Nombres - Luis Davelouis
La lista de los primeros muertitos - Fernando Vivas
Reducir o no reducir el IGV Marcel - Ramírez La Torre
Una vez más, Mariano Ignacio Prado - Antonio Zapata
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Estados Unidos en la encrucijada
Carmen McEvoy
Desde sus modestos
orígenes en 1776, Estados Unidos de Norteamérica fue considerada una
“república modelo”. Ese “disparate inconcebible”, como la denominó Domingo
Faustino Sarmiento, fue objeto de admiración, temor, odio e incluso de
utopismo y fantasía. El enigma sajón fascinó a los viajeros latinoamericanos
quienes, a partir del siglo XVIII, enrumbaron a Nueva York, Boston o
Washington DC para descubrir los fundamentos políticos y económicos del
experimento más fascinante de la era moderna.
El intelectual y
revolucionario caraqueño Francisco de Miranda (1750-1816), fue uno de los
primeros que dejó testimonio escrito de su visita a la ex colonia británica.
“No dejaré de mencionar, que el espíritu de republicanismo es tal en este
país que el mozo de mulas que gobernaba el carruaje y todos los demás nos
sentábamos juntos en la mesa”, anotó en su diario de viaje.
José Arnaldo
Márquez (1832-1903), quien también escribió un diario sobre su viaje a la
república del norte, quedó impresionado por su vibrante asociasonismo y la
calidad de su prensa. Para el escritor e inventor peruano, tanto “un
descubrimiento, una invención o un suceso cualquiera” se difundían “con
eléctrica rapidez” a través de los centenares de periódicos “enciclopédicos”
que circulaban a lo largo y ancho de las ciudades norteamericanas. Por su
parte, el poeta venezolano Juan Vicente Camacho (1829-1872) anotaba
maravillado: “Todo se mueve automáticamente en este país, y en ninguna parte
se ve señales de gobierno y autoridad”.
Sin embargo, para el
mexicano Justo Sierra (1848-1912), la democracia del vecino poderoso era
“solo para blancos”. Más aun, el progresismo y el secularismo del que se
preciaban los estadounidenses fue cuestionado, con pruebas en la mano, por su
paisano Lorenzo de Zavala (1788-1836), un testigo de excepción de la terrible
amputación territorial sufrida por México en manos de la república-imperio.
José Martí
(1853-1895) es el viajero que abordó con mayor claridad las grandes
contradicciones de una república que nació esclavista, se inventó un destino
manifiesto, además de un sentido de excepcionalidad que aún despierta
pasiones. En medio de una actividad económica febril, una suerte de Estados
Unidos bipolar acumulaba, de acuerdo a Martí, “elementos feroces y
tremendos”. La competencia sin control generaba muchísimo odio, que tarde o
temprano –vaticinaba–, debía explotar. El padre de la independencia cubana
comprendió que el poder en Estados Unidos descansaba en los grupos de interés
que, además de controlar el Congreso, vivían suntuosamente, a merced de
colosales especulaciones. Así, el afán exclusivo por la riqueza pervertió el
republicanismo originario, haciendo a un gran número de norteamericanos
indiferentes a la cosa pública.
A pesar de que
Martí admiraba la vitalidad del pueblo norteamericano, respetaba su
Constitución y vivía impresionado por su “prosperidad maravillosa”, el cubano
no dejó de denunciar el poder inconmensurable de las corporaciones y su brazo
armado la prensa regimentada. En Estados Unidos, los representantes del
Congreso eran, en su mayoría, los siervos de empresas colosales y opulentas
que decidían, con su peso inmenso en la hora del voto, la elección o
desaparición de un candidato.
La despolitización
del cuerpo social, sobre la cual Martí advirtió, y el desprecio por las ideas
y los valores primigenios, fue la consecuencia lógica de esa obsesión
norteamericana con la expansión ilimitada y la competencia por el dominio
económico mundial. Hay que recordar que hasta el mítico Franklin D. Roosevelt
se vanagloriaba de tener gobiernos títeres en las ‘banana republics’ para
servir a los intereses norteamericanos.
El cúmulo de
contradicciones que señalaron con lucidez los viajeros latinoamericanos que
visitaron ese país en el siglo del auge y el declive del republicanismo
clásico se agudizó durante el violento siglo XX, donde un puñado de notables
políticos estadounidenses fue asesinado a lo largo de la década de 1960.
