La idiotez de la ideología de género - Augusto Álvarez Rodrich
Realidad virtual - Enzo Defilippi
Lecciones de Lincoln - César Lévano
Neurosis metálica - Carmen McEvoy
Peligroso desprestigio - Luis Davelouis
PPK, los tecnócratas y el lobby feroz - Fernando Vivas
Tres crisis - Mirko Lauer
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Fujimorismo y régimen político
Antonio Zapata
Aunque recién está
formándose la tormenta, el escándalo Odebrecht ya está removiendo nuestra
precaria estabilidad institucional. Cuando llegue a su punto culminante,
quizá la traiga abajo. Es prematuro para tener certeza, pero una posibilidad
es que se hunda el régimen político inaugurado con la transición del año
2000.
Este sistema se
basó en un contrasentido: pretendió implantar la democracia con la misma
constitución del autoritarismo. Por ello, hubo elecciones, aunque los
partidos políticos siguieron siendo cascarones. Con la Constitución de 1993,
el país no ha reconstituido ni el sistema de partidos ni tampoco el marco
institucional del Estado; por el contrario, ha continuado imparable la
perversa tradición corrupta que nos persigue desde hace tantos años.
La semana pasada
ha sido terrible y anuncia el crítico período al que estamos entrando. No
solo ha caído Toledo, sino que buena parte de la opinión pública desaprueba
el contrato de Chinchero y su adenda. Es decir, ante la ciudadanía, el ex
alumno de Stanford ha perdido todo crédito y, a la vez, ha crecido la
desconfianza en PPK. El bamboleo que precedió a la firma empeoró la
percepción, al mostrar que el gobierno no tiene claridad, sino que es
tironeado por presiones empresariales y regionales.
Aunque en la
historia peruana abundan los escándalos de corrupción, pocas veces uno de
ellos ha tumbado un régimen político. Es cierto que Alberto Fujimori fue muy
corrupto, pero cayó por razones democráticas, al pretender perpetuarse en el
poder, violando las reglas de la misma Constitución de 1993. Si las
consecuencias políticas del caso actual parecen superiores a situaciones
anteriores, es porque la pesquisa judicial viene de fuera y es imposible que
sea administrada políticamente. La información es indetenible. Si Odebrecht
ha sobornado a los presidentes, entonces va a salir y en ese caso seguramente
estaremos inaugurando un nuevo ciclo.
La caída de un
régimen político puede ser por golpe militar o parlamentario. Aparentemente
los militares están lejos de un posible golpe, puesto que tienen demasiados
problemas internos. Descartada esa hipótesis, al menos por ahora, solo queda
la transición parlamentaria. En ese caso, la primera opción la tiene el
fujimorismo, en realidad sería la única carta.
Pero, por ahora,
Fuerza Popular está sorprendentemente cauta y silenciosa. Sus voceros evitan
los medios y si aparecen, como Luz Salgado por ejemplo, es para expresar un
mensaje tranquilizador, sugerentemente muy republicano.
A qué puede
deberse esta actitud de una bancada que hasta ahora venía caracterizándose
por su beligerancia e impetuosidad. Dos razones posibles. La primera, que
espera tranquila ver pasar el cadáver de sus enemigos. Ya pasó Toledo, ahora
faltan los demás, y cuando esto suceda, recién ha de intervenir con fuerza.
La segunda
posibilidad es que Keiko tenga alguna cuenta con Odebrecht. Si los brasileños
han financiado la campaña de todos los políticos, ¿habrán hecho lo mismo con
las elecciones de Keiko? Como todo indica que es muy probable, entonces ella
podría tener los mismos problemas que muchos. Para lo cual, se apresta Kenyi,
que anda en tempranera campaña cuasi presidencial a lo largo y ancho del
país.
Si cae el régimen
político, algunos partidos están condenados y otros tratarán de sobrevivir.
El fujimorismo tiene bastantes posibilidades de superar el reto, porque está
implantado en numerosos sectores sociales. Pero Fuerza Popular afrontará una
prueba y aparentemente sabe que tendrá problemas.
