Trump y
la Caperucita Roja
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Juan de
la Puente
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El triunfo de
Donald Trump ha provocado más confusiones en las filas democráticas que en la
extrema derecha de A. Latina, que ha recibido al ganador como lo que siempre
fue, uno de los suyos. En el liberalismo y en la izquierda se intentan buscar
razones para el triunfo de Trump, obviando a Trump. De pronto, son menos
responsables él y sus votantes –esa idea de adular a los electores que
Alemania reparó solo 50 años después de la caída del nazismo– y más los
migrantes que se orinan en las calles de EEUU, su elite política y el
gobierno de Obama, reconocido una semana por encima del promedio.
La discusión se
parece situar entre las ideas de Trump y el Gobierno de Trump. Una decena de
artículos publicados estos días en tono de ruego pronostican que el candidato
ultra abandonará de pronto su discurso violento y excluyente contra la otra
mitad de su país y contra A. Latina, y se convertirá a la democracia. No
niego esa posibilidad, pero no puede hacerse un borrón del impacto que tendrá
en la región su victoria. Esos efectos están en camino.
El primero. Más
allá de las ideologías, su victoria legitima un movimiento populista y
antiglobalizador expuesto claramente en un tono regresivo. Mientras
Caperucita Roja le pregunta al Lobo Feroz porque tiene las manos tan grandes,
olvida que Trump ha negado los principales hechos de la globalización: el
primero, el cambio climático; el segundo, la universalización de TODOS los
derechos y libertades; el tercero, la migración; y el cuarto, la disolución
de las fronteras para el comercio internacional.
Segundo. Esto sí
en el territorio de las ideas, la acción política antinorteamericana recibe
un impulso decisivo aunque su programa será innovado con nuevas demandas,
contra el muro mexicano, la deportación u hostigamiento de migrantes latinos,
la extensión de la pena de muerte y la negación del cambio climático. Trump
es una ofrenda al progresismo de la región y un presente griego a los grupos
políticos de derecha a los que les iba tan bien luego de la caída de Dilma
Rousseff, la derrota del kirchnerismo y el desastre madurista.
Es conveniente
decir que este efecto será matizado; más que volcar a la región hacia un
nuevo antimperialismo, que será obviamente el más vigente desde la invasión a
Panamá en 1989, partirá A. Latina entre seguidores y detractores. Su discurso
lo estaban esperando millones de latinoamericanos. El populismo tiene varias
caras.
Esto nos lleva al
tercer efecto. El trumpismo no será rechazado por todos. Al contrario,
brotarán pequeños trumpistas en A. Latina. Son los otros indignados y no me
refiero a los partidarios de siempre de la extrema derecha sino al impacto
social de su discurso. En cada corazón de la derecha de la región hay un
pequeño Trump que se agita y que ahora puede salir del clóset, dividiendo
incluso las filas conservadoras. Preparémonos, porque aparecerán figuras
hilarantes y surrealistas, pero serán. Si el populismo de izquierda pudo
parir a Chávez, Maduro y Cristina Kirchner ¿por qué Trump no podrá alumbrar
personajes curiosos que ganen adeptos?
La ultraderecha
regional no había tenido una figura descollante desde los años 70 porque ni
Reagan asumió el discurso del tono de Trump. Su última bandera fue Pinochet.
La derecha peruana, por ejemplo, ya se ubica en modo Trump. Me quito el
sombrero por la audacia. Ahora resulta que es correcto el triunfo de un
outsider, antisistema y anti élite; claro que en las últimas elecciones
peruanas, ese mismo sector político demonizó a los candidatos outsider,
antisistema y contrarios a la élite.
