domingo, 5 de febrero de 2017

OPINIONES 05/02/2017


Democracia defectuosa - Ian Vásquez
El final del sueño tecnocrático - Martín Tanaka
El negocio (turbio) del siglo - César Lévano
En el huaico de la vida - Jorge Millones
"Para mí, son 20 millones" - Rosa María Palacios
Problemas en el andamiaje - Mirko Lauer
Que sea la hora de los peces gordos - Augusto Álvarez Rodrich
“Se roba pero se crece” - Carlos Meléndez
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Democracia defectuosa

Ian Vásquez


Estados Unidos ha sido degradado a una “democracia defectuosa”. Así lo calificó por primera vez la nueva edición del “Índice de Democracia” publicado anualmente desde el 2006 por el prestigioso Economist Intelligence Unit. El reporte evalúa países alrededor del mundo respecto a varios indicadores como el funcionamiento del gobierno, la participación política y la cultura política, entre otros.

El deterioro democrático de EE.UU. no se debe al presidente Trump, porque el reporte toma en cuenta factores existentes antes de su llegada al poder. De hecho, asevera que “EE.UU. ha estado al borde de convertirse en una ‘democracia defectuosa’ por varios años”. El índice, no obstante, sí explica en parte el auge de Trump.

Por muchos años las instituciones estadounidenses han sufrido un desgaste que se refleja en los sondeos. La encuestadora Gallup encontró que la confianza que tienen los estadounidenses en las instituciones más importantes de su país está en puntos bajos. Por ejemplo, solo un 20% de los ciudadanos manifiestan hoy mucha confianza en los periódicos, comparado al 39% en 1990; solo 36% tienen mucha confianza en la Corte Suprema, comparado a la mayoría en los años ochenta; el 9% confían en el Congreso, comparado al 39% en 1985.

Ya en 2015 el reconocido centro de investigación Pew observó que “La confianza del público en el gobierno federal sigue estando en niveles históricamente bajos. Solo el 19% de los estadounidenses hoy dicen que confían en que el gobierno en Washington hará lo correcto ‘casi siempre’”. Basado en las encuestas, produjeron una gráfica impresionante sobre esa tendencia. A mediado de los años sesenta, la confianza en el gobierno federal estaba alrededor del 75% y de allí empezó un largo declive interrumpido por dos repuntes notables: la presidencia de Reagan e inmediatamente después de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, alza que duró poco.

Las caídas en confianza coinciden con el crecimiento del gobierno federal y la centralización del poder en Washington. Fue en los sesenta que EE.UU. se embrolló en la guerra en Vietnam y expandió notablemente el Estado benefactor. Coincidió también con el deterioro económico. En los ochenta, tanto la reducción del papel del Estado en la vida de las personas como la recuperación económica generaron una mejora de la confianza. Esta cayó con el primer presidente Bush y volvió a crecer con el presidente Clinton, cuyo gobierno redujo el tamaño del Estado federal gracias en parte al fin de la Guerra Fría. Los atentados terroristas del 2001 resultaron en un gasto público descontrolado que se destinó no solo a guerras y seguridad, sino a todo tipo de actividad federal doméstica. En respuesta a la crisis financiera, ese incremento del gasto se aceleró bajo el presidente Obama, así como la actividad federal en nuevas áreas de la economía estadounidense.

Los estadounidenses llegaron a desconfiar de un sistema que parecía servir a los intereses de la élite y aquellos políticamente conectados. Y tal lectura tiene cierto sentido, pues hubo mucho capitalismo de compadrazgo en los rescates financieros a Wall Street, la impopular reforma de  Obama al sistema de salud, la violación de contratos y del Estado de Derecho en el rescate federal de ciertas empresas automotrices y demás programas que no reactivaron la economía de manera rápida o eficaz.

Ese ambiente benefició a Trump y a su discurso antisistema. Claramente, la preocupación del establishment con la desigualdad no aterrizó con el público que eligió al multimillonario que prometió, entre otras cosas, bajar los impuestos. No solo el 1% de la población ve tales preocupaciones con cierto escepticismo, ya que siempre son acompañadas por propuestas de agrandar el papel de los políticos en la vida de la gente.

El problema es que el populismo de Trump desprecia abiertamente las instituciones del país y las sigue erosionando a través de su afán de centralizar más poder en Washington. La democracia estadounidense está en una fase nueva en que la política ya no es “normal” para ese país y podemos esperar que se vulneren más las libertades de los estadounidenses.

