sábado, 26 de noviembre de 2016

OPINIONES 26/11/2016

 Farmacias: Confiep e Indecopi - Germán Alarco Tosoni
‘Mannequin challenge’ institucional - Carlos Meléndez
Las cosas como no son - Mirko Lauer
Tiburcio y el Celolita - Alfredo Bullard
A la ofensiva - Eduardo Dargent
Los mercaderes de la educación - Raúl Tola
El pretexto perfecto II - Alejandra Dinegro Martínez
La ilusión como consumo - Alexander Huerta-Mercado
 








Farmacias: Confiep e Indecopi


Germán Alarco Tosoni



Hace menos de un mes llamó la atención el establecimiento de multas por casi S/. 9 millones a cinco cadenas de farmacias del país. La acusación se encontraba sustentada en un amplio documento publicado por Indecopi que daba cuenta de numerosas coordinaciones para mantener y elevar los precios al consumidor en al menos 36 productos.

No se trataba de una investigación reciente, sino por operaciones realizadas entre 2008 y 2009. La reacción inicial del decano de la prensa nacional fue la esperada. El destaque en este y en otros medios del grupo fue anotar la reacción de los estudios de abogados defensores de esas empresas de que podrían dilatarlo judicialmente por cuatro años más.

Luego, la reacción cambió ante las evidencias, pero con argumentos discutibles. Hasta Confiep criticó la práctica de las cadenas de farmacias. Después, para suerte de todos, los grupos ahora dueños de estas farmacias han señalado que acatarán la sanción sin objetarla legalmente.

El editorial del decano de la prensa nacional y los comentarios del presidente de la Confiep fueron de Ripley. El primero destacó que las prácticas de colusión de precios y carteles son lamentables reflejando una muy baja cultura de competencia; sin embargo, que estos problemas no deberían conducir a la dudosa necesidad y efectividad de establecer el control de concentraciones.

El segundo fue en la misma línea, criticó la concertación de precios y reiteró que las multas deben ser ejemplares; aunque inmediatamente señaló que esas farmacias no son parte de Confiep.

Sobre el control de fusiones dijo que no hay data en el mundo sobre si este es positivo o negativo y que quizás en uno o dos años se podría dar una ley de control previo.

Las evidencias internacionales de que el control de fusiones es efectivo existen; sin embargo, es obvio de que nunca hay garantía absoluta, aunque es clave tener una evaluación preventiva.

Ormosi, Mariuzzo y Havell (2015) de la Unión Europea luego de estudiar numerosos procesos de fusiones y de adquisiciones en esa región señalaron que los precios al consumidor aumentan 3.7%, aunque hay algunos casos en que esto no ocurre.

Kwoka (2015 y 2016) llega a la misma conclusión en EE.UU. Sobre 101 casos analizados el aumento promedio de los precios fue 5.1%. También se registró una caída de la calidad del 4% y de los gastos de investigación y desarrollo en 9.7%.

Es imprescindible que el Perú cuente a la brevedad posible con una ley para evaluar fusiones y adquisiciones antes que se concreten. Una norma como la aprobada en el Congreso chileno en setiembre de 2016 es suficiente.

Es hora de superar las actitudes que niegan su importancia, de los que proponen su postergación o los que quieren crear una subcomisión para dilatar más la aprobación del tema.


http://diariouno.pe/columna/farmacias-confiep-e-indecopi/


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‘Mannequin challenge’ institucional

Carlos Meléndez


¿Por qué en el Perú los últimos gobiernos –Toledo, García II y Humala– no han sido capaces de llevar adelante reformas políticas institucionales complementarias de su crecimiento económico? ¿Por qué nos hemos congelado ante la cámara en movimiento y somos el más perfecto ‘mannequin challenge’ institucional?

Desde la aplicación de las reformas de ajuste en los años noventa, se ha incrementado paulatinamente la presencia de tecnócratas en los puestos de toma de decisiones gubernamentales. En gobiernos anteriores, al menos se pretendía un equilibrio en la dirección de sectores, procurando liderazgos “políticos” o “técnicos”. Con la llegada de PPK a Palacio, esta clasificación desaparece y la tecnocracia se expande apabullante. La fiereza es tal, que siquiera nos preguntamos por el partido oficialista. Aunque suene extraño al peruano promedio, los políticos partidarios han dejado de gobernarnos hace ya varios lustros. Llevamos administraciones consecutivas de dominio tecnocrático.

