Cae, cae PPK - Marco Sifuentes
Chinchero va - Luis Davelouis
Congresistas exponiéndose - Mirko Lauer
Fiscalía: ¿y cuál es la estrategia? - Santiago Pedraglio
La corrupción sigue vivita y coleando - Augusto Álvarez Rodrich
Un senado el año 2018 - Juan de la Puente
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Cae, cae PPK
Marco Sifuentes
En estos días
estamos viendo cómo dos renombrados hombres de empresa, de perfiles y estilos
muy distintos entre sí, están demostrando que, efectivamente, los países no
necesitan gerentes, sino presidentes. Donald Trump, en solo ocho días, rompió
todos los récords de impopularidad, según Gallup, y alcanzó el 51% de
desaprobación. ¿Saben qué otro presidente/gerente también acaba de llegar a
esa misma cifra? Nuestro PPK.
Obviamente no
vamos a comparar a PPK con Trump. Mejor comparémoslo con sus antecesores. A
los seis meses de sus respectivos mandatos, iban así: Toledo 32%, Alan 51%,
Humala 54% y PPK –según la última encuesta de GFK– 35%. O sea, empate
técnico, en el fondo de la tabla, de nuestro actual presidente con Toledo
que, en esos primeros meses, tuvo que enfrentar el tremendo Caso Zaraí. ¿Cuál
fue el equivalente ahora?
Podríamos decir
que la Zaraí de PPK ha sido Saavedra. Fue la pésima respuesta del presidente
ante la censura al ministro más popular de su Gabinete (no lo olvidemos). Su
minúscula bancada se fragmentó y nombres como Vieira, Guía o Sheput aparecían
contradiciendo constantemente a su supuesto líder. Sus ministros –entre los
que se cuentan algunas con alto perfil político– vieron cómo se dejaba
desamparado a uno de sus colegas más renombrados y, en consecuencia, se
fueron apocando hasta desaparecer. Finalmente, el grueso de sus votantes de
la segunda vuelta terminó de decepcionarse cuando lo vio –en fotografías
difundidas a traición– arrodillándose ante quienes encabezaron la
defenestración de Saavedra: el poder religioso y la oposición fujimorista.
¿Y todo para qué?
Para que, ahora, un congresista ppkausa no solo pida vacancia presidencial
sino “insurgencia popular” si el Ministerio de Educación insiste en enseñarle
a los niños del Perú que no deben burlarse de ese compañerito del colegio al
que le gusta el rosado.
Lo de Odebrecht,
Chinchero, las inundaciones, todo eso solo han sido las cerecitas de este
torpe pastel (recordemos que la encuesta se realizó en la tercera semana de
enero, cuando ninguno de esos temas había terminado de germinar, o incluso de
existir, ante los ojos de la opinión pública). Todo lo que vino después de la
caída de Saavedra solo ha servido para reforzar la sensación de deriva que
transmite este gobierno.
Los tecnócratas
del gobierno insisten en que su objetivo está en el 2021, en la modernización
a largo plazo del Estado, en el legado que quiere dejar el presidente. Todo
eso está muy bien, por supuesto. Pero basta ya de lugares comunes: un país no
es una empresa. No sirve de nada “gerenciarlo” si no se hace política.
Hacer política no
es aparecer en la tele con la camisa remangada. Eso es creer, otra vez, que
gobernar es dirigir una reunión de directorio. Hacer política es jugar al
equilibrista. Y así como el problema de Trump es que se ha abierto demasiados
frentes de batalla, el de PPK es que no se ha abierto ninguno. Tiene que
comprarse un pleito. Uno grande y contra un adversario que vuelva a aglutinar
a sus votantes.
Si hubiera
planteado la cuestión de confianza ante la mayoría fujimorista del siempre
impopular Congreso, como se le dijo tantas veces, ahora mismo su aprobación
(y, por tanto, su capacidad para seguir gobernando) estaría por encima de la
línea de flotación. Demasiado tarde. A partir de ahora, el juego de PPK se
llama sobrevivir. Adiós a los sueños de un legado para el 2021. De hecho,
ahora el sueño será llegar al 2021.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/cae-cae-ppk-marco-sifuentes-kuczynski-aprobacion-presidencial-noticia-1965409?flsm=1
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Chinchero va
Luis Davelouis
Con idas, venidas,
decisiones y convicciones firmes que en realidad no lo eran tanto, consultas
de ida y de vuelta, una carta que detuvo el proceso aunque no fuera
vinculante y más; la adenda que hace viable la ejecución del proyecto del
aeropuerto de Chinchero, se firma hoy.
