Causa no, habilitador sí - Eduardo Dargent
¿Cómo enamorar ‘millennials’? - Carlos Meléndez
El camino de la izquierda - Carlos Tapia
El reclamo del partido fantasma - Augusto Álvarez Rodrich
García en batalla - Mirko Lauer
Sí a la marihuana medicinal - Ian Vásquez
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Causa no, habilitador sí
Eduardo Dargent
Los recientes
escándalos relacionados al caso Lavajato han abierto un debate sobre si
existe una relación entre el modelo económico y el tipo de corrupción que ha
golpeado al país. Algunos incluso apuntan a la tecnocracia económica como
responsable, por omisión o acción, de la corruptela. Desde la derecha
diversos comentaristas han calificado estos argumentos de absurdos, señalando
que la culpa es de los corruptores brasileños, que el escándalo se origina en
un país izquierdista y no liberal, o que la responsabilidad es de nuestros
políticos, no de los técnicos.
La pregunta no me
parece absurda, más bien es analíticamente interesante y necesaria. Creo que
así como se ha escrito mucho sobre cómo el modelo desarrollista de los
sesenta aplicado por un Estado débil abría espacios para la corrupción
corresponde discutir si el modelo de los noventa, el real no el teórico, hace
lo mismo pero por diferentes mecanismos. Adelanto mi respuesta: aunque no hay
que caer en argumentos simplistas y efectistas, sí encuentro una relación
entre el modelo y los tecnócratas económicos que lo crearon y dirigieron con
el tipo de corrupción que observamos. No como causa de la corrupción, pero sí
del tipo que estamos viendo.
¿Por qué es
erróneo hacer una relación simplista entre modelo y corrupción? Primero, el
tipo de corrupción descubierta –coimas y sobrevaloraciones en obras públicas–
es tan vieja como la república. No es posible culpar al modelo de la gran
corrupción, es una constante en nuestro país. Segundo, el impacto de la
corrupción brasileña ha sido fuerte en países con muy diversos modelos de
desarrollo, sean de mercado o más intervencionistas. Pecó el chavista, pecó
el neoliberal.
Pero vayamos un
poco más allá. ¿Hay algo propio de este modelo y el tipo de corrupción
observada? Los arquitectos del modelo de desarrollo peruano asumieron como
bandera que las actividades privadas podían mejorar la provisión de servicios
públicos, que lo privado era eficiente y lo estatal ineficiente. Las reformas
redujeron al Estado e incrementaron la relevancia y poder de algunos actores
privados beneficiados con las nuevas reglas: sectores financieros,
exportadores y mineros.
Desde hace tiempo
se señala (por ejemplo, Durand desde los tempranos 2000) que la tecnocracia
económica, sus ideólogos y voceros estaban demasiado cerca de estos sectores.
Muchos de los arquitectos originales hicieron negocios en las actividades que
promovieron. Por esa cercanía, o por ideología, dieron poca atención a
construir una institucionalidad capaz de controlar y tomar distancia del
poder privado.
Uno puede no
compartir la idea de que esa tecnocracia está capturada y reconocer, sin
embargo, que hay demasiada cercanía. Lobistas que entraban y salían del
Estado, reguladoras que perdieron poder, decisiones que se tomaban en las
empresas interesadas, una y otra vez privilegiaban a los privados. No se
trabajó para controlar esta influencia ni cuestionar que dichos intereses
privados con frecuencia no coincidían con el interés público. En la academia
esta es la imagen preponderante del modelo peruano, y no es de ahora. No es
la tecnocracia weberiana de la que habla Jaime De Althaus para defenderla,
una tecnocracia económica que entra y sale del Estado para ocupar cargos en
el mundo privado no es un ejemplo de lo que describía Weber.
Este estado de
cosas tiene costos. Hay, para comenzar, que discutir la calidad de servicios
que nunca se aproximaron a su promesa original (pensiones, educación,
transporte). Pero hay también una serie de dimensiones en que se abrió la
puerta a la corrupción. Ahora hablamos de las asociaciones público privadas.
