jueves, 10 de noviembre de 2016

OPINIONES 10/11/2016




Ganó el odio

Patricia del Río

 Tenemos libertad de expresión, pero no tenemos derecho a difundir discursos discriminatorios contra aquellos que no viven o piensan como nosotros. Incitar el racismo, la homofobia, la discriminación no es simplemente un error, es un atentado contra la sociedad que, a lo largo de la historia, ha sido el preámbulo de terribles atropellos. Al holocausto judío le precedió una retórica violenta que acusaba a los judíos de haberles robado Alemania a los alemanes, el Estado Islámico justifica su demencial lucha argumentando que Occidente es el culpable de todas las desgracias en el mundo, cada gay asesinado responde al azuzamiento de quienes sostienen que la homosexualidad es una desviación o enfermedad.

Las palabras, de las que todos debemos cuidarnos, no son inofensivas. Son armas tan letales como un misil y van minando el terreno para justificar acciones violentas. Ocurre todos los días en nuestras narices: gracias al ‘bullying’ verbal al que se somete al gordo de la clase, la pateadura posterior parece justificada, el andar difundiendo el prejuicio de que todo negro es ladrón avala su posterior prisión injusta, repetir mil veces que las mujeres son ricas y lindas alienta esa mano que se mete debajo de la falda en un bus. Los discursos dibujan realidades, los insultos perfilan percepciones, y cada frase discriminatoria se convierte en parte de un aparato opresivo que les hace a los discriminados la vida más difícil.

Y no, no es un tema de creencias ni de ideologías políticas. Ninguna religión puede avalar la bestialidad de sembrar odio, y ningún oportunismo político debe alentarlo. Por eso, el triunfo de Donald Trump nos ha dejado a muchos tan desconcertados. Porque, más allá de lo pésima candidata que haya sido Hillary Clinton, los estadounidenses le han dado mayoritariamente su voto a un hombre que odia a los latinos, que odia a los negros, que odia a los extranjeros, que odia a las mujeres y que se enorgullece profundamente de ello.

Dicen los que ven este fenómeno con simpatía que Trump rompe con lo políticamente correcto, que es el triunfo de la sinceridad sobre la hipocresía. No, señor. El discurso de Trump no es sincero, es violento. Sus posiciones no son políticamente honestas, son claramente discriminatorias. Su odio a los que no piensan como él es tan nefasto y tan letal como el que le escuchábamos a Chávez o tenemos que soportar de Maduro todas las semanas.

No nos equivoquemos: Estados Unidos no ha elegido a un candidato de derecha excéntrico. Ha elegido a un racista, homofóbico, misógino, y 59 millones de estadounidenses han avalado ese discurso de odio con su voto.
Y eso es grave. Vivimos un momento nefasto y el mundo asiste estupefacto a uno de los eventos más tristes de lo que va del siglo.

 http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/gano-odio-patricia-rio-noticia-1945436





El otro fin de ciclo

Atilio Borón

 En el último año hablar del “fin del ciclo progresista” se había convertido en una moda en América Latina. Uno de los supuestos de tan temeraria como infundada tesis, cuyos contenidos hemos discutido en otra parte, era la continuidad de las políticas de libre cambio y de globalización comercial impulsadas por Washington desde los tiempos de Bill Clinton y que sus cultores pensaban serían continuadas por su esposa Hillary para otorgar sustento a las tentativas de recomposición neoliberal en curso en Argentina y Brasil.[1]

Pero enfrentados al tsunami Donald Trump se miran desconcertados y muy pocos, tanto aquí como en Estados Unidos, logran comprender lo sucedido. Cayeron en las trampas de las encuestas que fracasaron en Inglaterra con el Brexit, en Colombia con el No, en España con Podemos y ahora en Estados Unidos al pronosticar unánimemente el triunfo de la candidata del partido Demócrata. También fueron víctimas del microclima que suele acompañar a ciertos políticos, y confundieron las opiniones prevalecientes entre los asesores y consejeros de campaña con el sentimiento y la opinión pública del conjunto de la población estadounidense, esa sin educación universitaria, con altas tasas de desempleo, económicamente arruinada y frustrada por el lento pero inexorable desvanecimiento del sueño americano, convertido en una interminable pesadilla. Por eso hablan de la “sorpresa” de ayer a la madrugada, pero como observara con astucia Omar Torrijos, en política no hay sorpresas sino sorprendidos. Veamos algunas de las razones por las que Trump se impuso en las elecciones.

Primero, porque Hillary Clinton hizo su campaña proclamando el orgullo que henchía su espíritu por haber colaborado con la Administración Barack Obama, sin detenerse un minuto a pensar que la gestión de su mentor fue un verdadero fiasco. Sus promesas del “Sí, nosotros podemos” fueron inclementemente sepultadas por las intrigas y presiones de lo que los más agudos observadores de la vida política estadounidense -esos que nunca llegan a los grandes medios de aquel país- denominan “el gobierno invisible” o el “estado profundo”. Las módicas tentativas reformistas de Obama en el plano doméstico naufragaron sistemáticamente, y no siempre por culpa de la mayoría republicana en el Congreso.

Su intención de cerrar la cárcel de Guantánamo se diluyó sin dejar mayores rastros y Obama, galardonado con un inmerecido Premio Nobel, careció de las agallas necesarias para defender su proyecto y se entregó sin luchar ante los halcones. Otro tanto ocurrió con el “Obamacare”, la malograda reforma del absurdo, por lo carísimo e ineficiente, sistema de salud de Estados Unidos, fuente de encendidas críticas sobre todo entre los votantes de la tercera edad pero no sólo entre ellos. No mejor suerte corrió la reforma financiera, luego del estallido de la crisis del 2008 que sumió a a la economía mundial en una onda recesiva que no da señales de menguar y que, pese a la hojarasca producida por la Casa Blanca y distintas comisiones del Congreso, mantuvo incólume la impunidad del capital financiero para hacer y deshacer a su antojo, con las consabidas consecuencias.

Mientras, los ingresos de la mayoría de la población económicamente activa registraban -no en términos nominales sino reales- un estancamiento casi medio siglo, las ganancias del uno por ciento más rico de la sociedad norteamericana crecieron astronómicamente.[2]

Tan es así que un autor como Zbigniew Brzezinski, tan poco afecto al empleo de las categorías del análisis marxista, venía hace un tiempo expresando su preocupación porque los fracasos de la política económica de Obama encendiese la hoguera de la lucha de clases en Estados Unidos. En realidad esta venía desplegándose con creciente fuerza desde comienzos de los noventas sin que él, y la gran mayoría de los “expertos”, se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo bajo sus narices. Sólo que la lucha de clases en el corazón del sistema imperialista no puede tener las mismas formas que ese enfrentamiento asume en la periferia. Es menos visible y ruidoso, pero no por ello inexistente. De ahí la tardía preocupación del aristócrata polaco-americano.

En materia de reforma migratoria Obama tiene el dudoso honor de haber sido el presidente que más migrantes indocumentados deportó, incluyendo un exorbitante número de niños que querían reunirse con sus familias. En resumen, Clinton se ufanaba de ser la heredera del legado de Obama, y aquél había sido un desastre.

Pero, segundo, la herencia de Obama no pudo ser peor en materia de política internacional. Se pasó ocho años guerreando en los cinco continentes, y sin cosechar ninguna victoria. Al contrario, la posición relativa de Estados Unidos en el tablero geopolítico mundial se debilitó significativamente a lo largo de estos años. Por eso fue un acierto propagandístico de Trump cuando utilizó para su campaña el slogan de “¡Hagamos que Estados Unidos sea grande otra vez!” Obama y la Clinton propiciaron golpes de estado en América Latina (en Honduras, Ecuador, Paraguay) y envió al Brasil a Liliana Ayalde, la embajadora que había urdido la conspiración que derribó a Fernando Lugo para hacer lo mismo contra Dilma.

Atacó a Venezuela con una estúpida orden presidencial declarando que el gobierno bolivariano constituía una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos.” Reanudó las relaciones diplomáticas con Cuba pero hizo poco y nada para acabar con el bloqueo. Orquestó el golpe contra Gadaffi inventando unos “combatientes por la libertad” que resultaron ser mercenarios del imperio.