Ante lo cual, y
agravándolos, se percibe viento de fronda en su campamento. Como suele
suceder en las dinastías, la tienda real está quebrada. Los hermanos encarnan
proyectos parcialmente contradictorios y Odebrecht puede agudizar su
enfrentamiento.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/846517-fujimorismo-y-regimen-politico
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La idiotez de la ideología de género
Augusto Álvarez Rodrich
Hay ideas idiotas
que, de tanto machacarlas, pueden ser creídas por algunos, y una de esas
tonterías es esa ‘ideología de género’ inventada por la cucufatería nacional,
la cual ha lanzado una campaña que genera confusión, apela al miedo y pone en
riesgo el aporte de los estudios de género en el desarrollo de los contenidos
educativos.
Eso indica un
pronunciamiento de un grupo valioso y plural de académicas y académicos a
favor de una educación con enfoque de género y el fortalecimiento de la
educación sexual integral, sobre la base de la evidencia, con el fin de
apoyar al Ministerio de Educación en ese esfuerzo. A continuación, un resumen
de este pronunciamiento:
1. El enfoque de
género permite evidenciar y transformar las desigualdades entre hombres y mujeres.
Este enfoque es resultado de más de 40 años de investigación. A nivel mundial
está consensuado para abordar las desigualdades sociales entre hombres y
mujeres en el diseño y gestión de políticas. Este enfoque no niega la
biología; integra, en cambio, las dimensiones biológicas, sociales,
culturales e históricas de los seres humanos.
2. La desigualdad
de género es un problema grave en el Perú y debe ser enfrentado por la
política pública desde la escuela. El Estado peruano, de acuerdo a la
normativa nacional e internacional, está comprometido a garantizar una
educación de calidad, con igualdad de género, con un enfoque integral de la
sexualidad y basada en evidencia científica. Si bien hay avances, aún existen
brechas: 70% de mujeres ha sufrido algún tipo de violencia por parte de sus
parejas; el Perú ocupa el tercer lugar en el mundo en violaciones sexuales; y
el feminicidio va en incremento (382 casos en 2016). Además, hay tres veces
más mujeres analfabetas que varones.
3. El currículo
plantea comprender y respetar la diversidad sexual. La campaña contra la
educación sexual desinforma y promueve la discriminación cuando plantea que
se quiere “homosexualizar” a los niños. Lo que busca el currículo es la
aceptación y convivencia pacífica con la diferencia, aspectos necesarios para
la construcción de una sociedad democrática. La homosexualidad es una
orientación sexual y no una enfermedad.
4. El currículo
escolar se basa en evidencia científica, en el marco de los derechos humanos
y del Estado laico. El fundamento de los contenidos del currículo y los
lineamientos en educación sexual integral son y deben seguir siendo la
evidencia científica en un marco de derechos humanos, afirmando la laicidad
del Estado.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/846519-la-idiotez-de-la-ideologia-de-genero
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Realidad virtual
Enzo Defilippi
El fin de semana
pasado me quedé pegado a la televisión viendo una miniserie de Netflix sobre
el juicio a O.J. Simpson. Se trata de uno de los más famosos jugadores de
fútbol americano de todos los tiempos, que en 1994 fue acusado de asesinar a
su esposa y a un amigo en Los Ángeles, y que fuese declarado inocente a pesar
de la montaña de evidencia forense presentada por la fiscalía.
La clave para
entender por qué fue exculpado es el contexto político del momento. En ese
tiempo, Los Ángeles aún no se recuperaba de los terribles disturbios raciales
ocurridos tres años antes, en protesta porque un jurado eminentemente blanco
exculpó a un grupo de policías, también blancos, de haber golpeado
brutalmente a un ciudadano negro.
La tensión racial
fue inteligentemente utilizada por el equipo de defensa de Simpson para
pintar su caso como uno de racismo: los policías (todos blancos) que acusaron
a su patrocinado lo hicieron porque no soportaban que fuese negro y exitoso
(hipótesis que se fortaleció cuando se descubrió que uno de ellos era
efectivamente racista). Al final, la realidad virtual inventada por los
abogados fue asumida como verdad absoluta por la comunidad negra, y resultó
más creíble para el jurado que la versión de los hechos respaldada por la
evidencia.
Como con toda
buena historia, múltiples lecciones se pueden extraer de ella. Para mí, la
más importante es cómo la causa de la justicia sufre irremediablemente ante
el manoseo político de las investigaciones judiciales.
