediante su silencio o su colaboración activa con el mal radical. Y nuestras propias instituciones, que se han sometido al poder corporativo y a la ideología utópica del neoliberalismo , no son diferentes. Los individuos solitarios que desafían el poder tiránico dentro de esas instituciones, como vimos cuando miles de académicos fueron despedidos de sus trabajos e incluidos en la lista negra de la era de McCarthy , fueron purgados y convertidos en parias.

Todas las instituciones, incluida la Iglesia, escribió Paul Tillich en una ocasión, son inherentemente demoníacas. Y una vida dedicada a la resistencia tiene que aceptar que la relación con alguna institución es a menudo temporal, porque antes o después esa institución va a exigir actos de silencio u obediencia que tu conciencia no va a permitir que aceptes. Ser rebelde es rechazar lo que significa tener éxito en una cultura consumista- capitalista, especialmente la idea de que nosotros somos siempre lo primero.

El teólogo James H. Cone escribe en su libro “The Cross and the Lynching Tree” que para los negros oprimidos la cruz era un “símbolo religioso paradójico porque invierte el sistema de valores del mundo con la buena nueva de que la esperanza llega a través de la derrota, que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, que los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.

Cone continúa: “Que Dios pudiera ‘crear de alguna manera una salida’ en la cruz de Jesús era realmente absurdo para el intelecto, aunque profundamente real en las almas de los negros. Los negros esclavizados que primero escucharon el mensaje del evangelio se aferraron al poder de la cruz. Cristo crucificado manifestaba el amor y la presencia liberadora de Dios en las contradicciones de la vida de los negros, esa presencia trascendente en la vida de los cristianos negros que les daba fuerzas para creer que, finalmente, en el futuro escatológico de Dios, no serían derrotados por los ‘problemas de este mundo’, sin que importara lo grande y penoso de su sufrimiento. Creer en esta paradoja, en esta afirmación absurda de fe, era sólo posible en la humildad y el arrepentimiento. No había lugar para los orgullosos y los poderosos, para aquellos que piensan que Dios les ha llamado para dominar a los demás. La cruz era la crítica de Dios al poder –al poder blanco- con el amor desamparado, arrebatándole la victoria a la derrota”.

Reinhold Niebuhr calificó esta capacidad para desafiar a las fuerzas de la represión como “una locura sublime del alma”. Niebuhr escribió que “nada sino la locura combatirá con el poder maligno y ‘la maldad espiritual en los altos lugares’”. Esta sublime locura, según Niebuhr la entendía, es peligrosa pero vital. Sin ella, “la verdad queda oscurecida”. Y Niebuhr sabía también que el liberalismo tradicional era una fuerza inútil en momentos extremos. El liberalismo, decía Niebuhr, “carece del espíritu del entusiasmo, por no decir fanatismo, que tan necesario es para sacar al mundo de los caminos trillados. Es demasiado intelectual y demasiado poco emocional como para ser una fuerza eficiente en la historia”.

Los profetas de la Biblia hebrea tenían esta sublime locura. Las palabras de los profetas hebreos, como escribió Abraham Heschel , eran “un alarido en la noche. Mientras el mundo está relajado y dormido, el profeta siente el estallido del cielo”. El profeta, porque vio y contempló una realidad desagradable, se vio obligado, como Heschel escribió, “a proclamar todo lo opuesto a lo que su corazón esperaba”.

Esta sublime locura es la cualidad esencial para una vida de resistencia. Es la aceptación de que si te mantienes al lado de los oprimidos, vas a ser tratado como ellos. Es la aceptación de que, aunque empíricamente todo por lo que luchamos durante nuestra vida puede llegar a ser peor, nuestra lucha tiene en sí misma valor.

Daniel Berrigan me dijo que la fe es la creencia en que el bien atrae al bien. Los budistas lo llaman karma. Pero él dijo que nosotros, como cristianos, no sabíamos hacia dónde estábamos yendo. Confiábamos en que fuera hacia alguna parte. Pero no sabíamos dónde. Estamos llamados a hacer el bien, al menos hasta que podamos determinarlo y, después, a dejarlo ir.

Como Hannah Arendt escribió en “Los orígenes del totalitarismo”, las únicas personas moralmente fiables no son las que dicen “esto está mal” o “esto no debería hacerse”, sino las que dicen “No puedo hacerlo”. Saben que como escribió Immanuel Kant: “Si la justicia perece, la vida humana sobre la tierra ha perdido su significado”. Y esto implica que, al igual que Sócrates, tenemos que llegar a un lugar donde es mejor sufrir el mal que hacer el mal. Debemos ver y actuar al mismo tiempo y, teniendo en cuenta lo que significa ver, esto necesitará la superación de la desesperación, no por la razón, sino por la fe.

En los conflictos que he cubierto vi el poder de esa fe, que subyace fuera de cualquier credo religioso o filosófico. Esta fe es lo que Havel llamaba en su gran ensayo “El poder de los indefensos” vivir en la verdad. Vivir en la verdad expone la corrupción, las mentiras y engaños del Estado. Es la negativa a formar parte de la farsa.

“No te conviertes en ‘disidente’ sólo porque decidas un día emprender esta carrera tan inusual”, escribió Havel. “Te lanzas a ella por tu sentido personal de la responsabilidad, combinado con un complejo conjunto de circunstancias externas. Te ves arrojado fuera de las estructuras existentes, y colocado en una posición de conflicto con ellas. Empiezas por un intento de hacer bien tu trabajo y terminas siendo calificado de enemigo de la sociedad… El disidente no actúa en absoluto en el reino del poder genuino. No está buscando el poder. No desea ocupar cargos y no busca reunir votos. No intenta encantar al público. No ofrece nada y no promete nada. En todo caso, sólo puede ofrecer su propia piel, y la ofrece únicamente porque no tiene otro modo de afirmar la verdad que defiende. Sus acciones articulan sencillamente su dignidad como ciudadano, sin que importe el coste”.

