‘Mannequin challenge’ institucional - Carlos Meléndez
Las cosas como no son - Mirko Lauer
Tiburcio y el Celolita - Alfredo Bullard
A la ofensiva - Eduardo Dargent
Los mercaderes de la educación - Raúl Tola
El pretexto perfecto II - Alejandra Dinegro Martínez
La ilusión como consumo - Alexander Huerta-Mercado
Farmacias: Confiep e Indecopi
Germán Alarco Tosoni
Hace menos de un
mes llamó la atención el establecimiento de multas por casi S/. 9 millones a
cinco cadenas de farmacias del país. La acusación se encontraba sustentada en
un amplio documento publicado por Indecopi que daba cuenta de numerosas
coordinaciones para mantener y elevar los precios al consumidor en al menos
36 productos.
No se trataba de
una investigación reciente, sino por operaciones realizadas entre 2008 y
2009. La reacción inicial del decano de la prensa nacional fue la esperada.
El destaque en este y en otros medios del grupo fue anotar la reacción de los
estudios de abogados defensores de esas empresas de que podrían dilatarlo
judicialmente por cuatro años más.
Luego, la reacción
cambió ante las evidencias, pero con argumentos discutibles. Hasta Confiep
criticó la práctica de las cadenas de farmacias. Después, para suerte de
todos, los grupos ahora dueños de estas farmacias han señalado que acatarán
la sanción sin objetarla legalmente.
El editorial del
decano de la prensa nacional y los comentarios del presidente de la Confiep
fueron de Ripley. El primero destacó que las prácticas de colusión de precios
y carteles son lamentables reflejando una muy baja cultura de competencia;
sin embargo, que estos problemas no deberían conducir a la dudosa necesidad y
efectividad de establecer el control de concentraciones.
El segundo fue en
la misma línea, criticó la concertación de precios y reiteró que las multas
deben ser ejemplares; aunque inmediatamente señaló que esas farmacias no son
parte de Confiep.
Sobre el control
de fusiones dijo que no hay data en el mundo sobre si este es positivo o
negativo y que quizás en uno o dos años se podría dar una ley de control
previo.
Las evidencias
internacionales de que el control de fusiones es efectivo existen; sin
embargo, es obvio de que nunca hay garantía absoluta, aunque es clave tener
una evaluación preventiva.
Ormosi, Mariuzzo y
Havell (2015) de la Unión Europea luego de estudiar numerosos procesos de
fusiones y de adquisiciones en esa región señalaron que los precios al
consumidor aumentan 3.7%, aunque hay algunos casos en que esto no ocurre.
Kwoka (2015 y
2016) llega a la misma conclusión en EE.UU. Sobre 101 casos analizados el
aumento promedio de los precios fue 5.1%. También se registró una caída de la
calidad del 4% y de los gastos de investigación y desarrollo en 9.7%.
Es imprescindible
que el Perú cuente a la brevedad posible con una ley para evaluar fusiones y
adquisiciones antes que se concreten. Una norma como la aprobada en el
Congreso chileno en setiembre de 2016 es suficiente.
Es hora de superar
las actitudes que niegan su importancia, de los que proponen su postergación
o los que quieren crear una subcomisión para dilatar más la aprobación del
tema.
http://diariouno.pe/columna/farmacias-confiep-e-indecopi/
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‘Mannequin challenge’ institucional
Carlos Meléndez
¿Por qué en el
Perú los últimos gobiernos –Toledo, García II y Humala– no han sido capaces
de llevar adelante reformas políticas institucionales complementarias de su
crecimiento económico? ¿Por qué nos hemos congelado ante la cámara en
movimiento y somos el más perfecto ‘mannequin challenge’ institucional?