En todos los
países del mundo, los políticos hacen campaña en verso y gobiernan en prosa y
no existe uno –incluso más en EEUU y aún más en EEUU– que cumpla sus promesas
por el esquema de pesos, contrapesos y vetos entre los poderes. Pero no se
puede desconocer en nombre de lo políticamente correcto que millones de
votantes en EEUU han creído y empoderado el mensaje de Trump.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820422-trump-y-la-caperucita-roja
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La
política del odio
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Gabriela
Wiener
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En una sola semana hemos asistido, tanto en
nuestro pueblo al sur de los Estados Unidos como en el mismísimo imperio, a
la confirmación de una manera de emerger o mantenerse en política avivando el
desprecio y el odio por el otro. Es tendencia mundial, me temo. El millonario
Trump se ha hecho con la jefatura del país más poderoso del mundo prometiendo
bloquear la entrada de musulmanes a EEUU, devolver a los refugiados sirios a
sus casas y construir un muro en la frontera con México para ahorrarle dinero
a América y así impedir que venga gente “que trae drogas, crimen, que son
violadores” y arrebatan empleos. Larga vida a la supremacía blanca.
El rechazo al
inmigrante, al distinto, al otro, ha sido también el trasfondo del drama de
Cantagallo. Nuestro Trump municipal no solo se tiró abajo el proyecto de Río
Verde que iba a acoger a la comunidad shipiba en la capital y a recuperar de
manera sostenible esa zona del centro de la ciudad, sino que vendió los
terrenos pensados para su reubicación para construir ese esperpento de bypass
y ahora ni siquiera se ha dignado a presentarse a la Comisión de Pueblos
Andinos, Amazónicos… del Congreso para explicar la situación tras el
incendio. Para Castañeda existen ciudadanos de segunda clase. A su alrededor,
un coro de papagayos como Butters niega la ciudadanía y el suelo a los
shipibos porque “han venido de otro lado”, porque no han nacido en Lima. Como
si no fuéramos una ciudad levantada íntegra por forasteros en busca de
ilusiones y una vida mejor.
Pero la humanidad
hoy no es una bandera, es más rentable remover oscuros miedos y
resentimientos porque te hacen ganar elecciones. Proyectos de exclusión como
los de Trump y Castañeda se siguen perpetuando en el poder porque reina como
nunca el “choleo” global, germen de fascismos y terrorismos.
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http://larepublica.pe/impresa/la-contra/820497-la-politica-del-odio
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¿Nadie
la vio?
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Luis
Davelouis
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Bueno, no exactamente nadie. Algunas pocas
voces se atrevieron a sugerir que, dados los resultados del Brexit y del
plebiscito en Colombia, Donald Trump podría —incluso en contra de las
estadísticas, la opinión de ultra respetables académicos y de las encuestas—
convertirse en presidente de EE.UU. Algunos de ellos fueron ridiculizados y
llamados tontos o ignorantes, incluyendo al director de documentales Michael
Moore, quien en julio dijo, en una entrevista, que Trump habría de ganar.
El martes en la
noche, el economista premio Nobel de Economía Paul Krugman escribió —entre
anonadado y triste— ante la inminencia del triunfo impensado de Trump que, en
realidad, no conocía a su país y que la idea que tenía de él estaba
equivocada. Y a la vista de los resultados mencionados en el párrafo
precedente, parece que, en realidad, nadie conoce nada.
Hasta el mismo
martes algunos seguían repitiendo con tranquilidad —alucinada, ahora lo
sabemos— que Hillary Clinton sería la que saldría victoriosa.
Además del endoso
abierto de todos los medios de comunicación importantes de EE.UU., tenía a su
favor las encuestas. Cierto, la diferencia no era enorme pero parecía
imposible de remontar.
¿Por qué se ha
vuelto tan difícil de predecir el comportamiento de las personas? Lo más
interesante es que fallaron en el pronóstico no solo las encuestas —que,
principalmente, solo recogen la opinión que las personas quieren dar, no lo
que realmente piensan— sino también los científicos sociales. Y una gran
cantidad de ellos. Y no, no hablo de Mario Vargas Llosa. Nadie pudo calcular
las dimensiones del descontento de los invisibles.
Hay algo que no
estamos (me incluyo) viendo. Y es grave. ¿Cómo es que en esta época tanta
gente capaz de empatía ha sido incapaz de percibir el descontento de tantos
durante tanto tiempo?
