domingo, 6 de agosto de 2017

OPINIONES 06/08/2017

 

Asedio internacional contra la Asamblea Constituyente: claves de una encrucijada

William Serafino


Agresiones coordinadas y la incapacidad política de la OEA

"La crisis de Venezuela es ya la gran prioridad en todas las cancillerías latinoamericanas", así comienza un artículo publicado por Javier Lafuente y Carlos Cué en El País de España hoy 6 de agosto.

Lo que en un diario de amplia audiencia se presenta como un interés ingenuo y total en la situación del país suramericano, encubre más bien el grado de coordinación sobre el cual actualmente trabaja EEUU y sus no más de una decena de aliados en la región contra Venezuela y su ANC.

Las sanciones del Departamento del Tesoro sobre 13 altos funcionarios del Estado dictadas el pasado 26 de julio no varían demasiado ni en forma ni fondo de rondas anteriores (contra magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y el Vicepresidente Tareck El Aissami este mismo año), salvo por la cualidad que las convirtió en extraordinarias: los gobiernos de Colombia, México y Panamá fueron los primeros en plegarse a dichas sanciones a pocas horas del anuncio.

El camino que labra esta primera acción no parece ser otro que el de construir un bloque de presión regional leal a EEUU que sortee el obstáculo caribeño en la OEA, factor que junto a otros países hoy impiden que en el Consejo Permanente puedan emitir una resolución unificada que impulse sanciones colectivas.

La convocatoria a una reunión de cancilleres el 8 de agosto por parte del gobierno de Perú, un día antes de que el Departamento del Tesoro sancionara al presidente Nicolás Maduro, al mismo tiempo que da muestra de esa debilidad también clarifica la necesidad que tiene EEUU de construir un bloque geopolítico informal que acompañe sus sanciones, buscando imponerle esa posición a las más de 15 naciones que llaman al diálogo y al respeto de la soberanía venezolana.

Venezuela y la desastrosa política exterior de la Administración Trump

Como una medida de fuerza la Casa Blanca prometió sanciones al sector petrolero venezolano si se instalaba la ANC. Al momento del anuncio un intenso debate se desarrolló sobre las desventajas tanto políticas como económicas con las que cargaría EEUU si aplicaba estas medidas.

Pero con respecto a Venezuela y Latinoamérica, así como al resto de zonas de interés estratégico para EEUU, no nos referimos a una administración que funciona bajo un criterio geopolítico unificado y con un aparato diplomático que coordine sus acciones en el terreno bajo una sola línea de mando.

"La tarea del secretario de Estado Rex Tillerson de liderar el Departamento de Estado se acaba de volver mucho más difícil", reseñaba una nota de The Washington Post sobre la renuncia masiva de funcionarios de carrera del Departamento de Estado en enero de 2017, sobre todo en el área de misiones consulares.

"Si el presidente no escucha al Departamento de Estado, la diplomacia de EEUU es torpe, en el mejor de los casos", afirma la profesora del Bowdoin College, Rebecca Gibbons, citada por El Confidencial de España en nota de junio de este año.

Gibbons se refiere a las tareas diplomáticas sensibles que ha delegado el presidente Donald Trump en su yerno Jared Kushner, tales como "mejorar" las relaciones con México y dialogar con China, pasando por encima del organigrama del Departamento de Estado.

En lo que respecta a Venezuela, este cuadro de confrontación y encono entre la Administración Trump y el Departamento de Estado, ha traído como consecuencia que Marco Rubio haya logrado la atención de la Casa Blanca para definir su política exterior.

Marco Rubio junto a otros senadores radicales de Florida, quienes son los principales patrocinadores de Voluntad Popular, no sólo han sido actores claves en las últimas sanciones, sino que proponen abiertamente un embargo petrolero a la par de desconocer al Gobierno venezolano.