Y Hillary merece la humillación de haber sido derrotada por Trump aunque nomás sea por su repugnante risotada cuando le susurraron al oído, mientras estaba en una audiencia, que Gadaffi había sido capturado y linchado. Toda su degradación moral quedó reflejada para la historia en esa carcajada. Luego de eso, Obama y su Secretaria de Estado repitieron la operación contra Basher al Assad y destruyeron Siria al paso que, como confesó la Clinton, “nos equivocamos al elegir a los amigos” –a quienes dieron cobertura diplomática y mediática, armas y grandes cantidades de dinero- y del huevo de la serpiente nació, finalmente, el tenebroso y criminal Estado Islámico. Obama declaró una guerra económica no sólo contra Venezuela sino también contra Rusia e Irán, aprovechándose del derrumbe del precio del petróleo originado en el robo de ese hidrocarburo por los jijadistas que ocupaban Siria e Irak.

Envió a Victoria Nuland, Secretaria de Estado Adjunta para Asuntos Euroasiáticos , a ofrecer apoyo logístico y militar a las bandas neonazis que querían acabar con el gobierno legítimo de Ucrania, y lo consiguieron al precio de colocar al mundo, como lo recuerda Francisco, al borde de una Tercera Guerra Mundial. Y para contener a China desplazó gran parte de su flota de mar al Asia Pacífico, obligó al gobierno de Japón a cambiar su constitución para permitir que sus tropas salieran del territorio nipón (con la evidente intención de amenazar a China) e instaló dos bases militares en Australia para, desde el Sur, cerrar el círculo sobre China. En resumen, una cadena interminable de tropelías y fracasos internacionales que provocaron indecibles sufrimientos a millones de personas.

Dicho lo anterior, no podía sorprender a nadie que Trump derrotara a la candidata de la continuidad oficial. Con la llegada de este a la Casa Blanca la globalización neoliberal y el libre comercio pierden su promotor mundial. El magnate neoyorquino se manifestó en contra del TTP, habló de poner fin al NAFTA (el acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá) y se declaró a favor de una política proteccionista que recupere para su país los empleos perdidos a manos de sus competidores asiáticos. Por otra parte, y en contraposición a la suicida beligerancia de Obama contra Rusia, propone hacer un acuerdo con este país para estabilizar la situación en Siria y el Medio Oriente porque es evidente que tanto Estados Unidos como la Unión Europea han sido incapaces de hacerlo. Hay, por lo tanto, un muy significativo cambio en el clima de opinión que campea en las alturas del imperio.

Los gobiernos de Argentina y Brasil, que se ilusionaban pensando que el futuro de estos países pasaría por “insertarse en el mundo” vía libre comercio (TTP, Alianza del Pacífico, Acuerdo Unión Europea-Mercosur) más les vale vayan aggiornando su discurso y comenzar a leer a Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos, y padre fundador del proteccionismo económico.

Sí, se acabó un ciclo: el del neoliberalismo, cuya malignidad convirtió a la Unión Europea en una potencia de segundo orden e hizo que Estados Unidos se internara por el sendero de una lenta pero irreversible decadencia imperial. Paradojalmente, la elección de un xenófobo y misógino millonario norteamericano podría abrir, para América Latina, insospechadas oportunidades para romper la camisa de fuerza del neoliberalismo y ensayar otras políticas económicas una vez que las que hasta ahora prohijara Washington cayeron en desgracia. Como diría Eric Hobsbawm, se vienen “tiempos interesantes” porque, para salvar al imperio, Trump abandonará el credo económico-político que tanto daño hizo al mundo desde finales de los años setentas del siglo pasado. Habrá que saber aprovechar esta inédita oportunidad.S


 http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/11/10/trump-el-otro-fin-de-ciclo/#.WCSOzdLhC1t




Noche de terribles revelaciones

Gustavo Gorriti

 ¿Se acuerdan del “Fin de la Historia”, el célebre ensayo de Francis Fukuyama, escrito sobre el trasfondo de los escombros aún polvorientos del Muro de Berlín como resonante metáfora del colapso del comunismo?

El siglo XX terminaba, escribió Fukuyama con la “impertérrita victoria del liberalismo político y económico. El triunfo de Occidente, de la idea occidental, es evidente antes que nada en el total agotamiento de alternativas sistémicas viables al liberalismo occidental”.

Tengo una vieja edición (de los años 80) de un libro de elocuente título: “The Experts Speak”, “los expertos hablan”: una larga antología de los dislates, errores e idioteces solemnemente proclamadas por santos, políticos, filósofos y otras personas de opiniones respetadas a lo largo de los siglos. No sé si en nuevas ediciones se incluye citas del ensayo de Fukuyama, pero la Historia que nunca terminó lo ha incorporado a ella con la deprimente fama del error perdurable.
Cuando fuimos jóvenes y empezamos a aprender Historia, muchos nos preguntamos y discutimos cómo Roma, la magnífica, pudo haber creado, permitido y sufrido a Calígula. Ahora con la votación en las elecciones de Estados Unidos, lo podemos ver. Entenderlo es otra cosa.

Hay diferencias, claro. Los reinados e imperios despóticos decaen y mueren a su manera. Las democracias frecuentemente se autodestruyen en las urnas.

Mussolini llegó al poder mediante elecciones. Y Hitler también. Se necesitó una guerra mundial para lograr que pierdan el poder y la vida. Y aquí, cerca de ahora, como saben, Fujimori llegó al poder primero por los votos; lo mismo Chávez en Venezuela.

Trump no es, por supuesto, el primer caso en estos tiempos, de la extrema derecha demagoga y prepotente en el poder. A principios de este mes, Andrea Rizzi publicó en “El País” un artículo que describe la nueva marcha a la oscuridad: “La ‘lepenización’ de Occidente”.

Cuando Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Francia en 2002, escribe Rizzi, “dejó en estado de schock a Europa” aunque era “un fenómeno político todavía sustancialmente aislado”. Además, “lo que en Francia se definía como cordon sanitaire […] frente a un adversario al que se trataba como un apestado”, lo aisló y llevó a la derrota.

Eso se acabó, dice Rizzi: “El lepenismo avanza firme en Occidente”. Y tiene razón. En Austria, con el incongruentemente llamado “partido de la Libertad” de Norbert Hofer; en Polonia, con el partido de “Ley y Justicia” de Jaroslaw Kaczynski; en Hungría, el partido Fidesz, dirigido por el autoritario Viktor Orban, que ha ganado las últimas elecciones húngaras, ya tiene una competencia seria: Jobbik, ultra-derechista, al que solo le falta ponerse las camisas negras para ser completamente fascista. Jobbik es el tercer partido de Hungría, con tendencia al crecimiento.

Casi tan peligroso como el crecimiento –incluso en las naciones escandinavas y en Holanda– de los partidos de derecha radical, es la adopción de muchas de sus políticas por los partidos conservadores tradicionales.

Como muestra Rizzi. El Partido Conservador inglés, que dirige Theresa May, adopta buena parte de las tesis del ultraderechista Nigel Farage, hasta el punto que medios como The Economist “observan horrorizados las maniobras de May”.

En Francia, el ex presidente Sarkozy intenta liderar la derecha derivando “hacia posiciones lepenistas”. En Alemania, Ángela Merkel enfrenta la fuerte presión de los demócrata cristianos bávaros que “han abrazado sin ambages parte del ideario lepenista”, según Rizzi, que remata la deprimente descripción de Europa con una frase de tono fatídico: “el lepenismo ha entrado en el ágora”.

El ágora. Desde Atenas, las democracias se han suicidado entregando su destino a demagogos o a tiranos en las plazas y en las urnas. Casi siempre luego de fuertes reveses sociales: guerras perdidas o mal ganadas; epidemias; crisis económicas. Una suma de todo lo anterior produjo el fascismo e hizo que los pueblos de algunas de las naciones más cultas y avanzadas de la tierra, entregaran su libertad, sus vidas, su destino, a tiranos como Mussolini o Hitler.