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http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-nadie-vio-2262032
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¿Billete
falso o verdadero?
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Santiago
Pedraglio
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Detrás –o por
delante– del triunfo de Trump hay quienes avizoran un apocalipsis
ultranacionalista de visos fascistas, además de un golpe crucial al
neoliberalismo desde la propia derecha, y quienes piensan que aquí no pasará
nada… o por lo menos casi nada.
Para los primeros,
Trump representa a una corriente de opinión muy potente como para que pueda
tirarse atrás tan fácilmente: una mezcla de opinión antimigrante de sectores
de norteamericanos con la rabia de parte de una clase media empobrecida por
la crisis financiera 2008-2009.
Los segundos, por
el contrario, sostienen que las instituciones de Estados Unidos (EE.UU.)
–Congreso, gobernadores, sectores de sociedad civil y, sobre todo, Wall
Street– domarán al díscolo presidente.
Algo así,
entonces, como que la opinión se divide entre los “ingenuos”, que creen que
los cambios de Trump son posibles en la principal potencia mundial, y los
“realistas”, convencidos de que existe un abismo de diferencia entre un
candidato y este mismo cuando ya es presidente.
Se podría, sin
embargo, hacer el esfuerzo de colocarse en una posición “moderada”, y
percibir una especie de “hoja de ruta” a la norteamericana.
Es posible
imaginar, por ejemplo, que si el famoso supermuro con México no llega a
concretarse, Trump presionará “solo” por cambios al TLC con México y Canadá
(Nafta). No obstante, incluso no es difícil imaginar el impacto de esta
decisión no solo para las relaciones bilaterales EE.UU.-México –en especial
para México– sino también para otros TLC en el mundo.
Aunque sea imposible
adivinar hoy –a tres días del triunfo del sui generis candidato republicano–
qué pasará en EE.UU., es posible comenzar también a calcular las
consecuencias geopolíticas para las relaciones Rusia-Unión Europea-EE.UU., si
Trump insiste en modificar sus relaciones con la OTAN.
De hecho, como
primer asunto, los europeos estarán obligados a “poner de la suya” para su
financiamiento. Igualmente, tendrá serias consecuencias que Trump insista en
que EE.UU. ya no será más la “policía mundial”.
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http://peru21.pe/opinion/santiago-pedraglio-trump-billete-falso-verdadero-2262034
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Entrumpados
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Ramón
Reig
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Las ideologías
colectivistas en el poder producen una dictadura de una minoría de mediocres
que se corrompen. Esto, más el empujón de EEUU y del Vaticano, derribó al
comunismo. El poder en manos individualistas origina el hombre como lobo para
el hombre que adora la codicia y le son indiferentes sus semejantes. Esto ha
sucedido con el neoliberalismo. Y si la izquierda trata de superar su
complejo de inferioridad por su fracaso aparece la tercera vía, el
relativismo, el posmodernismo y el pensamiento débil que confunde justicia
con caridad. Todo le ha fracasado a occidente. Y la victoria de Donald Trump
escenifica el rechazo del neoliberalismo y del pensamiento posmoderno.
La gente que ha
votado a favor de Trump y que lo hace y lo hará en Europa a favor de
posiciones de ultraderecha o ultraizquierda (pero esa ultraizquierda exigua
que se mantiene fiel a los principios comunistas) rechaza la salvajada
neoliberal (aunque encierre postulados interesantes a favor del sujeto que se
esfuerza, en coincidencia con el comunismo clásico) y rechaza la debilidad de
unas fuerzas políticas y sociales que no saben dónde ir. Más claro: muchos
europeos y norteamericanos no quieren inmigrantes en sus países, están
defendiendo su espacio. No es que no sientan la desgracia y los sufrimientos
de los migrantes, es que desean adecentar la casa antes de recibir visitas y
tal labor exige cuestionar a sus élites.
Las críticas a la
victoria de Trump dan la razón a sus votantes. Trump se ha pronunciado contra
la perversa globalización, contra el TTIP, contra la Otan, contra la
desprotección del desfavorecido, contra la concentración y manipulación
mediática, como hace la izquierda europea. Pero ha arremetido de forma indecente
contra mujeres, homosexuales e inmigrantes y eso le cuesta la silla
eléctrica.