El peligro es, como advierte el experto en instituciones Daron Acemoglu, que si se normaliza lo antes impensable, muchos perderán su brújula moral. En el fondo, es una observación acerca de un posible cambio cultural y es lo que también está en juego.



http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/democracia-defectuosa-donald-trump-ian-vasquez-noticia-1965748


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El final del sueño tecnocrático


Martín Tanaka


Los sucesos de las últimas semanas marcan el irremediable final del sueño tecnocrático neoliberal: decisiones técnicas, libres de nefastas interferencias políticas, que aseguran decisiones eficientes, el mejor uso de los recursos públicos.

Quedarían atrás la demagogia de los políticos, la corrupción de los burócratas y funcionarios “mercantilistas”, gracias a las ventajas de la libre competencia y la acción de los actores privados. Después del desastre de finales de la década de los años ochenta, el fujimorismo sentó las bases del sueño. Funcionó bien por un tiempo, pero la promesa fue traicionada por su implementador: Alberto Fujimori, el antisistema, el antipolítico, terminó encarnando todos los males del político “tradicional”: buscó perpetuarse en el poder, subordinó la necesidad de reformas a cálculos electorales, construyó o permitió la construcción de una vasta red de corrupción.

Pero al menos Fujimori fue eficaz en destruir el orden anterior. Caído aquél, los viejos partidos y personajes no volvieron tal cual del pasado, lo que no solo permitió la continuidad del sueño de los años noventa, sino su fortalecimiento.

A lo largo de los gobiernos de Paniagua, Toledo, García y Humala, descubrimos que los políticos, carentes de ideas y de cuadros, delegaron en los “expertos”, la toma de las decisiones importantes, para bien y para mal.
Esto permitió la continuidad y asentamiento de ciertas orientaciones de política pública que explican que Perú haya sido uno de los países que más creció y redujo la pobreza en América Latina en los últimos quince años. También generó una notable reducción del espacio de debate público, una menor transparencia y rendición de cuentas. Pero la promesa era que el país estaba en buenas manos, y que los buenos resultados lo justificaban todo.

En las últimas semanas descubrimos evidencia de que elementos esenciales del modelo nunca funcionaron: Proinversión llamaba a concursos con proyectos genéricos que luego daban lugar a la necesidad de adendas que inflaban los precios; los privados tenían capacidad de amarrar con los funcionarios las bases de los concursos para beneficiar a postores específicos; resulta que existen amplísimas redes de complicidad que involucran a empresarios, funcionarios, jurados, evaluadores, árbitros, políticos, periodistas, que permitieron que estos esquemas funcionaran. Los escándalos de Odebrecht, los problemas de la concesión del aeropuerto de Chinchero, han atacado al discurso tecnocrático en su línea de flotación.

En el debate que han propiciado sobre este tema Fernando Vivas, Jaime de Althaus y Carlos Meléndez en las páginas de El Comercio esta semana, me parece que esto no necesariamente es consecuencia de un malévolo proyecto planificado desde el inicio, ni que pueda exculparse a los tecnócratas con el argumento de que se trata de un buen plan que falla en la ejecución, debido a presiones o incentivos externos (Brasil). Estamos ante la falla de la élite de derecha del país, demasiado cómplice, demasiado complaciente con el “mercantilismo” que proclamaba despreciar.

Puesto ante una encrucijada, el gobierno del presidente Kuczynski no ha optado por la defensa de los principios, pervertidos por los actores, sino por un manejo político cortoplacista, ilustrado en la decisión de “Chinchero va". Esta decisión tendrá consecuencias, porque empujan a la orilla opositora a aliados naturales del gobierno, a los defensores principistas del modelo pervertido por el “mercantilismo”. Veremos cuán profunda llega a ser esta grieta y si se lamentará haber tomado esta decisión en el futuro.



http://larepublica.pe/impresa/opinion/845618-el-final-del-sueno-tecnocratico


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El negocio (turbio) del siglo

César Lévano

El Presidente Pedro Pablo Kuczynski ha ratificado en Chinchero que más que un estadista es un hombre de negocios, que coloca sus intereses privados antes que los del país. Ha pactado con una de las empresas que el neoliberalismo ha implementado, que se asocian con el Estado, invierten muy poco dinero, no aportan tecnología pero se llevan durante décadas ganancias millonarias en dólares.