El problema radica en que el tecnócrata sin partido –al igual que su aparente opuesto, el populista– se funda en valores antipolíticos: desprecia la intermediación política y la legitimidad procedimental (como sostienen Christopher Bickerton y Carlo Accetti). Por un lado, el tecnócrata “independiente” cultiva hostilidad hacia la idea de mediación, tomándola como obstáculo (o “traba”) entre el diseño de su ‘policy’ y su implementación. Los partidos políticos son el más claro ejemplo de mediación “absurda”, “corrupta” e “ineficaz” (sic). Por otro lado, el tecnócrata sin partido construye su legitimidad basado en el conocimiento especializado; impone su arbitrariedad sobre el supuesto de su expertise. La fuente de su legitimidad se aleja de los principios y procedimientos democráticos, como la deliberación o los consensos “desde abajo”.

No hay nada más adverso para el renacimiento de la política partidaria (y su valor republicano) que la hegemonía tecnocrática en el poder. Desde tal cima, los miembros del ‘establishment’ tecnocrático –perdonen la redundancia– no perciben la centralidad de la intermediación y de la legitimidad políticas como esencia de cualquier reforma política institucional. No es que esta élite carezca de un chip político o ignore cómo emprender reformas para atacar la crisis de representación e intermediación. Es su propia naturaleza que la obliga a seguir usufructuando del statu quo antipartido. A la tecnocracia “independiente” en el poder le conviene el páramo partidario y la debilidad institucional, aunque ello vulnere el crecimiento económico que la obsesiona.

Al final, cae en su propia trampa. Cuando impulsa reformas sectoriales –normalmente por iniciativas individuales de algún tecnócrata con visión de largo plazo–, las mismas carecen del bagaje político que las torne viables. ¿Por qué la reforma de salud de Midori de Habich no prosperó? ¿Por qué la reforma universitaria de Jaime Saavedra está acechada? Porque sin mediadores (partido) ni procedimientos eficientes (de construcción de consensos), la tecnocracia se arrincona ante intereses (particulares y colectivos) y sinergias burocráticas –que una democracia partidaria es capaz de lidiar–. Para “destrabar” el país de su inmovilidad no se necesitan técnicos, sino políticos.

http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/mannequin-challenge-institucional-carlos-melendez-noticia-1949232

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Las cosas como no son


Mirko Lauer



Dos expresiones vienen avanzando a toda velocidad en el lenguaje político mundial: falsa noticia y post-verdad. La primera aprovecha la velocidad con que las redes sociales entregan contenidos. La segunda nace de una crisis de la razón en la cultura política, y su reemplazo por una política de la emoción.

Ambas son versiones modernas o, si se quiere, post-modernas de la antigua disinformatzia, una táctica propagandística para confundir al enemigo con datos falsos. Pero lo que antes solo solían practicar los servicios de inteligencia hoy está al alcance de todo el mundo, y volviéndose viral, es decir epidémico.

El principio de la falsa noticia es que ahora el efecto de toda noticia es instantáneo, y que su rectificación en base a la verdad siempre llega tarde. Es la frase atribuida al nazi Joseph Goebbels sobre la eficacia de la repetición de la mentira, ahora materializada a nivel universal y a velocidad electrónica.

¿Qué ha pasado? Para los medios convencionales que monopolizaban la información periodística la veracidad, es decir la confiabilidad, era parte del negocio. Con las redes ha aparecido la competencia del impacto inmediato, de la falta de consecuencias que permite el anonimato, y la relevancia ha empezado a ser medida en clics.

En la medida que los medios convencionales acuden a las redes a buscar noticias fáciles de obtener, el tabique divisor entre el profesionalismo periodístico y el aventurerismo político. Con todas las excepciones del caso, la verdad y la razón han empezado a retroceder en el terreno de la noticia.

Mark Zuckerberg, de Facebook, ha tenido que reconocer el problema. Pero da la impresión de que si bien la tecnología está en la raíz del asunto, la solución no. La noticia confiable va camino de convertirse en algo costoso, para quienes realmente la necesitan o la valoran. Para los demás el vacilón de la post-verdad.