El largo, largo camino de sacrificio y sufrimiento que llevó al colapso de los regímenes comunistas se remontó a décadas. Quienes hicieron posible el cambio fueron aquellos que habían descartado todas las nociones de lo práctico. No intentaron reformar el Partido Comunista. No intentaron trabajar dentro del sistema. Ni siquiera sabían que, en todo caso, sus pequeñas protestas, ignoradas por los medios de propiedad estatal, sí lo lograrían. Pero en medio de todo creían profundamente en los imperativos morales. Actuaron así porque esos valores eran justos. No esperaban recompensa por su virtud; y, en efecto, no obtuvieron ninguna. Fueron marginados y perseguidos. Y, sin embargo, esos poetas, dramaturgos, actores, cantantes y escritores triunfaron finalmente sobre el Estado y el poder militar. Atrajeron el bien hacia el bien. Triunfaron porque, por intimidadas y rotas que estuvieran las masas a su alrededor, su mensaje de desafío no cayó en saco roto. No pasó inadvertido. El veloz redoble de la rebelión exponía constantemente el peso muerto de la autoridad y la putrefacción del Estado.

En una fría noche invernal de 1989, estuve con cientos miles de checoslovacos rebeldes en la Plaza Wenceslao de Praga cuando la cantante Marta Kubisova se asomó al balcón del edificio Melantrich. Kubisova había sido desterrada de las ondas en 1968 tras la invasión soviética por su desafiante himno “Plegaria por Marta”. El Estado había confiscado y destruido todo su catálogo, incluyendo más de 200 singles. Había desaparecido de la escena pública. Pero, de repente, su voz inundó esa noche la plaza. Concentrados junto a mí había multitud de estudiantes, la mayoría de los cuales no habían nacido cuando ella desapareció. Pero empezaron a cantar las palabras del himno. Las lágrimas corrían por sus rostros. Fue entonces cuando comprendí el poder de la rebelión. Fue entonces cuando supe que ningún acto de rebelión llega a desperdiciarse, por inútil que pueda parecer en un determinado momento. Fue entonces cuando supe que el régimen comunista estaba acabado.

“El pueblo decidirá de nuevo su propio destino”, cantaba la muchedumbre al unísono con Kubisova. (Nota del editor: Para ver las fotos de la revolución de 1989 en YouTube y escuchar a Kubisoba cantar esa canción en una grabación de estudio, pulse aquí .)

Los muros de Praga estaban cubiertos aquel frío invierno con los carteles de Jan Palach. Palach fue un estudiante universitario que se prendió fuego en pleno día en la Plaza de Wenceslao el 16 de enero de 1969, para protestar por la represión del movimiento por la democracia en el país. Murió tres días después a causa de las quemaduras. El Estado intentó borrar rápidamente su acto de la memoria nacional. No hubo mención alguna en los medios estatales. Una marcha fúnebre de los estudiantes universitarios fue reprimida por la policía. La tumba de Palach, que se convirtió en santuario, acabó siendo testigo de cómo las autoridades comunistas exhumaron su cuerpo, incineraron sus restos y se los entregaron a su madre a condición de que no colocara sus cenizas en ningún cementerio. Pero no funcionó. Su desafío siguió siendo una bandera de lucha. Su sacrificio impulsó a la acción a los estudiantes en el invierno de 1989. La Plaza del Ejército Rojo de Praga, poco después de marcharme a Bucarest para cubrir el levantamiento en Rumania, fue llamada a partir de entonces Plaza de Palach. Diez mil personas acudieron a un acto de homenaje.

Nosotros, al igual que los que se opusieron a la larga noche del comunismo, ya no tenemos mecanismos dentro de las estructuras formales del poder que protejan o promuevan nuestros derechos. Nosotros también hemos sufrido un golpe de Estado llevado a cabo no por los inexpresivos dirigentes de monolítico Partido Comunista sino por el Estado corporativo.

Podemos sentir, frente a la despiadada destrucción corporativa de nuestra nación, de nuestra cultura y nuestro ecosistema, que somos débiles e indefensos. Pero no lo somos. Tenemos un poder que aterroriza al Estado corporativo. Cualquier acto de rebelión, aunque lo emprendan unas pocas personas o sea duramente censurado, socava ese Estado corporativo. Cualquier acto de rebelión mantiene vivas las brasas para los movimientos más amplios que nos secunden. Trasmite otra narrativa que, a la vez que el Estado va consumiéndose, atraerá cada vez a un mayor número de personas. Quizá esto no se produzca durante nuestra existencia. Pero si persistimos, mantendremos viva esta posibilidad. Si no lo hacemos, se extinguirá.

El Dr. Rieux, en la novela “La Peste” de Albert Camus, no se deja llevar por la ideología sino por la empatía, por el deber de ocuparse de los que sufren sin que importe el coste. Empatía, o lo que el novelista ruso Vasily Grossman llamaba “simple amabilidad humana”, que en cualquier despotismo se convierte en un acto subversivo. Poner en marcha esta empatía –empatía hacia los seres humanos encerrados en jaulas a menos de una hora de nosotros [aquí, en Princeton], empatía con las madres y padres indocumentados arrancados de sus hijos en las calles de nuestras ciudades, empatía con los musulmanes que huyen de las guerra que creamos y que son demonizados y expulsados de nuestras costas, empatía con la gente pobre de color a la que la policía dispara en nuestras calles, empatía con las niñas y mujeres traficadas para la prostitución, empatía con todos aquellos que sufren a manos de un Estado que intenta militarizar e imponer una crueldad bestial sobre los vulnerables, empatía con el planeta que nos da la vida y que está siendo contaminado y saqueado para el lucro- se convierte en un acto político e incluso peligroso.