En las dos décadas terribles que siguieron a la caída de la República de Weimar, mucha gente se preguntó cómo la nación de Goethe, Beethoven y Kant, una de las más ilustradas y creativas en los anales de la humanidad pudo caer bajo el poder de un tirano monstruoso como Hitler.
Estados Unidos es más complejo: la mayor y más grande democracia de la Historia y a la vez la mayor potencia económica y científica que haya existido. Siempre tuvo grupos de derecha extrema: basta ver los crudos ataques a F.D. Roosevelt en la prensa de su tiempo, pero nunca se plantearon como una alternativa real de poder, por lo menos después de la Guerra Civil.

Ahora, luego de crisis económicas que resultaron devastadoras para muchos, con la sensación de haber sido desposeídos por un sistema injusto; con el camino abonado por crecimiento de la derecha populista y extrema del Tea Party; los votantes estadounidenses entregarán el mayor poder de la tierra, incluyendo los códigos nucleares, a un narcisista fanfarrón y patán, que convirtió ambas características en armas de una retórica demagógica que ahora lo lleva al poder.

Tratando de mantener alto el ánimo nacional en su breve discurso del día electoral, Obama dijo que, “El sol saldrá en la mañana y Estados Unidos aún será la nación más potente en la Tierra”. Es verdad. El gran problema es quién dirigirá toda esa potencia.

Como escribió hoy el Premio Nobel de Economía Paul Krugman en el New York Times cuando se hacía manifiesto el terrible resultado electoral: “… ¿Es Estados Unidos un estado y sociedad fallidos? Parece verdaderamente posible. Supongo que debemos recogernos a nosotros mismos y tratar de encontrar la manera de avanzar, pero esta ha sido una noche de terribles revelaciones, y no pienso que sea auto-indulgencia sentir una profunda desesperanza”.


 https://idl-reporteros.pe/noche-de-terribles-revelaciones/


Las 7 propuestas de Donald Trump que explican su victoria

Ignacio Ramonet

 La victoria de Donald Trump (como el brexit en el Reino Unido, o la victoria del ‘no’ en Colombia) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los grandes medios dominantes, los institutos de sondeo y las encuestas de opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es ‘lo desconocido’. Ahora todo puede ocurrir.

¿Cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias del Partido Republicano; y sin embargo carbonizó a sus adversarios, reduciéndolos a cenizas.

Hay que entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos el brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.

Ese fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en 2010, una devastadora ola populista, encarnada entonces por el Tea Party. La irrupción del multimillonario Donald Trump en la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral que ningún analista supo prever. Aunque pervive, en apariencias, la vieja bicefalia entre demócratas y republicanos, la victoria de un candidato tan heterodoxo como Trump constituye un verdadero seísmo. Su estilo directo, populachero, y su mensaje maniqueo y reduccionista, apelando a los bajos instintos de ciertos sectores de la sociedad, muy distinto del tono habitual de los políticos estadounidenses, le ha conferido un carácter de autenticidad a ojos del sector más decepcionado del electorado de la derecha. Para muchos electores irritados por lo «politicamente correcto», que creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado de racista, la «palabra libre» de Trump sobre los latinos, los inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo.

A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que podríamos llamar la «rebelión de las bases». Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las elites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos poco cultos y empobrecidos por los efectos de la globalización económica.

Hay que precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha. Empresario multimillonario y estrella archipopular de la telerealidad, Trump no es un antisistema, ni obviamente un revolucionario. No censura el modelo político en sí, sino a los políticos que lo han estado piloteando. Su discurso es emocional y espontáneo. Apela a los instintos, a las tripas, no a lo cerebral, ni a la razón. Habla para esa parte del pueblo estadounidense entre la cual ha empezado a cundir el desánimo y el descontento. Se dirige a la gente que está cansada de la vieja política, de la «casta». Y promete inyectar honestidad en el sistema; renovar nombres, rostros y actitudes.

Los medios han dado gran difusión a algunas de sus declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o ubuescas. Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes ilegales mexicanos son corruptos, delincuentes y violadores. O su proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a quienes quiere meter en autobuses y expulsar del país, mandándoles a México. O su propuesta, inspirada en Juego de Tronos, de construir un muro fronterizo de 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y desiertos, para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos y cuyo presupuesto de 21.000 millones de dólares sería financiado por el gobierno de México. En ese mismo orden de ideas: también anunció que prohibiría la entrada a todos los inmigrantes musulmanes...Y atacó con vehemencia a los padres de un militar estadounidense de confesión musulmana, Humayun Khan, muerto en combate en 2004, en Irak.

También su afirmación de que el matrimonio tradicional, formado por un hombre y una mujer, es "la base de una sociedad libre" y su crítica de la decisión del Tribunal Supremo de considerar que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un derecho constitucional. Trump apoya las llamadas "leyes de libertad religiosa", impulsadas por los conservadores en varios Estados, para denegar servicios a las personas LGTB. Sin olvidar sus declaraciones sobre el "engaño" del cambio climático que, según Trump, es un concepto "creado por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad".

Este catálogo de necedades horripilantes y detestables ha sido, repito, masivamente difundido por los medios dominantes no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Y la principal pregunta que mucha gente se hacía era: ¿cómo es posible que un personaje con tan lamentables ideas consiga una audiencia tan considerable entre los electores estadounidenses que, obviamente, no pueden estar todos lobotomizados? Algo no cuadraba.

Para responder a esa pregunta tuvimos que hendir la muralla informativa y analizar más de cerca el programa completo del candidato republicano y descubrir los siete puntos fundamentales que defiende, silenciados por los grandes medios.

1) Los periodistas no le perdonan, en primer lugar, que ataque de frente al poder mediático. Le reprochan que constantemente anime al público en sus mítines a abuchear a los “deshonestos” medios. Trump suele afirmar: «No estoy compitiendo contra Hillary Clinton, estoy compitiendo contra los corruptos medios de comunicación» [1]. En un tweet reciente, por ejemplo, escribió: «Si los repugnantes y corruptos medios me cubrieran de forma honesta y no inyectaran significados falsos a las palabras que digo, estaría ganando a Hillary por un 20%».

Por considerar injusta o sesgada la cobertura mediática, el candidato republicano no dudó en retirar las credenciales de prensa para cubrir sus actos de campaña a varios medios importantes, entre otros, The Washington Post, Politico, Huffington Post y BuzzFeed. Y hasta se ha atrevido a atacar a Fox News, la gran cadena del derechismo panfletario, a pesar de que lo apoya a fondo como candidato favorito...

2) Otra razón por la que los grandes medios atacaron con saña a Trump es porque denuncia la globalización económica, convencido de que ésta ha acabado con la clase media. Según él, la economía globalizada está fallando a cada vez más gente, y recuerda que, en los últimos 15 años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien pagados desaparecieron.

3) Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las tasas de todos los productos importados. «Vamos a recuperar el control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país», suele afirmar, retomando su eslogan de campaña.

Partidario del brexit, Donald Trump ha desvelado que, una vez elegido presidente, tratará de sacar a EEUU del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). También arremetió contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacará al país de él: «El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de Estados Unidos».

En regiones como el rust belt del noreste, donde las deslocalizaciones y el cierre de fábricas manufactureras dejaron altos niveles de desempleo y de pobreza, este mensaje de Trump está calando hondo.

4) Así como su rechazo de los recortes neoliberales en materia de seguridad social. Muchos electores republicanos, víctimas de la crisis económica de 2008 o que tienen más de 65 años, necesitan beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro de salud) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes republicanos desean suprimir. Tump ha prometido no tocar estos avances sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los problemas de los «sin techo», reformar la fiscalidad de los pequeños contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones de hogares modestos.

5) Contra la arrogancia de Wall Street, Trump propone aumentar significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds, que ganan fortunas, y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall. Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la primera pudiera hacer inversiones de alto riesgo. Obviamente, todo el sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta medida.

6) En política internacional, Trump quiere establecer una alianza con Rusia para combatir con eficacia al Daesh. Aunque para ello Washington tenga que reconocer la anexión de Crimea por Moscú.