Vietnam y otras invasiones, entre ellas las ocurridas en el Caribe, fueron
mermando la moral pública y privada de una república quebrada, más
recientemente, por la desregulación, el traslado de puestos de trabajo al
extranjero, el cierre de hospitales mentales, la proliferación de la heroína,
la violencia discriminada en sus centros urbanos, el mito de las armas de
destrucción masiva (que llevó a la guerra contra el terrorismo liderada por
George W. Bush) y la especulación de Wall Street en valores hipotecarios. Lo
que marcó el fin del sueño americano (el de la casa propia y el trabajo
digno).
¿Cómo ubicar a
Donald Trump en esta historia compleja que parece entrar en una encrucijada
decisiva? Theodor Adorno, el intelectual alemán que vivió en Nueva York y
California por una larga temporada, sostenía que el mayor peligro para la
democracia norteamericana era su cultura de masas, basada en la industria del
cine, radio y televisión. El fundador de la Escuela de Frankfurt opinaba que
este aparato funcionaba de manera dictatorial, ya que promovía la
conformidad, adormecía el disenso y acallaba el pensamiento crítico. Luego de
analizar una serie de películas producidas en Hollywood, en la década de
1940, Adorno concluyó que la “industria cultural” estadounidense replicaba
los métodos fascistas de hipnosis colectiva. Rompiendo así esa tenue línea
que separaba la realidad de la ficción.
Trump es un
producto de la evolución histórica americana que, en este momento, pretende
redefinir la globalización dentro de los parámetros de la política como
espectáculo y la relativización de la verdad. ¿Será posible que un discurso
alternativo, basado en los valores que fundaron la “república modelo”, entre
ellos la democracia y la igualdad ante la ley, despierte del letargo y la
abulia a una ciudadanía adormecida y reinstale el norte que se necesita para
navegar este incierto siglo XXI?
http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/estados-unidos-encrucijada-carmen-mcevoy-noticia-1963165
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Nombres
Luis Davelouis
La lista de
nombres en las planillas –formales o informales– de las empresas brasileñas
involucradas en el caso Lava Jato es enorme. Y hasta cierto punto
insospechada. Por lo que hemos visto, ni siquiera algunos de los sabuesos más
experimentados del periodismo de investigación pudieron resistirse. Un cheque
de un cuarto de millón de dólares girado a nombre de la organización a la que
pertenece no es algo que un periodista vea todos los días. La mayoría de los
periodistas ni siquiera sueña con ello.
Sí, el contrato
fue rescindido un año después y solo se organizó un concurso con el auspicio
de dicha empresa… pero el dinero fue recibido y no devuelto. Sí, el dueño de
la empresa en cuestión no estaba aún preso por delincuente, pero la sombra de
la sospecha y la duda razonable ya se cernían sobre ella desde bastante antes
de 2014. Y no en Brasil, en el Perú.
Va a ser
tremendamente traumático conocer los nombres de todas las personas ligadas
como locadores de servicios a las constructoras brasileñas, especialmente los
de aquellos periodistas y líderes de opinión que se jactan de su dura
imparcialidad y objetividad, pero que jamás mencionaron sus vínculos con
dichas empresas por “eventuales” que estos hayan sido. Y esos son los menos:
nunca en la historia algunos periodistas han estado más cerca de pertenecer a
una planilla que vendiéndoles servicios a Camargo Correa, a OAS o a
Odebrecht, por poner algunos ejemplos genéricos. Puede ser tremendamente
saludable –digo– que se conozca quiénes ocultaban dichos vínculos para
aparecer como portavoces de la objetividad. Pero también puede pasar que,
abierta la caja de Pandora, el tifón de miasma le pegue a todos sin
distinción alguna: igual al locador recurrente y mensual que al que emitió un
recibo una vez por tomarle fotos a una pista. Eso le gustaría a algunos. Pero
igual caerán.
http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-nombres-2268787
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La lista de los primeros muertitos
Fernando Vivas
No me acusen de
faltar a la presunción de inocencia porque no me estoy adelantando al fiscal
Pablo Sánchez –¡bravo, el Ministerio Público (MP) se puso las pilas!– ni al
juez Duberlí Rodríguez señalando culpabilidades. Les daré una lista tentativa
de muertitos en sus aspiraciones políticas porque el escándalo los chorrea. Y
vaya el cariñoso diminutivo porque en la lista estarán quienes pecaron de
tontos y, también, estarán simpáticos sinvergüenzas que se reciclan con tanto
ingenio y humor que uno no sabe si odiarlos o aplaudirlos. Pero, al menos,
por ahora, muertitos políticos sí son.