El mal es real. Pero también lo es el amor. Y en la guerra –especialmente cuando los pesados misiles impactaban sobre las muchedumbres en Sarajevo , una visión tan horrenda que hasta este mismo día no he podido tragar ni un pedacito de carne- puede sentirse cuando los familiares buscan frenéticamente a sus seres queridos entre los muertos y heridos; son los círculos concéntricos de la muerte y el amor, de la muerte y del amor, como los anillos de la explosión de un horno cósmico.

Flannery O’Connor reconoció que una vida de fe es una vida de confrontación: “San Cirilo de Jerusalén, para instruir a los catecúmenos, escribió: ‘El dragón se sienta junto al camino, observando a los que pasan. Cuidad que no os devore. Vamos hacia el Padre de las Almas, pero es necesario pasar junto al dragón’. No importa la forma que adopte el dragón; es este misterioso pasar a su lado, o entre sus mandíbulas, de lo que seguirán tratando los relatos de cierta profundidad, y al ser así, exige de un considerable valor en cualquier momento, en cualquier país, para no darle la espalda al relator de historias.”

Aceptas el dolor –por quien no puede sentirse profundamente apenado por el estado de nuestra nación, el mundo y nuestro ecosistema- porque sabes que en la resistencia hay un bálsamo que conduce a la sabiduría, y si no a la alegría, a una extraña y trascendente felicidad. Sabes que si resistimos mantenemos viva la esperanza.

“He templado mi fe en el Infierno”, escribió Vasily Grossman en su obra maestra “Vida y destino”. “Mi fe ha surgido de las llamas de los crematorios, del hormigón de la cámara de gas. He visto que no es el hombre el que es impotente en la lucha contra el mal, sino que es el poder del mal el impotente en la lucha contra el hombre. En la impotencia de la bondad, de la bondad sin sentido, está el secreto de su inmortalidad. Nunca podrá ser vencida. Cuanto más estúpida, más sin sentido, más indefensa pueda parecer, más inmensa es. El mal es impotente ante ella. Los profetas, líderes religiosos, reformadores, líderes sociales y políticos son impotentes ante ella. El amor ciego y mudo es el sentido del hombre. La historia del hombre no es la batalla del bien luchando para superar al mal. Es la batalla librada por el gran mal luchando para aplastar la semilla de la bondad humana. Pero si ni siquiera ahora lo humano ha podido ser aniquilado en el ser humano, entonces el mal nunca vencerá”.


-http://rebelion.org/noticia.php?id=225748

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-Chlimper y las altas tasas de interés

-Pedro Francke

-En las últimas semanas, varios países vecinos han bajado sus tasas de interés. Lo ha hecho Chile, lo ha hecho Colombia y lo ha hecho Brasil. El Perú no. Acá el BCR, dirigido por Julio Velarde con la notoria participación de los fujimoristas José Chlimper y Rafael Rey, mantiene alta su tasa de interés.

¿Por qué otros países sí han bajado sus tasas de interés? Tras la caída de los precios internacionales de las materias primas, el crecimiento económico se ha frenado en toda la región. En condiciones de una economía frenada, la política económica debe responder dando un empuje a nivel macro, y la reducción de tasas de interés es precisamente la forma de hacerlo más practicada a nivel mundial. Con menores tasas de interés, es más fácil y rentable financiar nuevos proyectos de inversión privados, y los consumidores que tienen deudas en sus tarjetas de crédito o por sus casas y carros también se ven beneficiados, lo que promueve el consumo.

Cuando el shock financiero de 2008 se trajo abajo la economía norteamericana el FED, el banco central gringo, rebajó las tasas a cero y recién empezó a subirlas seis años después. También lo hizo el banco central europeo, con una lamentable demora, como antes lo había hecho el Banco de Japón.

El Perú debiera haber reducido sus tasas de interés hace rato. Nuestra economía urbana ha dejado de crecer ya hace un buen tiempo, trayéndose abajo la generación de empleos, por lo que el desempleo aumenta. La industria está en rojo por más de dos años, es decir, que en vez de aumentar su producción la va disminuyendo. Con la construcción sucede algo parecido. Tras los desastres del primer trimestre, la situación económica se ha agravado. Necesitamos reactivar la economía y el BCR debiera ayudar. Pero no lo hace.

El fujimorismo es co-responsable de esta política. La mayoría fujimorista en el Congreso, voto de Kenji incluido, eligió como directores del BCR a José Chlimper, actual secretario general de FP, a Rafael Rey, que no sabe nada de economía pero fue fiel defensor de Alberto Fujimori durante su dictadura, y a Elmer Cuba. Ellos también son responsables de estas malas decisiones del BCR que frenan nuestra economía manteniendo altas las tasas de interés.



-http://diariouno.pe/columna/chlimper-y-las-altas-tasas-de-interes/


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-Dispararse al pie

-Luis Davelouis


-La historia del Perú está marcada por decisiones políticas y estratégicas que tuvieron un efecto contrario al pretendido. Keiko y los audios; PPK arrodillado en casa de Cipriani. El costo y riesgo eran tan altos que uno no se explica cómo fue que nadie lo vio. En el más reciente episodio de “pero ¿qué podría salir mal?” hay asesores de PPK que piensan que indultar a Fujimori es una buena idea.

Es una idea pésima.

Indultar a Fujimori es traicionar a quienes votaron por PPK para que no gane Keiko y evitar que, entre otras cosas, indulte a su padre. Es quedarse sin soga ni cabra; es esperar que alguien te felicite por el gol que acabas de meter en tu propio arco cuando con seguridad tu equipo te dará la espalda y el contrario celebrará burlándose de ti. Si el entorno presidencial cree que indultando a Fujimori su “bankada” los va a dejar trabajar en paz, está soñando.