7) Trump estima que con su enorme deuda soberana, Estados Unidos ya no dispone de los recursos necesarios para conducir una política extranjera intervencionista indiscriminada. Ya no puede imponen la paz a cualquier precio. En contradicción con varios caciques de su partido, y como consecuencia lógica del final de la guerra fría, quiere cambiar la OTAN: «No habrá nunca más garantía de una protección automática de los Estados Unidos para los países de la OTAN».

Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables, odiosas y a veces nauseabundas declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y platillo por los grandes medios dominantes. Pero sí explican mejor el por qué de su éxito.

En 1980, la inesperada victoria de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos había hecho entrar el planeta en un ciclo de 40 años de neoliberalismo y de globalización financiera. La victoria hoy de Donald Trump puede hacernos entrar en un nuevo ciclo geopolítico cuya peligrosa característica ideológica principal –que vemos surgir por todas partes y en particular en Francia con Marine Le Pen– es el autoritarismo identitario. Un mundo se derrumba pues, y da vértigo...


 http://www.monde-diplomatique.es/?url=mostrar/pagLibre/?nodo=ad6ef6c2-7994-439c-9b14-4c7330df00e7





La gran sorpresa Trump

César Lévano

 El rotundo triunfo de Donald Trump y su partido en las elecciones del martes en los Estados Unidos arroja una sombra de amenazas e incertidumbres sobre el planeta.

El Premio Nobel de Economía Paul Krugman había señalado en The New York Times del domingo último lo que puede significar para el pueblo estadounidense: privatización del Medicare (seguro médico) y rebaja de impuestos para los ricos.

Un corresponsal del diario mexicano La Jornada informó desde Pensilvania que muchos ciudadanos desaprobaron a ambos candidatos. “No siento ninguna simpatía por los dos candidatos”, le dijo un joven universitario. “Entonces, todo queda en una triste decisión entre quién es el peor y quién el menos peor”.

En esa hesitación juvenil se pinta la convicción respecto al descrédito de los dos grandes partidos del país.

Un factor de la ventaja de Trump ha sido el fracaso de la política neoliberal, que ha gobernado con republicanos y con demócratas, durante décadas con su resultado de violencia, racismo, superexplotación de los trabajadores. No puede olvidarse que Hillary Clinton fue promotora de la guerra de Siria, la mayor tragedia y matanza de los últimos años.

La victoria de Trump se explica en buena parte por ese desencanto envuelto en incertidumbre. En las canteras del millonario ha contado su mensaje a los olvidados, el impresionable sector rural, como lo sabemos desde Alberto Fujimori, quien captó votos con carreteras y escuelas.

El racismo ha sido una carta en el juego del republicano. En los últimos días de la campaña menudearon los asaltos a negros, los incendios y la propaganda del odio de los supremacistas blancos. Por algo el Ku Klux Klan expresó su adhesión a Trump.

En su discurso de la madrugada del miércoles, para celebrar su hazaña, Trump alteró la furia de su lenguaje para proclamar: “Es hora de que nos juntemos como un solo pueblo unido”. Por allí le asomó el populista: “Vamos a invertir en la infraestructura de la nación. Los hombres y las mujeres olvidados ya no serán olvidados.”

Ya se sabe que en política exterior Trump ha prometido renegociar el Tratado de Libre Comercio con México. Su promesa de proteger el empleo de los estadounidenses puede inquietar a quienes en países como el Perú crean trabajo con salarios de hambre, para ganar mercado en los Estados Unidos.

Un ángulo que suscita interés mundial es el de las relaciones con Rusia. En el momento de la violencia islámica y de la guerra contra Siria que significa una vergüenza para los Estados Unidos y sus aliados, resultan sugerentes estas palabras en el amanecer del miércoles: “En el ámbito internacional buscaré colaboración y no conflicto, aunque siempre pondré a los Estados Unidos primero”.


http://diariouno.pe/columna/la-gran-sorpresa-trump/





Avanza la extrema derecha

Agustín Haya de la Torre

 Donald Trump, un multimillonario racista, xenófobo, falócrata, vulgar, evasor de impuestos, acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos. Presentado como “anti sistema”, pertenece en realidad a la estirpe de los típicos magnates enriquecidos bordeando las leyes y explotando a sus trabajadores, que caracterizaron durante largo tiempo al capitalismo estadounidense.

Aquella clase de oligarcas acostumbrados a lucrar como sea y a imponer su voluntad sobre los demás. Buscó el poder político durante años, saltando de un partido a otro. Hasta fundó uno propio, sin mayor suerte. Siendo propietario de concursos de belleza, donde daba rienda suelta a su vulgaridad machista, se abrió paso en el mundo de los “realities”, con uno suyo, donde ganó popularidad entre las gentes incultas con sus disparates, ahora transformados en programa político.

Trump se las ingenió con su lenguaje agresivo, propio de un patán, para recoger el descontento de vastos sectores de las antiguas zonas industriales, golpeados por la deslocalización o la simple quiebra de sus fábricas. Desde allí lanzó un discurso chovinista que culpa de todos los males a la globalización y a la migración.

Su discurso contra los mexicanos resulta particularmente repulsivo. Con brutalidad, propone construir un muro en la frontera, que además debe ser pagado por el gobierno de ese país.

Durante toda la campaña reiteró tal despropósito. Encima agravió a los musulmanes, cuyo ingreso pretende prohibir, en un inédito hostigamiento religioso, sin precedentes en Occidente desde la Inquisición. Al mismo tiempo, llama a retirar el apoyo a los países musulmanes que combaten al Estado Islámico, mientras reitera su alianza con la Rusia del autoritario y expansionista Vladimir Putin.

En el terreno social, anuncia que va a desmontar el sistema de seguridad en salud creado por Obama, para favorecer, de nuevo, a los seguros privados. El ricachón completa su perfil reaccionario con su condena a la diversidad sexual y la burla a los discapacitados.

Este personaje revela el lado oscuro y atrasado del país más poderoso de la tierra. Vastas capas de ciudadanos que viven de la ignorancia y la subcultura de los “realities”, echándole la culpa de sus males a los demás. En este aspecto, el cariz religioso no podía faltar. Lo aportan ciertas sectas evangélicas fundamentalistas, con discursos que mueven esos mismos sentimientos primitivos, contribuyendo así a dar forma a una discurso de odio que en el terreno político se traduce en el conservadurismo extremo y en el nacionalismo.

El discurso chovinista de las grandes potencias alimentó las dos guerras mundiales del siglo XX. Por lo mismo, Trump acaba convirtiéndose en un peligro para todos.

Sintoniza perfectamente con los xenófobos europeos, que ya ganaron el Brexit o con la reacción latinoamericana, que logró derrotar el acuerdo de paz en Colombia.

Su intolerancia fomenta el conflicto, en aras del lucro sin límites, propiciando el desconocimiento de los derechos humanos.



http://diariouno.pe/columna/avanza-la-extrema-derecha/







Trump: ¿Más recesión e inestabilidad global?

Germán Alarco Tosoni


Mayores expectativas negativas para los mercados de valores y de capitales a nivel global; más inestabilidad financiera; malos presagios en el comercio internacional se avizoran tras la elección del excéntrico millonario como Presidente de Estados Unidos.

Los resultados electorales de los EE.UU. son un baldazo de agua fría para el Mundo. Si con Clinton, o cualquiera menos Trump, dominaban las tendencias al estancamiento secular global de mediano y largo plazo ahora la situación se pone más complicada.

Mayores expectativas negativas que están y seguirán afectando los mercados de valores y de capitales a nivel global. Más inestabilidad financiera. Malos presagios en los temas de comercio internacional con su impacto negativo en los niveles de producción, que se sumarían al inicio de la implantación del Brexit en 2017.

Mayor afectación a la libre movilidad de las personas impactando en menores remesas internacionales de los emigrantes de las economías menos desarrolladas. Mayores problemas para China, un mundo menos integrado con menores espacios para los países más pequeños son el resultado esperado que desafortunadamente será imitado en otras partes del globo. Han ganado los antivalores de la discriminación, el apartheid, la falsa cultura del éxito, la ignorancia y del dominio del más poderoso sobre el débil.