PPK no recurre al simple amiguismo. En el caso del aeropuerto de Cusco entra la red de negocios que lo asocia con el expresidente de Chile Sebastián Piñera. Quizá el hecho de que el negociado de Chinchero lo ponga al descubierto es lo que ha provocado su ira contra sus críticos.

“¡Cállense la boca! ¡Déjennos trabajar?”, ha gritado. Por supuesto que con esa grita no va a silenciar la verdad. Hace siglos, don Francisco de Quevedo escribió:

“No he de callar por más que con el dedo / silencio ordenes o amenaces miedo. / ¿Siempre se ha de pensar lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se piensa?”.

Medio siglo atrás, en los días del gobierno del general Juan Velasco Alvarado, un joven cadete de la Escuela Militar de Chorrillos declaró a Caretas que él consideraba que la presidencia de la República era el último grado en la carrera de un militar. Ahora parece que el último escalón en la trayectoria de un presidente del Perú es la cárcel.

Ya está en prisión Alberto Fujimori. Está al borde de las rejas Alejandro Toledo. Alan García y Ollanta Humala aguardan en la sala de espera o de la fuga. Nadie puede alegar que son víctimas de calumnias.

Si bien pensamos, la culpa no es solo de esos malandrines. Grave responsabilidad recae sobre quienes los eligieron y hasta los reeligieron, pero más grande es el baldón de una casta de politicastros y empresarios delincuentes que desprecian el Perú y su pueblo.

Más de una vez me he preguntado por qué no fueron presidentes de la República el Haya de la Torre joven, Jorge Basadre o el pensador socialcristiano Víctor Andrés Belaúnde.

Los saqueadores del fisco, los empresarios del robo, les cerraron el paso, y pusieron los candidatos y los fondos adecuados. Con el aporte de los bancos y fundaciones del imperio que se injieren en nuestra política desde la iniciación de la República.

http://diariouno.pe/columna/el-negocio-turbio-del-siglo/


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En el huaico de la vida

Jorge Millones

Lima, otrora lindo valle, hoy es un desierto asfixiado por el cemento de la corrupción y cercada por los huaicos. Tantas veces se dijo que estábamos ad portas del estrés hídrico y nadie hizo caso, hoy más de 26 distritos están sin agua. El río Huaycoloro por un lado, el Rímac, por el otro, se desbordan y van comiéndose avenidas y autopistas antes de meterse a las casas dejando a muchas familias sin hogar.

El experto municipalista Gustavo Riofrío advierte sobre el peligro de un embalse del río Rímac provocado por el deslizamiento del cerro Tamboraque en San Mateo. Para colmo, cerca de allí hay dos depósitos de relaves y sería una desgracia que sus contenidos tóxicos lleguen al Rímac, nos quedaríamos sin agua y la poca que quede, estaría contaminada. Pero las autoridades no prestaron atención antes y no lo harán ahora.

Los problemas del tráfico y accesibilidad en la ciudad se han agudizado aún más con los huaicos que ya llegaron al distrito del Rímac y el centro de Lima es un horno al que no debemos entrar. Y hay distritos, como San Juan de Lurigancho, Chosica o El Agustino, en los que a determinadas horas no se puede entrar ni salir. Y coronando esta pirámide de desgracias tenemos una ola de calor que nos persigue de día y de noche generando una sensación apocalíptica.

EL HUAICO DE TU AUSENCIA
Los huaicos ya no son como los de antes, que se parecían a esos pesados predicadores que te tocaban la puerta y luego se marchaban después del portazo, no. Hoy los huaicos vienen a demostrar su fuerza y a destruir los símbolos más preciosos del “crecimiento” neoliberal, vienen a tirarse abajo ese enfermizo culto al cemento que ha llevado al pueblo limeño a elegir reincidentemente al que “roba, pero hace obras”. El huaico se lleva puentes, camiones, autos, construcciones precarias, mastica asfalto, te rompe la puerta y te obliga a trepar al techo para sobrevivir. Realmente esto se parece mucho a los desbordes de 1998 ¡Aguanta! ¿En 1998 pasó lo mismo? Sí, muy parecido, casi 20 años y las autoridades municipales no planificaron nada para este tipo de desastres, y cada vez que se planificaron buenos proyectos, se los bajaron los amantes del cemento y el bypass bajo el aplauso de la prensa concentrada.

