viernes, 11 de noviembre de 2016

OPINIONES 11/11/2016


Trump y la Caperucita Roja

Juan de la Puente


El triunfo de Donald Trump ha provocado más confusiones en las filas democráticas que en la extrema derecha de A. Latina, que ha recibido al ganador como lo que siempre fue, uno de los suyos. En el liberalismo y en la izquierda se intentan buscar razones para el triunfo de Trump, obviando a Trump. De pronto, son menos responsables él y sus votantes –esa idea de adular a los electores que Alemania reparó solo 50 años después de la caída del nazismo– y más los migrantes que se orinan en las calles de EEUU, su elite política y el gobierno de Obama, reconocido una semana por encima del promedio.

La discusión se parece situar entre las ideas de Trump y el Gobierno de Trump. Una decena de artículos publicados estos días en tono de ruego pronostican que el candidato ultra abandonará de pronto su discurso violento y excluyente contra la otra mitad de su país y contra A. Latina, y se convertirá a la democracia. No niego esa posibilidad, pero no puede hacerse un borrón del impacto que tendrá en la región su victoria. Esos efectos están en camino.

El primero. Más allá de las ideologías, su victoria legitima un movimiento populista y antiglobalizador expuesto claramente en un tono regresivo. Mientras Caperucita Roja le pregunta al Lobo Feroz porque tiene las manos tan grandes, olvida que Trump ha negado los principales hechos de la globalización: el primero, el cambio climático; el segundo, la universalización de TODOS los derechos y libertades; el tercero, la migración; y el cuarto, la disolución de las fronteras para el comercio internacional.

Segundo. Esto sí en el territorio de las ideas, la acción política antinorteamericana recibe un impulso decisivo aunque su programa será innovado con nuevas demandas, contra el muro mexicano, la deportación u hostigamiento de migrantes latinos, la extensión de la pena de muerte y la negación del cambio climático. Trump es una ofrenda al progresismo de la región y un presente griego a los grupos políticos de derecha a los que les iba tan bien luego de la caída de Dilma Rousseff, la derrota del kirchnerismo y el desastre madurista.

Es conveniente decir que este efecto será matizado; más que volcar a la región hacia un nuevo antimperialismo, que será obviamente el más vigente desde la invasión a Panamá en 1989, partirá A. Latina entre seguidores y detractores. Su discurso lo estaban esperando millones de latinoamericanos. El populismo tiene varias caras.

Esto nos lleva al tercer efecto. El trumpismo no será rechazado por todos. Al contrario, brotarán pequeños trumpistas en A. Latina. Son los otros indignados y no me refiero a los partidarios de siempre de la extrema derecha sino al impacto social de su discurso. En cada corazón de la derecha de la región hay un pequeño Trump que se agita y que ahora puede salir del clóset, dividiendo incluso las filas conservadoras. Preparémonos, porque aparecerán figuras hilarantes y surrealistas, pero serán. Si el populismo de izquierda pudo parir a Chávez, Maduro y Cristina Kirchner ¿por qué Trump no podrá alumbrar personajes curiosos que ganen adeptos?

La ultraderecha regional no había tenido una figura descollante desde los años 70 porque ni Reagan asumió el discurso del tono de Trump. Su última bandera fue Pinochet. La derecha peruana, por ejemplo, ya se ubica en modo Trump. Me quito el sombrero por la audacia. Ahora resulta que es correcto el triunfo de un outsider, antisistema y anti élite; claro que en las últimas elecciones peruanas, ese mismo sector político demonizó a los candidatos outsider, antisistema y contrarios a la élite.

