El papel del periodismo de encubrimiento en la guerra contra
Venezuela
Marcos Roitman
Rosenmann
Le Monde
Diplomatique
La información no
mata, pero es un arma terriblemente eficaz. Bien utilizada puede desarmar a
todo un ejército. Durante la guerra de Vietnam, los enviados especiales
fueron relatando los horrores, los cuerpos destrozados, las aldeas
bombardeadas con Napalm y gas naranja. La televisión, el cine y la prensa
escrita se convirtieron en parte del "fuego amigo", provocando un
efecto boomerang. "Los ciudadanos descubrieron a un ejército cruel e
injusto. Vieron soldados realizar ejecuciones masivas a civiles, torturar
prisioneros, bombardear aldeas y utilizar armas y defoliantes químicos contra
la población vietnamita. En buena medida debido a la televisión, el país no
estuvo ya detrás de sus soldados. La guerra se perdió militar y
psicológicamente. La noción de 'trasparencia' entró en crisis. (...) El pentágono
y la OTAN aprovecharon las enseñanzas. Aunque los militares no culparon
únicamente a los medios de comunicación de la derrota en el sudeste asiático,
quedaron convencidos de la necesidad de canalizar y controlar a la prensa y
mantenerla apartada de las operaciones bélicas".1 Nunca más periodistas
independientes, apegados a su trabajo, dispuestos a ser un canal de mediación
entre el acontecimiento, el ciudadano y el lector. Surge una nueva definición
de información. El periodista se trasforma, acude a relatar espectáculo. Para
él, ya no hay causas. No hay actores. No hay contexto. No hay memoria. No
existe la historia.2 Solo puede existir una verdad: "la verdad
oficial".
Al tiempo que se
fabrica la "verdad oficial", la guerra psicológica gana protagonismo.
Los medios de comunicación pasan a cubrir el aspecto más "mundano"
de la guerra. Son el vehículo de trasmisión ideológica de los valores
dominantes y hegemónicos. Mutan en dispositivos para la disuasión. Las
noticias y los hechos se recrean mediante técnicas de propaganda y publicidad
ad-hoc. Se inventan informes, datos, se manipula y se miente deliberadamente
para distorsionar la realidad y presentar un cuadro acorde a las necesidades
militares.
En los escenarios
de guerra no se puede permitir ningún desliz. Es necesario anular al enemigo
en el terreno más importante: la mente. "El ser humano es considerado el
fin prioritario en una guerra política. Concebido como un objetivo militar,
el punto más crítico del ser humano es su mente. Cuando su mente es
alcanzada, el 'animal político' ha sido derrotado sin que necesariamente haya
recibido un proyectil. El objetivo es la mente de la población civil, de toda
la población" Sólo a posteriori, es posible descubrir cómo se manipuló
la opinión pública, cual fue el papel desempeñado por los servicios secretos,
las organizaciones internacionales, así como la contaminación de las fuentes,
el rol de las agencias y medios de comunicación para crear un estado de ánimo
propicio a una guerra, invasión o bloqueo económico. Todos los dispositivos
del poder, son mecanismos de trasmisión de mensajes sesgados, prejuicios,
símbolos y sentimientos compartidos por la mass-media para recrear una imagen
del enemigo y la necesidad de combatirlo.
El periodismo de
guerra está inmerso en esta batalla psicológica. Una vez definido el enemigo,
el aparato propagandístico se vuelca en construir una barrera preventiva que
anule cualquier información en sentido contrario. Desacreditar, enturbiar y
sobre todo conseguir el apoyo de la población a sus planes se convierte en
prioritario. Sumisión y domesticación.