Desde la
aplicación de las reformas de ajuste en los años noventa, se ha incrementado
paulatinamente la presencia de tecnócratas en los puestos de toma de
decisiones gubernamentales. En gobiernos anteriores, al menos se pretendía un
equilibrio en la dirección de sectores, procurando liderazgos “políticos” o
“técnicos”. Con la llegada de PPK a Palacio, esta clasificación desaparece y
la tecnocracia se expande apabullante. La fiereza es tal, que siquiera nos
preguntamos por el partido oficialista. Aunque suene extraño al peruano
promedio, los políticos partidarios han dejado de gobernarnos hace ya varios
lustros. Llevamos administraciones consecutivas de dominio tecnocrático.
El problema radica
en que el tecnócrata sin partido –al igual que su aparente opuesto, el
populista– se funda en valores antipolíticos: desprecia la intermediación
política y la legitimidad procedimental (como sostienen Christopher Bickerton
y Carlo Accetti). Por un lado, el tecnócrata “independiente” cultiva
hostilidad hacia la idea de mediación, tomándola como obstáculo (o “traba”)
entre el diseño de su ‘policy’ y su implementación. Los partidos políticos
son el más claro ejemplo de mediación “absurda”, “corrupta” e “ineficaz” (sic).
Por otro lado, el tecnócrata sin partido construye su legitimidad basado en
el conocimiento especializado; impone su arbitrariedad sobre el supuesto de
su expertise. La fuente de su legitimidad se aleja de los principios y
procedimientos democráticos, como la deliberación o los consensos “desde
abajo”.
No hay nada más
adverso para el renacimiento de la política partidaria (y su valor
republicano) que la hegemonía tecnocrática en el poder. Desde tal cima, los
miembros del ‘establishment’ tecnocrático –perdonen la redundancia– no
perciben la centralidad de la intermediación y de la legitimidad políticas
como esencia de cualquier reforma política institucional. No es que esta
élite carezca de un chip político o ignore cómo emprender reformas para
atacar la crisis de representación e intermediación. Es su propia naturaleza
que la obliga a seguir usufructuando del statu quo antipartido. A la
tecnocracia “independiente” en el poder le conviene el páramo partidario y la
debilidad institucional, aunque ello vulnere el crecimiento económico que la
obsesiona.
Al final, cae en
su propia trampa. Cuando impulsa reformas sectoriales –normalmente por
iniciativas individuales de algún tecnócrata con visión de largo plazo–, las
mismas carecen del bagaje político que las torne viables. ¿Por qué la reforma
de salud de Midori de Habich no prosperó? ¿Por qué la reforma universitaria
de Jaime Saavedra está acechada? Porque sin mediadores (partido) ni
procedimientos eficientes (de construcción de consensos), la tecnocracia se arrincona
ante intereses (particulares y colectivos) y sinergias burocráticas –que una
democracia partidaria es capaz de lidiar–. Para “destrabar” el país de su
inmovilidad no se necesitan técnicos, sino políticos.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/mannequin-challenge-institucional-carlos-melendez-noticia-1949232
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Las cosas como no son
Mirko Lauer
Dos expresiones
vienen avanzando a toda velocidad en el lenguaje político mundial: falsa
noticia y post-verdad. La primera aprovecha la velocidad con que las redes
sociales entregan contenidos. La segunda nace de una crisis de la razón en la
cultura política, y su reemplazo por una política de la emoción.
Ambas son
versiones modernas o, si se quiere, post-modernas de la antigua
disinformatzia, una táctica propagandística para confundir al enemigo con
datos falsos. Pero lo que antes solo solían practicar los servicios de
inteligencia hoy está al alcance de todo el mundo, y volviéndose viral, es
decir epidémico.
El principio de la
falsa noticia es que ahora el efecto de toda noticia es instantáneo, y que su
rectificación en base a la verdad siempre llega tarde. Es la frase atribuida
al nazi Joseph Goebbels sobre la eficacia de la repetición de la mentira,
ahora materializada a nivel universal y a velocidad electrónica.
¿Qué ha pasado?