El proceso está
manchado y eso traerá cola, sin duda. Pero más allá de los aspectos técnicos
sobre el terreno y sobre el diseño del contrato original y de la adenda –que
de no respetarse le podrían salir muy caros al Estado–, hay un elemento clave
que no está siendo considerado. La adenda le juega en contra al Estado, no
hay vuelta que darle a eso.
El presidente
tiene 35% de aprobación y 48% de desaprobación. El asunto del aeropuerto no
tuvo nada que ver en ese resultado, pero lo tendrá en el próximo que vendrá
peor. La voluntad política ha sido, por lo menos, temblorosa y el gobierno y
su bancada se perciben débiles. Escasea el liderazgo. El colmo de esto se
muestra en que de su propia bancada –y aunque se haya retractado– un desubicado
pidió insurgencia y vacancia.
La cosa es que
aunque al final saliera más caro, el gobierno –y el presidente– hubiera
enviado un mensaje mucho más claro al rechazar la adenda por ser lesiva a los
intereses del Estado. “Al Perú no lo chantajea nadie y se sale con la suya”.
Tremendo mensaje que hubiera sido para ahora y para siempre. Y hubiera
reforzado su imagen de líder que necesita gestos como estos como un bebé
deshidratado necesita atención médica.
Cuando Kuntur Wasi
dice que pondrá cartas fianzas por US$80 millones omite que esto será luego
de que el gobierno se comprometa a entregarles a ellos US$265 millones en
armadas y así cualquiera. O sea, ganaste la licitación de asociación público
privada y no pones nada. Así, hasta el Chavo del 8 la hacía.
http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-chinchero-va-2269645
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Congresistas exponiéndose
Mirko Lauer
La comisión Lava
Jato da la impresión de estar dedicada a pedichear que los demás vayan a
contarles sobre lo que están trabajando. El derecho a investigar no significa
ir alzando con investigaciones ajenas, lo que en inglés se llama cosechar la
fruta que cuelga más bajo. Menos aun pretender hacerlo con permanentes
amenazas que no ayudan al proceso judicial. No olvidemos que son políticos
los que en buena medida están siendo investigados.
Además del
carácter reservado de la información entregada a la fiscalía por jueces
brasileños, está la cuestión del secreto profesional, indispensable para un
buen orden procesal y un fundamental derecho de las personas. Una feria de
acusaciones en boca de todos no es una investigación, y puede resultar
exactamente lo contrario. El decano del Colegio de Abogados podría decir algo
sobre esto.
El secreto
profesional es una obligación de los abogados, y sus informaciones solo se
pueden entregar a pedido del Fiscal, y en su caso con autorización del Juez.
Tratar de torcerle el brazo a quienes llevan adelante un proceso ya
judicializado es un espectáculo lamentable, al cual el Fiscal de la Nación ha
respondido con energía.
La furia frente a
la reserva y al secreto profesional se explica en el caso de estos
congresistas, que realizan la casi totalidad de su trabajo frente a las
cámaras y los micrófonos. La publicidad es su segunda naturaleza, y ahora que
hay la presunción de políticos en la liza, más. Al grado de llevar a algunos
a perder la compostura.
El Fiscal de la
Nación Pablo Sánchez está diciendo las cosas con modales, pero con creciente
aplomo: “Está claro que hay muchos interesados en bloquear la investigación,
no los dejaremos. La sociedad debe saber de los políticos corruptos que han
engañado al pueblo y han robado al país. Continuaremos con la investigación
del caso Odebrecht para acabar con la impunidad. Ni a mí ni a los fiscales
que estamos empeñados en esta tarea nos van a quebrar”.
A buen entendedor
pocas palabras. Los políticos de la comisión Lava Jato tienen derecho
constitucional a investigar, pero son los menos indicados para intentar
supeditar a todos los demás encargados del tema. Están realizando un baile
que tiene cada vez menos gracia.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/845157-congresistas-exponiendose
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Fiscalía: ¿y cuál es la estrategia?