Entiendo la urgencia: el fujimorismo –a través de Galarreta y Bartra– ya se anima a cuestionar la legitimidad de PPK sin decir “fraude” (aún).

Mejor, ¿por qué no mandar a su casa a Fujimori en una suerte de arresto domiciliario, aunque haya que inventar el marco jurídico? Además, el indulto no procede, pues ni el secuestro ni las violaciones graves a los DD.HH. se pueden indultar. Aun sin indultarlo, ello desarma la coartada fujimorista de la inquina presidencial, dejaría sin piso a muchos de los ataques de la mototaxi y frente a la opinión pública haría más evidente que actúan por piconería.

El arresto domiciliario es mucho más fácil de fundamentar: no lo perdonamos porque esa atribución correspondería solo a sus víctimas. No borramos sus delitos. Se le manda a su casa porque es un ex presidente pero, sobre todo, porque es un ser humano al final de su vida y la justicia no es venganza.


-http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-dispararse-al-pie-2279067




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-Gustavo

-Mirko Lauer


-Durante un decenio compartí con Gustavo Mohme Llona una vasta oficina en el segundo piso de Camaná 320, donde ya entonces empezaba a faltar espacio para una empresa en expansión. Mi escritorio ocupaba una esquina, donde yo ya escribía esta columna. Que aceptara compartir ese aposento era un gesto de confianza por parte del director del diario.

Nunca descifré si le gustaba más ser periodista, político, o congresista. Entre las tres actividades se iba su jornada de trabajo, y todas lo apasionaban. Por su oficina pasaba gente de los tres mundos, en lo que para Gustavo era una conversación continua sobre proyectos, campañas, alianzas, titulares o preparaciones para el hemiciclo.

Su percepción de la tarea izquierdista ciertamente era unitaria. A lo largo de los años lo pude ver impulsando iniciativas conjuntas de todas las fuerzas, alianzas electorales, proyectos multipartidarios, actividades para mantener La República a flote, y ciertamente sus propias campañas para seguir en el Congreso. Es obvio decir que ahora sería de enorme utilidad.

De la docena de ingenieros y empresarios, una mayoría de ellos amigos suyos, que fundaron este periódico a su lado, sin duda Gustavo fue el que más creyó en la importancia de la prensa para las posiciones progresistas en la política. En este sentido no solo participó en su fundación, sino que además lo refundó. Con su paso a la propiedad total de la empresa La República se convirtió en otro tipo de periódico.

Fue un socialista moderado, en quien siempre percibí un rastro de su paso por el ala izquierda de Acción Popular. Pero aun así estaba siempre abierto a entenderse con posiciones mucho más radicales. Lo suyo era el frentismo popular, y en efecto pudo participar en su auge desde los años 80. Con ideas amplias, ánimo generoso, y un diario en la mano, fue un personaje central en ese proceso.

El tiempo que estuvimos confinados a una misma oficina pasó cómodamente, pues ni él aprovechó la cercanía geográfica y personal para tratar de influir en lo que yo escribía, ni yo aproveché mi ubicación estratégica para hacer acopio de datos confidenciales de sus numerosos emprendimientos. Era el jefe, pero sobre todo éramos amigos.



-http://larepublica.pe/impresa/opinion/868973-gustavo



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-Reconstrucción o frustración

-Nelson Manrique


-Ha pasado lo peor de la emergencia nacional y debe comenzarse la reconstrucción. Limitarse a devolver las cosas a su estado anterior sería una invitación a nuevos desastres. Las enormes pérdidas humanas y materiales sufridas han desnudado la imprevisión, ausencia de planificación, irresponsabilidad y la corrupción en distintos niveles de la administración pública que hicieron posible que la catástrofe tuviera el impacto que ha tenido. No fue una catástrofe imprevisible. La presencia del Niño es estacional y, como sabemos, por las características de nuestro territorio, cada cierto número de años debemos enfrentar huaicos, lluvias incontrolables, inundaciones y sequías catastróficas. Esta es una realidad que nos acompaña desde hace milenios, como nos lo enseñan las investigaciones arqueológicas que testimonian el terrible impacto de los Meganiños, en las crisis generales de la gran cultura moche.

Al mismo tiempo que se debe afrontar la atención de las necesidades urgentes de las víctimas y damnificados del desastre, debe planificarse la reconstrucción con una visión de mediano y largo plazo, que permita controlar lo controlable, prevenir lo previsible, reducir el impacto de los desastres y estar mejor preparados para afrontar las futuras emergencias telúricas que, más allá de nuestra voluntad, se presentarán inevitablemente.

La calidad del proceso de reconstrucción que se va a empezar está por definirse: si este va a cambiar las cosas, o se va a limitar a vistosas obras de ingeniería, o se va ir más allá, sentando las bases para una nueva relación entre la Naturaleza, la sociedad y el Estado, o si este va a ser otro desmoralizador capítulo de dispendio y corrupción. La propuesta de reconstrucción que el gobierno ha entregado a la opinión pública como un proyecto de ley, que en este mismo momento debe estarse discutiendo en el Parlamento (escribo este texto el lunes en la mañana), contiene elementos que deben ser motivo de preocupación.

Verónika Mendoza ha enviado una carta al presidente Kuczynski puntualizando algunos serios problemas contenidos en la propuesta gubernamental (http://bit.ly/2pto5o3). El presidente anunció que no se iba a nombrar un “Zar” para la reconstrucción, pero el proyecto de ley que ha presentado crea una Autoridad con un Director enormemente parecido a un “Zar”, investido de poderes que lo ponen más allá de la fiscalización imprescindible cuando se va a ejecutar proyectos que comprometen miles de millones de dólares. Este es un tema especialmente sensible cuando el país está inmerso en el escándalo Odebrecht, que involucra a algunas de las más importantes constructoras peruanas en actos de corrupción multimillonaria, que podrían ser postores en las futuras licitaciones.

