El
audio de Whatsapp que mi amigo me envía desde Caracas me informa mejor que
toda la prensa española
Edu Granados Reguilón
Quienes me conocen saben que normalmente intento
abstenerme de opinar sobre cuestiones que me sobrepasan. Si acaso comparto
algún artículo que considero riguroso en redes sociales, pero, sobre
Venezuela, ni eso. El debate está tan polarizado y hay tanto ruido que
siempre he pensado que el silencio y la escucha serían mi mejor aportación.
No soy el único que piensa y actúa así.
Eso no ha cambiado. Esta no es una publicación
para opinar sobre Venezuela, sino una publicación que (creo) puede servir de
ayuda a muchas personas para cuestionarse cómo nos informan sobre Venezuela
la mayoría de medios nacionales e internacionales. No descubro nada nuevo, lo
sé.
Os cuento.
Desde hace varias semanas dos amigos míos están
en Venezuela. Ambos son estudiantes de Medicina de cuarto curso en Madrid y
si pudiera definirles de alguna manera sería a través de su infatigable
compromiso con el ser humano. Utilizar una etiqueta ideológica sería inútil,
de verdad, entre potenciales médicos cuya labor será (y ya es) salvar vidas,
sean de derechas o de izquierdas, de arriba o de abajo. Tengo plena confianza
en su palabra.
Uno de ellos, con quien tengo más relación, me
contó que el motivo principal de su viaje es la participación en un proyecto
en Colombia con víctimas del conflicto, pero, ya que cruzan el océano,
querían aprovechar para conocer de primera mano, con sus propios ojos y
oídos, la situación del país en estos momentos. Pasaron unos días en el
Amazonas venezolano y visitaron la cascada más alta del mundo, el Salto del
Ángel, pero volvieron a la capital para vivir la Constituyente.
Aproveché para preguntarle cómo estaban las cosas
allí, en Caracas, y le pedí su opinión sobre esta crónica del periodista
Alberto Pradilla para el diario Público, firmada el 29 de julio, la víspera
de la votación de la Constituyente. Mi amigo me contestó ayer, 31 de julio,
un día después de la votación, a las 15:59 en Caracas (21:59 en Madrid), es
decir, en la tarde de la jornada post-electoral. Su contestación, un mensaje
de voz por WhatsApp, junto a la preocupante cobertura que está haciendo la
mayoría de prensa española, fue lo que me empujó a escribir este post.
“No conozco al periodista, pero… es que no puedo
estar más de acuerdo. Se nota que está aquí y está describiendo la situación
tal y como la está viendo”, me cuenta mi amigo Miguel (nombre ficticio) en el
inicio de su audio de casi siete minutos de duración desde el barrio de
Altamira, al Este de Caracas, el foco del bando opositor. Reconoce que la
situación en ese momento estaba más calmada y que los protestantes se habían
cansado.
(Decido hacer una transcripción íntegra del audio
para evitar que alguien me acuse de seleccionar o editar la información)
Y así continúa el audio:
“La mayoría son chavales de los cerros, que
llaman, que son como las favelas, que han bajado a la ciudad porque les
estaban ofreciendo pasta y ahora se han quedado un poco vendidos. De hecho,
ayer muchos se quejaban, preguntaban: dónde está lo que nos prometieron, aquí
no hay gente suficiente para nada… Como que se dieron cuenta de toda la
maquinaria propagandística de la oposición, que les ha dejado con el culo
vendido a ellos, ¿sabes?
Y ahora, por ejemplo, estaban parando coches en
la avenida Miranda pidiendo dinero para comer, muchos durmiendo en la plaza o
debajo de algún puente. La verdad es que a mí me da bastante tristeza ver la
situación de los chavales estos. Sobre todo porque, además, hablas con ellos
y no hay ninguna ideología detrás. Es decir, tienen el discurso de que “hay
que derrocar a Maduro, porque Maduro es un corrupto y porque Maduro hace que
tengamos hambre”.
Y tú les ves y profundizas un poco y son chavales
sin ningún argumento que se ve que están luchando porque les han prometido,
porque les han hecho ver a nivel propagandístico que ellos son los
libertadores de la patria, los hijos de Bolívar y que si ellos se parten el
lomo el país se va a liberar. Pero claro, lo que no se dan cuenta es que esa
liberación no es tal. Están apoyando una opción política que va a hacer que a
largo plazo su situación sea todavía peor: la brecha social se abrirá todavía
más.