Lo anterior quiere
decir que bastante gente apuesta por candidatos de ideas firmes y claras
aunque puedan ser descerebrados y carentes de perspectiva histórica. Los flacuchos
son rechazados. Sin embargo, eso no significa que los ganadores vayan a
llevar a la realidad lo que predican. Se está produciendo una lucha entre
privilegiados, a Clinton la apoyaban desde Murdoch hasta Bill Gates pasando
por la Time-Warner y la CNN y a Obama le puso casi todo su gobierno Citibank.
Ahora, Trump tendrá que lidiar con esos poderes, ¿se atreverá?, ¿se atreverán
los europeos? Esto es una guerra, el baile ha comenzado y a él se han auto
invitado los fundamentalistas islámicos que van a vengar como sea sus
derrotas.
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http://rebelion.org/noticia.php?id=219045
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Otro
mundo
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Mirko
Lauer
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Desde hace 48
horas estamos leyendo que ahora el mundo, comenzando por los EEUU, va a
cambiar de manera radical. Todavía nadie ha empezado a explicar cómo va a ser
el cambio, pero nadie espera una mejora. Más bien se teme una demolición de
aspectos positivos de un orden global que, paradójicamente, ha venido siendo
muy criticado.
Los analistas
coinciden en considerar la victoria de Donald Trump parte de un fenómeno que
viene redibujando la política de todo occidente. Fareed Zakaria en Foreign
Affairs, lo define así: convergencia de opiniones nuevas en política
económica, divergencia de opiniones culturales, más resistencias a un aumento
de la inmigración.
Así el surgimiento
de una nueva, masiva, manera de pensar sería el combustible de los avances de
liderazgos y electorados contestatarios del orden liberal. El ejemplo más
frecuente es el crecimiento de la extrema derecha europea, pero hay casos en
que también la izquierda participa en esa demolición.
Pero no son
movimientos anticapitalistas. El populismo (la palabra que se viene usando
para nombrarlos) según Slavoj Zizek es un dispositivo del propio sistema para
calmar una protesta que va en ascenso. En otras palabras, coletazos de las
grandes crisis económicas. Ernesto Laclau, parafraseado por Zizek, define
como piensa el populista:
“Para él el
problema nunca está en el sistema mismo, sino en el intruso que lo corrompió
(los manipuladores financieros, no los capitalistas en cuanto tales, etc.).
No es una falla fatal inscrita en la estructura misma, sino un elemento que
no está jugando adecuadamente su papel dentro de la propia estructura”.
Noam Chomsky lo
dice de otra manera: el populismo, en la derecha o en la izquierda, es un
mecanismo de control para enfrentar las crisis del capitalismo. Para
controlar el descontento, el populismo debe producir cambios. Incluso puede
llegar a producir guerras, como vimos en los años 30. Todo dependerá de la
gravedad de la crisis.
Cuando cayó el
muro de Berlín en 1989, tres años más tarde Immanuel Wallerstein escribió que
eso no era tanto el fin del imperio soviético, sino una crisis final de las
ideas liberales de la Revolución Francesa. Un cuarto de siglo más tarde su
vaticinio avanza a toda velocidad. Para quienes tememos lo que se viene, ese
es un cambio más que suficiente.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820417-otro-mundo
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Keiko no
asimila la derrota
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César
Lévano
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Keiko Fujimori no
puede ocultar su decepción por la derrota que sufrió en las elecciones
presidenciales. Durante cien días se refugió en el silencio. El hecho de que
en ese lapso haya callado revela varias cosas. En primer lugar, la vergüenza,
que le impidió reconocer la victoria de su contendor.
Algo más grave se
escondió tras la cortina del silencio. En todas partes, el jefe de un partido
derrotado lo primero que hace al conocer el voto adverso es renunciar a su
cargo. Ocurre en Argentina o en el Reino Unido. Es una demostración de que se
acata la voluntad del pueblo y de que se reconoce que su conducción no ha
sido acertada. Es, además, un homenaje a la democracia.