En todos los países del mundo, los políticos hacen campaña en verso y gobiernan en prosa y no existe uno –incluso más en EEUU y aún más en EEUU– que cumpla sus promesas por el esquema de pesos, contrapesos y vetos entre los poderes. Pero no se puede desconocer en nombre de lo políticamente correcto que millones de votantes en EEUU han creído y empoderado el mensaje de Trump.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/820422-trump-y-la-caperucita-roja


La política del odio

Gabriela Wiener

 En una sola semana hemos asistido, tanto en nuestro pueblo al sur de los Estados Unidos como en el mismísimo imperio, a la confirmación de una manera de emerger o mantenerse en política avivando el desprecio y el odio por el otro. Es tendencia mundial, me temo. El millonario Trump se ha hecho con la jefatura del país más poderoso del mundo prometiendo bloquear la entrada de musulmanes a EEUU, devolver a los refugiados sirios a sus casas y construir un muro en la frontera con México para ahorrarle dinero a América y así impedir que venga gente “que trae drogas, crimen, que son violadores” y arrebatan empleos. Larga vida a la supremacía blanca.

El rechazo al inmigrante, al distinto, al otro, ha sido también el trasfondo del drama de Cantagallo. Nuestro Trump municipal no solo se tiró abajo el proyecto de Río Verde que iba a acoger a la comunidad shipiba en la capital y a recuperar de manera sostenible esa zona del centro de la ciudad, sino que vendió los terrenos pensados para su reubicación para construir ese esperpento de bypass y ahora ni siquiera se ha dignado a presentarse a la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos… del Congreso para explicar la situación tras el incendio. Para Castañeda existen ciudadanos de segunda clase. A su alrededor, un coro de papagayos como Butters niega la ciudadanía y el suelo a los shipibos porque “han venido de otro lado”, porque no han nacido en Lima. Como si no fuéramos una ciudad levantada íntegra por forasteros en busca de ilusiones y una vida mejor.

Pero la humanidad hoy no es una bandera, es más rentable remover oscuros miedos y resentimientos porque te hacen ganar elecciones. Proyectos de exclusión como los de Trump y Castañeda se siguen perpetuando en el poder porque reina como nunca el “choleo” global, germen de fascismos y terrorismos.



http://larepublica.pe/impresa/la-contra/820497-la-politica-del-odio


¿Nadie la vio?

Luis Davelouis

 Bueno, no exactamente nadie. Algunas pocas voces se atrevieron a sugerir que, dados los resultados del Brexit y del plebiscito en Colombia, Donald Trump podría —incluso en contra de las estadísticas, la opinión de ultra respetables académicos y de las encuestas— convertirse en presidente de EE.UU. Algunos de ellos fueron ridiculizados y llamados tontos o ignorantes, incluyendo al director de documentales Michael Moore, quien en julio dijo, en una entrevista, que Trump habría de ganar.

El martes en la noche, el economista premio Nobel de Economía Paul Krugman escribió —entre anonadado y triste— ante la inminencia del triunfo impensado de Trump que, en realidad, no conocía a su país y que la idea que tenía de él estaba equivocada. Y a la vista de los resultados mencionados en el párrafo precedente, parece que, en realidad, nadie conoce nada.

Hasta el mismo martes algunos seguían repitiendo con tranquilidad —alucinada, ahora lo sabemos— que Hillary Clinton sería la que saldría victoriosa.
Además del endoso abierto de todos los medios de comunicación importantes de EE.UU., tenía a su favor las encuestas. Cierto, la diferencia no era enorme pero parecía imposible de remontar.

¿Por qué se ha vuelto tan difícil de predecir el comportamiento de las personas? Lo más interesante es que fallaron en el pronóstico no solo las encuestas —que, principalmente, solo recogen la opinión que las personas quieren dar, no lo que realmente piensan— sino también los científicos sociales. Y una gran cantidad de ellos. Y no, no hablo de Mario Vargas Llosa. Nadie pudo calcular las dimensiones del descontento de los invisibles.

Hay algo que no estamos (me incluyo) viendo. Y es grave. ¿Cómo es que en esta época tanta gente capaz de empatía ha sido incapaz de percibir el descontento de tantos durante tanto tiempo?



http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-nadie-vio-2262032


¿Billete falso o verdadero?