Donald Trump

DETONACIÓN DE  LOS PROBLEMAS
Las expectativas negativas sobre el futuro detonarían la crisis. De partida, se afectan las decisiones de consumo e inversión de las personas. La austeridad en el gasto predominaría por la mayor incertidumbre reduciendo la demanda agregada. Las decisiones de inversión se paralizarían y hasta se contraen por la previsión de mercados que se reducen a la par que cae la rentabilidad esperada. Un mundo lleno de economías cada vez más cerradas no son buenas para quienes buscamos nuevos mercados para nuestros bienes y servicios. Menor demanda, menor producto, más desempleo y subempleo serían sus resultados en unos cuantos meses.

También los ricos que tienen activos financieros se asustan, cambiando sus tenencias de mayor riesgo a otras de menor riesgo. Se venden acciones, caen los índices de precios de las acciones afectando negativamente el valor de las empresas que a su vez alimenta la desaceleración de las decisiones de consumo e inversión. Los recursos se trasladan de los mercados de valores a los instrumentos de renta fija, depósitos bancarios más líquidos y algunos activos de resguardo que se consideran más seguros. Los precios de las acciones en los mercados de valores pueden desplomarse arrastrando instituciones financieras, dañando fondos de pensiones en todas partes del mundo. Las nuevas burbujas que se estaban gestando comenzarán a desinflarse, esperemos que no exploten. Hoy día las bolsas de valores no cerraron tan mal salvo la de Japón, pero quién sabe qué pueda ocurrir en las próximas semanas.

IMPACTOS REGIONALES Y LOCALES
En México, antes que se conociera este resultado electoral, circulaba la previsión de una caída del PBI de 3% si ganaba Trump. Es difícil que se dé marcha atrás en el TLC de América del Norte. Si este se pone en entredicho los otros TLC entran en zona de alto riesgo. Nuestros socios comerciales de la Alianza del Pacífico que estaban en problemas moderados se desestabilizarían rápidamente. El Perú no es una isla.

Es iluso pensar que como el oro es un activo de resguardo esto nos beneficiaría a todos. En primer lugar, hay que anotar que en los momentos más álgidos de la crisis financiera internacional en el último trimestre de 2008 también se cayó el precio del oro y la plata para comenzar a recuperarse en el segundo trimestre de 2009. Sin embargo, el precio de todos los otros metales y del petróleo cayeron para subir recién a partir de 2010. Tampoco hay que omitir que en 2016, a pesar de las ligeras alzas de estos productos en los últimos meses por la postergación en la elevación de las tasas de interés de la FED, están por debajo de los niveles observados entre 2006 y 2007.

Los mayores precios del oro y la plata no tendrían la capacidad para contrarrestar los efectos negativos que se producen en las otras esferas económicas. ¿Qué podría ocurrir con nuestras exportaciones no tradicionales y los volúmenes físicos de nuestras exportaciones tradicionales?, ¿qué ocurriría con la inversión privada en los sectores extractivos y en el resto de actividades económicas?, ¿qué ocurriría con la demanda y producción interna? Las respuestas no parecieran positivas. Frente a estos escenarios: ¿pueden mantenerse incólumes las propuestas económicas del nuevo gobierno?, ¿cuáles son nuestras estrategias alternativas?

CON POCOS INSTRUMENTOS A LA MANO
La nueva crisis puede detonar por el lado financiero a nivel internacional. Si afortunadamente esto no ocurre lo será cuando se inicien los impactos perversos del cierre relativo del comercio internacional y las mayores trabas a la migración de las personas.

Los impactos negativos sobre la producción se adelantan a estos efectos. El problema grave surge cuando las posibilidades de implantar políticas fiscales y monetarias expansivas son limitadas.

¿Qué tanto se podría implantar políticas fiscales expansivas? Por el lado monetario, la mayor incertidumbre generaría una elevación de la demanda de dinero por motivo precaución que permitiría aumentos en la oferta de dinero.

Con ese panorama, ¿cómo reaccionarían las autoridades monetarias en los diferentes países? Sin embargo, las tasas de interés no pueden reducirse mucho más de lo que ya se encuentran. No nos olvidemos que en Japón y en diversas economías europeas son negativas.

La trampa de la liquidez y la deflación podrían ser la norma. La deflación nos lleva a que los precios se reduzcan, retrasando las decisiones de consumo y gasto, desalentando las decisiones de producción. No hay que desechar la posibilidad de una nueva crisis como la de los años treinta del siglo XX.

¿SE DESMORONA EL NUEVO ORDEN?
Espero equivocarme, pero los resultados electorales de EE.UU. son una mala señal que nos hace recordar el rompimiento del “orden” posterior a la Primera Guerra Mundial con algunas de sus secuelas que derivaron en muchas muertes y hambre décadas después. Afortunadamente no estamos en esos viejos tiempos de fascismo y belicismo.

La respuesta irracional de los electores norteamericanos dando paso a sus sentimientos más primarios demuestra el fracaso del neoliberalismo que deterioró las condiciones de vida de los sectores populares y de las clases medias aumentando notoriamente la desigualdad. Es probable que el desencanto con Trump sea rápido; ojalá que las instituciones puedan resistir sus propuestas populacheras, pero en el entretanto el horizonte se torna de gris a negro. Se ha abierto la caja de Pandora.



http://diariouno.pe/columna/trump-mas-recesion-e-inestabilidad-global/


Estados Unidos: El triunfo de la lumpen burguesía blanca


Oswaldo de Rivero

La consecuencia más grave del triunfo de Trump es que él no cree en el cambio climático y, en consecuencia, desmontará todo la política ecológica de Obama.

Una suerte de lumpen burguesía blanca, xenófoba, vulgar e ignorante, que odia el establishment político, le ha dado el poder a Donald Trump, triunfando sobre la diversidad racial y cultural que existe en los EEUU. Las consecuencias de esta hazaña blanca, jamás prevista en los sondeos electorales, son desconocidas.

Lo más probable es que Trump nombre una Corte Suprema extremadamente reaccionaria que desmontará todo el legado legal progresista de Obama. Además, esta nueva Corte Suprema consolidará la actual tendencia plutocrática de la política norteamericana, ratificando la norma Citizens United que permite a las grandes corporaciones dar recursos ilimitados a los políticos para ganar elecciones.

Lo que sí es seguro es que Trump revocará la Obamacare Act que le dio acceso a la salud al 90% de los norteamericanos, pero nadie sabe con qué sistema de salud la reemplazará. Asimismo, Trump desmantelará toda la regulación de Wall Street y rebajará los impuestos a las grandes corporaciones y al 1% más rico, incluido él, al 15%.

La consecuencia más grave del triunfo de Trump es que él no cree en el cambio climático, y en consecuencia, desmontará todo la política ecológica de Obama. Y además promocionará las energías fósiles, alejándose así del compromiso asumido en la Conferencia de París, de no pasar los 2 grados la temperatura de la Tierra. Esta es sin duda, la peor consecuencia de su elección, pues afectará a la humanidad entera.

En cuanto a Latinoamérica no se sabe si Trump construirá el muro con México (cuesta 30 billones) pero sí es seguro que aplicará una política de deportación muy severa de los ilegales latinoamericanos y que además renegociará el Tratado de Libre Comercio con México (NAFTA) Tampoco Trump levantará el bloqueo comercial a Cuba,

En política internacional Trump puede innovar porque él no ve a Rusia como enemiga de los EEUU. Para él más bien, el verdadero rival es la China, que con inversiones norteamericanas y chino barato ha destruido millones de empleos en los EEUU.

Con Rusia, Trump ya ha dicho que reconocerá la anexión de Crimea y posiblemente llegue a un acuerdo sobre Ucrania y Siria para luego destruir junto con Rusia a un enemigo común, el Estado Islámico. La simpatía de Trump por Putin y viceversa es total. Para muchos generales “trumpistas” norteamericanos, los EEUU y Rusia, por ser las dos potencias nucleares más poderosa del mundo, en vez de enfrentarse, deben cooperar para cogobernar ambas el mundo.