Nos quedaba el consuelo de que son las verdaderas noticias las que mueven el mundo. Pero ahora hay quienes atribuyen el triunfo de Donald Trump a un hábil manejo de falsas noticias. Pero claro, esa también puede ser a su vez una noticia falsa. Es lo que dice la gente de Trump. Bienvenidos al mundo de la post-verdad.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/825158-las-cosas-como-no-son

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Tiburcio y el Celolita

Alfredo Bullard


Tiburcio es funcionario en Osiantitab (la superintendencia antitabaco), una entidad estatal de reciente creación a cargo de evitar que se fume en locales abiertos al público en Tramitelandia, un lejano país conocido por su abundante y laberíntica  burocracia y tramitología. Tiburcio ha recibido el encargo de diseñar el sistema de prevención para proteger la salud de las personas que acuden a dichos locales.

Su propuesta es sencilla. Propone crear el Celolita (acrónimo de Certificado de Local Libre de Tabaco). Los locales deberán, previamente a su apertura, solicitar ante Osiantitab su Celolita. Los funcionarios harán una visita al local y verificarán que nadie esté fumando y que estén instaladas las señales que indican “Prohibido fumar”. Además, la norma señala que para recibir su Celolita “el local no deberá ser propicio para fumar”. Todos los años los locales deberán renovar su certificado.

El sistema de Tiburcio es tan absurdo como tramposo.

Es absurdo porque si se quiere evitar que las personas fumen su estrategia no sirve para nada. El día programado para la visita no habrá nadie fumando. La empresa se habrá encargado de retirar todo cigarrillo del local y habrá cuidadosamente colocado todos los letreritos de reglamento. Pero al día siguiente se podrá fumar sin problema porque la siguiente visita recién será el próximo año. Mientras tanto, el local ha recibido implícitamente una “licencia para fumar”.

Es tramposo porque está creado para beneficiar a la burocracia misma y no a los usuarios de los locales. Primero, porque como el Celolita tiene un costo (hay que pagar una tasa oficial) Osiantitab recibirá ingresos todos los años por una actividad que no sirve para nada.

Segundo, porque además de Osiantitab, los funcionarios a cargo de la inspección y emisión del certificado cobrarán, por lo bajo, la suya para concederlo. Por eso es que Tiburcio, hábilmente, incluyó la norma que señala que el Celolita no se entregará a los locales “propicios para fumar”. Y como “propicio para fumar” no está definido, significa lo que el funcionario de turno diga.

En los anales de las observaciones se encontrarán cosas como “el local tiene ventanas por las que se puede echar el humo”, “si bien no hay ceniceros, hay macetas con plantas donde los fumadores podrían eventualmente echar las cenizas”, “hay una foto en la pared con Humphrey Bogart fumando, lo que podría generar tentaciones a los parroquianos que asisten al local”, “una chimenea prendida facilita a quien quiera fumar encender un cigarrillo”, entre otras. Con ese nivel de discrecionalidad el funcionario tiene en realidad la llave del local y no la entregará si es que no le pagan.

Tiburcio propuso un sistema de control ‘ex ante’ en lugar de plantear un sistema de control ‘ex post’. El evitar que una actividad se inicie si no ha pasado por un control estatal previo no suele ser una buena idea. Si se quiere controlar una actividad es mejor controlarla ‘ex post’ (luego de iniciada) de manera selectiva y sorpresiva. En lugar de revisiones técnicas vehiculares programadas, es mejor detener los autos en circulación y verificar sorpresivamente si cumplen con las normas. Recuerdo haber visto alquiler de faros en la entrada de locales de revisiones técnicas para que puedan pasar la inspección y luego retirarlos. ¿Y acaso no se sabe que hay personas que llevan el carro al taller el día anterior para que lo preparen y luego se olvidan el resto del año de cuidarlo?

Por supuesto que el control ‘ex post’ requiere de una administración más sofisticada que la que se requiere para emitir un Celolita. Debe tener una organización y una estrategia de fiscalización que, con sanciones adecuadas al incumplimiento y una capacidad de detección creíble, internalice los costos en los infractores. Es más complicado que mandar Tiburcios a hacer visitas programadas. Pero es mucho más efectivo pues el sistema ‘ex ante’ no resuelve el problema pero cuesta demasiado.