Esta lección
resulta relevante porque la última semana hemos sido testigos de la presión
ejercida por diversos congresistas para que la fiscalía comparta con ellos
información reservada sobre las investigaciones del Caso Lava Jato. Hasta se
ha deslizado la idea de acusar constitucionalmente al fiscal de la Nación si
no lo hace.
¿Cuál es el afán
de los congresistas por conocer información cuya filtración puede entorpecer
las investigaciones en curso? ¿Acaso pueden ellos averiguar algo que no pueda
descubrir la fiscalía? La respuesta es no, y como ya he señalado en una
columna anterior, así lo demuestran los nulos resultados de las comisiones
parlamentarias que ya han investigado diversos hechos relacionados con este
escándalo.
El informe de la
anterior Comisión Lava Jato, por ejemplo, no dice ni una palabra sobre la
coima que pagó Odebrecht para adjudicarse la línea 1 del metro, ni sobre los
US$20 millones que le habrían pagado a Alejandro Toledo por adjudicarse la
Interoceánica. Tampoco lo dicen los informes de las dos comisiones anteriores
que investigaron este mismo proyecto. ¿Cómo argumentar que estas comisiones
sirven para descubrir la verdad?
Si el Congreso
quiere investigar los mismos hechos que investiga la fiscalía, bueno, esa es
su facultad constitucional. Ya explicarán por qué gastan nuestro dinero en
investigaciones que no descubren nada. Pero no podemos permitir que por el
afán de algunos políticos de llevar agua para su molino se arme un circo
mediático en el que la realidad virtual inventada por quienes temen que se descubra
la verdad se confunda con los hechos y la evidencia del caso.
Quién coimeó a
quién para que haga qué, y cómo lo hizo, es la única realidad que debe
importar. No perdamos la perspectiva.
http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/realidad-virtual-enzo-defilippi-noticia-1966747
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Lecciones de Lincoln
César Lévano
Hace buenos años
comenté en La República el libro “The work of nations” (“El trabajo de las
naciones”) de Robert Reich. El volumen acababa de aparecer en los Estados
Unidos. En esas páginas encontré y exhibí datos aleccionadores: el
crecimiento industrial de la Unión se basó en los altos aranceles, que podía
llegar a 50 por ciento o más, en una muestra de extremo proteccionismo. Reich
cuenta allí lo que dijo Abraham Lincoln al respecto (cito de memoria):
“Yo soy un hombre
sencillo que no sabe mucho de economía. Pero me doy cuenta de que si
compramos una máquina en el exterior, la máquina se queda en los Estados
Unidos, pero los dólares se van al extranjero. En cambio, si producimos acá
la máquina, la máquina y los dólares se quedan en nuestro país”.
El gran estadista,
que rechazó el esclavismo de los estados del sur, resulta así un precursor de
la lucha contra el neoliberalismo y contra las recetas del Fondo Monetario
Internacional, que han traído los resultados de pobreza, hambre, ignorancia y
quiebra educacional que padecemos.
Reich fue ministro
de Trabajo de John Kennedy. Después del notable libro que hemos mencionado,
publicó otro titulado I’ll be short (Seré corto, en alusión humorística a su
corta estatura física). La edición es de 1992, pero Reich acierta en señalar,
hace muchos años, que su país está amenazado por el egoísmo de la gran
empresa y la pérdida de valores morales que otrora impulsaron el desarrollo
de su país.
En la presentación
del libro, la Beacon Press de Boston, la editora, expresa: “Con su humor,
humanidad y candor característicos, uno de los más distinguidos líderes
públicos y pensadores de la nación entrega una visión fresca de la política,
mediante el retorno a valores básicos estadounidenses: los trabajadores
deberían tener participación en el éxito de sus compañías, los que trabajan
no deberían vivir en pobreza y todos deberían tener acceso a una educación
que mejore sus posibilidades en la vida”.
En las páginas
finales de su trabajo, Reich condensa principios:
“Primero, así como
a las compañías les va mejor, a sus empleados les debería ir mejor también.
Los negocios prósperos deberán hacer todo lo posible para mantener empleadas
a las personas, en lugar de despedirlas. Deberían proporcionar a sus
empleados beneficios de salud y retiro”.