El alcalde Castañeda brilla como este sol, pero por su ausencia. No se le ve, los huaicos se pasean por Lima gritando “¡Lucho, Lucho!”, pero él ya no solo es mudo, es invisible. Preside Defensa Civil, pero nadie defiende a los civiles damnificados que han quedado atrapados en sus azoteas porque el huaico les tapió la entrada o les inundó la sala de barro y rocas. ¿Y las maquinarias? ¿Y las carpas? ¿Y el alcalde? ¡Dinos algo Lucho! ¡Ponte un mensaje por televisión diciendo que ya vas, pero algo! Ni siquiera un hayku solidario hemos tenido del alcalde.

EL HUAICO DE LA HISTORIA
La historia del Perú es como un huaico, cuando la gente se va acostumbrando a la corrupción y a las dictaduras, aparecen furibundas oleadas de cambio social, y siempre que se van acostumbrando a la prosperidad y la democracia, aparecen huaicos de corrupción, autoritarismo y violencia.

El “corrimiento de tierra” es un deslizamiento de lodo y rocas provocado por las lluvias, en el Perú menos mal les llamamos “huaycos” o “huaicos”, gracias al quechua (wayqu). No me imagino a los peruanos gritando “¡Corran que se viene el corrimiento de tierra!”. No, aquí decimos “¡Corran que se viene el huaico!”. Y siempre ha sido así, los antiguos pobladores de la costa peruana sabían que aquí había un problema con el agua, que en determinadas épocas se traducía en escasez y huaicos. El llamado “Fenómeno de El Niño” también era conocido por ellos y de alguna manera había cierta planificación, aunque la vida era bastante complicada. Los Moche sufrieron muchas veces el embate de “El Niño” sobre todo en la agricultura, y aunque supieron por siglos lidiar con el problema, la naturaleza terminó imponiéndose. Los incas también padecieron a los huaicos y debían estar reconstruyendo constantemente sus caminos y tambos, así como sus puentes tejidos ritualmente con paja (como en Q´eswachaka) y que obedecían a una concepción más integral con la naturaleza, conocían mejor sus ciclos y la respetaban, de ahí que pudieran planificar mejor.

Durante la colonia mucho del conocimiento ancestral se perdió, los españoles trataron de adaptarse a los terremotos y huaicos limeños, pero poco se pudo hacer. En la etapa republicana, el huaico más devastador que se recuerde fue el de Yungay (Huaraz), cuando en 1970 luego de un devastador terremoto que dejó cien mil muertos, un tremendo deslizamiento de tierra sepultó para siempre al poblado de Yungay, dejando apenas visible, la punta de una iglesia y un par de palmeras, todo el pueblo y su gente quedaron sepultados. En aquella ocasión se recuerda la solidaridad de Cuba al enviar 100 bolsas de sangre y un destacamento médico para ayudar a los supervivientes. El propio Fidel Castro donó sangre aquella vez. Por eso, conmemorando 47 años de aquel desastre, se acaba de inaugurar en Huaraz, en enero pasado, el Parque Cuba, develando un monumento al prócer cubano José Martí en señal de agradecimiento por la ayuda recibida.

Tunel

EL HUAICO DEL ADIÓS
Mientras Lima muere de sed, en la sierra las lluvias no paran de caer causando inundaciones y desborde de los ríos. Mientras que en un lugar falta agua, en otros el agua los inunda. Algo nos está diciendo la naturaleza con los huaicos y las inundaciones, algo que nuestra estrecha visión de “desarrollo” nos impide escuchar. Quizás sea tiempo de ver el problema de forma integral, entender que somos unos de los primeros países afectados por el cambio climático, que el estrés hídrico se agudizará, que la temperatura seguirá aumentando sino hacemos crecer las áreas verdes en la ciudad, sino sembramos árboles masivamente, sino cuidamos la poca agua que tenemos (acuérdate que los pitucos también tienen piscinas, amiga periodista).

¡Y aprendamos la lección! No todo es cemento, no todo son escaleras y bypass, no puedes construir tu casa donde te dé la gana porque se va a caer o se la llevará un huaico. Ya quedó demostrado que sus obras no te sirven, que te robó el doble y que encima le regalaste tu voto. Ahora estás encerrado en tu distrito sin poder salir por alerta de huaico. No toda la culpa es de las nefastas autoridades que tenemos, alguien las puso ahí.