Hoy, se ha
decidido que Venezuela es un objetivo militar estratégico para occidente. Una
guerra entre el bien y el mal. Democracia versus dictadura. También por los
recursos naturales. Para hacerlo creíble, es obligado presentar dos bandos en
guerra, dos maneras de entender el mundo. Débiles y fuertes. Un Estado
opresor y una sociedad que lucha por su liberación. Comunismo versus
libertad. Desobediencia civil, contra represión. Indefensos ciudadanos contra
el poder omnímodo del totalitarismo. En esta guerra, todo vale. Hasta el
Vaticano se decanta. La iglesia se siente amenazada, y apoya a un bando, a
los responsables de la violencia callejera, pero comprometidos con Dios, la
familia y la moral católica. Los considerados oprimidos. Primero, los obispos
y la curia venezolana toma partido, es parte de un bando, se siente
perseguida, hostigada por las fuerzas "chavistas". No aporta datos,
pero se escuda en su palabra. Excusa suficiente para que El Papa Francisco se
manifieste. Ya no tiene una posición equidistante, se quita la careta. La
oposición es su bando. La misma que ha quemado, baleado a trabajadores,
mujeres y niños. El guión es similar a lo ocurrido con la iglesia en Chile
durante el gobierno de Salvador Allende en 1973, apoyo el golpe
cívico-militar. Luego vendrían las lágrimas y los arrepentimientos. Era
tarde, miles de ciudadanos habían sido detenidos, torturados y asesinados. El
argumento es recurrente, la fe en peligro, la amenaza a los católicos, la
libertad de culto, y el sacrilegio.
El periodismo y
los medios de información pertenecientes al establishment del bloque
occidental, han tomado una decisión, retrotraer a Venezuela a los tiempos del
neoliberalismo, la economía de mercado, y el pacto inter-oligárquico. Sin
excepción, desde esta trinchera fundamentalista, alteran hechos, crean
acontecimientos y fomentan el odio hacia el pueblo venezolano contrario a
dichas posiciones y que solo quiere vivir en paz. La última elección a la
Asamblea Nacional Constituyente, lo demuestra. La declaran ilegal y un fraude
de ley. No aportan argumentos, se parapetan en la violencia, el sabotaje y la
sedición golpista. Se consideran víctimas de la opresión y la prensa así los
presenta al mundo, invisibilizando que más de ocho millones de venezolanos
acudieron a votar, pero eso no es noticia. El hecho se oscurece bajo la
acusación de fraude. En contrapartida, y como acto democrático dan publicidad
y consideran un éxito la convocatoria de plesbicito del 16 de julio, de la
Mesa de Oposición democrática (MUD), donde los datos fueron falseados, las
estadísticas del censo no cuadran con los votos emitidos, los lugares de
votación no se atienen a la legalidad y para más inri, se queman las actas de
votación, haciendo imposible una verificación de resultados. Todo lo anterior
fue documentado extensamente, pero la prensa mundial califica dicho
acontecimiento como expresión democrática del pueblo venezolano. Extraña
manera de informar. 3
Mientras el proceso
electoral para la Asamblea Constituyente es verificable, la oposición se
dedica a quemar urnas, poner barricadas, impedir el acceso a votar, amenazar
a quienes lo hacen, lanzar cocteles molotov contras las fuerzas armadas y la
policía ¡Vaya dictadura más extraña! La oposición campa a sus anchas,
desconoce el poder ejecutivo, amenaza a sus adversarios, los quema, impide
ejercer derechos, usa la fuerza, manda a sus militantes a destruir edificios
públicos, sabotear las elecciones, poner barricadas, entre vítores de la
prensa mundial. El mundo al revés. Tal vez por este motivo, sus
representantes son admiradores de Francisco Franco, Augusto Pinochet, y se
sienten cómodos con el discurso neonazi y fascista. Para los incrédulos,
Lilian Tintori, abanderada del antichavismo y compañera sentimental de
Leopoldo López, declaro: "los opositores venezolanos es normal que
vitoreen a Francisco Franco, si viviera nos apoyaría, como Rajoy", y el
ex alcalde de Caracas, Ledesma, detenido por sedición y llamar al golpe de Estado,
espetó: "Augusto Pinochet era una demócrata al servicio de su
pueblo".
El control, es
total. Cuando se declaró la guerra contra el gobierno constitucional y
legítimo de Venezuela, se patrocina la estrategia del miedo y el terror. Así,
es posible usar adjetivos como: "asesino", "corrupto",
"dictatorial", para referirse al gobierno y sus funcionarios. Todo,
aderezado con declaraciones tendientes a desacreditar y negar la legitimidad
del Estado, a fin de declarar la "guerra a muerte al chavismo".