Con controles ‘ex post’ adecuados se pueden evitar accidentes, incendios, delitos, etc. Decir que controles ‘ex ante’ hubieran evitado el incendio en los cines UVK es tan absurdo como decir que un Celolita evitaría que la gente fume. Pero pedirles a los congresistas, a Tiburcio y a sus amigos burócratas que lo entiendan es pedir demasiado.


http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/tiburcio-y-celolita-alfredo-bullard-noticia-1949226

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A la ofensiva


Eduardo Dargent


Otra campaña injusta e interesada contra la reforma educativa que dirige el ministro Jaime Saavedra. Las causas que se mencionan para interpelarlo son unas, pero el fondo de la cuestión, no lo olvidemos, es el mismo de siempre: los intereses económicos de quienes han hecho de la educación un negocio, y uno de pésima calidad. Esos intereses que viven felices con un statu quo que les permite lucrar impunemente.

Toda mi solidaridad con el ministro y su equipo. La educación en este país es una vergüenza. Contra lo que predican algunos libertarios trasnochados, no se va a arreglar sola, necesita de un Estado eficiente y regulador. Construirlo es un trabajo cuesta arriba tras décadas de olvido y requiere continuidad. Me alegra que diversos actores estén movilizados para evitar una censura, ojalá haya más y se pase la crisis. Pero les tengo una mala noticia: los ataques no van a cesar y, eventualmente, pueden lograr su objetivo.

No van a cesar porque no hay mayores costos para quienes los inician. Sabemos que provienen del fujimorismo y el Apra. Sabemos también que ante las críticas sus voceros retroceden. Pero vuelven a intentar, una y otra vez, y cada episodio es más costoso. La guerra de desgaste distrae al equipo de la reforma y va minando a la opinión pública favorable a los cambios. Si esta dinámica continúa, pronto el ministro podrá caer sin costo político para sus sicarios.

Si una amplia mayoría de la población apoya la reforma, ¿cómo es posible que hoy la oposición pueda arrinconar al ministro? Pues porque se está jugando a la defensiva, reaccionando frente a los ataques, no se está construyendo un discurso político sobre el valor y norte de la reforma. Este gobierno, como el anterior, no ha logrado empaquetar sus reformas para que la población las apropie, las valore. Y eso no pasa por un ministro, pasa por el gobierno en su conjunto.

Si el gobierno quiere defender a su ministro debe pasar a la ofensiva. Debe hacer algo muy distinto que apoyarlo cuando ya ha sido vapuleado. El presidente y sus voceros políticos deben mostrarnos que sus reformas buscan construir institucionalidad, resolver problemas públicos urgentes. Y que sus opositores no tienen plan alternativo alguno. Resaltar que están atrapados en la defensa de intereses puntuales, pequeñitos, egoístas. Que no es la locura de unos congresistas, sino una forma de hacer política que anuncia cómo gobernarían de llegar al poder. Resalten que Úrsula Letona habla por Keiko Fujimori y Javier Velásquez Quesquén representa al Apra.

La población debe sentir que tiene algo en juego. La Sunedu, por ejemplo, debe mostrar que tiene dientes. ¿No hay evidencia suficiente para mandar cerrar algunas universidades garaje que son una total estafa? Hasta que la población no vea en qué la beneficia una reguladora, difícil que se comprometa con ella en abstracto. O que sus opositores le tengan respeto.

Es decir, se debe politizar la cancha. Porque si no se activa, informa y construye esa mayoría de ciudadanos que apoya las reformas, probablemente continúe el lento desinfle del gobierno. La reforma educativa es un caso más. Mañana tendrán que hacerlo con otros temas, como la reforma policial o la del servicio civil, en los que también hay opositores poderosos y partidos de oposición harán de caja de resonancia. No es un tema de comunicación que se soluciona con publicidad o comunicados: es un tema de acción, de voceros políticos capaces de transmitir que ir contra las reformas es optar por un país atrasado y corrupto.