“En segundo lugar,
los empleos deberían pagar lo suficiente para sacar a una familia de la
pobreza. Esto requiere un salario mínimo adecuado indexado con la inflación…”
“En tercer lugar,
todos deberíamos tener oportunidad plena para sacar el mayor provecho de los
talentos y habilidades otorgados por Dios”.
http://diariouno.pe/columna/lecciones-de-lincoln-2/
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Neurosis metálica
Carmen McEvoy
“Por el bien de
los peruanos, ojalá que alguno de los presidentes se salve”, declaró un
apesadumbrado Luis Thais ante la noticia del presunto soborno de Odebrecht al
ex jefe de Estado Alejandro Toledo. Días antes un ex viceministro del
gobierno de Alan García, Jorge Cuba, y otros funcionarios más fueron acusados
de cobrar coimas millonarias con la finalidad de favorecer a la empresa
brasileña. En una de las escenas más delirantes de una saga que recién
empieza, Cuba, quien debe dar cuenta de ocho millones de dólares de los
contribuyentes, regresó al Perú con una Biblia bajo el brazo mientras
demandaba respeto por su “presión arterial”.
Toledo tenía la
obligación de continuar la cruzada democrática iniciada por el gobierno de
transición del doctor Valentín Paniagua –luego de la fuga del hoy reo Alberto
Fujimori– pero su mesianismo le hizo olvidar que lo urgente, a inicios del
siglo XXI, era reformar al Estado. Porque en un sistema republicano los
hombres pasan mientras las instituciones perduran. A la luz del nuevo
escándalo de corrupción que nos embarga, resulta obvio que el Estado Peruano
sigue siendo el botín de los depredadores de siempre. Por ello me permito
discrepar con la presidenta del Congreso, quien opina que estamos ante una
situación “inédita de corrupción”.
Cabe recordar que
hace más de un siglo Manuel González Prada detectó el problema que hoy tanto
sorprende a Luz Salgado acuñando la frase “neurosis metálica”. Una enfermedad
que, de acuerdo con el autor de “Pájinas libres”, aquejaba a los “mercaderes
políticos” que, como fue el caso de Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro
Montesinos, saquearon los caudales de un Estado debilitado por la guerra y la
ineptitud. El libro de Alfonso Quiroz, “Historia de la corrupción en el
Perú”, resume lo sistémico de un problema que nos aqueja desde antiguo.
Apuntando, asimismo, al daño que la corrupción ha causado al desarrollo y
bienestar general. Caer en la tentación de lo “inédito” imposibilita
diagnosticar poderosas continuidades que inevitablemente culminan en el robo
a mano armada contra la sociedad peruana.
El destino ha
querido que cada destape de la saga Odebrecht coincida con un nuevo y
devastador huaico. Una situación que no hace más que hacer visible la
pobreza, además de la ausencia de infraestructura de la que sufre el Perú. Lo
que puede relacionarse no solo con la mala administración de los caudales
públicos, sino con la peculiar manera como ha sido organizado el territorio
nacional. En el caso de Chiclayo, una de las ciudades más golpeadas por los
huaicos, cuyo ex alcalde Roberto Torres Gonzales está preso, la red corrupta
fue muy acotada. Torres Gonzales armó una red de corrupción encargada de
adjudicar contratos sin licitación pública por servicios que nunca se
realizaron. Además de ello, el ex alcalde estafó sistemáticamente a los
chiclayanos al no registrar los ingresos de los tributos percibidos por la
municipalidad, cercenando incluso pagos laborales que iban directamente a sus
bolsillos.
La precariedad que
vive Chiclayo tiene un responsable con nombre y apellido, así como el
escándalo de Odebrecht un antecedente histórico en la construcción del
ferrocarril transandino. Los sobrecostos que pagó el gobierno del presidente
Balta a Henry Meiggs, con el dinero proveniente de la venta del guano,
sirvieron, entre otras cosas, para comprar conciencias de políticos y
empresarios nativos e incluso manipular elecciones. Tal como está ocurriendo
ahora con la carretera Interoceánica, el Estado Peruano fue estafado durante
un intento temprano por dominar su endemoniada geografía. Nuestro esquema de
territorialización –asociado a la expansión de la coima y la corrupción–
proviene del viejo esquema de la guerra depredadora de los caudillos del
siglo XIX. Ellos integraron políticamente al Perú pagando el alto costo de
una degradación –social y económica– sin parangón en la historia
sudamericana.