Si no queremos que Lima se convierta en una atracción turística: “Lima, la ciudad fantasma. La capital de un gran país que hacía un buen ceviche y que fue abandonada por sus pobladores por falta de agua”, algo debemos hacer ahora. Escuchemos a los que saben y no están solo detrás de los “negociazos”. Recordemos que reinos que duraron más que el Perú, tuvieron que abandonar sus tierras y ciudades por falta de agua.

Si no entendemos esto de una vez, que nos lleve un huaico.

http://diariouno.pe/columna/en-el-huaico-de-la-vida/


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"Para mí, son 20 millones"

Rosa María Palacios


Alejandro Toledo debe ser uno de los políticos más mentirosos que ha conocido la política peruana y eso, viendo a sus pares, no es poca cosa. Se hizo desde la pobreza sobre la base de impresionar a quien pudiera becarlo, así que tuvo la habilidad de transformarse en lo que él adivinaba, con astucia, era lo que sus interlocutores querían escuchar. No importaba cuántas transformaciones biográficas tuvo a lo largo de los años, como cuántas veces murió su madre o cuántos hermanos tuvo. Supo conmover y cuando se le descubría la falta, la minimizaba.


Fresco como pocos, a Toledo Presidente hubo que comprarle todo lo que usó en Palacio, como becario perpetuo, pero aun así no parecía ladrón.

Debemos recordar con pena que Alejandro Toledo fue la esperanza de un país que salía del letargo que causa un gobierno autoritario y que descubría los inmensos niveles de corrupción ocultos por años. El fujimorismo odia a Toledo porque fue su gobierno el que, desde el pedestal de moralidad, lo arrojó al abismo político y lo hizo trizas.

Ese odio hoy se vuelve júbilo cuando se descubre lo que estaba cantado desde que se investiga el caso Ecoteva desde el 2013: Toledo es un Presidente corrupto. Se vendió por 20 millones de dólares. Migajas en comparación con la integridad de un ser humano. Al igual que Fujimori –que, para comparar un solo delito, le “regaló 15 millones de dólares” a su ex amigo Montesinos– ambos podrían compartir las instalaciones de la Diroes, nuestra original “Cárcel para Presidentes”. En realidad, nada hay que celebrar, salvo el valor purificador de la verdad y la justicia.

El caso de Toledo es curioso. Primero se descubrió en qué se gastaba la coima y, años después, de dónde venía exactamente. Porque la duda existía. Él era el beneficiario de una casa en Casuarinas (como testificó el corredor), una oficina de lujo y el pago de las hipotecas de sus casas de Camacho y Punta Sal. El dinero de Ecoteva pagó hasta las deudas de sus tarjetas de crédito. Demasiada generosidad del amigo Maiman.

Demasiada triquiñuela con las empresas en Costa Rica y la suegra testaferra (“heredera del holocausto”) como para no ser evidente la sucia procedencia. Pero existía la duda sobre si era plata que se robó de la campaña del 2011, favores en el exterior a Maiman o coima pura y dura. Hoy se sabe, por una fuente protegida y un funcionario de la empresa Odebrecht que él dijo: “Para mí son 20 millones”. La fiscalía le ha ubicado 11 millones de dólares en cuentas de Maiman. Faltan 9 millones. ¿Será la comisión del amigo? No se sabe aún. Tal vez sean los fondos en Israel que le permitan terminar su vida huyendo con comodidad de la justicia peruana mientras que, en la cúspide de su mitomanía, grita que es inocente y “perseguido político”. ¿De quién? ¿Del gobierno de Kuczynski?

Lo que ya se sabe es que Odebrecht no es la única empresa que corrompió a Toledo. En la “Operación Castillo de Arena” la policía brasileña ubicó un documento con una cantidad, un número de cuenta y el nombre de Toledo. Así, Camargo Correa, otra de las constructoras brasileñas de la Interoceánica, había depositado más de 90,000 dólares en una cuenta en Londres a nombre, otra vez, del amigo Maiman. Lo que no se puede entender es por qué se le dio tiempo a Toledo para huir si esa información ya la tenía el fiscal Castro cuando Toledo aún estaba en el Perú. Ahora, desde París, puede volar a Israel desde donde extraditarlo será tan difícil como fue el intento fallido de extraditar a Fujimori desde Japón.