Para los medios convencionales que monopolizaban la información periodística
la veracidad, es decir la confiabilidad, era parte del negocio. Con las redes
ha aparecido la competencia del impacto inmediato, de la falta de
consecuencias que permite el anonimato, y la relevancia ha empezado a ser
medida en clics.
En la medida que
los medios convencionales acuden a las redes a buscar noticias fáciles de
obtener, el tabique divisor entre el profesionalismo periodístico y el
aventurerismo político. Con todas las excepciones del caso, la verdad y la
razón han empezado a retroceder en el terreno de la noticia.
Mark Zuckerberg,
de Facebook, ha tenido que reconocer el problema. Pero da la impresión de que
si bien la tecnología está en la raíz del asunto, la solución no. La noticia
confiable va camino de convertirse en algo costoso, para quienes realmente la
necesitan o la valoran. Para los demás el vacilón de la post-verdad.
Nos quedaba el
consuelo de que son las verdaderas noticias las que mueven el mundo. Pero
ahora hay quienes atribuyen el triunfo de Donald Trump a un hábil manejo de
falsas noticias. Pero claro, esa también puede ser a su vez una noticia
falsa. Es lo que dice la gente de Trump. Bienvenidos al mundo de la
post-verdad.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/825158-las-cosas-como-no-son
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Tiburcio y el Celolita
Alfredo Bullard
Tiburcio es
funcionario en Osiantitab (la superintendencia antitabaco), una entidad
estatal de reciente creación a cargo de evitar que se fume en locales
abiertos al público en Tramitelandia, un lejano país conocido por su
abundante y laberíntica burocracia y
tramitología. Tiburcio ha recibido el encargo de diseñar el sistema de
prevención para proteger la salud de las personas que acuden a dichos
locales.
Su propuesta es
sencilla. Propone crear el Celolita (acrónimo de Certificado de Local Libre
de Tabaco). Los locales deberán, previamente a su apertura, solicitar ante
Osiantitab su Celolita. Los funcionarios harán una visita al local y
verificarán que nadie esté fumando y que estén instaladas las señales que
indican “Prohibido fumar”. Además, la norma señala que para recibir su Celolita
“el local no deberá ser propicio para fumar”. Todos los años los locales
deberán renovar su certificado.
El sistema de
Tiburcio es tan absurdo como tramposo.
Es absurdo porque
si se quiere evitar que las personas fumen su estrategia no sirve para nada.
El día programado para la visita no habrá nadie fumando. La empresa se habrá
encargado de retirar todo cigarrillo del local y habrá cuidadosamente
colocado todos los letreritos de reglamento. Pero al día siguiente se podrá
fumar sin problema porque la siguiente visita recién será el próximo año.
Mientras tanto, el local ha recibido implícitamente una “licencia para
fumar”.
Es tramposo porque
está creado para beneficiar a la burocracia misma y no a los usuarios de los
locales. Primero, porque como el Celolita tiene un costo (hay que pagar una
tasa oficial) Osiantitab recibirá ingresos todos los años por una actividad
que no sirve para nada.
Segundo, porque
además de Osiantitab, los funcionarios a cargo de la inspección y emisión del
certificado cobrarán, por lo bajo, la suya para concederlo. Por eso es que
Tiburcio, hábilmente, incluyó la norma que señala que el Celolita no se
entregará a los locales “propicios para fumar”. Y como “propicio para fumar”
no está definido, significa lo que el funcionario de turno diga.
En los anales de
las observaciones se encontrarán cosas como “el local tiene ventanas por las
que se puede echar el humo”, “si bien no hay ceniceros, hay macetas con
plantas donde los fumadores podrían eventualmente echar las cenizas”, “hay
una foto en la pared con Humphrey Bogart fumando, lo que podría generar
tentaciones a los parroquianos que asisten al local”, “una chimenea prendida
facilita a quien quiera fumar encender un cigarrillo”, entre otras. Con ese
nivel de discrecionalidad el funcionario tiene en realidad la llave del local
y no la entregará si es que no le pagan.