Santiago Pedraglio



Detrás –o por delante– del triunfo de Trump hay quienes avizoran un apocalipsis ultranacionalista de visos fascistas, además de un golpe crucial al neoliberalismo desde la propia derecha, y quienes piensan que aquí no pasará nada… o por lo menos casi nada.

Para los primeros, Trump representa a una corriente de opinión muy potente como para que pueda tirarse atrás tan fácilmente: una mezcla de opinión antimigrante de sectores de norteamericanos con la rabia de parte de una clase media empobrecida por la crisis financiera 2008-2009.

Los segundos, por el contrario, sostienen que las instituciones de Estados Unidos (EE.UU.) –Congreso, gobernadores, sectores de sociedad civil y, sobre todo, Wall Street– domarán al díscolo presidente.

Algo así, entonces, como que la opinión se divide entre los “ingenuos”, que creen que los cambios de Trump son posibles en la principal potencia mundial, y los “realistas”, convencidos de que existe un abismo de diferencia entre un candidato y este mismo cuando ya es presidente.

Se podría, sin embargo, hacer el esfuerzo de colocarse en una posición “moderada”, y percibir una especie de “hoja de ruta” a la norteamericana.

Es posible imaginar, por ejemplo, que si el famoso supermuro con México no llega a concretarse, Trump presionará “solo” por cambios al TLC con México y Canadá (Nafta). No obstante, incluso no es difícil imaginar el impacto de esta decisión no solo para las relaciones bilaterales EE.UU.-México –en especial para México– sino también para otros TLC en el mundo.

Aunque sea imposible adivinar hoy –a tres días del triunfo del sui generis candidato republicano– qué pasará en EE.UU., es posible comenzar también a calcular las consecuencias geopolíticas para las relaciones Rusia-Unión Europea-EE.UU., si Trump insiste en modificar sus relaciones con la OTAN.

De hecho, como primer asunto, los europeos estarán obligados a “poner de la suya” para su financiamiento. Igualmente, tendrá serias consecuencias que Trump insista en que EE.UU. ya no será más la “policía mundial”.




http://peru21.pe/opinion/santiago-pedraglio-trump-billete-falso-verdadero-2262034


Entrumpados

Ramón Reig

Las ideologías colectivistas en el poder producen una dictadura de una minoría de mediocres que se corrompen. Esto, más el empujón de EEUU y del Vaticano, derribó al comunismo. El poder en manos individualistas origina el hombre como lobo para el hombre que adora la codicia y le son indiferentes sus semejantes. Esto ha sucedido con el neoliberalismo. Y si la izquierda trata de superar su complejo de inferioridad por su fracaso aparece la tercera vía, el relativismo, el posmodernismo y el pensamiento débil que confunde justicia con caridad. Todo le ha fracasado a occidente. Y la victoria de Donald Trump escenifica el rechazo del neoliberalismo y del pensamiento posmoderno.
La gente que ha votado a favor de Trump y que lo hace y lo hará en Europa a favor de posiciones de ultraderecha o ultraizquierda (pero esa ultraizquierda exigua que se mantiene fiel a los principios comunistas) rechaza la salvajada neoliberal (aunque encierre postulados interesantes a favor del sujeto que se esfuerza, en coincidencia con el comunismo clásico) y rechaza la debilidad de unas fuerzas políticas y sociales que no saben dónde ir. Más claro: muchos europeos y norteamericanos no quieren inmigrantes en sus países, están defendiendo su espacio. No es que no sientan la desgracia y los sufrimientos de los migrantes, es que desean adecentar la casa antes de recibir visitas y tal labor exige cuestionar a sus élites.