Pero ¿hemos discutido lo suficiente el sistema de obras por impuestos? ¿O de
la acelerada dación de concesiones mineras? ¿Y que hoy no se cuestione ni
discuta el papel de los socios locales de las constructoras brasileras no es
prueba del peso de este poder privado? ¿Una prensa con fuertes vínculos
empresariales es un contrapeso a este tipo de corrupción?
La agenda de los
tecnócratas con más poder ha estado puesta en destrabar y desregular, no en
fiscalizar. Es injusto meter en este saco a todos, especialmente a otros
técnicos con menos vínculo con el mundo privado. Pero sí es necesario que
quienes tuvieron el poder de iniciar reformas para fortalecer el Estado,
construir burocracias, y balancear este poder privado, reconozcan su
responsabilidad en no hacerlo.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/849473-causa-no-habilitador-si
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¿Cómo enamorar ‘millennials’?
Carlos Meléndez
Esta semana se
inició el juicio a los cabecillas de Sendero Luminoso por el atentado en la
calle Tarata (Miraflores) sucedido en 1992. En medio de los escándalos de
Odebrecht, la noticia se escabulló en algún rincón de las primeras planas. No
solo ha “perdido actualidad” para los editores periodísticos, sino que suena demasiado
a pasado para muchos peruanos. Por eso, quienes continúan reivindicando
políticamente el final del terrorismo le están hablando a la pared. Esa
temática ya no nos conmueve, no agita nuestras pulsiones.
El año 1992 es uno
de los hitos de la historia peruana contemporánea. La interrupción
democrática de aquel año fue interpretada por el fujimorismo como la
justificación para sus posteriores méritos en materia económica y lucha
contra el terrorismo. La lectura fujimorista de los noventa fue exitosa por
muchos años y hasta se impuso –en algunos sectores– como parte de la
“historia oficial”. Sin embargo, el tiempo también es inclemente con los
relatos políticos. Las nuevas generaciones no son necesariamente afines a
esta interpretación. Para quienes nacieron en un país sin terrorismo y sin
hiperinflación, el clásico relato fujimorista les dice muy poco. No
necesariamente por “ignorancia”, sino por la mayor relevancia de otras
preocupaciones.
Ensayemos un corte
etario entre quienes nacieron antes y después de 1974 (y, por lo tanto,
tenían 18 años en 1992). Para las elecciones del 2011, alrededor de la mitad
de los electores habían nacido antes de 1974. Para las elecciones del 2016,
ese grupo representaba un tercio. Es decir, quienes tienen un recuerdo vivencial
del momento reivindicativo del fujimorismo –y quienes pueden ponderar la
relevancia del ‘issue’ terrorismo– tenderán a disminuir inexorablemente con
el paso del tiempo. Obviamente, entre estas generaciones mayores hay
fujimoristas y antifujimoristas. De hecho, la edad del elector no fue un
predictor del voto en las elecciones del 2011. Pero en las elecciones del
2016, sí. El haber nacido después de 1974 aumenta la probabilidad de haber
votado por Kuczynski en los últimos comicios. Así como el fujimorismo es una
marca reconocida entre las mujeres, el antifujimorismo se asienta con mayor
comodidad entre los más jóvenes.
