sábado, 18 de febrero de 2017

OPINIONES 18/02/2017


Causa no, habilitador sí - Eduardo Dargent
¿Cómo enamorar ‘millennials’? - Carlos Meléndez
El camino de la izquierda - Carlos Tapia
El reclamo del partido fantasma - Augusto Álvarez Rodrich
García en batalla - Mirko Lauer
Sí a la marihuana medicinal - Ian Vásquez
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Causa no, habilitador sí


Eduardo Dargent


Los recientes escándalos relacionados al caso Lavajato han abierto un debate sobre si existe una relación entre el modelo económico y el tipo de corrupción que ha golpeado al país. Algunos incluso apuntan a la tecnocracia económica como responsable, por omisión o acción, de la corruptela. Desde la derecha diversos comentaristas han calificado estos argumentos de absurdos, señalando que la culpa es de los corruptores brasileños, que el escándalo se origina en un país izquierdista y no liberal, o que la responsabilidad es de nuestros políticos, no de los técnicos.

La pregunta no me parece absurda, más bien es analíticamente interesante y necesaria. Creo que así como se ha escrito mucho sobre cómo el modelo desarrollista de los sesenta aplicado por un Estado débil abría espacios para la corrupción corresponde discutir si el modelo de los noventa, el real no el teórico, hace lo mismo pero por diferentes mecanismos. Adelanto mi respuesta: aunque no hay que caer en argumentos simplistas y efectistas, sí encuentro una relación entre el modelo y los tecnócratas económicos que lo crearon y dirigieron con el tipo de corrupción que observamos. No como causa de la corrupción, pero sí del tipo que estamos viendo.

¿Por qué es erróneo hacer una relación simplista entre modelo y corrupción? Primero, el tipo de corrupción descubierta –coimas y sobrevaloraciones en obras públicas– es tan vieja como la república. No es posible culpar al modelo de la gran corrupción, es una constante en nuestro país. Segundo, el impacto de la corrupción brasileña ha sido fuerte en países con muy diversos modelos de desarrollo, sean de mercado o más intervencionistas. Pecó el chavista, pecó el neoliberal.

Pero vayamos un poco más allá. ¿Hay algo propio de este modelo y el tipo de corrupción observada? Los arquitectos del modelo de desarrollo peruano asumieron como bandera que las actividades privadas podían mejorar la provisión de servicios públicos, que lo privado era eficiente y lo estatal ineficiente. Las reformas redujeron al Estado e incrementaron la relevancia y poder de algunos actores privados beneficiados con las nuevas reglas: sectores financieros, exportadores y mineros.

Desde hace tiempo se señala (por ejemplo, Durand desde los tempranos 2000) que la tecnocracia económica, sus ideólogos y voceros estaban demasiado cerca de estos sectores. Muchos de los arquitectos originales hicieron negocios en las actividades que promovieron. Por esa cercanía, o por ideología, dieron poca atención a construir una institucionalidad capaz de controlar y tomar distancia del poder privado.

Uno puede no compartir la idea de que esa tecnocracia está capturada y reconocer, sin embargo, que hay demasiada cercanía. Lobistas que entraban y salían del Estado, reguladoras que perdieron poder, decisiones que se tomaban en las empresas interesadas, una y otra vez privilegiaban a los privados. No se trabajó para controlar esta influencia ni cuestionar que dichos intereses privados con frecuencia no coincidían con el interés público. En la academia esta es la imagen preponderante del modelo peruano, y no es de ahora. No es la tecnocracia weberiana de la que habla Jaime De Althaus para defenderla, una tecnocracia económica que entra y sale del Estado para ocupar cargos en el mundo privado no es un ejemplo de lo que describía Weber.

Este estado de cosas tiene costos. Hay, para comenzar, que discutir la calidad de servicios que nunca se aproximaron a su promesa original (pensiones, educación, transporte). Pero hay también una serie de dimensiones en que se abrió la puerta a la corrupción. Ahora hablamos de las asociaciones público privadas. Pero ¿hemos discutido lo suficiente el sistema de obras por impuestos? ¿O de la acelerada dación de concesiones mineras? ¿Y que hoy no se cuestione ni discuta el papel de los socios locales de las constructoras brasileras no es prueba del peso de este poder privado? ¿Una prensa con fuertes vínculos empresariales es un contrapeso a este tipo de corrupción?

La agenda de los tecnócratas con más poder ha estado puesta en destrabar y desregular, no en fiscalizar. Es injusto meter en este saco a todos, especialmente a otros técnicos con menos vínculo con el mundo privado. Pero sí es necesario que quienes tuvieron el poder de iniciar reformas para fortalecer el Estado, construir burocracias, y balancear este poder privado, reconozcan su responsabilidad en no hacerlo.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/849473-causa-no-habilitador-si



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¿Cómo enamorar ‘millennials’?