El Perú no es un
pueblo de naturaleza corrupta, millones de sus ciudadanos se ganan el pan con
el sudor de su frente. El “bien del Perú” no depende, en consecuencia, de la
“salvación” de algunos presidentes, sino de que los culpables del robo a la
nación sean juzgados por traición a la patria. Estoy convencida de que una
pena implacable hará justicia, por ejemplo, a los que perdieron sus casas y
pequeños negocios a raíz del huaico. A los miles de hombres y mujeres que
siguen barriendo el lodo que los cubre, a ese médico que falleció cumpliendo
su deber o a la ciudadana que recibió aliviada el bidón de agua que le llega
de un gobierno que no entiende que la lucha contra la corrupción es la única
bandera política, en un momento tan trascendental para la república.
Existen millones
de peruanos que se levantan de madrugada para ir a trabajar y que, por ello,
merecen una representación que los eleve en su moral, su esfuerzo y su
dignidad. Hago votos para que esta prueba tan dura y dolorosa nos ayude a
reflexionar, castigando ejemplarmente a todos los que nos estafan de manera
sistemática. Rapacidad egoísta que no solo destruye nuestro presente, sino
que niega el futuro que este país merece.
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/neurosis-metalica-carmen-mcevoy-noticia-1966735
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Peligroso desprestigio
Luis Davelouis
La clase política
está desprestigiada. Toda ella. Las últimas encuestas son claras: la
aprobación de la gestión del presidente, de sus ministros, del Congreso, de
la oposición –y de la lideresa de la oposición–, todas caen. Y seguirán
cayendo porque, como reveló otra encuesta, la inmensa mayoría de los peruanos
no nos sentimos representados por nuestros… representantes.
Y sí, muy rara vez
están a la altura –y cuando lo están, les dura poquito–, pero hay muchos
casos en los que, simplemente, esos a los que usted responsabiliza no tienen
nada que ver. Esto, por supuesto, no los exime en absoluto de su
responsabilidad. Pero esta situación trae cola y es bastante más larga y
pesada de lo que estamos dispuestos a admitir.
¿Los votos que no
reciban los actores políticos actuales con quién irán? ¿Por quién votará una
masa de votantes tan heterogénea y tan desengañada y tan harta de tanto
político engreído y/o inoperante y/o corrupto? El “que se vayan todos”
siempre trae uno que es todavía peor, lo hemos visto pasar y, por esta ruta,
parece que estamos por verlo de nuevo.
Aunque no les
guste ni sea justo, aquí y ahora y a los ojos de la ciudadanía, la
responsabilidad es compartida y ningún deslinde salvará las pretensiones
electorales del que quiera pasar piola y señalar con el dedo a los ex colegas
desde el otro lado de la pista. Para la mayoría de ciudadanos todos los
políticos son la misma vaina con la que nadie quiere tener nada que ver nunca
más.
Conviene que lo
recuerden quienes piensan medir sus posibilidades en las regionales 2018 y
pretender la presidencia en 2021. Pues puede que el ancla que algunos quieren
poner sobre el pecho de su adversario para ahogarlo esté también atada a sus
propios pies.
http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-peligroso-desprestigio-2270173
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PPK, los tecnócratas y el lobby feroz
Fernando Vivas
Mi anterior
columna “Tu proyecto se pudrió, tecnócrata” me obliga a una secuela con un
final de suspenso. En primer lugar, debo responder a quienes con buena fe me
inquieren lo siguiente: si has dicho que la casta de tecnócratas que nos
vienen gobernando más de 15 años ha degenerado y es mejor que el proyecto
nacional vuelva a ser agitado por los políticos, ¿nos condenas a volver a
Alan, Toledo, Humala?
No, pues, amigos.
No hablo de persistencia de lo malo conocido, sino de cambio y retorno a
buenas prácticas. Caras nuevas y reinstitucionalizaciones urgentes. Por
ejemplo, que PPK y gabinete dejen de comportarse como un consorcio negociando
adendas y que su proyecto nacional –lo tienen, está pergeñado en su plan de
gobierno– sea consultado, dialogado y pactado con los otros actores de la
política peruana.