En su discurso del
miércoles al inaugurar su nuevo local partidario, la excandidata expresó:
“Por supuesto que reconocemos los resultados. Todos sabemos cuáles son. Desde
acá decimos: seguimos avanzando”. Debió ser sincera, y decir: “seguimos
retrocediendo”, si se hubiera remitido a las encuestas que revelan que su
partido está perdiendo simpatías.
La postura de
reconocer el voto ciudadano a los cien días de instalado el nuevo gobierno
equivale a lo que en la fabla popular se conoce como “resuello de buzo”.
En esos cien días
de mutismo han ocurrido hechos graves, como la alianza aprofujimorista para
elegir al detestado trío de directores del BCR, los escándalos de corrupción en
el sector Salud, el proyecto de anular la Ley Universitaria con el pretexto
de respetar la autonomía de las universidades (para que algunos rectores
ganen millón y medio de soles mensuales), los conflictos sociales que
culminan en muertes.
Sobre nada de eso
se ha pronunciado la jefa del partido más votado del país. Esto puede ser una
señal de que en realidad Fuerza Popular no es un partido.
En su cierre de
silencio, la señora Fujimori se refirió a la protesta contra el nombramiento
del trío del BCR, trío que no reúne las condiciones de ética, de experiencia
y de independencia. La lideresa no defendió a sus protegidos con razones, no
esgrimió la verdad sino el escamoteo. Por eso pudo decir: “Con sus marchas en
las calles, de mentiras, de desprestigio, no nos van a detener.” La señora no
explicó quién se refugia en la mentira.
Afirmó doña Keiko
que no está deprimida, porque solo se deprimen los perdedores. ¿Y ella qué
es? ¿Ganadora?
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http://diariouno.pe/columna/keiko-no-asimila-la-derrota/
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Balconazo
de Keiko
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Augusto
Álvarez Rodrich
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Aunque se pueda discrepar del contenido de
la declaración de anteanoche de Keiko Fujimori, es positivo que haya roto su
silencio de 158 días desde que perdió la elección presidencial.
Tener comunicación
con sus seguidores pero, principalmente, con el país constituye un deber de
todo político, especialmente de alguien como Keiko Fujimori que liderará la
oposición al gobierno durante el lustro político que culmina en el año del
bicentenario de la independencia.
Esto no quiere
decir, sin embargo, que un líder de oposición deba estar todo el día ante las
cámaras de los noticieros. En parte, para dejar espacios de actuación al
grupo que llegó al gobierno, como lo señaló la propia Fujimori en su
discurso: “Un prudente silencio para contribuir con la paz política que
necesita el país”. Pero, en parte, también, para no desgastarse
políticamente.
Fujimori dio un
breve discurso en la inauguración del local central de su partido, en el
Paseo Colón, acompañada de congresistas, dirigentes de Fuerza Popular y Elmer
Cuba, quien fue convocado en la segunda vuelta para organizar el plan de
gobierno.
Más allá de lo
positivo de su reaparición, está el contenido de su declaración, el cual
estuvo dirigido a constituirse como una clara opositora del gobierno del
presidente Pedro Pablo Kuczynski.
“Han pasado cien
días y la inseguridad sigue siendo la dueña de las calles. Desde el interior
del Perú preguntan dónde está el presidente”, dijo Fujimori desde un balcón
del local, y luego pasó a enrostrar las denuncias de corrupción del ahora ex
asesor presidencial Carlos Moreno.
Es probable que el
tono duramente crítico de Keiko Fujimori con el gobierno sea parte del
esquema de tratar de marcar distancia como fuerza opositora, lo cual
necesita, sin embargo, incorporar, también, el componente de aporte.
Si el fujimorismo
solo se queda con la imagen agresiva, puede perder la oportunidad de
mostrarse como una fuerza con capacidad de contribuir, con su crítica, a un
mejor gobierno.