Entonces, es como una alienación de la clase más
baja de Caracas luchando, ni siquiera codo a codo, porque luego los grandes
terratenientes se quedan atrás, ni siquiera bajan a la calle.
Ya te digo. La toma de Caracas no ha sido nada.
Ayer era de coña. Estuvimos todo el día por ahí, pero aquí en Altamira casi
había tantos chavales (aquí los llaman chamos, que es como chico de barrio)
como periodistas. Y todo muy desorganizado: una lucha que cada vez se ve que
tiene menos sentido. Ahora parece que trancan las calles solo para pedir
dinero para comer.
Y luego fue realmente triste, y creo que lo estoy
viendo mejor retratado que nunca, el tema de cómo está influyendo el grupo
mediático en todo esto. Estaban aquí televisiones de todo el mundo, buscando
la foto con el cocktail Molotov, etc. Para que te hagas una idea, la gente
que hay en la calle sería más o menos el equivalente a una hinchada de fútbol
(tirando para arriba). No llega a cien personas y son chavales, desde 11 años
hasta 16. Todos super malotes, con toda la indumentaria bélica y que dan to’
el miedo, pero realmente, tú les ves y sonadolescentes.
Y bueno, que ahora mismo, la lucha de la
oposición… antes bajaban a escuchar discursos, ya ni siquiera. Están los
chavales aquí abandonados a su suerte y ya creo que no tienen ni directrices
y ahora ya solo queda hacer el vándalo por este lado de la ciudad.
Porque luego cuando vas al centro, que también
estuvimos, pues en los colegios electorales viendo cómo votaba la gente. Se
habilitó el Poliedro, que es como si fuera el Palacio de los Deportes, un
sitio de conciertos y eventos, como un centro de contingencia para toda la
gente que no había podido votar en este barrio, en Altamira, en Chacao,
porque las protestas habían sido muy fuertes y los colegios habían cerrado, y
así. Bueno, entonces, eso (el Poliedro) se petó de peña votando y la situación
en el centro es de normalidad absoluta. Es decir, fue como una jornada
electoral totalmente normal. Como si fuera una jornada electoral en Madrid.
Y, ¿qué pasa? Que de ese lado, y eso fue lo
triste del todo, no había ni un medio de comunicación. Vale, estaban los
estatales cubriéndolo y tal, pero medios internacionales no había ni uno.
Todos estaban en Altamira buscando la fotaza con la explosión y tal. Sin
embargo, lo que se supone que es la noticia, la elección de la Constituyente,
etc, no estaba siendo cubierto por ningún medio.
Luego, por la noche, hubo una fiesta enorme en la
plaza Bolívar y salió Maduro a hablar al balcón y no había ni un medio
internacional. Y me dio rabia, se supone que la noticia es esa. Lo otro son
como efectos colaterales. Es como si, por ejemplo, en la última cumbre del
G-20 las noticias fueran solo sobre las protestas contra la cumbre y no la
cumbre en sí misma.
Y así termina.
“O sea, una cosa totalmente bizarra y que explica
totalmente cómo la oposición tiene el dominio absoluto de los medios
internacionales y de la opinión pública internacional”.
En las crónicas de Pradilla, aquellas que envié a
mi amigo, se pueden leer descripciones muy parecidas:
“Cuando hoy vean las imágenes de encapuchados,
piensen en una plaza semivacía con casi más fotógrafos que tipos dispuestos a
lanzar piedras. A unos kilómetros de allí, en el Parque de los Caobos, en el
municipio Libertador, se celebraba la Feria del Libro, con decenas de stands.
En el Cuartel de la Montaña, en el barrio del 23 de enero, se conmemoraba el
63 aniversario del nacimiento de Hugo Chávez. Y en medio, un montón de
dificultades reales (escasez, ineficiencia, inseguridad y presiones
internacionales, entre otros) pendientes de solución. Tomando todo esto en
cuenta, deberíamos plantearnos hacia dónde dirigimos el foco.”
Repito: no pretendo defender el régimen de
Maduro, tampoco posicionarme a favor ni en contra de la oposición, sería una
locura hacerlo a miles de kilómetros de distancia y sin haber pisado nunca el
país, ni el continente, tan solo quiero cuestionar la forma en que nos
informan sobre Venezuela porque, como escribe Pascual Serrano, en España
hemos llegado al punto en que acercarse a un quiosco de prensa es alejarse de
la verdad de lo que sucede en el mundo. Es muy preocupante.
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jueves, 3 de agosto de 2017
ESPECIALES 03/08/2017
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