Este Director de la reconstrucción, escribe Mendoza, “tendrá poder y discrecionalidad casi absolutos, por encima de los gobiernos descentralizados y demás entidades públicas”. De por medio está el propósito del gobierno de captar inversiones para dinamizar la economía: “Con el argumento de facilitar la inversión privada se anula una serie de procedimientos administrativos y se llega al extremo de restringir la supervisión y los controles, abriendo las puertas a la corrupción”.

Es urgente poner en marcha la reconstrucción. Pero la dinamización de la economía no debiera hacerse “aligerando” los controles administrativos e invitando a la corrupción con medidas que eliminan la necesaria fiscalización: “se plantea que se pueda contratar de manera discrecional bienes, servicios, obras y consultorías y se le prohíbe a la Contraloría hacer control posterior (sic), se le prohíbe evaluar las decisiones técnicas (sic), y encima se señala que los funcionarios responsables de estas decisiones no podrán ser evaluados ni sancionados”.

Esta es una propuesta tecnocrática que no contempla la participación de los gobiernos descentralizados, la sociedad civil y de los afectados y damnificados, ni siquiera para la identificación de las necesidades. Como subraya Verónika Mendoza: “Una propuesta enfocada en grandes obras de infraestructura que serán entregadas a grandes constructoras sin mayor control, ya conocemos esa historia”.

En conclusión, esta es una encrucijada en la que el gobierno puede encauzar sus esfuerzos sentando las bases para realizar cambios profundos, o limitarse a brindarnos más de lo mismo. “Esta es la oportunidad, Sr. Presidente, de tener un Plan de reconstrucción con verdaderos cambios, con una estrategia de adaptación al cambio climático, asignándole un rol central al Ministerio del Ambiente, impulsando un proceso de ordenamiento territorial, generando mayor calidad de vida. Esta tarea no puede hacerse de espaldas a la gente sino con ella y sus autoridades, democráticamente. Es la oportunidad de fortalecer la institucionalidad, articular los distintos niveles de gobierno pensando en el largo plazo, en el futuro. No podemos repetir los errores del pasado. Estamos a tiempo de corregir el rumbo”.



-http://larepublica.pe/impresa/opinion/868977-reconstruccion-o-frustracion



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-La última tarde

-Rocío Silva Santisteban


-“Lo mejor de la burguesía son su vino y sus mujeres”. Esta frase machista, atribuida a Lenin, es la justificación que usa Ramón para explicarle a Laura, su ex esposa aún no divorciados, por qué se enamoró de ella. Se han encontrado en Barranco ante un juzgado para firmar su divorcio, y se vuelven a ver después de 19 años de ausencia radical.

Ramón es parco, contenido, con una violencia interna que disimula al principio por su aire melancólico, pero que finalmente sale como un géiser, incontrolable. Laura es fina, linda, independiente, ultra-trabajadora, contestando el celular a cada rato, pero tiene un secreto que pretende borrar cuando, todos lo sabemos, esa memoria oscura será siempre parte del núcleo duro de nuestra identidad.

Un amor de dos terrucos. Eso podría decir de manera banal cualquier comentarista superficial, pero la película “La última tarde” no es solo eso, es la historia de un diálogo verdaderamente profundo entre dos seres humanos que, con distancia y miedo, empiezan a entender lo que vivieron juntos, la responsabilidad del pasado, los reclamos que nunca se hicieron, las culpas que no se limpian, a través de las palabras.

Como diría Emmanuel Levinas: el rostro del otro se convierte en aquello que debemos asumir como propio. En la película de Joel Calero la conversación, poco a poco, va cobrando una dimensión humana con la textura de los diálogos que él ha escrito y re-escrito junto a los actores, y que estos actores han podido encarnar con una fluidez realmente asombrosa.

Lucho Cáceres, el protagonista principal en una performance verdaderamente para el recuerdo, dice que su papel era el de una persona enmierdada. Fuerte pero cierto. Y que la única manera de poder “meterse en el papel” de un personaje que al principio detestó e imaginó como un diablo con cola, fue leyendo. Leyendo La cuarta espada de Santiago Roncagliolo y Los rendidos de José Carlos Agüero, sobre todo, el ensayo-autobiográfico de este último. De esta manera sacó a su personaje del estereotipo y pudo entender los miedos y el asombro. O como dice Katerina D’onofrio sobre su personaje: “al final estamos hablando de dos seres humanos tratando de perdonarse”.

El perdón no aparece de la nada, es un proceso difícil que debemos arrancar al tiempo. A veces es imposible porque la rabia ahoga cualquier intento de reconciliación. “La última tarde” debería ser una metáfora de lo que somos el Perú ahora; pero tampoco lo es: es solo una de tantas historias. Pero una historia tan bien contada que nos atraviesa y nos conmueve.

Hay que ir este fin de semana a ver esta película sobre dos peruanos que se aman y odian y se envuelven en sus pasiones, caen, se rinden, tienen miedo y escapan, pero siguen andando, a pesar de la muerte a su alrededor. Pavese lo decía: “¿qué es un cadáver sino un resto de demasiados despertares?”.


-http://larepublica.pe/impresa/opinion/868975-la-ultima-tarde



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-Fondos de AFP y El Niño costero

-Jorge Guillén



-A raíz de las consecuencias negativas del Niño costero, se han presentado una serie de disposiciones que podrían afectar la naturaleza y comportamiento a largo plazo de los fondos privados de pensiones. Entre ellos, el proyecto de ley que permitiría a los afiliados que residan en zonas afectadas disponer de hasta el 20% de sus fondos.