Tiburcio propuso
un sistema de control ‘ex ante’ en lugar de plantear un sistema de control
‘ex post’. El evitar que una actividad se inicie si no ha pasado por un
control estatal previo no suele ser una buena idea. Si se quiere controlar
una actividad es mejor controlarla ‘ex post’ (luego de iniciada) de manera
selectiva y sorpresiva. En lugar de revisiones técnicas vehiculares
programadas, es mejor detener los autos en circulación y verificar
sorpresivamente si cumplen con las normas. Recuerdo haber visto alquiler de
faros en la entrada de locales de revisiones técnicas para que puedan pasar
la inspección y luego retirarlos. ¿Y acaso no se sabe que hay personas que
llevan el carro al taller el día anterior para que lo preparen y luego se
olvidan el resto del año de cuidarlo?
Por supuesto que
el control ‘ex post’ requiere de una administración más sofisticada que la
que se requiere para emitir un Celolita. Debe tener una organización y una
estrategia de fiscalización que, con sanciones adecuadas al incumplimiento y
una capacidad de detección creíble, internalice los costos en los infractores.
Es más complicado que mandar Tiburcios a hacer visitas programadas. Pero es
mucho más efectivo pues el sistema ‘ex ante’ no resuelve el problema pero
cuesta demasiado.
Con controles ‘ex
post’ adecuados se pueden evitar accidentes, incendios, delitos, etc. Decir
que controles ‘ex ante’ hubieran evitado el incendio en los cines UVK es tan
absurdo como decir que un Celolita evitaría que la gente fume. Pero pedirles
a los congresistas, a Tiburcio y a sus amigos burócratas que lo entiendan es
pedir demasiado.
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/tiburcio-y-celolita-alfredo-bullard-noticia-1949226
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A la ofensiva
Eduardo Dargent
Otra campaña
injusta e interesada contra la reforma educativa que dirige el ministro Jaime
Saavedra. Las causas que se mencionan para interpelarlo son unas, pero el
fondo de la cuestión, no lo olvidemos, es el mismo de siempre: los intereses
económicos de quienes han hecho de la educación un negocio, y uno de pésima
calidad. Esos intereses que viven felices con un statu quo que les permite
lucrar impunemente.
Toda mi
solidaridad con el ministro y su equipo. La educación en este país es una
vergüenza. Contra lo que predican algunos libertarios trasnochados, no se va
a arreglar sola, necesita de un Estado eficiente y regulador. Construirlo es
un trabajo cuesta arriba tras décadas de olvido y requiere continuidad. Me
alegra que diversos actores estén movilizados para evitar una censura, ojalá
haya más y se pase la crisis. Pero les tengo una mala noticia: los ataques no
van a cesar y, eventualmente, pueden lograr su objetivo.
No van a cesar
porque no hay mayores costos para quienes los inician. Sabemos que provienen
del fujimorismo y el Apra. Sabemos también que ante las críticas sus voceros
retroceden. Pero vuelven a intentar, una y otra vez, y cada episodio es más
costoso. La guerra de desgaste distrae al equipo de la reforma y va minando a
la opinión pública favorable a los cambios. Si esta dinámica continúa, pronto
el ministro podrá caer sin costo político para sus sicarios.
Si una amplia
mayoría de la población apoya la reforma, ¿cómo es posible que hoy la
oposición pueda arrinconar al ministro? Pues porque se está jugando a la
defensiva, reaccionando frente a los ataques, no se está construyendo un
discurso político sobre el valor y norte de la reforma. Este gobierno, como
el anterior, no ha logrado empaquetar sus reformas para que la población las
apropie, las valore. Y eso no pasa por un ministro, pasa por el gobierno en
su conjunto.