También, Trump no ratificará TPP y así este Tratado morirá, pues sin EEUU no tiene valor alguno. Por esta razón el Congreso peruano no debe adelantarse a ratificar el TPP porque haría el ridículo internacional.

El triunfo de Trump, apoyado por la lumpen burguesía, es la confirmación de la degradación social de los EEUU y también la consagración de su polarización política, ya que frente a esta lumpen burguesía ha surgido también una numerosa nueva izquierda, integrada por una generación muy joven, llamada los “millennias” que apoya los planteamientos progresistas de Bernie Sanders.

En todo caso, tenemos para cuatro años de Trump, lo que más preocupa es su ignorancia e imprevisibilidad política, ya que gobernar un Estado-Nación y actuar en el mundo como una superpotencia, no es cómo manejar casinos en Atlantic City que, de paso, terminaron quebrados







http://diariouno.pe/columna/estados-unidos-el-triunfo-de-la-lumpen-burguesia-blanca/




Habrá un matón en la Casa Blanca

Augusto Álvarez Rodrich


La elección de Donald Trump como el presidente 45 de Estados Unidos, frente a la derrotada Hillary Clinton, constituye un grave riesgo para la paz y la estabilidad mundial.

Su victoria ha sido, sin duda, una gran sorpresa en muchas partes, aunque quizá los peruanos estemos relativamente mejor equipados para internalizar un resultado que pocos esperaban e, incluso, para interpretar por qué la aún primera potencia internacional puede, finalmente, optar por alguien que en buena parte de su vida pero, principalmente, durante la campaña electoral, se comportó como un troglodita.

Eso y mucho más se puede decir de una persona que, en su afán por presidir Estados Unidos, se mostró como un racista, discriminador, acosador de mujeres y prepotente.

Cómo así, entonces, pueden los americanos terminar votando para que esa persona conduzca el destino de la nación, con criterios, ideas y valores que implicarán, junto con otros actores, un crecimiento notable del riesgo para la estabilidad mundial.

Los peruanos podemos adelantar algunas explicaciones, porque ese escenario de resultado electoral, y a veces incomprensible para las élites intelectuales, nos ha acompañado en nuestra historia reciente, llevándonos a entender que algunos temores y preocupaciones de la gente, como la falta de un empleo, o la inseguridad por el fenómeno del terrorismo –o de la delincuencia–, o indignaciones por la manera como se desenvuelven los gobernantes, producen efectos electorales que pueden ser desastrosos.

Los ciudadanos de Estados Unidos viven hoy con mucha preocupación la amenaza de un terrorismo que ya ataca dentro de su territorio y cobra vidas, mientras sienten que la migración reduce sus oportunidades.

Situaciones como esas los llevan a optar por un presidente que en la campaña se plantó como un matón que resolvería, con prepotencia, esos problemas, aunque debe señalarse que en el discurso que Trump pronunció en la noche de su triunfo, se mostró como alguien más moderado.

¿Quién es el verdadero Donald Trump, el salvaje de la campaña electoral, o el moderado de anteanoche?

Eso lo dirá el futuro, pero no hay duda de que ha crecido el riesgo de desenlaces trágicos en el mundo como consecuencia de que un matón como Trump haya llegado a la Casa Blancal, constituyendo un mundo que, en complicidad con gente como Vladimir Putin en Rusia, o ISIS atacando por todos lados, será cada vez más peligroso e infeliz.




 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820068-habra-un-maton-en-la-casa-blanca




Al borde del precipicio

Diego García Sayán

 Los amplios jardines de la residencia de la embajada de EE.UU. en Lima servían usualmente como espacio para ver “en vivo” los resultados de las elecciones presidenciales en una especie de open house democrática. No sé si fue por porque se estaba ante un proceso electoral atípico en su polarización y agresividad y que tenía poco de “fiesta democrática” pero este año no hubo tal open house.

Ganó Trump contra los pronósticos y deseos de los principales expertos en sondeos y análisis de campañas presidenciales en EE.UU., contra el mismo partido republicano del que era candidato y de la opinión de todos los ex presidentes estadounidenses, contra los medios de comunicación que lo criticaron mucho y contra el mismo Trump, por la cantidad de barbaridades que dijo durante la campaña. Trump pasó la valla de los 270 “votos electorales” dejando atrás a Clinton y a distintas facetas del establishment y será desde el 20 de enero presidente de los 320 millones de estadounidenses y una de las personas poderosas en el mundo.

Las razones por las que un “outsider” demagogo, populista, racista, aislacionista, predador sexual y que no paga sus impuestos pudo haber sido elegido para ese puesto han sido mencionadas en varios análisis publicados en las últimas horas: descontento de capas medias blancas afectadas en su economía y empleo, deslegitimación del establishment político y profundas divisiones sociales y étnicas en la sociedad.

Todas ellas son válidas pero, la verdad, no terminan de explicar cómo puede haber ganado, salvo que sea por el hecho de que esos y otros males son, en realidad, mucho más profundos que lo que aparentan ser. Lo hecho está y lo que importa, sin embargo, ahora es saber qué puede venir para EE.UU. y el mundo cuando lo gobierne alguien completamente ignorante en política exterior.

Si su agenda en política interna se pusiera en acción, no se ve por delante un panorama de tranquilidad y de estabilidad sino de convulsión. Dejar sin efecto, por ejemplo, el programa de salud de Obama que, con todas sus deficiencias, ha permitido el acceso a más de 20 millones de personas a la atención de salud, sería explosivo. Si realmente pone en marcha un agresivo programa proteccionista, subiendo aranceles y limitando importaciones, eso repercutiría en mayor inflación interna.

Pero es en su agenda internacional en donde los planteamientos de Trump son realmente una “bomba de tiempo” y un aliento a populistas y autoritarios en el mundo. Que hacen pensar en episodios dramáticos del siglo XX que llevaron a tensiones y hasta a guerra mundiales cuando países poderosos entraron en la espiral del proteccionismo, el aislacionismo y el racismo. Trump no es Hitler ni el mundo es lo que era en la década del 30 del siglo pasado, pero hay más de un parecido que preocupa en alguien que ya ha blandido amenazas de perseguir y encarcelar a sus opositores y de limitar la libertad de expresión.

Pongo como ejemplo siete medidas, de las muchas propuestas por DT. Todas apuntan a un panorama de tensiones y convulsión en el mundo: 1) deportaciones masivas de millones de inmigrantes y muro con México; 2) dejar sin efecto el NAFTA (tratado de libre comercio con Canadá y México); 3) guerra comercial con China; 4) dejar sin efecto el acuerdo de París de protección al medio ambiente; 5) poner de lado los acuerdos con Irán sobre el tema nuclear, esenciales para aliviar la tensión en esa zona crítica del mundo; 6) desvincularse de sus compromisos con la OTAN, 7) discurso confrontacional contra todos los musulmanes –más de mil millones en el mundo– proporcionando así valiosas municiones a las minorías terroristas de ISIS y Al Qaeda.

Todos y cada uno de esos puntos van atados a un patológico discurso confrontacional y racista polarizante. No se exagera, pues, cuando se coloca la decisión electoral de este martes 8 como un hecho comparable en sus imprevistas repercusiones a las que tuvo –en una dirección contraria– el fin de la guerra fría a principios de los noventa del siglo pasado. Parafraseando a Mao, parecería que viene ahora “un gran desorden bajo los cielos” para el mundo.

 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820066-al-borde-del-precipicio


Una respuesta sencilla y muchas respuestas complejas

Diego Salazar

Desde un punto de vista meramente electoral, hablando únicamente de votos, la respuesta a lo ocurrido en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre es sencilla: Hillary Clinton no consiguió movilizar a su supuesto electorado. Algunos datos que ilustran este punto:

– Clinton consiguió el 88% de los votos de afroamericanos frente al 93% que alcanzó el presidente Obama en 2012. No solo Clinton lo hizo peor que el anterior candidato demócrata, Trump mejoró resultados de Mitt Romney en 2012, 8% frente a 7%.