Pareciera que en el gobierno se cree que tomar la ofensiva en estos y otros temas podría llevar a un enfrentamiento con el fujimorismo. Por ello, mejor no levantar olas. Grave error. Pelearse con la mayoría del Congreso puede ser contraproducente, especialmente si la guerra es como la que armaron el Apra y el nacionalismo el periodo anterior. Pero si no se eligen batallas, si no se traza una línea, nadie tendrá en claro las diferencias entre lo que uno propone y lo que proponen los adversarios. O para qué se gobierna. Esa es la esencia de la política, no reconocerlo es suicida.



http://larepublica.pe/impresa/opinion/825161-la-ofensiva


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Los mercaderes de la educación

Raúl Tola


Dudo que queden quienes crean los argumentos con los que el fujimorismo y el aprismo intentan justificar la interpelación al ministro de Educación, Jaime Saavedra. Es bastante obvio que no hay verdaderas intenciones de moralizar el sector, ni importan los retrasos en los Panamericanos, ni los desaforados gritos de Cecilia Chacón a Saavedra son gratuitos.

Las universidades que nacieron a partir de 1998, al amparo del Decreto Legislativo Nº 882 (“Ley de promoción de la inversión en la educación”) han terminado convirtiéndose en empresas multimillonarias. Un estudio reciente revela que la familia Acuña, propietaria de las universidades César Vallejo y Señor de Sipán, está entre las veinte más ricas del Perú, por encima de los Wong. Para cautelar sus intereses, estos centros de estudios no han dudado en invertir parte de su cuantioso patrimonio, financiando campañas presidenciales y parlamentarias. El día de ayer, La República informó que este poderoso lobby incluye al menos a 16 congresistas.

Los ingresos de estas universidades no guardan la menor relación con sus estándares de calidad. Solo así se explica que entre sus propietarios y rectores haya cantidad de plagiarios, analfabetos estructurales, sospechosos de lavar activos o afortunados que ganan salarios de más de dos millones de soles.

Entre los defensores de este modelo de negocio se encuentran algunos fanáticos de la desregulación, cuyo argumento parece resumirse en la siguiente afirmación: “Es preferible tener una mala educación que no tener ninguna educación”.

Ignoran el esfuerzo de miles de padres, que invierten hasta lo que no tienen para que sus hijos accedan a una educación superior, para tener oportunidades que para ellos nunca existieron.

Los mercaderes de la educación aunque cumplen con otorgar un título al final de las carreras, lo hacen formando profesionales mediocres, que a la hora de ingresar al mercado laboral descubrirán la triste verdad: ellos y sus padres fueron estafados, y sus diplomas valen poco más que el cartón y la tinta.

¿A usted le gustaría cruzar un puente levantado por un ingeniero mediocre? ¿Ser operado por un médico chapucero? ¿Poner su libertad en las manos de un abogado que ignora la ley? Malos profesionales hay en todas partes: lo que no puede tolerarse es que el Estado los consagre y aliente, permitiendo que en el nombre de la libre empresa pueda llamarse “universidad” a un kiosco con un letrero.

La Ley Universitaria de julio de 2014 fue un primer esfuerzo por corregir esta situación absurda y compleja. Ahí se establece una serie de exigencias, pensadas para elevar la calidad universitaria, como obligar a que todos sus profesores tengan una maestría, o que al menos un 25% esté en planilla. Si en los dos años y medio que vienen no llegan a adecuarse a la ley, los mercaderes de la educación pueden perder la licencia de estas minas de oro. Por eso están tan preocupados.

La ley no es perfecta, y muchas de las objeciones que enfrenta deben ser debatidas y corregidas. Pero estamos ante un ataque matonesco e interesado, que no se puede aceptar.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/825239-los-mercaderes-de-la-educacion

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El pretexto perfecto II

Alejandra Dinegro Martínez


Con fecha 9 de octubre, en este mismo Diario, escribí la columna “El pretexto perfecto”, en el cual señalo que el verdadero motivo para intentar censurar al ministro de Educación, Jaime Saavedra, no es el tema de la organización de los Juegos Panamericanos del 2019, sino su posición firme para implementar la Ley Universitaria.

Hoy, nuevamente la estrategia de censurarlo a toda costa, vuelve a estar presente en las tareas primordiales a llevar a cabo, por parte de la bancada fujimorista. Esta vez los flancos de ataque son otros, a través de escandaletes que esta misma bancada promueve.

A raíz de un informe periodístico (presentado el domingo 20 de noviembre) la Fiscalía de Lavado de Activos investiga, tras una alerta de la Unidad de Inteligencia Financiera, las presuntas irregularidades en la compra de computadoras hecha por el Ministerio de Educación por un total de S/146’397.709.