Si el gobierno
quiere defender a su ministro debe pasar a la ofensiva. Debe hacer algo muy
distinto que apoyarlo cuando ya ha sido vapuleado. El presidente y sus
voceros políticos deben mostrarnos que sus reformas buscan construir
institucionalidad, resolver problemas públicos urgentes. Y que sus opositores
no tienen plan alternativo alguno. Resaltar que están atrapados en la defensa
de intereses puntuales, pequeñitos, egoístas. Que no es la locura de unos
congresistas, sino una forma de hacer política que anuncia cómo gobernarían
de llegar al poder. Resalten que Úrsula Letona habla por Keiko Fujimori y
Javier Velásquez Quesquén representa al Apra.
La población debe
sentir que tiene algo en juego. La Sunedu, por ejemplo, debe mostrar que
tiene dientes. ¿No hay evidencia suficiente para mandar cerrar algunas
universidades garaje que son una total estafa? Hasta que la población no vea
en qué la beneficia una reguladora, difícil que se comprometa con ella en
abstracto. O que sus opositores le tengan respeto.
Es decir, se debe
politizar la cancha. Porque si no se activa, informa y construye esa mayoría
de ciudadanos que apoya las reformas, probablemente continúe el lento
desinfle del gobierno. La reforma educativa es un caso más. Mañana tendrán
que hacerlo con otros temas, como la reforma policial o la del servicio
civil, en los que también hay opositores poderosos y partidos de oposición
harán de caja de resonancia. No es un tema de comunicación que se soluciona
con publicidad o comunicados: es un tema de acción, de voceros políticos
capaces de transmitir que ir contra las reformas es optar por un país
atrasado y corrupto.
Pareciera que en
el gobierno se cree que tomar la ofensiva en estos y otros temas podría
llevar a un enfrentamiento con el fujimorismo. Por ello, mejor no levantar
olas. Grave error. Pelearse con la mayoría del Congreso puede ser
contraproducente, especialmente si la guerra es como la que armaron el Apra y
el nacionalismo el periodo anterior. Pero si no se eligen batallas, si no se
traza una línea, nadie tendrá en claro las diferencias entre lo que uno
propone y lo que proponen los adversarios. O para qué se gobierna. Esa es la
esencia de la política, no reconocerlo es suicida.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/825161-la-ofensiva
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Los mercaderes de la educación
Raúl Tola
Dudo que queden
quienes crean los argumentos con los que el fujimorismo y el aprismo intentan
justificar la interpelación al ministro de Educación, Jaime Saavedra. Es
bastante obvio que no hay verdaderas intenciones de moralizar el sector, ni
importan los retrasos en los Panamericanos, ni los desaforados gritos de
Cecilia Chacón a Saavedra son gratuitos.
Las universidades
que nacieron a partir de 1998, al amparo del Decreto Legislativo Nº 882 (“Ley
de promoción de la inversión en la educación”) han terminado convirtiéndose
en empresas multimillonarias. Un estudio reciente revela que la familia
Acuña, propietaria de las universidades César Vallejo y Señor de Sipán, está
entre las veinte más ricas del Perú, por encima de los Wong. Para cautelar
sus intereses, estos centros de estudios no han dudado en invertir parte de
su cuantioso patrimonio, financiando campañas presidenciales y
parlamentarias. El día de ayer, La República informó que este poderoso lobby
incluye al menos a 16 congresistas.
Los ingresos de
estas universidades no guardan la menor relación con sus estándares de
calidad. Solo así se explica que entre sus propietarios y rectores haya
cantidad de plagiarios, analfabetos estructurales, sospechosos de lavar
activos o afortunados que ganan salarios de más de dos millones de soles.
Entre los
defensores de este modelo de negocio se encuentran algunos fanáticos de la
desregulación, cuyo argumento parece resumirse en la siguiente afirmación:
“Es preferible tener una mala educación que no tener ninguna educación”.