Hay, en este caso, una persona con responsabilidad que pasa desapercibida. Es Eliane Karp la que ha ayudado activamente a ocultar y gastar este dinero y es ella la que le abrirá la puerta a un escape a Israel. Ella también debe ser procesada como toda esposa que haya cometido actos delictivos dentro de una banda de crimen organizado donde ocupa una posición. Si la pareja del político es la proveedora de los testaferros ¿no merece alguna imputación penal? El caso García debe tener en cuenta esta historia.
Tenemos al corruptor confeso, al dinero y su ruta, lo gastado y sus testaferros. ¿Qué falta? El delincuente prófugo que ya sabía desde el 22 de diciembre que venían por él y se daba el lujo de bailar en Punta Sal en la noche de Año Nuevo. ¿Por qué se lo permitieron si alertamos de esto? Nadie puede dar una explicación sensata. Lo único que está claro es que Toledo no volverá al Perú por su propia voluntad.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/845617-para-mi-son-20-millones


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Problemas en el andamiaje


Mirko Lauer


La acusación de Odebrecht tiene miga, y acerca a Alejandro Toledo al banquillo de los acusados, donde en verdad ya está sentado. Con US$ 20 millones, sería el primero de los peces gordos que está persiguiendo la fiscalía. El ex presidente lo niega todo, como desde el primer día en que apareció su inexplicable bonanza traducida en propiedades inmobiliarias.


Sin embargo el camino hacia la condena no parece automático. La presencia del millonario peruano-israelí Josef Maiman en el caso ha venido funcionando desde el inicio como un tabique entre las entregas de dinero y su destino final. El flanco débil de esto está en que Israel modificó en 1999 su ley de extradición, y ahora la permite también para sus ciudadanos.

Esta rama del caso Odebrecht llega cuando los misterios de Ecoteva todavía no han sido legalmente resueltos del todo, pero ciertamente engloba las primeras sospechas y el juicio abierto en el 2013. Ya entonces Toledo estaba preso en el laberinto de versiones con el que quiso explicar el origen de sus compras en el Perú.

Toledo sigue dando versiones inconvincentes. Ahora, desde una gira por Europa, sostiene que ya ha sido investigado y encontrado inocente, y que las nuevas acusaciones simplemente son para hacerle daño. En otras palabras, que se trata de una maniobra para perjudicarlo políticamente.
Si el ex presidente llega a ser puesto en detención preventiva, la imagen tendrá un enorme impacto en la historia política del país. A Toledo le tocó presidir los cientos de juicios y encarcelamientos que siguieron a la corrupción de los años 90. Una época en que los fujimoristas sostenían que todo el país político era igual de corrupto.

Aquella profecía autodefensiva en cierta medida se ha cumplido, y de paso Alberto Fujimori disfrutará desde la cárcel la caída del hombre que con su vincha libertaria hizo tanto por derrocarlo. Con esto además la autopercepción del antifujimorismo como una suerte de reserva moral en la política sufre un inocultable golpe.

Con su teoría del complot contra su persona, Toledo parece maduro para tomar el camino del asilo político. Es casi imposible que alguien se lo conceda, con lo cual el camino se volvería el de la extradición. No volver a la brevedad posible sería reconocer una culpa.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/845615-problemas-en-el-andamiaje

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Que sea la hora de los peces gordos

Augusto Álvarez Rodrich


El inminente pedido de captura del ex presidente Alejandro Toledo y el allanamiento de su vivienda de Camacho, constituyen hechos trascendentales para la lucha indispensable contra la corrupción en el Perú.

Esto obedece a la conclusión a la que ha llegado la fiscalía de que Toledo recibió sobornos de Odebrecht por US$ 20 millones para facilitar, a su favor, la licitación de la carretera interoceánica sur, información que habría sido ofrecida por el hoy colaborador eficaz Jorge Barata.

Ahora corresponde un juicio riguroso, pero la contundencia de la información que posee la fiscalía apuntaría a la culpabilidad de Toledo, quien debiera dejar de lanzar esas frases rimbombantes que lo caracterizan especialmente frente a momentos cruciales como estos.

Este hecho constituye, por un lado, una lástima porque Toledo representó en su momento la respuesta de la sociedad peruana frente al autoritarismo y la corrupción del gobierno del ex presidente Alberto Fujimori, junto con un adecuado manejo de la economía, todo lo cual lo ponía en el lado correcto de la historia.
Pero la constatación de los graves delitos que habría cometido también constituye un paso muy positivo para el país básicamente por dos razones.