Santiago Pedraglio
Se está haciendo
cada vez más evidente un conflicto entre el Congreso, en particular la
comisión Lava Jato, y la Fiscalía. La tensión aumentó cuando el último
miércoles, por decisión del colegiado de la Fiscalía, el encargado de la
investigación, el fiscal Hamilton Castro, no asistió a la mencionada
comisión.
Esta controversia
es una manifestación de tres problemas centrales: el respeto y el resguardo
de la autonomía y de la independencia del Ministerio Público para hacer su
labor; la necesaria coordinación e intercambio de información con otras
instancias del Estado, como el Congreso; y la información que la Fiscalía
requiere brindar a la opinión pública.
La sugerencia de
algunos integrantes de la comisión de acusar constitucionalmente al fiscal
supremo, Pablo Sánchez, no parece una buena idea, porque aunque es cierto que
la Fiscalía está mostrando una gran lentitud para develar avances
sustantivos, una decisión como esa llevaría a poner en duda, peligrosamente,
la independencia y la autonomía de la futura investigación de la Fiscalía. Y
eso sí sería muy grave.
Sin embargo, la
Fiscalía está obligada a trazar una estrategia de comunicación y de
coordinación con el Congreso y también con la Procuraduría. Es
imprescindible, igualmente, que organice una comunicación regular con los
medios, como lo hacen otros países de la región.
Pero también debe
precisar sus objetivos. Informar, por lo menos parcialmente, como lo han
hecho el Departamento de Justicia de Estados Unidos y la Fiscalía de Brasil,
sobre los compromisos adoptados con Odebrecht y, para el futuro, con cualquier
otra empresa brasileña investigada. Ofrecer un balance de la situación y
anunciar, por ejemplo, si habrá acuerdos multinacionales de cooperación.
La Fiscalía debe
asumir que está ante un caso con un fuerte efecto mediático y en la opinión
pública, y que si quiere sostener su legitimidad y credibilidad, tiene que
actuar en consonancia.
http://peru21.pe/opinion/santiago-pedraglio-fiscalia-y-cual-estrategia-2269657
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La corrupción sigue vivita y coleando
Augusto Álvarez Rodrich
Ojalá que la Corte
Suprema corrija el lamentable fallo judicial que absolvió a catorce
implicados del ‘caso comunicore’, pues este constituye un nuevo baldazo de
agua fría a la urgente demanda ciudadana para que se haga justicia con tantos
corruptos que se llenan el bolsillo a costa del Estado –o sea, de todos los
peruanos– y casi nunca son condenados y van a la cárcel.
Eso, en
efecto, casi nunca ocurre en el Perú,
por más clamoroso, probado y contundente que sea el delito por los que se
acusa a tanto funcionario, como es el caso de Comunicore.
La investigación
fiscal empezó hace seis años con el fin de precisar responsabilidades en uno
de los escándalos de corrupción más estridentes de los últimos años para
beneficio de quienes manejaban el municipio de Lima en los tiempos del
alcalde Luis Castañeda Lossio.
Todo ocurrió en el
2005, cuando la empresa Relima vendió el derecho de cobrar una deuda con el
municipio de Lima por S/35.9 millones por la suma de solo S/14.6 millones,
pero la alcaldía sí llegó a desembolsar el monto total de S/35.9 millones, lo
cual benefició a una empresa fantasma llamada Comunicore.
Primero, el propio
Luis Castañeda fue limpiado de polvo y paja, y anteayer, la sexta sala penal
para reos libres de la corte de Lima decidió absolver a catorce personas que
seguían siendo procesadas: cinco ex funcionarios de municipio, tres empleados
de Relima, cuatro de Comunicore, y dos personas que se habrían dedicado a
lavar el dinero.
La evidencia de la
manera como hubo una operación diseñada para llenarle los bolsillos a un
conjunto de personas fue muy clara, y para enjuagar todo se realizó un
proceso judicial prolongadísimo que terminó concluyendo que este caso de uso
de fondos públicos para beneficio particular, que ocurrió hace más de una
década, ya había prescrito.
La prescripción es
uno de los mecanismos más efectivos usados por el poder Judicial para limpiar
a los corruptos, y eso es lo que ha vuelto a ocurrir en el caso Comunicore.
Se podrá concluir,
como suele suceder con las investigaciones anticorrupción en el Perú, que el
fallo judicial de absolución por prescripción es una vergüenza –como señala
la congresista Marisa Glave– o que “es el peor mensaje para el país”, como
comenta el abogado del IDL Carlos Rivera.