El primero de agosto el Subsecretario adjunto del Departamento de Estado para Sudamérica Michael Fitzpatrick, declaró a EFE que EEUU no reconocería a un "gobierno paralelo" en Venezuela y que existe un canal de diálogo con el Gobierno venezolano.

Ese aparente cambio de coordenadas fue frenado por Rex Tillerson, quien al día siguiente declaró: "Maduro sale bajo su propia voluntad o regresamos los procesos del Gobierno a su Constitución", dejando entrever medidas de fuerza contra el país basadas en métodos de guerra financiera, económica y también irregular.

Ese mismo día fuentes del Departamento de Estado confirmaban al Foreing Policy que el archiconocido por su participación en el golpe de 2002, William Brownfield, es uno de los principales candidatos de Tillerson para ser el nuevo Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, cargo al cual están subordinados funcionarios como Fitzpatrick.

El reordenamiento de la política exterior hacia Venezuela bajo una línea agresiva e intervencionista que anuncia el posible nombramiento de Brownfield, encuentra su complemento en el nombramiento del general John Kelly, ex jefe del Comando Sur, como director de gabinete de la Administración Trump.

Quien en 2015 afirmara la necesidad de intervenir a Venezuela desde el Comando Sur bajo un contexto de "crisis humanitaria", actualmente está trabajando codo a codo con Marco Rubio para "darle forma a la respuesta que deberá tener el gobierno del presidente Donald Trump ante la crisis del país sudamericano", según informa una nota de El Nuevo Herald el 4 de agosto.

Este conjunto de maniobras filtradas a la prensa no sólo son a modo de reordenar en torno a una sola política los movimientos de EEUU sobre Venezuela, también posicionar ante la opinión pública cuáles son los factores radicales de poder que tienen la voz cantante en su definición para marcar la "agenda única" que los genuflexos deben asumir sin titubear.

Para sumar un nuevo elemento de contradicción, el asesor de seguridad nacional de Trump, general H.R. McMaster, afirmó ayer que "es importante que la responsabilidad de esta catástrofe recaiga sobre los hombros de Maduro", dejando entrever su oposición a sanciones energéticas con impactos devastadores, decantándose por más sanciones individuales.

De la condena de comunicados a las acciones de fuerza

A medida que la ANC vaya tomando medidas para estabilizar el país y rescatar la autoridad del Estado venezolano, EEUU y sus aliados utilizarán el asedio diplomático y financiero como mecanismo de presión política para debilitar su margen de maniobra y capacidad de reordenamiento político.

Muestra de ello fue la primera medida: remover a Luisa Ortega Díaz como Fiscal General de la República por faltas graves a sus competencias y funciones. Al momento en que ocurría, países miembros del Mercosur anunciaban la suspensión ilegal de Venezuela del organismo, sin que eso significara automáticamente sanciones comerciales.

Sin embargo, la maniobra marca un precedente y una posible ruta para la escalada: si las acciones simbólicas (resoluciones, acompañamiento de sanciones individuales, comunicados, etc.) no inciden en los actos de la ANC, que derivarán en acuerdos y planes para la recuperación económica, EEUU echará mano de sus gobiernos satélites para intentar romper relaciones diplomáticas y comerciales de forma selectiva, como ruta alterna para conseguir mínimamente los mismos resultados que traería una sanción petrolera: evitar la recomposición política y económica del país vía aislamiento, promover un nuevo ciclo de violencia armada en las calles y fabricar las condiciones de un "Estado fallido" que requiere urgente una intervención multilateral. Allí la médula de la maniobra: el desgaste político y económico prolongado para doblegar a un país entero.

Distintos analistas internacionales no precisamente chavistas, como Andrés Oppenheimer y Moisés Naím, refiriéndose a las sanciones contra Irán, Cuba o Rusia en tiempo pasado y reciente, comparten la opinión de que esas acciones son contraproducentes y no garantizan el éxito de los objetivos políticos de Estados Unidos. La encrucijada que se marca es la no garantía de doblegar a quienes reciben fuertes sanciones.