Carlos Meléndez


Esta semana se inició el juicio a los cabecillas de Sendero Luminoso por el atentado en la calle Tarata (Miraflores) sucedido en 1992. En medio de los escándalos de Odebrecht, la noticia se escabulló en algún rincón de las primeras planas. No solo ha “perdido actualidad” para los editores periodísticos, sino que suena demasiado a pasado para muchos peruanos. Por eso, quienes continúan reivindicando políticamente el final del terrorismo le están hablando a la pared. Esa temática ya no nos conmueve, no agita nuestras pulsiones.

El año 1992 es uno de los hitos de la historia peruana contemporánea. La interrupción democrática de aquel año fue interpretada por el fujimorismo como la justificación para sus posteriores méritos en materia económica y lucha contra el terrorismo. La lectura fujimorista de los noventa fue exitosa por muchos años y hasta se impuso –en algunos sectores– como parte de la “historia oficial”. Sin embargo, el tiempo también es inclemente con los relatos políticos. Las nuevas generaciones no son necesariamente afines a esta interpretación. Para quienes nacieron en un país sin terrorismo y sin hiperinflación, el clásico relato fujimorista les dice muy poco. No necesariamente por “ignorancia”, sino por la mayor relevancia de otras preocupaciones.

Ensayemos un corte etario entre quienes nacieron antes y después de 1974 (y, por lo tanto, tenían 18 años en 1992). Para las elecciones del 2011, alrededor de la mitad de los electores habían nacido antes de 1974. Para las elecciones del 2016, ese grupo representaba un tercio. Es decir, quienes tienen un recuerdo vivencial del momento reivindicativo del fujimorismo –y quienes pueden ponderar la relevancia del ‘issue’ terrorismo– tenderán a disminuir inexorablemente con el paso del tiempo. Obviamente, entre estas generaciones mayores hay fujimoristas y antifujimoristas. De hecho, la edad del elector no fue un predictor del voto en las elecciones del 2011. Pero en las elecciones del 2016, sí. El haber nacido después de 1974 aumenta la probabilidad de haber votado por Kuczynski en los últimos comicios. Así como el fujimorismo es una marca reconocida entre las mujeres, el antifujimorismo se asienta con mayor comodidad entre los más jóvenes.

Mientras que el fujimorismo se articula en torno a una agenda anquilosada (que funciona para los mayores), el antifujimorismo ha sido capaz de actualizar negativamente la imagen de sus rivales (pensando en los jóvenes). Asociar al fujimorismo (viejo y nuevo) con corrupción, autoritarismo y prepotencia funciona como activación contemporánea del ‘anti’. Para los ‘millennials’ despolitizados, el fujimorismo es distante. No tiene nada de ‘cool’, ni siquiera una apreciación positiva de vintage. En un contexto en el que la pirámide demográfica evoluciona en su contra, el fujimorismo no ha sabido enamorar a estas nuevas generaciones. Les habla –en forma y fondo– en un lenguaje arcaico sobre temas que no importan más. No sabe acompañar el ritmo activista, la afinidad volátil y la superación de resentimientos con que los más jóvenes ven el futuro.


http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/como-enamorar-millennials-carlos-melendez-noticia-1969570


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El camino de la izquierda

Carlos Tapia

1).- Pareciera un vericueto sin salida. Es que ahora vale lo de “No hay camino, el camino se hace al andar”. Marco Arana, constatando la división del Frente Amplio (FA), declaró que se hubiera producido un “desmadre” ante un eventual gobierno de Verónika Mendoza. Se equivoca, no es un problema de personas.

2).- Es que, de verdad, la izquierda no se plantea gobernar el país. Se contenta con su rol crítico antes, durante y después de las elecciones. Se ha esmerado en construir esa limitada identidad. A lo más aspira a tener una bancada en el Congreso y sus asesores, por eso la enconada disputa de la “madre de todas las batallas”.

3).- La izquierda se ha especializado en “criticar” o “acompañar”. Aunque, últimamente, prefiere ser fuerza de choque contra el “mal mayor” para que gane el “mal menor” (que luego ni siquiera le reconoce el esfuerzo).

4).- Los grupos de izquierda viven, sufren y gozan, mirando para adentro. Se dividen porque achacan sus problemas a un grupo de su interior. Se han convertido en pequeñas capillas que se creen predestinadas para “objetivos históricos”, por eso los acalorados debates sin fin.

Los “antis” se han convertido en su piedra de toque: antifujimorismo, antiaprismo, antiimperialismo, antineoliberal, etc.

5).- Hay gente muy valiosa que teme su compañía. Otros gratuitamente son “excomulgados” por los nuevos gurús. En realidad, quisieran militantes que piensen todos igual, y juntarse solo con quienes reconocen su liderazgo. Por eso la pelea por quién habla en los mítines.