Las críticas a la victoria de Trump dan la razón a sus votantes. Trump se ha pronunciado contra la perversa globalización, contra el TTIP, contra la Otan, contra la desprotección del desfavorecido, contra la concentración y manipulación mediática, como hace la izquierda europea. Pero ha arremetido de forma indecente contra mujeres, homosexuales e inmigrantes y eso le cuesta la silla eléctrica.

Lo anterior quiere decir que bastante gente apuesta por candidatos de ideas firmes y claras aunque puedan ser descerebrados y carentes de perspectiva histórica. Los flacuchos son rechazados. Sin embargo, eso no significa que los ganadores vayan a llevar a la realidad lo que predican. Se está produciendo una lucha entre privilegiados, a Clinton la apoyaban desde Murdoch hasta Bill Gates pasando por la Time-Warner y la CNN y a Obama le puso casi todo su gobierno Citibank. Ahora, Trump tendrá que lidiar con esos poderes, ¿se atreverá?, ¿se atreverán los europeos? Esto es una guerra, el baile ha comenzado y a él se han auto invitado los fundamentalistas islámicos que van a vengar como sea sus derrotas.

http://rebelion.org/noticia.php?id=219045



Otro mundo


Mirko Lauer

Desde hace 48 horas estamos leyendo que ahora el mundo, comenzando por los EEUU, va a cambiar de manera radical. Todavía nadie ha empezado a explicar cómo va a ser el cambio, pero nadie espera una mejora. Más bien se teme una demolición de aspectos positivos de un orden global que, paradójicamente, ha venido siendo muy criticado.

Los analistas coinciden en considerar la victoria de Donald Trump parte de un fenómeno que viene redibujando la política de todo occidente. Fareed Zakaria en Foreign Affairs, lo define así: convergencia de opiniones nuevas en política económica, divergencia de opiniones culturales, más resistencias a un aumento de la inmigración.

Así el surgimiento de una nueva, masiva, manera de pensar sería el combustible de los avances de liderazgos y electorados contestatarios del orden liberal. El ejemplo más frecuente es el crecimiento de la extrema derecha europea, pero hay casos en que también la izquierda participa en esa demolición.

Pero no son movimientos anticapitalistas. El populismo (la palabra que se viene usando para nombrarlos) según Slavoj Zizek es un dispositivo del propio sistema para calmar una protesta que va en ascenso. En otras palabras, coletazos de las grandes crisis económicas. Ernesto Laclau, parafraseado por Zizek, define como piensa el populista:

“Para él el problema nunca está en el sistema mismo, sino en el intruso que lo corrompió (los manipuladores financieros, no los capitalistas en cuanto tales, etc.). No es una falla fatal inscrita en la estructura misma, sino un elemento que no está jugando adecuadamente su papel dentro de la propia estructura”.

Noam Chomsky lo dice de otra manera: el populismo, en la derecha o en la izquierda, es un mecanismo de control para enfrentar las crisis del capitalismo. Para controlar el descontento, el populismo debe producir cambios. Incluso puede llegar a producir guerras, como vimos en los años 30. Todo dependerá de la gravedad de la crisis.

Cuando cayó el muro de Berlín en 1989, tres años más tarde Immanuel Wallerstein escribió que eso no era tanto el fin del imperio soviético, sino una crisis final de las ideas liberales de la Revolución Francesa. Un cuarto de siglo más tarde su vaticinio avanza a toda velocidad. Para quienes tememos lo que se viene, ese es un cambio más que suficiente.


 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820417-otro-mundo


Keiko no asimila la derrota

César Lévano

Keiko Fujimori no puede ocultar su decepción por la derrota que sufrió en las elecciones presidenciales. Durante cien días se refugió en el silencio. El hecho de que en ese lapso haya callado revela varias cosas. En primer lugar, la vergüenza, que le impidió reconocer la victoria de su contendor.

Algo más grave se escondió tras la cortina del silencio. En todas partes, el jefe de un partido derrotado lo primero que hace al conocer el voto adverso es renunciar a su cargo. Ocurre en Argentina o en el Reino Unido. Es una demostración de que se acata la voluntad del pueblo y de que se reconoce que su conducción no ha sido acertada. Es, además, un homenaje a la democracia.