El Departamento de Estado condenó a través de un comunicado la remoción constitucional de Luisa Ortega Díaz exigiendo el "restablecimiento de la democracia". El director de la orquesta marcando el ritmo de la melodía y el tono al que deben sumarse los que están en el escalón inferior. México fue el primero en secundar el comunicado de EEUU, junto a otros gobiernos bajo la misma condición colonial. El modo de operar y la sincronía en sí es la confirmación de la mecánica del asedio en esta nueva etapa del conflicto, netamente geopolítica.

Sacar la política de la ecuación

En el horizonte político inmediato están las elecciones regionales. Varios partidos de la oposición venezolana han expresado su intención de inscribir candidatos.

Voluntad Popular, como partido creado y financiado para generar las condiciones de la intervención (en sus diversas formas de expresión, desde la militar hasta la político-financiera), expresa a través de su dirigente Freddy Guevara que "la MUD sostiene diversas reuniones para anunciar nuevas acciones para enfrentar a Maduro y su proyecto de nueva Constitución", en nota publicada por el medio El Estímulo.

Pero EEUU no puede esperar a que Freddy Guevara y demás partidos definan qué van a hacer. Divididos y sin norte político definido, menguados en la movilización de calle y en la iniciativa política, son arrastrados (lo que también implica una decisión) por una maniobra que los supera. Desde siempre.

Y así lo debe hacer la política como ejercicio de negociación y disputa pacífica, salir de la ecuación. ¿O acaso la maniobra de Smartmatic no fue promovida por EEUU para sacar del juego un escenario electoral, presionando a la oposición para no reconocer al CNE? ¿No viene a suplir, por la vía de los hechos, el desconocimiento prometido por la MUD al plantear la remoción ilegal de sus rectores? Se enmarca en la misma lógica de fractura institucional, de fragmentación y vaciamiento del Estado venezolano, sólo que ejecutada por otros medios y por otros actores.

¿Acaso la maniobra mediática global de calificar al Gobierno venezolano como un "dictadura" (ahora con mayor fuerza) no es también para presionar a la oposición a quemar las naves para prolongar el conflicto, demonizando a quienes no opten por esa ruta y glorificando a los que sí? Ahí la lógica que opera, en cambio, es la del sacrificio.

La cartografía de esta nueva etapa del asedio contra Venezuela, mucho más peligrosa y agresiva, es también la configuración de un escenario donde la política busca ser cancelada y negada, sea en formato de elecciones o mesa de diálogo. La deslegitimación es contra la política y contra todos aquellos que busquen ejercerla para evitar mayores niveles de conflictividad en Venezuela.

Hoy el equilibrio geopolítico del mundo va encontrando su centro de gravedad en el bloque emergente de Rusia, China e Irán. Las últimas sanciones de EEUU que rayan en la guerra comercial certifican el desespero de subir las apuestas y exacerbar el conflicto con tal de retomar el mando que han perdido, a costa de convertir zonas del planeta en desiertos políticos y económicos.

Venezuela no escapa de esa confrontación entre dos grandes bloques de poder, y la encrucijada de EEUU está dada por su ubicación del lado que hoy tiene la ofensiva. Al fin de cuentas somos el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, además de estar en el top ten global de reservas de oro, gas, coltán y otros recursos sensibles para las corporaciones estadounidenses. No de gratis Exxon Mobil tomó control del Departamento de Estado a través de su mejor cuadro gerencial: Rex Tillerson.

Al parecer se va acabando el tiempo y es menester gastar los cartuchos guardados (ninguno es político) para intentar sostener lo que conciben como su patio trasero, ante la cada vez más poderosa inserción de capitales rusos y chinos.

El presidente Nicolás Maduro informó hace días que se está preparando una coalición internacional para intervenir a Venezuela. Guerra avisada no mata soldado. Y vaya que el chavismo ha sabido anticiparse a escenarios peligrosos, como ninguna otra fuerza política del planeta bajo asedio.



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