Mientras que el
fujimorismo se articula en torno a una agenda anquilosada (que funciona para
los mayores), el antifujimorismo ha sido capaz de actualizar negativamente la
imagen de sus rivales (pensando en los jóvenes). Asociar al fujimorismo
(viejo y nuevo) con corrupción, autoritarismo y prepotencia funciona como
activación contemporánea del ‘anti’. Para los ‘millennials’ despolitizados,
el fujimorismo es distante. No tiene nada de ‘cool’, ni siquiera una
apreciación positiva de vintage. En un contexto en el que la pirámide
demográfica evoluciona en su contra, el fujimorismo no ha sabido enamorar a
estas nuevas generaciones. Les habla –en forma y fondo– en un lenguaje
arcaico sobre temas que no importan más. No sabe acompañar el ritmo
activista, la afinidad volátil y la superación de resentimientos con que los
más jóvenes ven el futuro.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/como-enamorar-millennials-carlos-melendez-noticia-1969570
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El camino de la izquierda
Carlos Tapia
1).- Pareciera un
vericueto sin salida. Es que ahora vale lo de “No hay camino, el camino se
hace al andar”. Marco Arana, constatando la división del Frente Amplio (FA),
declaró que se hubiera producido un “desmadre” ante un eventual gobierno de
Verónika Mendoza. Se equivoca, no es un problema de personas.
2).- Es que, de
verdad, la izquierda no se plantea gobernar el país. Se contenta con su rol
crítico antes, durante y después de las elecciones. Se ha esmerado en
construir esa limitada identidad. A lo más aspira a tener una bancada en el
Congreso y sus asesores, por eso la enconada disputa de la “madre de todas
las batallas”.
3).- La izquierda
se ha especializado en “criticar” o “acompañar”. Aunque, últimamente,
prefiere ser fuerza de choque contra el “mal mayor” para que gane el “mal
menor” (que luego ni siquiera le reconoce el esfuerzo).
4).- Los grupos de
izquierda viven, sufren y gozan, mirando para adentro. Se dividen porque
achacan sus problemas a un grupo de su interior. Se han convertido en pequeñas
capillas que se creen predestinadas para “objetivos históricos”, por eso los
acalorados debates sin fin.
Los “antis” se han
convertido en su piedra de toque: antifujimorismo, antiaprismo,
antiimperialismo, antineoliberal, etc.
5).- Hay gente muy
valiosa que teme su compañía. Otros gratuitamente son “excomulgados” por los
nuevos gurús. En realidad, quisieran militantes que piensen todos igual, y
juntarse solo con quienes reconocen su liderazgo. Por eso la pelea por quién
habla en los mítines.
6).- Si de verdad
se quiere ganar las elecciones en el año 2021 y realizar las reformas que el
país requiere, hay que impulsar, sin hegemonismos, el centro-izquierda. Un
partido o un frente. Unir solo a los sectores de izquierda ya no resuelve el
problema. Es la hora del realismo, audacia y responsabilidad.
http://peru21.pe/opinion/carlos-tapia-camino-izquierda-2271267
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El reclamo del partido fantasma
Augusto Álvarez Rodrich
Para un gobierno
cuyo gabinete ministerial carece del menor sentido político, y cuya bancada
parlamentaria es una malagua sin la más mínima cohesión, ya parece el colmo
que quiera ser asediado por los dirigentes de su propio partido cuya
existencia real es una mentira porque, en la práctica, es un fantasma.
Eso es lo que, por
más extraño que parezca, le está ocurriendo al gobierno del presidente Pedro
Pablo Kuczynski, cuando los dirigentes de Peruanos por el Kambio (PpK) buscan
lo que suelen pedir todos los partidos cuyo líder llega al poder: chambas.
En este sentido
está actuando el secretario de organización de PpK, Jorge Villacorta, quien
en varias apariciones periodísticas reclama la salida del gabinete de la
ministra de la Mujer Ana María Romero Lozada por una supuesta vinculación
indebida con Odebrecht; que el consejo de ministros deje de tener tanto
tecnócrata “de cuello y corbata que no bajan a la base social”; y que el
partido tenga una mayor representación en la administración pública.
Son pedidos sin
fundamento, como la crítica a la ministra Romero por haber trabajado en una
ONG fundada por Alejandro Toledo y que en un momento recibió una donación de
Odebrecht. O el ataque del propio Villacorta al jefe del gabinete de asesores
de la PCM, Enrique Felices, por haber trabajado en un estudio legal que en un
momento dio servicios a la constructora OAS.