Finalmente, dos
apuntes por lamentar. El primero, el desliz de Keiko Fujimori de asociar la
enfermedad de la depresión con los cobardes y perdedores, lo cual ignora la
realidad. Haría bien en corregirlo ofreciendo una disculpa. El segundo, los
tuits de José Chlimper dirigidos al presidente de RPP para que ordene a los
periodistas de esa radio a que transmitan el discurso de Keiko Fujimori;
habla mal de esos políticos que, en vez de hablar con los periodistas,
prefieren hablar con los patrones.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820423-balconazo-de-keiko
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El
futuro de Agrobanco
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Iván
Alonso
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El gobierno está inyectando en estos días
150 millones de soles al capital del Banco Agropecuario, más conocido como
Agrobanco. Ésta es solamente la primera parte de los 500 millones que ha
prometido inyectarle para aumentar la oferta de financiamiento para los micro
y pequeños productores agrarios, ganaderos y acuícolas, con el objetivo
ulterior de promover el desarrollo rural. Todo eso está muy bien en el papel,
pero ¿qué justificación puede haber para darle más recursos, que salen de los
bolsillos de todos los peruanos, a una entidad que no ha demostrado hacer
buen uso de ellos?
Veamos, para
comenzar, sus resultados financieros, que son públicos y se encuentran en la
página web de la Superintendencia de Banca y Seguros. En el año 2015
Agrobanco tuvo una rentabilidad patrimonial de 6%. Esto sale de dividir las
utilidades antes de impuestos entre el patrimonio neto (que es básicamente el
capital del banco). Es como si el estado, que es el dueño, sembrara 100 para
cosechar 6. En los primeros nueve meses de este año la rentabilidad
patrimonial anualizada se ha reducido a menos de 3%. En la banca comercial es
18%, en promedio.
Y no es que cobre
poco por los préstamos que hace. Excluyendo a los bancos que se enfocan en el
crédito de consumo, la banca comercial está cobrando una tasa promedio de 11%
–dividiendo los intereses recibidos entre los créditos totales–, por debajo
del 15% de Agrobanco. Lo que pasa es que a este último los fondos le cuestan
el doble; y los gastos administrativos se llevan arriba del 80% de su margen
operacional, mucho más que en la banca comercial.
Otra cosa que
llama la atención es la cantidad de fondos disponibles que mantiene
Agrobanco: 562 millones de soles al 30 de setiembre, que están prácticamente
estacionados en otros bancos. Uno se pregunta para qué necesitará más
capital. Ciertamente, los bancos deben mantener una reserva de fondos
disponibles para hacer frente a los retiros del público, que pueden arreciar
súbitamente y comprometer su liquidez. Pero ése no es el caso de Agrobanco,
que no tiene ni un triste y mísero sol de depósitos del público (no obstante
declarar la promoción del ahorro rural como parte de su “misión” en esta
vida). Ahora entendemos por qué los fondos le cuestan el doble que al resto
de los bancos.
Un banco que no
toma depósitos no es propiamente un banco. Se parece más a un fondo de
inversión que se presta plata de otras instituciones financieras del país o
del extranjero para prestársela, a su vez, a sus clientes. En esa labor de
intermediación obtiene un margen. Pero es imposible, sin el fondeo barato que
proviene de los depósitos del público, que alcance el nivel de rentabilidad
que normalmente se espera de un fondo de inversión, a menos que cobre
intereses a tasas mucho más altas de las que cobra hoy.
El gobierno no
debería poner 150 millones de soles (ni, mucho menos, 500 millones) en un
negocio que apenas le rinde 3% de utilidades al año. Es un desperdicio de
recursos. Esa misma cantidad, invirtiéndola en un buen proyecto de
infraestructura, podría rendir cinco o diez veces más en beneficios para la
sociedad.
Algo tendría que
cambiar radicalmente en la administración de Agrobanco para hacerlo más
eficiente y más rentable. Pero es poco probable que eso ocurra mientras esté
en manos del estado. Lo mejor sería privatizarlo.
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http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/futuro-agrobanco-ivan-alonso-noticia-1945643
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