Ignoran el
esfuerzo de miles de padres, que invierten hasta lo que no tienen para que
sus hijos accedan a una educación superior, para tener oportunidades que para
ellos nunca existieron.
Los mercaderes de
la educación aunque cumplen con otorgar un título al final de las carreras,
lo hacen formando profesionales mediocres, que a la hora de ingresar al
mercado laboral descubrirán la triste verdad: ellos y sus padres fueron
estafados, y sus diplomas valen poco más que el cartón y la tinta.
¿A usted le
gustaría cruzar un puente levantado por un ingeniero mediocre? ¿Ser operado
por un médico chapucero? ¿Poner su libertad en las manos de un abogado que
ignora la ley? Malos profesionales hay en todas partes: lo que no puede
tolerarse es que el Estado los consagre y aliente, permitiendo que en el
nombre de la libre empresa pueda llamarse “universidad” a un kiosco con un
letrero.
La Ley
Universitaria de julio de 2014 fue un primer esfuerzo por corregir esta
situación absurda y compleja. Ahí se establece una serie de exigencias,
pensadas para elevar la calidad universitaria, como obligar a que todos sus
profesores tengan una maestría, o que al menos un 25% esté en planilla. Si en
los dos años y medio que vienen no llegan a adecuarse a la ley, los
mercaderes de la educación pueden perder la licencia de estas minas de oro.
Por eso están tan preocupados.
La ley no es
perfecta, y muchas de las objeciones que enfrenta deben ser debatidas y
corregidas. Pero estamos ante un ataque matonesco e interesado, que no se
puede aceptar.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/825239-los-mercaderes-de-la-educacion
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El pretexto perfecto II
Alejandra Dinegro Martínez
Con fecha 9 de
octubre, en este mismo Diario, escribí la columna “El pretexto perfecto”, en
el cual señalo que el verdadero motivo para intentar censurar al ministro de
Educación, Jaime Saavedra, no es el tema de la organización de los Juegos
Panamericanos del 2019, sino su posición firme para implementar la Ley
Universitaria.
Hoy, nuevamente la
estrategia de censurarlo a toda costa, vuelve a estar presente en las tareas
primordiales a llevar a cabo, por parte de la bancada fujimorista. Esta vez
los flancos de ataque son otros, a través de escandaletes que esta misma
bancada promueve.
A raíz de un
informe periodístico (presentado el domingo 20 de noviembre) la Fiscalía de
Lavado de Activos investiga, tras una alerta de la Unidad de Inteligencia
Financiera, las presuntas irregularidades en la compra de computadoras hecha
por el Ministerio de Educación por un total de S/146’397.709.
Dos días después,
el ministro tuvo la iniciativa de solicitar una audiencia al Congreso para
poder explicar dicha denuncia. Sin ánimo de escuchar, el fujimorismo acordó
ese mismo día, horas más tarde, presentar una moción de censura contra su
persona. Hasta aquí, al parecer, su suerte estaría echada.
Dicha moción de
censura va acompañada de un pliego de 18 preguntas, para que el ministro
responda.Tan solo 4 preguntas van dedicadas al tema de la presunta compra
irregular de las computadoras, el resto aún busca respuestas sobre los Juegos
Panamericanos.
Entonces, no hay
que ser ingenuos. Aquí el tema no es el tema de las computadoras, de si las
compraron bien o las compraron mal, acá lo que hay es un ataque sistemático
contra la Ley Universitaria y su implementación, ahí donde la corrupción
campea sin ninguna regulación. Este ataque sistemático apunta a otros
espacios para tratar de romper, como se dice, el hilo por el lado más débil.
Aquí hay intereses
personificados que quieren cambiar la ley y regresar al modelo de la Asamblea
Nacional de Rectores, donde algunas universidades generan falsas expectativas
engañando a los estudiantes y robándoles el dinero a cambio de una mala
calidad educativa, casi inservible.