Lo que en buena
cuenta pide Villa- corta para él y sus correligionarios de PpK, es esa
sincera aspiración de todo el mundo: una chambita, pues.
Pero al menos él
lo hace de manera pública, porque algunos del mismo partido se aparecen cada
día en las oficinas de las entidades públicas exigiendo lo mismo: la lista de
cargos en la cual colocar a los amigos y, por supuesto, ‘correligionarios’.
Por ejemplo, el congresista oficialista Clemente Flores Vílchez.
De este modo, el
partido PpK coincide con los pedidos de la oposición fujimorista, que anda
buscando debilitar al gobierno, aunque ellos lo hacen por otra motivación,
distinta a la de los que acompañaron a PPK en la última campaña y que ahora
reclaman una recompensa por su esfuerzo expresada en chambas para los
familiares y amigos. Aunque los fujimoristas también estuvieron buscando
chambas como en el BCR, ¿no?
El presidente
Kuczynski debería sincerarse, reconocer que no tiene un partido que sustente
su gobierno, y mandar al tacho de basura todos los pedidos de chamba que le
hace un partido fantasmal como el de PpK.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/849474-el-reclamo-del-partido-fantasma
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García en batalla
Mirko Lauer
Cuando parecía que
los vientos delatores de Odebrecht se iban a concentrar en los gobiernos
apristas, estos viraron hacia otros sectores. Alan García ha aprovechado el
momento para presentarse como el ex presidente libre de soborno brasileño, y
calificar a sus colegas en problemas como “la banda de los ex presidentes”.
Evidentemente se
siente seguro. Tanto así que ha tomado la iniciativa en el asunto de la
moralización, repartiendo comentarios ásperos contra sus críticos. Por lo
pronto ha calificado a la movilización contra la corrupción encabezada por
Verónika Mendoza como “la marcha de las agendas”. La izquierda ha respondido
acusándolo de plano, como de costumbre.
Debemos entender
que García está aprovechando una ventaja. Pues si bien la campaña de medios
contra él es fuerte, no hay delaciones sustentadas en su contra. Las
acusaciones mediáticas que le llueven desde la izquierda son más bien
esperanzadas y políticas, impulsadas por un fuerte deseo de que también
García se chanque los dedos en la moledora Lava Jato.
La campaña
anti-García se apoya en varias ideas. Una es que el escándalo es tan grande e
intenso que simplemente no puede haber ex presidente sin soborno. Otra es que
el proceso de acusaciones, algunas documentadas, otras no tanto, recién comienza,
y una buena embarrada mediática puede servir para alentar a algunos fiscales
dubitativos.
En consecuencia
los medios y voceros de la izquierda se dedican a pedir, sin mayor
fundamento, prácticamente una prisión inmediata del dirigente aprista. Que le
esté yendo mejor que a los dos antiguos socios políticos del izquierdismo les
está resultando poco soportable.
Mientras tanto
García ha entendido que esta es en buena medida una batalla política, en la
cual una imagen de liderazgo decidido a no dejarse avasallar vale mucho.
Asumirla supone estar convencido de que no habrá sorpresas por el camino.
Pero sus enemigos parecen decididos a destruir su imagen aun si no aparecen
sorpresas.
Para García no es
cualquier momento. En efecto quienes más cerca parecen estar de una
catástrofe legal y política son precisamente aquellos gobernantes que
dedicaron tiempo y esfuerzo a perseguirlo por diversos medios. No es
descartable que esté asociando eso con una futura ventana de oportunidad
electoral.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/849470-garcia-en-batalla
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Sí a la marihuana medicinal
Ian Vásquez
Es acertada la
decisión del gobierno de proponer la legalización del uso medicinal de la
marihuana. El Ministerio de Salud está creando un comité de expertos para
estudiar el tema y formular recomendaciones sobre su alcance y regulación.