En su discurso del miércoles al inaugurar su nuevo local partidario, la excandidata expresó: “Por supuesto que reconocemos los resultados. Todos sabemos cuáles son. Desde acá decimos: seguimos avanzando”. Debió ser sincera, y decir: “seguimos retrocediendo”, si se hubiera remitido a las encuestas que revelan que su partido está perdiendo simpatías.

La postura de reconocer el voto ciudadano a los cien días de instalado el nuevo gobierno equivale a lo que en la fabla popular se conoce como “resuello de buzo”.

En esos cien días de mutismo han ocurrido hechos graves, como la alianza aprofujimorista para elegir al detestado trío de directores del BCR, los escándalos de corrupción en el sector Salud, el proyecto de anular la Ley Universitaria con el pretexto de respetar la autonomía de las universidades (para que algunos rectores ganen millón y medio de soles mensuales), los conflictos sociales que culminan en muertes.

Sobre nada de eso se ha pronunciado la jefa del partido más votado del país. Esto puede ser una señal de que en realidad Fuerza Popular no es un partido.

En su cierre de silencio, la señora Fujimori se refirió a la protesta contra el nombramiento del trío del BCR, trío que no reúne las condiciones de ética, de experiencia y de independencia. La lideresa no defendió a sus protegidos con razones, no esgrimió la verdad sino el escamoteo. Por eso pudo decir: “Con sus marchas en las calles, de mentiras, de desprestigio, no nos van a detener.” La señora no explicó quién se refugia en la mentira.

Afirmó doña Keiko que no está deprimida, porque solo se deprimen los perdedores. ¿Y ella qué es? ¿Ganadora?

 http://diariouno.pe/columna/keiko-no-asimila-la-derrota/



Balconazo de Keiko

Augusto Álvarez Rodrich

 Aunque se pueda discrepar del contenido de la declaración de anteanoche de Keiko Fujimori, es positivo que haya roto su silencio de 158 días desde que perdió la elección presidencial.

Tener comunicación con sus seguidores pero, principalmente, con el país constituye un deber de todo político, especialmente de alguien como Keiko Fujimori que liderará la oposición al gobierno durante el lustro político que culmina en el año del bicentenario de la independencia.

Esto no quiere decir, sin embargo, que un líder de oposición deba estar todo el día ante las cámaras de los noticieros. En parte, para dejar espacios de actuación al grupo que llegó al gobierno, como lo señaló la propia Fujimori en su discurso: “Un prudente silencio para contribuir con la paz política que necesita el país”. Pero, en parte, también, para no desgastarse políticamente.

Fujimori dio un breve discurso en la inauguración del local central de su partido, en el Paseo Colón, acompañada de congresistas, dirigentes de Fuerza Popular y Elmer Cuba, quien fue convocado en la segunda vuelta para organizar el plan de gobierno.

Más allá de lo positivo de su reaparición, está el contenido de su declaración, el cual estuvo dirigido a constituirse como una clara opositora del gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski.

“Han pasado cien días y la inseguridad sigue siendo la dueña de las calles. Desde el interior del Perú preguntan dónde está el presidente”, dijo Fujimori desde un balcón del local, y luego pasó a enrostrar las denuncias de corrupción del ahora ex asesor presidencial Carlos Moreno.

Es probable que el tono duramente crítico de Keiko Fujimori con el gobierno sea parte del esquema de tratar de marcar distancia como fuerza opositora, lo cual necesita, sin embargo, incorporar, también, el componente de aporte.

Si el fujimorismo solo se queda con la imagen agresiva, puede perder la oportunidad de mostrarse como una fuerza con capacidad de contribuir, con su crítica, a un mejor gobierno.