Dos días después, el ministro tuvo la iniciativa de solicitar una audiencia al Congreso para poder explicar dicha denuncia. Sin ánimo de escuchar, el fujimorismo acordó ese mismo día, horas más tarde, presentar una moción de censura contra su persona. Hasta aquí, al parecer, su suerte estaría echada.

Dicha moción de censura va acompañada de un pliego de 18 preguntas, para que el ministro responda.Tan solo 4 preguntas van dedicadas al tema de la presunta compra irregular de las computadoras, el resto aún busca respuestas sobre los Juegos Panamericanos.

Entonces, no hay que ser ingenuos. Aquí el tema no es el tema de las computadoras, de si las compraron bien o las compraron mal, acá lo que hay es un ataque sistemático contra la Ley Universitaria y su implementación, ahí donde la corrupción campea sin ninguna regulación. Este ataque sistemático apunta a otros espacios para tratar de romper, como se dice, el hilo por el lado más débil.

Aquí hay intereses personificados que quieren cambiar la ley y regresar al modelo de la Asamblea Nacional de Rectores, donde algunas universidades generan falsas expectativas engañando a los estudiantes y robándoles el dinero a cambio de una mala calidad educativa, casi inservible.

Existen 142 universidades públicas y privadas, de las que solo 76 cuentan con autorización definitiva y un rector en funciones (institucionalizadas). El resto, 66 (no institucionalizadas), están presididas por una comisión organizadora y poseen una autorización provisional.

La Sunedu detectó esta situación en enero del 2015 cuando inició sus funciones y apunta a garantizar el cumplimiento de los estándares básicos, como infraestructura y plana docente. Asimismo, más del 80% de la población universitaria, está de acuerdo con la Ley Universitaria. Cifra nada despreciable para quienes en aras de luchar contra corrupción, buscan defender sus intereses privados.


http://diariouno.pe/columna/el-pretexto-perfecto-ii/

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La ilusión como consumo

Alexander Huerta-Mercado


Aproximadamente trescientos cincuenta años antes de Cristo, el maestro taoísta Zhuangzi ubicó en el segundo capítulo de su manuscrito, titulado “La igualdad de las cosas”, uno de los relatos cortos más celebres de la historia:

“Chuang-Tzu soñó que era una mariposa, que revoloteaba alegremente. Cuando despertó, no sabía si había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba que era Chuang-Tzu”.

El mundo de los sueños ha sido para la humanidad uno de los primeros espacios para separar umbrales de diferentes tipos de realidad. El espacio onírico ha sido para distintas culturas un espacio intercambiable con el mundo de los despiertos, un espacio de predicción o un espacio de símbolos proclives a ser analizados.

Cuatrocientos años después de Zhuangzi, Augusto Monterroso presentaba la improbable continuidad entre sueño y mundo real en una de las ficciones (importante aquí enfatizar que es una ficción) más cortas jamás escritas, titulada “El dinosaurio”: “Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

El arte lo explica mejor que la antropología: toda sociedad define sus propios conceptos de realidad. Por ejemplo, en Occidente la realidad está estrictamente limitada a lo que percibimos en estado de vigilia, lo que podemos medir, comprobar y conocer por sus principios y sus causas.

Esta limitada definición de ‘lo real’ nos ha privado de la magia, de los duendes, las hadas y las sirenas. Muchas sociedades tienen conceptos más amplios de realidad y conciben como tal no solo lo que los individuos perciben en vigilia, sino también en sueños, en premoniciones y en estados alternos de consciencia. Así, conviven en nuestro mundo sociedades con mayores posibilidades de explicar cosas que de otra manera serían inexplicables.

Esta obsesión científica de descartar lo no medible del plano de lo real también ha relegado actividades de la mente que son percibidas como “poco prácticas”. En Occidente, la ilusión sin objetivo es percibida como limitante y procurarnos encaminar nuestro pensamiento a esa fijación con la “productividad” que tiene el mundo moderno.

Sin embargo, creo que la ilusión, tan temida como improductiva por nuestra sociedad, ha pasado a ser un bien de consumo que circula de manera masiva en nuestra vida. Quisiera ver tres ejemplos que me parecen importantes para entender el rol de la ilusión en el mundo moderno. Uno es en la comunidad que formamos en Internet, el otro en el consumo y el tercero es la manera como hemos aprendido a relacionarnos con los demás.