6).- Si de verdad se quiere ganar las elecciones en el año 2021 y realizar las reformas que el país requiere, hay que impulsar, sin hegemonismos, el centro-izquierda. Un partido o un frente. Unir solo a los sectores de izquierda ya no resuelve el problema. Es la hora del realismo, audacia y responsabilidad.


http://peru21.pe/opinion/carlos-tapia-camino-izquierda-2271267


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El reclamo del partido fantasma


Augusto Álvarez Rodrich


Para un gobierno cuyo gabinete ministerial carece del menor sentido político, y cuya bancada parlamentaria es una malagua sin la más mínima cohesión, ya parece el colmo que quiera ser asediado por los dirigentes de su propio partido cuya existencia real es una mentira porque, en la práctica, es un fantasma.

Eso es lo que, por más extraño que parezca, le está ocurriendo al gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski, cuando los dirigentes de Peruanos por el Kambio (PpK) buscan lo que suelen pedir todos los partidos cuyo líder llega al poder: chambas.

En este sentido está actuando el secretario de organización de PpK, Jorge Villacorta, quien en varias apariciones periodísticas reclama la salida del gabinete de la ministra de la Mujer Ana María Romero Lozada por una supuesta vinculación indebida con Odebrecht; que el consejo de ministros deje de tener tanto tecnócrata “de cuello y corbata que no bajan a la base social”; y que el partido tenga una mayor representación en la administración pública.

Son pedidos sin fundamento, como la crítica a la ministra Romero por haber trabajado en una ONG fundada por Alejandro Toledo y que en un momento recibió una donación de Odebrecht. O el ataque del propio Villacorta al jefe del gabinete de asesores de la PCM, Enrique Felices, por haber trabajado en un estudio legal que en un momento dio servicios a la constructora OAS.

Lo que en buena cuenta pide Villa- corta para él y sus correligionarios de PpK, es esa sincera aspiración de todo el mundo: una chambita, pues.

Pero al menos él lo hace de manera pública, porque algunos del mismo partido se aparecen cada día en las oficinas de las entidades públicas exigiendo lo mismo: la lista de cargos en la cual colocar a los amigos y, por supuesto, ‘correligionarios’. Por ejemplo, el congresista oficialista Clemente Flores Vílchez.

De este modo, el partido PpK coincide con los pedidos de la oposición fujimorista, que anda buscando debilitar al gobierno, aunque ellos lo hacen por otra motivación, distinta a la de los que acompañaron a PPK en la última campaña y que ahora reclaman una recompensa por su esfuerzo expresada en chambas para los familiares y amigos. Aunque los fujimoristas también estuvieron buscando chambas como en el BCR, ¿no?

El presidente Kuczynski debería sincerarse, reconocer que no tiene un partido que sustente su gobierno, y mandar al tacho de basura todos los pedidos de chamba que le hace un partido fantasmal como el de PpK.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/849474-el-reclamo-del-partido-fantasma


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García en batalla


Mirko Lauer


Cuando parecía que los vientos delatores de Odebrecht se iban a concentrar en los gobiernos apristas, estos viraron hacia otros sectores. Alan García ha aprovechado el momento para presentarse como el ex presidente libre de soborno brasileño, y calificar a sus colegas en problemas como “la banda de los ex presidentes”.

Evidentemente se siente seguro. Tanto así que ha tomado la iniciativa en el asunto de la moralización, repartiendo comentarios ásperos contra sus críticos. Por lo pronto ha calificado a la movilización contra la corrupción encabezada por Verónika Mendoza como “la marcha de las agendas”. La izquierda ha respondido acusándolo de plano, como de costumbre.

Debemos entender que García está aprovechando una ventaja. Pues si bien la campaña de medios contra él es fuerte, no hay delaciones sustentadas en su contra. Las acusaciones mediáticas que le llueven desde la izquierda son más bien esperanzadas y políticas, impulsadas por un fuerte deseo de que también García se chanque los dedos en la moledora Lava Jato.

La campaña anti-García se apoya en varias ideas. Una es que el escándalo es tan grande e intenso que simplemente no puede haber ex presidente sin soborno. Otra es que el proceso de acusaciones, algunas documentadas, otras no tanto, recién comienza, y una buena embarrada mediática puede servir para alentar a algunos fiscales dubitativos.

En consecuencia los medios y voceros de la izquierda se dedican a pedir, sin mayor fundamento, prácticamente una prisión inmediata del dirigente aprista. Que le esté yendo mejor que a los dos antiguos socios políticos del izquierdismo les está resultando poco soportable.