Existen 142
universidades públicas y privadas, de las que solo 76 cuentan con
autorización definitiva y un rector en funciones (institucionalizadas). El
resto, 66 (no institucionalizadas), están presididas por una comisión
organizadora y poseen una autorización provisional.
La Sunedu detectó
esta situación en enero del 2015 cuando inició sus funciones y apunta a
garantizar el cumplimiento de los estándares básicos, como infraestructura y
plana docente. Asimismo, más del 80% de la población universitaria, está de
acuerdo con la Ley Universitaria. Cifra nada despreciable para quienes en
aras de luchar contra corrupción, buscan defender sus intereses privados.
http://diariouno.pe/columna/el-pretexto-perfecto-ii/
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La ilusión como consumo
Alexander Huerta-Mercado
Aproximadamente
trescientos cincuenta años antes de Cristo, el maestro taoísta Zhuangzi ubicó
en el segundo capítulo de su manuscrito, titulado “La igualdad de las cosas”,
uno de los relatos cortos más celebres de la historia:
“Chuang-Tzu soñó
que era una mariposa, que revoloteaba alegremente. Cuando despertó, no sabía
si había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba que
era Chuang-Tzu”.
El mundo de los
sueños ha sido para la humanidad uno de los primeros espacios para separar
umbrales de diferentes tipos de realidad. El espacio onírico ha sido para
distintas culturas un espacio intercambiable con el mundo de los despiertos,
un espacio de predicción o un espacio de símbolos proclives a ser analizados.
Cuatrocientos años
después de Zhuangzi, Augusto Monterroso presentaba la improbable continuidad
entre sueño y mundo real en una de las ficciones (importante aquí enfatizar
que es una ficción) más cortas jamás escritas, titulada “El dinosaurio”: “Y
cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
El arte lo explica
mejor que la antropología: toda sociedad define sus propios conceptos de
realidad. Por ejemplo, en Occidente la realidad está estrictamente limitada a
lo que percibimos en estado de vigilia, lo que podemos medir, comprobar y
conocer por sus principios y sus causas.
Esta limitada
definición de ‘lo real’ nos ha privado de la magia, de los duendes, las hadas
y las sirenas. Muchas sociedades tienen conceptos más amplios de realidad y
conciben como tal no solo lo que los individuos perciben en vigilia, sino
también en sueños, en premoniciones y en estados alternos de consciencia.
Así, conviven en nuestro mundo sociedades con mayores posibilidades de
explicar cosas que de otra manera serían inexplicables.
Esta obsesión
científica de descartar lo no medible del plano de lo real también ha
relegado actividades de la mente que son percibidas como “poco prácticas”. En
Occidente, la ilusión sin objetivo es percibida como limitante y procurarnos
encaminar nuestro pensamiento a esa fijación con la “productividad” que tiene
el mundo moderno.
Sin embargo, creo
que la ilusión, tan temida como improductiva por nuestra sociedad, ha pasado
a ser un bien de consumo que circula de manera masiva en nuestra vida.
Quisiera ver tres ejemplos que me parecen importantes para entender el rol de
la ilusión en el mundo moderno. Uno es en la comunidad que formamos en
Internet, el otro en el consumo y el tercero es la manera como hemos
aprendido a relacionarnos con los demás.
Arjun Appadurai
sostiene que con la irrupción de las tecnologías de comunicación se han
generado comunidades de consumo y emoción donde la verdad es construida de
acuerdo con las proyecciones de cada grupo. Así, con nuestro consumo de
imágenes –ya sea a través de la televisión, del Facebook o de periódicos–
tenemos una construcción de nuestra propia realidad que curiosamente se
vuelve ilusoria. Los mensajes, las fotos, los videos y las imágenes que
circulan en nuestras pantallas cual fotos y notas compartidas de nuestro
álbum personal hacen que formemos una comunidad más imaginada que real. De
ahí que, por ejemplo, en el fuero ciberespacial de muchos de nosotros era
absurdo que se diera el ‘brexit’ en el Reino Unido, el No en Colombia y la
victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Nuestro entorno en las redes
había construido con nosotros una burbuja de realidad que no coincidía con
los votantes.