Arjun Appadurai sostiene que con la irrupción de las tecnologías de comunicación se han generado comunidades de consumo y emoción donde la verdad es construida de acuerdo con las proyecciones de cada grupo. Así, con nuestro consumo de imágenes –ya sea a través de la televisión, del Facebook o de periódicos– tenemos una construcción de nuestra propia realidad que curiosamente se vuelve ilusoria. Los mensajes, las fotos, los videos y las imágenes que circulan en nuestras pantallas cual fotos y notas compartidas de nuestro álbum personal hacen que formemos una comunidad más imaginada que real. De ahí que, por ejemplo, en el fuero ciberespacial de muchos de nosotros era absurdo que se diera el ‘brexit’ en el Reino Unido, el No en Colombia y la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Nuestro entorno en las redes había construido con nosotros una burbuja de realidad que no coincidía con los votantes.

El segundo aspecto es el de la ilusión como bien de consumo. Es decir, la publicidad nos vende una forma de vida y no un producto y, como lo afirma Zygmunt Bauman, “todas las ideas de felicidad acaban en una tienda”. Esto lo vemos claramente en la publicidad que vende no productos sino formas de vida y felicidad con apariencia europea.

En un reciente libro del Instituto de Estudios Peruanos titulado “Solo zapatillas de marca”, Francesca Uccelli y Mariel García Llorens hacen un estudio del consumo de jóvenes peruanos y encuentran que el consumo de ropa de marca y dispositivos electrónicos genera una suerte de ilusión estructurada de pertenecer a una cultura juvenil global y a una clase media local. Así, las autoras encuentran en este novedoso estudio de las subjetividades cómo en nuestra ciudad la ilusión de la distinción, el estatus e incluso la inclusión se construyen en un universo de consumo y exhibición social.

El tercer aspecto está relacionado a la idea que tenemos de nosotros mismos. Una de las máximas consecuencias de la Revolución Francesa fue el nacimiento del individuo tal como lo conocemos. Al dejar de estar predestinados por nuestra posición social al nacer, somos hijos de una revolución que nos dio la ilusión de libertad y de ser actores centrales en la vida.

La ilusión de ser un actor central en torno al cual gira el público o los demás actores genera un gran temor al “qué dirán” o a suponer que un profesor nos odia y quiere desaprobarnos, o que los demás están pensando permanentemente en algo que hicimos y que consideramos ridículo. Sin embargo, esta ilusión de ser el “centro de la vida de las otras personas” también es compartida y en el fondo todos estamos esperando la aprobación de los otros o temiendo la censura de los demás.

Siento que la ilusión en la vida moderna y en los tres aspectos que he mencionado está íntimamente relacionada a nuestro miedo a no ser aceptados o queridos en una sociedad que fomenta el individualismo y la autonomía. A su vez, sentimos vergüenza o expectativa frente a los demás buscando aprobación adjudicando que nos prestan una atención que, debemos reconocer, es una ilusión.

Me gusta la ilusión pero la mayoría de las veces me pierdo en ella. Sin embargo, como occidental sé que está ahí para guiar las acciones y no para reemplazarlas. Es como la constelación de la Cruz del Sur que ha servido durante miles de años de guía a los que se aventuraban a caminar de noche en el campo.

Termino nuevamente con un fragmento literario, convencido de que el arte siempre explica mejor las cosas que cualquier otra disciplina. Calderón de la Barca en 1635 articula una serie de perspectivas que asociaban a la vida como una suerte de sueño permanente a partir del magistral monólogo de Segismundo que termina así:

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Hace ya muchas lunas, cuando estudiante escolar, este texto me emocionó y me dirigí a mi profesor de Literatura, Washington Bustamante, para desafiarlo con una afirmación: “Supongamos que la vida es sueño… ¿Para qué estudiar tanto si al final estamos soñando?”.

En esos momentos mi profesor estaba pasando notas, cuando eso se hacía a mano, en listas llenas de cuadraditos. Sereno, levantó la mirada y me dijo: “Para no convertir ese sueño en pesadilla”. Bajó la mirada y siguió pasando notas, sonreía.



http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/ilusion-como-consumo-alexander-huerta-mercado-noticia-1949222


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