Finalmente, dos apuntes por lamentar. El primero, el desliz de Keiko Fujimori de asociar la enfermedad de la depresión con los cobardes y perdedores, lo cual ignora la realidad. Haría bien en corregirlo ofreciendo una disculpa. El segundo, los tuits de José Chlimper dirigidos al presidente de RPP para que ordene a los periodistas de esa radio a que transmitan el discurso de Keiko Fujimori; habla mal de esos políticos que, en vez de hablar con los periodistas, prefieren hablar con los patrones.



 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820423-balconazo-de-keiko


El futuro de Agrobanco

Iván Alonso

 El gobierno está inyectando en estos días 150 millones de soles al capital del Banco Agropecuario, más conocido como Agrobanco. Ésta es solamente la primera parte de los 500 millones que ha prometido inyectarle para aumentar la oferta de financiamiento para los micro y pequeños productores agrarios, ganaderos y acuícolas, con el objetivo ulterior de promover el desarrollo rural. Todo eso está muy bien en el papel, pero ¿qué justificación puede haber para darle más recursos, que salen de los bolsillos de todos los peruanos, a una entidad que no ha demostrado hacer buen uso de ellos?

Veamos, para comenzar, sus resultados financieros, que son públicos y se encuentran en la página web de la Superintendencia de Banca y Seguros. En el año 2015 Agrobanco tuvo una rentabilidad patrimonial de 6%. Esto sale de dividir las utilidades antes de impuestos entre el patrimonio neto (que es básicamente el capital del banco). Es como si el estado, que es el dueño, sembrara 100 para cosechar 6. En los primeros nueve meses de este año la rentabilidad patrimonial anualizada se ha reducido a menos de 3%. En la banca comercial es 18%, en promedio.

Y no es que cobre poco por los préstamos que hace. Excluyendo a los bancos que se enfocan en el crédito de consumo, la banca comercial está cobrando una tasa promedio de 11% –dividiendo los intereses recibidos entre los créditos totales–, por debajo del 15% de Agrobanco. Lo que pasa es que a este último los fondos le cuestan el doble; y los gastos administrativos se llevan arriba del 80% de su margen operacional, mucho más que en la banca comercial.

Otra cosa que llama la atención es la cantidad de fondos disponibles que mantiene Agrobanco: 562 millones de soles al 30 de setiembre, que están prácticamente estacionados en otros bancos. Uno se pregunta para qué necesitará más capital. Ciertamente, los bancos deben mantener una reserva de fondos disponibles para hacer frente a los retiros del público, que pueden arreciar súbitamente y comprometer su liquidez. Pero ése no es el caso de Agrobanco, que no tiene ni un triste y mísero sol de depósitos del público (no obstante declarar la promoción del ahorro rural como parte de su “misión” en esta vida). Ahora entendemos por qué los fondos le cuestan el doble que al resto de los bancos.

Un banco que no toma depósitos no es propiamente un banco. Se parece más a un fondo de inversión que se presta plata de otras instituciones financieras del país o del extranjero para prestársela, a su vez, a sus clientes. En esa labor de intermediación obtiene un margen. Pero es imposible, sin el fondeo barato que proviene de los depósitos del público, que alcance el nivel de rentabilidad que normalmente se espera de un fondo de inversión, a menos que cobre intereses a tasas mucho más altas de las que cobra hoy.

El gobierno no debería poner 150 millones de soles (ni, mucho menos, 500 millones) en un negocio que apenas le rinde 3% de utilidades al año. Es un desperdicio de recursos. Esa misma cantidad, invirtiéndola en un buen proyecto de infraestructura, podría rendir cinco o diez veces más en beneficios para la sociedad.
Algo tendría que cambiar radicalmente en la administración de Agrobanco para hacerlo más eficiente y más rentable. Pero es poco probable que eso ocurra mientras esté en manos del estado. Lo mejor sería privatizarlo.




 http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/futuro-agrobanco-ivan-alonso-noticia-1945643


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