Mientras tanto García ha entendido que esta es en buena medida una batalla política, en la cual una imagen de liderazgo decidido a no dejarse avasallar vale mucho. Asumirla supone estar convencido de que no habrá sorpresas por el camino. Pero sus enemigos parecen decididos a destruir su imagen aun si no aparecen sorpresas.

Para García no es cualquier momento. En efecto quienes más cerca parecen estar de una catástrofe legal y política son precisamente aquellos gobernantes que dedicaron tiempo y esfuerzo a perseguirlo por diversos medios. No es descartable que esté asociando eso con una futura ventana de oportunidad electoral.



http://larepublica.pe/impresa/opinion/849470-garcia-en-batalla



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Sí a la marihuana medicinal


Ian Vásquez


Es acertada la decisión del gobierno de proponer la legalización del uso medicinal de la marihuana. El Ministerio de Salud está creando un comité de expertos para estudiar el tema y formular recomendaciones sobre su alcance y regulación.

No hemos visto los detalles pero, en principio, no debería ser controversial aprobar dicha legalización en el Congreso. Ya el mundo se mueve en esa dirección. En Estados Unidos, 28 estados y la capital han permitido el consumo legal de la marihuana medicinal. En casi toda Europa es legal. Y ocho estados estadounidenses y Washington D.C. han tomado un paso más allá y legalizado el uso recreativo de esa droga, así como numerosos países europeos, Canadá, Uruguay y otros en donde se tolera su uso o la han legalizado o descriminalizado.

Esa tendencia global se debe no solo a que los esfuerzos de tratar a los consumidores como criminales han sido ineficaces y contraproducentes. Se debe también a que la marihuana claramente no es una droga más nociva que varias sustancias que son legales como el alcohol, el tabaco o la cafeína. Además, los reconocidos beneficios de la marihuana medicinal en varias áreas –el alivio a la náusea causada por la quimioterapia o para controlar convulsiones musculares, por ejemplo– son importantes, y el uso de la droga respecto a otros tratamientos es prometedor.

Nunca faltan, sin embargo, voces escépticas a los beneficios de la plena liberalización de la marihuana, incluso por razones medicinales. El médico Alfonso Zavaleta, por ejemplo, afirmó en este Diario que solo para algunas “condiciones clínicas se ha probado científicamente la eficacia” de la marihuana medicinal y que “otros supuestos usos potenciales medicinales son controversiales o carecen de sustento médico científico”. Agregó que el autocultivo y la automedicación de la marihuana implican riesgos, sin mencionar cuáles son.

Es cierto que hay una falta de investigación y pruebas médicas respecto a la eficacia de la marihuana. Pero eso se debe a la politización de esta droga en los países ricos y especialmente en EE.UU., país que tiene la mayor influencia sobre la política antinarcótica global. La comisión de expertos que se está formando puede aprender de esta experiencia.

Sucede que, de todas las drogas reguladas por el Estado federal estadounidense, la marihuana se encuentra en la categoría de las más estrictamente reguladas. El gobierno federal la considera altamente adictiva y sin usos medicinales. El mero hecho de ser regulada de manera tan restrictiva limita severamente la investigación científica respecto a la marihuana. Las instituciones, doctores y científicos que quisieran investigar los usos medicinales de la droga tienen que lidiar con una barrera de numerosos requerimientos burocráticos estrictos para ser aprobados y que no se aplican a otras drogas. Además, el Estado ha restringido severamente la cantidad y calidad de la marihuana que se puede usar en las investigaciones, creando así un desincentivo más. Que en EE.UU. la legislación respecto a la marihuana a diferentes niveles de gobierno es inconsistente es otro desincentivo al desarrollo de este medicamento.

No tiene sentido la regulación de la marihuana en EE.UU. y varias asociaciones médicas se han quejado al respecto. No es físicamente adictiva y no se puede morir de sobredosis, pero es regulada de manera más estricta que la cocaína o el opio. El gobierno federal justifica su regulación al indicar que no hay investigación suficiente que pruebe el uso prudente de la marihuana medicinal. Es una trampa en que el Estado dificulta la investigación y luego apoya su decisión en la falta de evidencia científica.

Concuerdo, por eso, con Zavaleta en que el Estado Peruano debería permitir ensayos clínicos sobre la marihuana como parte del proyecto de ley que se está preparando. Pero el comité de expertos debe advertir contra la sobrerregulación que aflige a EE.UU. y que desalienta la investigación. A la vez, debería aconsejar tolerancia para con quienes no pueden o no quieren esperar a que el Estado se ponga al día en este tema. Los daños que causa la mala política restrictiva vigente representan un riesgo mayor a cualquier riesgo del mismo uso de la marihuana. Felizmente, en eso también se está formando un consenso entre expertos alrededor del mundo.


http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/si-marihuana-medicinal-ian-vasquez-noticia-1969569


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