El segundo aspecto
es el de la ilusión como bien de consumo. Es decir, la publicidad nos vende
una forma de vida y no un producto y, como lo afirma Zygmunt Bauman, “todas
las ideas de felicidad acaban en una tienda”. Esto lo vemos claramente en la
publicidad que vende no productos sino formas de vida y felicidad con
apariencia europea.
En un reciente
libro del Instituto de Estudios Peruanos titulado “Solo zapatillas de marca”,
Francesca Uccelli y Mariel García Llorens hacen un estudio del consumo de
jóvenes peruanos y encuentran que el consumo de ropa de marca y dispositivos
electrónicos genera una suerte de ilusión estructurada de pertenecer a una
cultura juvenil global y a una clase media local. Así, las autoras encuentran
en este novedoso estudio de las subjetividades cómo en nuestra ciudad la
ilusión de la distinción, el estatus e incluso la inclusión se construyen en
un universo de consumo y exhibición social.
El tercer aspecto
está relacionado a la idea que tenemos de nosotros mismos. Una de las máximas
consecuencias de la Revolución Francesa fue el nacimiento del individuo tal
como lo conocemos. Al dejar de estar predestinados por nuestra posición
social al nacer, somos hijos de una revolución que nos dio la ilusión de
libertad y de ser actores centrales en la vida.
La ilusión de ser
un actor central en torno al cual gira el público o los demás actores genera
un gran temor al “qué dirán” o a suponer que un profesor nos odia y quiere
desaprobarnos, o que los demás están pensando permanentemente en algo que
hicimos y que consideramos ridículo. Sin embargo, esta ilusión de ser el
“centro de la vida de las otras personas” también es compartida y en el fondo
todos estamos esperando la aprobación de los otros o temiendo la censura de
los demás.
Siento que la
ilusión en la vida moderna y en los tres aspectos que he mencionado está
íntimamente relacionada a nuestro miedo a no ser aceptados o queridos en una
sociedad que fomenta el individualismo y la autonomía. A su vez, sentimos
vergüenza o expectativa frente a los demás buscando aprobación adjudicando
que nos prestan una atención que, debemos reconocer, es una ilusión.
Me gusta la
ilusión pero la mayoría de las veces me pierdo en ella. Sin embargo, como
occidental sé que está ahí para guiar las acciones y no para reemplazarlas.
Es como la constelación de la Cruz del Sur que ha servido durante miles de
años de guía a los que se aventuraban a caminar de noche en el campo.
Termino nuevamente
con un fragmento literario, convencido de que el arte siempre explica mejor
las cosas que cualquier otra disciplina. Calderón de la Barca en 1635
articula una serie de perspectivas que asociaban a la vida como una suerte de
sueño permanente a partir del magistral monólogo de Segismundo que termina
así:
¿Qué es la vida?
Un frenesí.
¿Qué es la vida?
Una ilusión,
una sombra, una
ficción,
y el mayor bien es
pequeño;
que toda la vida
es sueño,
y los sueños,
sueños son.
Hace ya muchas
lunas, cuando estudiante escolar, este texto me emocionó y me dirigí a mi
profesor de Literatura, Washington Bustamante, para desafiarlo con una
afirmación: “Supongamos que la vida es sueño… ¿Para qué estudiar tanto si al
final estamos soñando?”.
En esos momentos
mi profesor estaba pasando notas, cuando eso se hacía a mano, en listas
llenas de cuadraditos. Sereno, levantó la mirada y me dijo: “Para no
convertir ese sueño en pesadilla”. Bajó la mirada y siguió pasando notas,
sonreía.
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/ilusion-como-consumo-alexander-huerta-mercado-noticia-1949222
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