En mi opinión, este tipo de medidas tiene una rentabilidad política más que una económica. Se trata de iniciativas que tratan de aliviar una situación pero no resuelven en nada el problema previsional en el país. Una medida facilista de libre disponibilidad solo permitiría un alivio de liquidez de corto plazo pero con consecuencias negativas en el largo plazo, ya que se estaría limitando el ahorro previsional.

En finanzas, Berger propone una hipótesis llamada ‘skimping’, que es básicamente buscar retornos cortoplacistas pero con consecuencias negativas en el largo plazo, y que pueden llevar a la quiebra a entidades financieras. Si vamos a la analogía, algo similar se estaría aplicando en el sistema privado de pensiones de capitalización individual. Y es que estas medidas pueden traer problemas para los futuros pensionistas, como tener una tasa de reemplazo tan baja como la chilena.

En Chile, el debate sobre las AFP viene por una baja tasa de reemplazo cercana al 30%. Ello implica que un jubilado reciba un 30% de sus últimos sueldos, lo que genera malestar y despierta suspicacias en algunas bancadas políticas que usan al SPP como caballo de batalla. En el Perú, la tasa de reemplazo es de alrededor del 50%. No obstante, leyes como las publicadas el año pasado que permiten retirar el 25% del fondo para financiar un inmueble o el 95,5% al cumplir los 65 años, la reducen.

Según fuentes de la Asociación de AFP y la SBS, más de 40.000 afiliados han usado ya el 25% de sus fondos para vivienda. Asimismo, la morosidad tiene una tendencia al alza, ya que la disposición despertó también el ‘skimping’ de los bancos al verse incentivados por más colocaciones hipotecarias.

En el caso del retiro del 95,5%, la cifra llega a 92.000 afiliados (que representa un 95% del universo de recientes jubilados que no va a tener pensión). El total acumulado de retiro por esta modalidad fue de S/5.000 millones. ¿A dónde se fue este dinero? No a depósitos, ya que según el BCR, los depósitos crecieron en 2,2%, que representan S/2.000 millones. Entonces, la mayor parte del retiro de fondos de pensiones puede haberse ido al pago de créditos o al consumo, lo que desnaturaliza su fin.

En el caso de la propuesta para que los afectados por desastres naturales puedan retirar un 20% de sus fondos, esta iniciativa perjudicaría principalmente a los afiliados que retiren sus fondos. Se calcula que unos 107.000 afiliados podrían estar ubicados en zonas afectadas (los cuales representan a un 2% del total de afiliados). Sin embargo, la cifra sería aun menor, dado que en estas zonas lamentablemente prima el empleo informal, con lo cual los trabajadores no estarían afiliados a ningún sistema de pensiones.

La SBS ha lanzado un estudio sobre la falta de cultura de ahorro y también podemos deslindar, a raíz de los comportamientos descritos arriba, que hay una carencia de cultura previsional que debería ser llevada a cabo en el currículo de las escuelas. El gobierno debe reunir a los mejores técnicos y con un buen presupuesto para tratar de realizar los arreglos en el sistema que sean correctamente comunicados, y que permitan generar valor compartido entre afiliado y AFP.



-http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/fondos-afp-y-nino-costero-jorge-guillen-noticia-1986436



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-La reforma electoral en debate

-Francisco Távara Córdova


-A menos de un año de que deban convocarse las elecciones regionales y municipales del 2018, aún está en debate la aprobación de una reforma electoral que corrija los vacíos, deficiencias y contradicciones todavía presentes en nuestras normas electorales. Y si alguna lección dejó el complejo proceso electoral del 2016 es que, si bien la reforma electoral es urgente, no deben aprobarse cambios cuando ya fue convocado un proceso electoral.

Fue con ello en mente que, durante los cuatro años que tuve el honor de presidir el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), la reforma electoral fue un eje central de la gestión. Incluso, ya desde el año 2011 el JNE había presentado al Congreso de la República un proyecto de código electoral y otro de código procesal electoral.

Recientemente, el JNE presentó un nuevo anteproyecto de código electoral, esfuerzo que me parece loable. Por su parte, el Congreso de la República está trabajando con el mismo objetivo. El grupo de trabajo para la reforma de la legislación electoral, formado al interior de la Comisión de Constitución y Reglamento, ha emitido ya un primer documento y ya está a punto de aprobar su informe final. Lo que se plantea es, en mi opinión, la mejor opción para reformar la legislación electoral: aprobar un único instrumento normativo, un código electoral.

Ahora bien, si analizamos algunas de las propuestas en específico debatidas en el grupo de trabajo, vemos que una de ellas ha sido que se declare la vacancia presidencial como posible consecuencia frente al incumplimiento del plan de gobierno. Sin embargo, si bien todo plan de gobierno debe ser el marco para el ejercicio de una gestión, el balance que se efectúa de manera externa a la institución presidencial no puede tener los mismos alcances cuando ya se ingresó a ejercer el cargo. Muchas veces surgen situaciones inesperadas. Pensemos, por ejemplo, en las recientes inundaciones y la subsecuente emergencia en nuestro país, imprevisible en esta magnitud.