– Entre los latinos, la cosa no fue mucho mejor para Clinton. Pese a que todos los analistas hablaban de la marea “hispanic” a favor de la candidata demócrata hasta el mismo 8 de noviembre, al final no hubo tal. Solo el 65% de sufragantes latinos votaron por Clinton, frente al 71% que lo hizo por Obama en 2012. Y Trump también superó a Romney aquí, 29% frente a 27%.

– Entre los electores “blancos”, Clinton solo consiguió el 37% de los votos, frente al 39% que había logrado Obama en 2012.

– Los votantes menores de 30 años, si bien apoyaron mayoritariamente a Clinton, también lo hicieron con cifras menores a las de Obama: 55% versus 60% en 2012. Trump empató el 37% que consiguió Romney.

– Ni siquiera las mujeres ofrecieron un apoyo determinante a Clinton, que solo consiguió el 54% de esos votos. Obama alcanzó el 55% en 2012 y, por increíble que parezca, Trump logró un 42%.

– Trump se hizo con cuatro estados claves en victorias inesperadas: Pennsylvania, Michigan, Wisconsin y New Hampshire. Obama ganó los cuatro en sus dos elecciones.

Para resumir el revoltijo de números, las palabras de Dan Pfeiffer, ex asesor de comunicaciones y estrategia del presidente Obama: “A veces la política es sencilla: los demócratas no fueron a votar y ahora Trump es presidente con los mismos votos que Romney”.

Ante las cifras, la pregunta inmediata es ¿por qué? Y aquí es donde las respuestas se tornan infinitamente más complejas. Por ello, resulta ridículo leer y escuchar a periodistas y analistas buscando como locos una bala de plata, una respuesta o dato único, suerte de verdad revelada, que ofrezca una explicación total. Por supuesto, esa explicación omnicomprensiva no existe y debemos desconfiar de todos aquellos que gritan “racismo”, “corrupción”, “angustia económica” o “aislacionismo” y se queden tan anchos. El cóctel es mucho más complejo y no es fácil pintar el fresco que ayude a comprender lo que ocurre en EE.UU. Si les interesa el tema, les recomiendo un libro de 2013: The Unwinding (El desmoronamiento), de George Packer.

La desconfianza que los propios americanos sienten ante su democracia, sistema y clase política resulta difícil de explicar para quienes venimos de fuera. Una anécdota de muestra:

Esta mañana fui a tomar café con una amiga periodista americana. Luego del café acudimos a un local mitad estudio de yoga, mitad espacio de co-working que mi amiga utiliza como oficina a diario. Ahí, descalzos, sentados en el suelo, vimos en la computadora y en directo a Hillary Clinton aceptando su derrota. No tardaron en unírsenos tres personas que estaban también trabajando ahí. Dos mujeres y un hombre. Blancos, de clase media acomodada según delataba su ropa y de tendencia claramente progresista (estamos en un local que es estudio de yoga y oficina a la vez, recuerden).

Los tres compartían la tristeza y desconcierto de mi amiga, pero un detalle los diferenciaba de ella. Los tres, ni bien Clinton terminó de hablar, dejaron claro con un par de comentarios que la victoria de Trump no era sino consecuencia de lo podrido y roto que está el sistema y de la corrupción de la élite de Washington. Recapitulo: tres ciudadanos americanos blancos progresistas de clase media alta que viven en la capital del país opinan de su clase política y su democracia exactamente lo mismo que aquellos a quienes desprecian por haber votado a Trump. Ese es el Estados Unidos con que debemos lidiar al día siguiente de la victoria de Donald Trump.

http://peru21.pe/opinion/diego-salazar-respuesta-sencilla-y-muchas-respuestas-complejas-2261947





La selección de personal por PPK

Ernesto de la Jara

Lo primero que generó expectativas frente a este gobierno, fue la calidad de la gente con que lle­gó y que fue reclutando . Con PPK se puede dis­crepar políticamente, pero es innegable su altí­simo nivel y experiencia profesional. Un buen número de sus congresistas son de lujo. Casi todos los minis­tros convocados dieron más que la talla .

Así se partió, pero ahora hay mucha desconfianza por a quienes habrá nombrado PPK y a quienes nombrará.

Todo comenzó con Moreno. No hay nada para creer que haya habido complicidad, pero digamos que la paloma que se le pasó al cazador tiene tamaño de buitre. Luego han seguido los cuestionamientos frente a algunos viceminis­tros y ahora hay problemas con el ministro de Agricultura. Los desatinos en el Ministerio de Justicia vienen siendo mayúsculos. ¿Cómo poner a Guido Águila en el Acuer­do Nacional, para que nos diga cómo mejorará el CNM, cuando él no debería estar en el CNM? Increíble el nombra­miento de Gerardo Eto, y no solo por la denuncia de la Fis­calía contra él, sino porque su nombre está asociado al peor Tribunal Constitucional que hemos tenido.

Pero el premio mayor se lo lleva Jalilie. Si ocupaba un cargo o no, quedará en la nebulosa, pero el solo hecho de convocarlo es grave. Su participación en la entrega de los 15 millones de dólares a Montesinos quedó demostrada, y se le indultó, cuando más bien debió enfrentar otros pro­cesos. Gilbert Violeta: es incomprensible que a más de­nuncias contra él, más cerca esté de PPK.

Y a la lista se le podría sumar los varios nombramien­tos con los que se ha contribuido o frente a los que no se hizo cuestión de Estado como correspondía: defensor del Pueblo, SUNAT, BCR y esperamos que no se tenga que agregar pronto a un miembro del Tribunal Constitucio­nal. Ojalá que se retome el rumbo.

Sobre Gálvez Olaechea. Las penas se deben cumplir y existe el derecho de la resocialización. Pero la sanción moral y social es importante. Nadie le puede privar el derecho de expresarse pero sí se puede optar por no querer que vuelva a la política, y, por tanto, a no con­tribuir a crearle espacios de participación. El MRTA sí fue un grupo terrorista (sin negarle los objetivos políti­cos), porque al asesinar y secuestrar causó terror, violó los derechos humanos y el derecho internacional hu­manitario. Si no causó el mismo daño que SL, fue por­que no logró tener la misma fuerza .


http://exitosanoticias.pe/opinion-ernesto-de-la-jara-la-seleccion-de-personal-por-ppk/



Estado lorna (II)

Luis Davelouis


Después de conversar con el gerente general de Kuntur Wasi, un par de miembros del directorio de Proinversión que estuvieron cuando aquella ganó la buena pro para el desarrollo del proyecto y un par de personas más cercanas al proyecto del Aeropuerto de Chinchero, sigo pensando que el Estado sería una gran lorna si asume el costo financiero de dicho proyecto. En términos muy simples, el asunto es así:

-A ver, ¿cuánto me cobran por pintar mi casa? Ojo, mi presupuesto es 500 soles.
“Yo lo hago por 490”, dijo el pintor A.
“Yo por 480”, dijo el pintor B.
“Yo se lo hago por 270”, dijo el pintor C. – Asu, ¿270? Ya pues, empezamos mañana.
Al día siguiente, el pintor C regresa y dice:
-Necesito que me dé 200 extra para comprar la pintura y pagarle al taxista… – ¿CÓMO? ¡O sea que en realidad me cobras 470 y no 270!
-No, yo cobro 270, los 200 de pintura y taxi son aparte. Igual, es más barato que los otros…
-Ya pues, ni modo. Solo para que mi familia no pitee, porque ya les dije que iba a pintar la casa.

Así pasaron dos años. Lo inverosímil es que, para el pintor C, todo sea producto de un malentendido, porque si fuera el caso y los pintores A y B hubieran entendido lo mismo que alega aquel, ¿es que estos pensaban cobrar casi 700?

La expectativa social existe y es grande, y el descontento asociado, si se cancela el proyecto, lo será también. Pero, ¿es así como queremos que se maneje el Estado? El responsable (y lorna) fue el gobierno de Humala, le toca a este gobierno corregirlo.



 http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-estado-lorna-ii-2261932




¿Por qué se equivoca PPK?