No hemos visto los
detalles pero, en principio, no debería ser controversial aprobar dicha
legalización en el Congreso. Ya el mundo se mueve en esa dirección. En
Estados Unidos, 28 estados y la capital han permitido el consumo legal de la
marihuana medicinal. En casi toda Europa es legal. Y ocho estados
estadounidenses y Washington D.C. han tomado un paso más allá y legalizado el
uso recreativo de esa droga, así como numerosos países europeos, Canadá,
Uruguay y otros en donde se tolera su uso o la han legalizado o descriminalizado.
Esa tendencia
global se debe no solo a que los esfuerzos de tratar a los consumidores como
criminales han sido ineficaces y contraproducentes. Se debe también a que la
marihuana claramente no es una droga más nociva que varias sustancias que son
legales como el alcohol, el tabaco o la cafeína. Además, los reconocidos
beneficios de la marihuana medicinal en varias áreas –el alivio a la náusea
causada por la quimioterapia o para controlar convulsiones musculares, por
ejemplo– son importantes, y el uso de la droga respecto a otros tratamientos
es prometedor.
Nunca faltan, sin
embargo, voces escépticas a los beneficios de la plena liberalización de la
marihuana, incluso por razones medicinales. El médico Alfonso Zavaleta, por
ejemplo, afirmó en este Diario que solo para algunas “condiciones clínicas se
ha probado científicamente la eficacia” de la marihuana medicinal y que
“otros supuestos usos potenciales medicinales son controversiales o carecen
de sustento médico científico”. Agregó que el autocultivo y la automedicación
de la marihuana implican riesgos, sin mencionar cuáles son.
Es cierto que hay
una falta de investigación y pruebas médicas respecto a la eficacia de la
marihuana. Pero eso se debe a la politización de esta droga en los países
ricos y especialmente en EE.UU., país que tiene la mayor influencia sobre la
política antinarcótica global. La comisión de expertos que se está formando
puede aprender de esta experiencia.
Sucede que, de
todas las drogas reguladas por el Estado federal estadounidense, la marihuana
se encuentra en la categoría de las más estrictamente reguladas. El gobierno
federal la considera altamente adictiva y sin usos medicinales. El mero hecho
de ser regulada de manera tan restrictiva limita severamente la investigación
científica respecto a la marihuana. Las instituciones, doctores y científicos
que quisieran investigar los usos medicinales de la droga tienen que lidiar
con una barrera de numerosos requerimientos burocráticos estrictos para ser
aprobados y que no se aplican a otras drogas. Además, el Estado ha
restringido severamente la cantidad y calidad de la marihuana que se puede
usar en las investigaciones, creando así un desincentivo más. Que en EE.UU.
la legislación respecto a la marihuana a diferentes niveles de gobierno es
inconsistente es otro desincentivo al desarrollo de este medicamento.
No tiene sentido
la regulación de la marihuana en EE.UU. y varias asociaciones médicas se han
quejado al respecto. No es físicamente adictiva y no se puede morir de
sobredosis, pero es regulada de manera más estricta que la cocaína o el opio.
El gobierno federal justifica su regulación al indicar que no hay
investigación suficiente que pruebe el uso prudente de la marihuana
medicinal. Es una trampa en que el Estado dificulta la investigación y luego
apoya su decisión en la falta de evidencia científica.
Concuerdo, por
eso, con Zavaleta en que el Estado Peruano debería permitir ensayos clínicos
sobre la marihuana como parte del proyecto de ley que se está preparando.
Pero el comité de expertos debe advertir contra la sobrerregulación que
aflige a EE.UU. y que desalienta la investigación. A la vez, debería
aconsejar tolerancia para con quienes no pueden o no quieren esperar a que el
Estado se ponga al día en este tema. Los daños que causa la mala política
restrictiva vigente representan un riesgo mayor a cualquier riesgo del mismo
uso de la marihuana. Felizmente, en eso también se está formando un consenso
entre expertos alrededor del mundo.
http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/si-marihuana-medicinal-ian-vasquez-noticia-1969569
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