Primero, porque ayudará a entender a todos los ciudadanos que la corrupción es una lacra que no está asociada a una ideología en particular, ni con un estilo de gobierno, ni con la democracia o con la dictadura, ni con un momento específico.

Corrupción puede haber siempre, por lo que es inconveniente la generalización que impide establecer políticas correctas para combatirla.

En segundo lugar, pero no por ello menos importante, está el gran valor para la sociedad de que las investigaciones alcancen a un jefe de Estado, pues ello transmite el mensaje a la ciudadanía de que la lucha anticorrupción se realiza caiga quien caiga, que no solo comprenderá a los funcionarios intermedios, y de que esta se hará hasta las últimas consecuencias.

La condena por corrupción a un presidente, y su cumplimiento efectivo en la cárcel, como merecidamente correspondió a Fujimori, y como debiera suceder con Toledo si se comprueban, en un proceso imparcial, los delitos por los que se le acusará, es un hecho traumático pero muy positivo para el país pues ayuda a que los potenciales asaltantes del erario sepan lo que les puede pasar.

Que se haga justicia, por el bien del país, y que sigan cayendo los otros peces gordos que robaron y se enriquecieron desde Palacio de Gobierno.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/845616-que-sea-la-hora-de-los-peces-gordos



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“Se roba pero se crece”

Carlos Meléndez


En las últimas dos décadas, la prédica a favor del modelo económico se ha apoderado del optimismo de las élites. Revise usted las marcas país de los últimos años, desde “El Perú avanza” hasta la promesa del país OCDE. El predominio de las ideas-fuerza de la derecha tecnocrática ha generado un establishment que se resume en la defensa del “piloto automático”, la agilidad burocrática basada en el “destrabamiento”, las alianzas público-privadas como motor del desarrollo y la tramitología como enemiga pendiente. El “fin de la historia” había aterrizado con la victoria en las urnas de Kuczynski, el símbolo andante de quienes creen que negocios y política son las dos caras de la misma moneda.

El modelo de gestión pública no desarrolló un diálogo entre la economía y la política. Está obsesionado en las macrocifras, confiando en que el desempeño económico resuelva automáticamente los problemas estructurales del país (informalidad, desafección, centralismo). Que casi todas las tiendas le reclamen al presidente “más política” expresa el máximo nivel de apoliticismo que alcanzó el Ejecutivo en su historia. Pero no se trata solamente de carencia de tacto político e “inteligencia social”, sino también de desprecio (o ignorancia en el mejor de los casos) por el desarrollo de instituciones políticas. Coincido con el diagnóstico de Jaime de Althaus: la corrupción contemporánea “se debe a que hemos crecido, pero no hemos construido un orden institucional”. La pregunta para el debate es: ¿quiénes asumen la responsabilidad del crecimiento sin instituciones que –por acción u omisión– prescindió de contrapesos formales que previnieran la megacorrupción actual?

Sabemos quiénes son los responsables políticos; pronto sabremos quiénes son los responsables penales. Pero es necesario señalar a los responsables ideológicos: la derecha (especialmente la tecnocrática). Asentados cómodamente en el establishment, los gestores del modelo y los “dueños del mercado” legitimaron el “se roba pero se crece”, mandamiento sagrado de quienes sostienen que “un poco de corrupción no hace daño”. Desarrollaron una escudería de empresarios (y sus gremios) y burocracia ad hoc de lobbistas y opinólogos, que desde las palestras de la opinión pública influyente nos metieron su contrabando. Obviaron que las adendas de los contratos en realidad rompen el principio de la competencia, que las alianzas público-privadas son las cortinas de humo de estados ineficientes, que la lógica del mercado no era “objetiva”, sino que también podía parir corrupción. Determinada izquierda –sobre todo la que llegó al poder en espacios subnacionales–se adaptó al sistema “se roba pero se crece”. Pronto sabremos si quienes gobernaron la alcaldía de Lima y algunas gobernaciones –Cajamarca, por ejemplo– también cayeron en el pragmatismo coimero.

No solo caerán peces pequeños y tiburones, sino que sobre todo se deslegitimará la forma de hacer “política como negocios”. Estamos presenciando el fracaso de los ‘ganadores’, quienes nos enrostraban día a día su triunfo en la batalla de las ideas y hoy tratan de esconder en el clóset de la vergüenza que han sido cómplices –al menos ideológicos– de la corrupción más grande de nuestra historia.


http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/se-roba-se-crece-carlos-melendez-noticia-1965755


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