Pedro Tenorio

 Pedro Pablo Kuczynski (PPK) llegó al poder presumiendo “un equipo de lujo” y con varios ministros que prometían dar mucho fuego en sus distintas áreas de acción. Sin embargo, lo que vino a continuación fue una catarata de escándalos provocada por funcionarios de segundo orden (algunos de ellos, como se sabe, allegados al propio mandatario), lo que nos lleva a preguntarnos por qué sucede esto. ¿Cómo es posible que una administración con experiencia de gobierno –e incluso exitosos empresarios a bordo– falle en algo tan elemental como la selección de sus cuadros?

La lista no es poca cosa: un asesor presidencial, un viceministro de Agricultura, un secretario general en Salud... y hay más casos. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta pasa por dos aspectos evidentes: Kuczynski no tiene un partido político de verdad que le sirva de cantera para la designación de funcionarios intachables. Cada uno de los nombres que han desfilado en las últimas semanas –salvo los ppkausas Jorge Villacorta y José Labán– proviene de fuera de Peruanos por el Kambio.

Un segundo nivel de reclutamiento debería partir del equipo de plan de gobierno que lo acompañó en la campaña, y es obvio que los cuestionados tampoco estuvieron en ese círculo. Los colaboradores claves de PPK que participaron entonces se cuentan con los dedos de una mano (Alfredo Thorne, Alfonso Grados y Fiorella Molinelli, entre muy pocos), mientras que el primer ministro Fernando Zavala reinaba en Backus o la ministra de Salud, Patricia García –en cuyo sector se ha denunciado más de un ‘gorgojo’–, ni siquiera se imaginaba que portaría un fajín a partir del 28 de julio.

Así las cosas, sin una organización partidaria capaz de aportar talento y sin técnicos que pasaran por el tamiz previo de un trabajo en equipo, la proliferación de recién llegados aumentó las posibilidades de que se terminara nombrando a ex servidores cuestionados.

Además, si en la campaña electoral el propio Kuczynski escuchaba poco a sus asesores y decidía por la libre –de ahí lo accidentado de su sube y baja en la carrera y de su triunfo final–, me dicen que esta actitud ha recrudecido con el paso de los meses y el goce del poder. De ahí que PPK ordenara el nombramiento de Carlos ‘Negociazo’ Moreno como su asesor personal sin contrastar previamente sus antecedentes (¡bastaba consultar Google!), o aprobara la convocatoria de Alfredo Jalilie como “consejero” en el Ministerio de Economía y Finanzas. Ello explica la naturalidad con la que él mismo hizo la revelación y luego trató de minimizar, en ambos casos, lo controversial de sus designaciones.

Hace falta un filtro, sí, a gritos; pero sobre todo falta convicción en el presidente para que ese “equipo de lujo” que necesita su administración sea más que un eslogan. Y dado que nada se mueve aún en ese sentido, es probable que tengamos nuevas y desagradables sorpresas en las próximas semanas. Ojalá me equivoque.


 http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/que-se-equivoca-ppk-pedro-tenorio-noticia-1945459




Un sillón presidencial incómodo


Mirko Lauer


La principal tarea de los indagadores del mundo ahora será tratar de entender la presidencia de Donald Trump. Por lo pronto la libertad total para opinar que tuvo en la campaña ha terminado. Su discurso de aceptación ha sido una pieza de oratoria convencional, donde se ofrece como el presidente de todos los estadounidenses.

La idea de que Trump se moderaría en la presidencia ha estado flotando en el ambiente desde el inicio, como esperanzado contrapeso a sus propuestas más amenazantes. Falta ver ahora cómo reaccionará cuando se encuentre con los límites constitucionales y sociales de su nuevo cargo. ¿Sabrá siquiera reconocer esos límites?

Trump llega a la Casa Blanca con poderosos enemigos que tienen recursos y presencia. Unos enemigos en el establishment que ha flagelado durante 18 meses de campaña, y ahora derrotado. Otros enemigos en las minorías de todo tipo que ha ofrecido poner en su sitio para “hacer a los Estados Unidos nuevamente grande”.

La descripción de Trump como la última esperanza de los blancos medios y pobres puede ser sociológicamente acertada, pero mal puede ser la base de un programa de gobierno. En este terreno la opción es echar al tacho parte de las promesas de campaña o atenerse a la perspectiva de un país cada vez más complicado de gobernar.

Quizás la piedra de toque sobre el poder de Trump serán todos aquellos planteamientos suyos capaces de afectar la economía de los EEUU y la internacional en un sentido negativo. Es decir si estará dispuesto a entrar en un pulseo entre su populismo y el mercado. Wall Street está tranquilo; los demás mercados del mundo han empezado a caer.

Una temprana incógnita es la medida en que Trump podrá contar con la derecha alojada en el Congreso. Sobre todo para las espectaculares reformas que ofreció en campaña. Pero un terreno intermedio de acción de la derecha tradicional (sobre todo la religiosa) y el pensamiento Trump ya es de por sí preocupante.

Mientras las dudas se disipan, el mundo vivirá en una incertidumbre de la que no puede salir nada bueno. Pues por mucho que la presidencia lo modere, Trump va a seguir siendo Trump en cada oportunidad que se le presente.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/820063-un-sillon-presidencial-incomodo




Los conflictos mineros: mitos, diálogo y política

Sinesio López

 Hay varios mitos sobre los conflictos sociales. El más frecuente es que estos son generados por conspiradores que quieren crear problemas a las empresas y al gobierno. Este mito supone que la gente involucrada en el conflicto no tiene intereses reales sino que es manipulada. Otro mito es que el conflicto proviene de un solo lado: el de los malos de la película. Son los antimineros dice la derecha, por ejemplo, olvidando que el conflicto nace de una relación social que anida intereses sociales en contradicción o en tensión, en este caso, entre la empresa minera, por un lado, y los trabajadores y el medio ambiente que la rodea, por otro.

Otro mito es que se puede acabar con los conflictos a través de la represión y la aplicación de la ley por parte del Estado. Este mito soslaya el hecho que, en este caso, se enfrentan los efectos, pero quedan intactas las causas del conflicto. Mientras las causas más irritantes permanezcan intactas, el conflicto seguirá latente, listo para estallar en el momento oportuno. Se pueden eliminar quizá las aristas más irritantes y contradictorias que suscitan mayor rechazo y protesta, pero es imposible eliminar todas las causas de los conflictos. En este sentido, los conflictos son inevitables. John Stuart Mill, un gran pensador liberal del siglo XIX, decía que si no existiera el conflicto habría que inventarlo para evitar la estandarización y el conformismo social.

Para enfrentar adecuadamente los conflictos no basta con conocer las causas que los producen sino que es necesario imaginar y proponer las formas y las estrategias más adecuadas para resolverlos. En el señalamiento de las causas es alentador lo que dice el Vice-presidente de la República: “Más que el polvo, el camión es la expresión del paso de la riqueza delante de sus ojos”. Y sigue: “No puede ser que un proyecto de tanta inversión conviva con vecinos que sufren de estos niveles de falta de desarrollo y de pobreza”. (Caretas N.2460)

En la búsqueda de soluciones, el gobierno apela a organizar coaliciones con los gobiernos regionales y al diálogo con los actores en conflicto. Eso está bien, pero aún es una propuesta parcial y limitada. Las coaliciones y el diálogo son eficaces si van acompañados por una política que articule una amplia coalición socio-política entre los empresarios mineros y los pobladores de las zonas mineras que permita la coexistencia de los intereses privados con la producción de bienes públicos (educación y salud pública de calidad, saneamiento, electricidad, carreteras, etc.).

Ryan Saylor ha escrito un libro que va en esta dirección: State Building in Boom Times. Commodities and Coalitions in Latin America and Africa (Oxford, 2014) en el que se propone explicar la capacidad del Estado a través de una perspectiva “botton–up”, es decir, la capacidad del Estado explicada por un juego de coaliciones de los grupos políticos y económicos. Saylor sostiene que la capacidad del Estado consiste en la habilidad para estructurar bienes públicos e instituciones fuertes como un prerrequisito para el desarrollo económico.

 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820067-los-conflictos-mineros-mitos-dialogo-y-politica




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