Debe recordarse, además, que declarar la vacancia de quien ejerce un cargo de tal envergadura como la Presidencia de la República debe ser siempre una situación excepcional. Las causales que establece el artículo 113 de la Constitución se derivan de imposibilidades físicas permanentes para el ejercicio del cargo (muerte u otras) e incapacidad moral; desaparición de la voluntad para desempeñar la función (renuncia) o incumplir con exigencias específicas para salir del país (permiso del Congreso). Otras razones provienen del artículo 117, por faltas de gravedad (como la traición a la patria o impedir las elecciones). Se trata, en todos los casos, de una lista cerrada de causales, derivadas de imposibilidades o de conductas de especial gravedad, y bien delimitadas. ¿Incumplir el plan de gobierno respondería a la misma configuración y razones?
¿Cualquier incumplimiento podría generar la vacancia? ¿Hablar de manera general de “incumplir el plan de gobierno” para vacar es compatible con los principios de legalidad y tipicidad que deben regir en la imposición de toda sanción? ¿Se podría declarar durante todo el período de gobierno? ¿Quién sería la autoridad competente para declararla?

Otra propuesta en debate es que las organizaciones políticas solo puedan recibir aportes de personas naturales, y no de personas jurídicas. No está claro, no obstante, cómo una prohibición de este tipo sería prioritaria para mejorar las condiciones del financiamiento de las organizaciones políticas. Una apuesta central, en cambio, sí debe ser la transparencia y bancarización de los aportes, junto a un sistema de infracciones y sanciones efectivas que obliguen a declarar las finanzas. También debe incidirse en hacer responsables a las organizaciones políticas con sanciones distintas a las económicas, planteando la suspensión o posible cancelación de su inscripción (en caso de reincidencia).

Una tercera propuesta es que se exija un período mínimo de afiliación para postular a cargos de elección popular, con lo que se buscaría eliminar la participación de los llamados “invitados”. Si bien ello coincide con reforzar la relación entre el partido y el candidato, no está claro si ese vínculo realmente se generaría con la sola exigencia de un periodo mínimo de afiliación. En contraste, existen otras medidas mucho más efectivas para dicha finalidad, como la eliminación del voto preferencial o la verdadera realización de elecciones internas para que los partidos elijan a sus candidatos, con participación de los organismos electorales.

Finalmente, si bien otros temas ya abordados por el grupo de trabajo como la democracia interna o el financiamiento político deben ser priorizados, deberían evaluarse también los requisitos e impedimentos para ser candidatos: personas condenadas por terrorismo, narcotráfico u otros delitos de gravedad deberían ver limitado –en una restricción razonable constitucionalmente– su derecho de participación política, como hoy se plantea en la Ley de Carrera Judicial o de la Ley de Carrera Pública Magisterial, para los jueces y los docentes, respectivamente.

El actual Congreso tiene una gran responsabilidad histórica: reformar cualitativamente la legislación electoral. Esperemos que esta vez se logre generar los consensos necesarios para ello.


-ttp://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/reforma-electoral-debate-francisco-tavara-noticia-1986493



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-¿Se salvó Francia?

-Ian Vásquez

-Tras las elecciones del domingo, la derechista Marine Le Pen y el centrista Emmanuel Macron pasaron a segunda vuelta. Todo indica que Macron será el próximo presidente y que Francia evitará el golpe antisistema nacionalista que representa la otra candidata. Dado el peso de Francia, la Unión Europea también parece que se salvará de una presidenta francesa que prometió rechazarla.

Aunque quizás muchos no lo vean así, ni los franceses ni los europeos tienen mucho que festejar. Eso se debe a que, en los últimos años, ha surgido un sentimiento popular fuerte en contra del ‘establishment’ francés que incluye tendencias extremistas de izquierda y de derecha que no podemos esperar se moderen bajo un presidente Macron.

De hecho, alrededor del 75% de los votantes rechazó a los partidos tradicionales, convirtiendo la elección final en la primera en que no participará por lo menos un representante de estos partidos desde que se fundó la Quinta República en 1958. Un 21% votó por Le Pen y un 20% votó por Jean-Luc Mélenchon, el candidato abiertamente chavista que prometía aliarse con Venezuela y Cuba. Es decir, un 41% de los votantes franceses respaldó a candidatos que proponen alguna combinación de las siguientes ideas: abandonar la UE y optar por el proteccionismo; cerrar las fronteras a la inmigración; implementar un impuesto del 100% a la renta máxima; despojar de la nacionalidad francesa a quienes tienen dos nacionalidades si son sospechosos de extremismo islámico; rechazar los tratados de libre comercio; un acercamiento a la Rusia de Putin; un incremento de la gigantesca burocracia francesa; sacrificio de libertades civiles en la guerra contra el terrorismo; etc.

Algo tiene que estar bien podrido en Francia para que tantos franceses repudien las políticas y los valores que hasta ahora supuestamente ha representado. El sistema ya no está funcionando. Ha producido un desempleo alto y de larga duración –10% en general, 25% para los jóvenes– y bajo crecimiento –fue de 1,1% el año pasado–.

Para muchos franceses, la culpa viene del exterior: de la globalización y de la UE. En realidad, el origen de la mayoría de los problemas es nacional. El Estado es enorme e insostenible. El gasto público ha llegado al 57% del PBI, el segundo más alto en la zona euro, y los impuestos a la renta se encuentran entre los más altos del mundo. Las regulaciones laborales están entre las más rígidas de Europa. El Estado benefactor se ha convertido en un monstruo que va consumiendo cada vez más recursos a la vez que desalienta el trabajo. Un estudio encontró que hace diez años tan solo el sistema público de pensiones había generado una deuda implícita de más de 350% del PBI, cifra que sin duda ha crecido.

Ante la falta de oportunidades y el pobre desempeño económico, la élite gobernante ha sido incapaz de implementar reformas. Irónicamente, ha sido Francia la que ha intentado exportar esta enfermedad a otros países de la UE. Ha desalentado reformas en otros países que quieren reducir su nivel de gastos e impuestos y ha querido centralizar más decisiones en Bruselas donde tiene mucho poder.