Por otro lado,
dije que las ciencias sociales tardan en definir lo que nos pasa. Me refería
al megaescándalo de Odebrecht, no al Perú de políticos débiles y tecnócratas
empoderados. Este es un buen tema que politólogos como Alberto Vergara
estudian desde hace algunos años. Alberto, en un texto en coautoría con
Daniel Encinas del 2014, hasta cuantificó el fenómeno y encontró que entre
Toledo y Humala aumentó el porcentaje de ministros técnicos sobre los
políticos. Meléndez, Tanaka, Dargent, De Althaus y algunos otros también
están aportando seriamente a este tema.
Ahora falta
explicar cómo y por qué esta tecnocracia devino en cleptocracia de semejante
magnitud. ¿Cómo convivieron técnicos de quienes presumo sus mejores
intenciones, como Fernando Zavala, con un Jorge Cuba?
Un aparte para el
presidente Kuczynski. Es indispensable, para su legimitación como líder de
una nación indignada, que explique hasta dónde llega su responsabilidad al
haber avalado la decisión de Toledo de ejecutar un proyecto como la IIRSA Sur
que resultó lesivo para el país. Ya sabemos que Toledo tuvo motivaciones
ruines. Necesitamos saber qué errores de ingenuidad o cálculo llevaron a su
primer ministro y hoy presidente a obedecerlo.
De paso, podría
explicar por qué en mayo del 2013, con logo partidario, lanzó un video en el
que promueve con sumo entusiasmo la central de Chaglla, un proyecto de
Odebrecht. Necesitamos saber qué lazos estableció con esa empresa y sus
inversiones en el Perú al visitar la obra. Odebrecht hizo en pro de Chaglla
un lobby tan ambicioso que hasta invitó a Mario Vargas Llosa. Pero el
escritor, que sabe resistir lobbies, no escribió nada al respecto. PPK hizo
un video. Sería bueno que nos cuente por qué.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/ppk-tecnocratas-y-lobby-feroz-fernando-vivas-noticia-1966757
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Tres crisis
Mirko Lauer
La caída de
Alejandro Toledo bajo los reflectores de la anticorrupción marca una
inflexión seria en el proceso político, en la cual el ex presidente será
central. Ella puede ser definida a partir de tres crisis: la del antifujimorismo,
la del liberalismo político, y la del sistema institucional. Aun si sus
efectos todavía no son palpables, las tres crisis ya han llegado, y no se van
a ir.
En instantes el
drama de Toledo ha ecualizado la corrupción de 1990-2000 con todas las que
han podido venir después. Ciertamente ello no exculpa a ese fujimorismo
marcado por la mayor cuantía, pero sí les roba buena parte del fuego a sus
detractores. Toledo fue la figura originalmente ubicada en las antípodas de
Alberto Fujimori y sus socios políticos.
Una imagen de
cierta sobriedad administrativa ha sido clave para el auge del liberalismo
político, identificable como la piedra angular del centrismo. Toledo con sus
alianzas hacia el centro-izquierda y la izquierda moderada fue, en su presidencia
y después, una encarnación de ese liberalismo, y lo va a arrastrar en su
caída.
El sistema
institucional está pataleando por demostrar una capacidad de someter la plaga
brasileña a la justicia. Pero su ineficacia para impedir el contagio en
primer lugar es evidente. Nos referimos a la magnitud de todo aquello que se
les pasó por la huacha a los sistemas de control en el país, y a la falta de
mecanismos para evitar o mitigar el problema.
Estas tres crisis
van a manifestarse con creciente fuerza apenas entren en clara relación la
una con la otra, y eso debería suceder una vez que la parte más fragorosa del
Lava Jato local haya quedado atrás. Es fácil imaginar una crisis de
descreimiento, pero más difícil es imaginar qué es lo que ese descreimiento
va a producir.
La crisis del 2000
produjo un deseo de liberalismo, una nueva confianza en la democracia, un
cierto apoyo a todo lo que reforzara la institucionalidad. Con eso hemos
llegado a este año de gracia del 2017, y la sensación es que va a costar
mucho esfuerzo mantenerlo en su lugar. En otras décadas hubiera sido la
antesala de la llegada del hombre fuerte.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/846515-tres-crisis
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