Podríamos seguir esta política que invisibiliza la ideología de los llamados
"demócratas venezolanos". La lista se haría interminable.
Sus aliados en el
exterior comparten tales afirmaciones desde el silencio cómplice, y se suman
a la guerra, dando cobijo, financiando a todo aquel que les apoye. Mientras
tanto, cuando urge una voz discrepante en sus filas, la atacan y
desacreditan. Ha sido el caso del Alcalde de Valladolid y portavoz
parlamentario del PSOE, Óscar Puente. En entrevista a los medios de comunicación
subrayó: "que la crisis por la que pasa Venezuela es responsabilidad
colectiva" apostillando que en España los medios de comunicación
sobredimensionan el problema, "portada tras portada". No pasaron
minutos, toda la prensa y los dirigentes políticos lo insultaron. La
Vicesecretaria General del PSOE, Adriana Lastra, a la par se disculpó con la
oposición venezolana y destacó su compromiso con la MUD. Sin olvidar la
editorial de El País, donde se le insulta y llama a guardar silencio en
cuanto a la cobertura informativa sobre Venezuela.
Los principales
periódicos del Estado español, secundan el golpismo en Venezuela, se unen a
la guerra con editoriales incendiarias y mal intencionados. Los enviados
especiales un día sí y otro también, mienten, manipulan y desinforman. En ese
momento dejaron de ser periodistas, para ser títeres del poder. Hoy sus
homólogos, renuncian a la profesión y se trasforman en soldados de una
guerra. Antonio Caño, en El País, Francisco Maruhenda en la Razón, Francisco
Rosell en El Mundo, Bieito Rubido en ABC o Marius Carol en La Vanguardia, por
citar los destacados, cumplen órdenes aunque ello suponga abandonar los
principios deontológicos para mentir. Se reconocen en el insulto, la
descalificación y los exabruptos. No informan, son parte de las
radioemisoras, televisiones públicas, privadas y por cable que se dan a la
tarea diaria de mentir, bajo el manto de la una falsa objetividad. Es una
guerra declarada contra el pueblo de Venezuela.4
No es primera vez
que asistimos a un teatro de operaciones donde el control de la información
conlleva manipular la realidad hasta hacerla irreconocible, forjando una
mentira para subir la moral de los combatientes, aunque el resultado sea la
derrota. Hitler no dejo de arengar a sus generales, mintiendo y
distorsionando los hechos. Estados Unidos hizo lo mismo en la guerra de Irak
y hoy se repite en diferentes escenarios. Venezuela no es diferente. Sin
embargo, esta guerra impuesta, ha sido rechazada e impugnada en las urnas por
el pueblo venezolano. Pero aún así, la oposición no reculará, llevará esta
guerra espuria hasta sus últimas consecuencias. Occidente lo tiene claro, el
proyecto bolivariano debe ser reducirlo a cenizas y sus militantes
aniquilados. Las declaraciones de Donald Trump, señalando que no
"descarta una intervención militar" dan fe de sus planes. Sin
embargo, estas manifestaciones han puesto en entredicho el carácter
democrático, si alguna vez lo fue, de la oposición venezolana. Hoy se
fragmenta, no sabe hacia dónde ir. Ha fracasado, dejando una estela de
muerte, asesinatos, golpes fallidos o asaltos a cuarteles por mercenarios, el
último, el cometido contra la 41 brigada blindada, en el Estado de Carabobo,
el 6 de agosto. Así, la oposición ha ido de derrota en derrota, de fracaso en
fracaso. Ojalá, abandone la sedición y la violencia, acepte dialogar, la mano
está tendida, sólo hace falta ser demócrata. ¿Lo será la oposición
venezolana? Ese es el dilema.
http://rebelion.org/noticia.php?id=231707
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miércoles, 20 de septiembre de 2017
OPINIONES 20/09/2017
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