Los franceses tienen razones para desconfiar de la UE. Luego de que rechazaron la Constitución europea en el 2005, la élite la renombró el Tratado de Lisboa y la impuso. Esa actitud oficial está detrás del llamado déficit democrático que aflige a Europa –y especialmente a Francia– y que tanto ha hecho por fomentar el extremismo europeo.

Un presidente Macron, que en sí solo promete algunas reformas moderadas, gobernará sin mayoría en el Parlamento. Por lo tanto, podemos esperar más de lo mismo. Un pronóstico desalentador.



-http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/se-salvo-francia-ian-vasquez-noticia-1986516


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-Siria y el desgajamiento del mundo árabe

-Pedro García Hernández


-A más de seis años de guerra impuesta, Siria es ahora el dramático ejemplo de un mundo árabe desgajado en el tiempo donde, salvo pocas excepciones, la solidaridad y la defensa de las soberanías pasaron a un segundo plano.

A principios del 2012, cuando Estados Unidos tenía listos centenares de misiles Crucero para bombardear el país,y tan de prisa como la mayoría de los diplomáticos occidentales, una buena parte de las embajadas árabes fueron cerradas y se unieron al feroz proyecto de destrozar a Siria.

El veto de Rusia en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas detuvo los intentos de promover la continuación de la llamada Primavera árabe de nefastas consecuencias en Iraq y Libia, entre otras trágicas situaciones de índole social y económica.

Aun así, el vasto proyecto para desmembrar y desarticular a Siria continuó promovido desde Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Turquía y el tácito respaldo de la Liga Arabe y las monarquías del denominado Golfo Pérsico.

Salvo excepciones, ninguna voz se alzó para cuestionar, al menos, la presencia de tropas turcas en el norte de la provincia siria de Alepo desde 2016 y la de militares estadounidenses en las de Hasaka y Raqqa.

Tampoco ocurrieron señalamientos y se guardó un silencio cómplice cuando a principios de abril del presente año efectivos estadounidenses y jordanos irrumpieron en la de Sweida, al sur de Damasco, o ante los esporádicos pero continuos ataques de la aviación sionista al norte de las tierras sirias ocupadas de las Alturas del Golán.

Sin precedente alguno en la convulsa historia del Medio Oriente, la guerra impuesta le ha costado a Siria más de medio millón de muertos, mutilados y heridos, una cifra superior a los 200 mil millones de dólares en pérdidas económicas y el desplazamiento dentro y fuera del país, de casi 12 millones de personas.

Desde Arabia Saudí, Qatar y Turquía llegaron las armas y los hombres que respaldaron la actuación de más de 100 grupos terroristas y la destrucción de Siria fue el objetivo principal, soslayando en buena medida, la causa palestina o el enfrentamiento al régimen sionista de Israel.

Entre 2011 y 2016, sin otros 'enemigo a la vista', las monarquías saudí y qatarí aumentaron como promedio en un 200 por ciento el gasto militar y llegaron a más de 13 mil millones de dólares, cifras significativas y a las que se unieron con volúmenes superiores a los mil millones de dólares, Omán y Kuwait.

El por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Arabia Saudí y Omán, por ejemplo, supera seis veces la media mundial en ese indicador, dedicados en buena parte los planes contra Siria, Yemen y Bahrein.

Al mismo tiempo, esos regímenes alentaron desde 2011 la 'suspensión' de Siria de la Liga Arabe, cuya jefatura detentaba hasta ese instante el actual mandatario sirio, Bashar al Assad, convirtiéndose así en 'la caja de resonancia' de los planes de Washington y las antiguas metrópolis coloniales como el Reino Unido y Francia y los afanes 'nostálgicos del antiguo Imperio Otomano de Ankara.

A ese barraje de ostentoso 'poderío bélico' se sumó una campaña mediática sin precedentes desde el canal qatarí Al Jazeera, con ecos en el llamado Observatorio Sirio de Derechos Humanos en Coventry, Reino Unido, y los medios de comunicación más reaccionarios de Europa Occidental.

En estos años de implantación del pánico y el terror, la gestión de la Liga Arabe, en cumbres sucesivas en Mauritania y Jordania, no logró suficientes consensos para una búsqueda real de la paz en Siria y en ningún momento dedicó 'tiempo y esfuerzos' al diabólico bloqueo comercial contra esta nación o al veto casi absoluto a sus fuentes comunicacionales vía satélite.

Las 'causas comunes' minímamente solidarias no ocuparon espacios para quienes, sobre la base de los petrodólares, incrementaron además, la exacerbación sin límites de discrepancias de base confesional en una obvia manifestación contra la mayoría de los pueblos árabes que constituyen con sus más de 350 millones de habitantes, el cinco por ciento de la población mundial.

Las causas contra Siria la fueron cercando sobre todo cuando en 2009, el presidente Al Assad decidió no aceptar el proyecto qatarí-estadounidense para construir un oleoducto de más de cinco mil kilómetros para conducir el petroleo y el gas desde Iraq y a través del territorio sirio, hacia el puerto israelí de Haifa.

La dudas sobre el papel saudí y qatarí, en estrecha alianza con Washington, Londres y París, se han disipado, tanto en el seno de las Naciones Unidas como en las negociaciones por poner fin a la crisis en Ginebra, Suiza o en Astaná, Kazajastán, promovidas estas últimas por la sensatez de Rusia e Irán.

Con estos elementos y sobre los que faltarían incluso aún más detalles y acciones, Siria es el más evidente ejemplo del desgajamiento del mundo árabe, desunido, disperso e históricamente desvanecido por las ansias de poder político basado en una injusta distribución de las riquezas naturales y bajo la sombra persistente, tenaz y caótica de las potencias que quieren dirigir el mundo según sus intereses.

Por tanto, la guerra impuesta a Siria es una masacre de gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce pero no se masacra.


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