Pero lo cierto es
que los corruptos siguen ganando en el Perú ante la imperiosa pero alicaída
necesidad de que haga justicia contra ellos.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/845160-la-corrupcion-sigue-vivita-y-coleando
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Un senado el año 2018
Juan de la Puente
Diversos miembros
de la bancada de Fuerza Popular se han expresado a favor de la creación del
Senado. De hecho, el resto de bancadas se encuentra de acuerdo con reinstalar
nuestra histórica bicameralidad, de modo que no habría razones de fondo para
que, de aprobarse la respectiva reforma constitucional, los peruanos no
elijamos un Senado junto a las elecciones regionales y locales del 2018.
Luego de 28 años
de la elección del último Senado, en 1990, sería esta la ocasión de una
renovación de la representación. Un cuerpo de legisladores con funciones
distintas a las de la Cámara de Diputados haría la diferencia –o por lo menos
lo intentaría– en un proceso político en el que se necesitan cambios
institucionales que refunden el sistema. Cierto que su sola presencia no
garantiza nada si el nuevo órgano de representantes no se eleva por encima de
la crisis. Pero de eso se trata, de una apuesta que ojalá la actual
representación se atreva a realizar.
Un Senado
territorial pequeño y operativo que realice la revisión legislativa mejoraría
la producción de normas y dejaría a la Cámara de Diputados más tiempo y
oficio para el control político. Sería, al mismo tiempo, una ruta para
relanzar el proceso de descentralización ahora carente de voz en el
Parlamento a pesar de que cada región se homologa con los distritos
electorales. Finalmente, el país se dotaría en el momento en que más lo
necesita de una cámara reflexiva, más unitaria y dialogante, mejorando el
equilibrio entre los poderes.
Encuentro pocos
problemas para que el sistema se dote de un Senado en breve plazo. El primero
es de orden social, y se refiere a que todavía un apreciable porcentaje de
peruanos se opone a la reinstalación de la bicameralidad. Las razones, siendo
principistas, no son necesariamente políticas en el sentido operativo, sino
financieras (cuesta mucho) y de confiabilidad (más otorongos). Esta visión ha
retrocedido desde el año 2000 pero se mantiene activa en su talante populista
y antipolítica. La mejor manera de enfrentar ese discurso es desde la
democracia, la transparencia y desde los cambios mismos en otras áreas. Desde
ese punto de vista, por ejemplo, tendría poco sentido la elección de un
Senado cuyos miembros presenten los mismos problemas de credibilidad de
varios de los actuales legisladores.
El segundo se
encuentra en retroceso luego de que el fujimorismo abandonase su clásica
defensa del unicameralismo. Quedan pocos argumentos en favor de esa tesis y
crecen las certezas en favor de cambios que acompañen las aspiraciones del
Perú como país de renta media y que aspira a ingresar a la OCDE y a mejorar
su representación.
Del mismo modo, la
iniciativa se convierte en un asunto delicado de cara a otras reformas que
han sido sugeridas y que recorren desde el ámbito de la formación de la
representación hasta el del ejercicio de la representación, además de otras
reformas institucionales. Siendo necesario definir el retorno del Senado,
será poco conveniente aparcar otras reformas como la electoral, que debate el
grupo de trabajo presidido por la legisladora Patricia Donayre, o los cambios
en la administración de justicia o en la elección de los miembros del Consejo
Nacional de la Magistratura (CNM). Lo peor que podría pasar es que se apruebe
el retorno al Senado y nada más.
Es necesario que
el Congreso vuelva a discutir sus prioridades porque se hace evidente que el
marco de la discusión realizado en agosto pasado se ha transformado
radicalmente. El juzgamiento de los casos de corrupción y la forma que adopta
el juego político dentro y fuera del Congreso hacen necesaria la ubicación de
un núcleo de reformas de alto calado que garanticen la gobernabilidad y la
transparencia en los próximos años, cambios que deberían ser negociados
dentro del Congreso y con los otros poderes del Estado. El diálogo político
instalado en enero en el marco del Acuerdo Nacional debería decantarse hacia
las reformas políticas macro y quizás sea la hora de que estos cambios sean
asumidos por el gobierno como propios.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/845159-un-senado-el-ano-2018
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