En primer lugar,
apunten en la lista una genérica mortandad: la de todos los alcaldes y
gobernadores que soñaban con reelegirse en el 2018. No van a poder, ni
hablar. Luis Castañeda no volverá a ser alcalde de Lima. Ni siquiera va a
postular. La ley de no reelección que los fujimoristas le habían prometido
revisar a él y a la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE) tendrá que
seguir vigente. Fuerza Popular no se va a quemar en nombre de una generación
de autoridades locales que necesitan tremenda purga.
Muertito fresco es
Alejandro Toledo. Su salida del país, justo cuando el MP confirmó que su
amigo Josef Maiman recibió depósitos millonarios de Camargo Correa, tuvo un
tufo de fuga que entierra cualquier aspiración de reciclaje y compromete a
sus amigos en este gobierno. Aun si regresara, las revelaciones parciales ya
son demoledoras. Más bien, lo imagino, junto a Eliane Karp, cavilando un
futuro en Israel, país blindado ante las extradiciones. Pero, ojo, esto lo
digo sin saber a ciencia cierta si Karp, nacida en París, tiene además la
nacionalidad israelí y si la protección que esta le dé pueda hacerse
extensiva a su marido.
Muertitos son
Ollanta Humala y Nadine Heredia que, como Toledo, no tienen un solo
congresista que se faje por ellos. La nueva idea crítica del mal nacional
empieza a cavilar esto: si los corruptos brasileños coimearon a los gobiernos
de Toledo y de Alan, al de Ollanta lo pusieron. En lenguaje técnico llamémosle
‘Corrupción 2.0’.
Muertito
fresquecito en sus aspiraciones a la jefatura del Apra y a Lima 2018 es
Enrique Cornejo. El fugado Jorge Cuba está vinculado a él desde el primer
gobierno de Alan García, pues trabajó en el Instituto de Comercio Exterior
que Cornejo dirigió. Si, como ha dicho en extenuante gira de entrevistas, es
el primer sorprendido con la corrupción de su íntimo colaborador, le sugiero
que ponga a disposición las cuentas de su campaña del 2014 para descartar que
las coimas de Odebrecht a Cuba en el 2013 y 2014 (meses antes de la elección
de octubre) hayan sido aportes indirectos a su candidatura. La lista está
abierta.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/lista-primeros-muertitos-fernando-vivas-noticia-1963182
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Reducir o no reducir el IGV Marcel
Ramírez La Torre
El Decreto
Legislativo 1347 dispone que, a partir del 1 de julio del 2017, el IGV
tendría una tasa combinada de 17% si y solo si al mes de mayo se alcanza una
presión tributaria neta del IGV de 7,2% del PBI. Como ya señalaron el primer
ministro y el ministro de Economía, en el contexto presente, no quedaba otra
opción más que cuidar los ingresos fiscales y no reducir una tasa si antes no
se asegura un nivel “adecuado” de recaudación.
Más allá del tema legal,
¿cómo se debe interpretar una norma de este tipo? Y es que aparte de mostrar
responsabilidad en el manejo fiscal, genera cierta inquietud. ¿La presión
tributaria neta de 7,2% del IGV es una meta que “alguien” debe cumplir?
¿Podría presumirse que si el Ejecutivo ha anunciado esta reducción
condicionada, entonces se vuelve un objetivo que desea lograr? Si fuera así,
¿quiénes son los responsables de alcanzar dicha meta?
Al margen de
sospechar que una “meta” como la planteada será difícil de alcanzar, y que se
percibe un halo de responsabilidad macrofiscal al condicionar la reducción de
la tasa, siempre será cuestionable que dicha condición esté referida a una
simple meta de recaudación.
Si miramos bien –y
si el Ejecutivo asume el 7,2% como una verdadera meta–, se estaría definiendo
a la recaudación en términos absolutos como un adecuado objetivo de política
fiscal. Una verdadera condición hubiera tenido que someterse a un
objetivo/meta de ampliación de base tributaria, definiendo claramente un
criterio de cómo esta se mediría.
¿Cuál es la
diferencia entre ambas “metas”? La recaudación es un fenómeno que responde a
un contexto y, por tanto, es resultado de factores estructurales como
transitorios, mientras que la base tributaria es reflejo de factores más
permanentes o estructurales; es decir, le concede a la política fiscal una
sostenibilidad de mediano y largo plazo.
Por ello, es
tiempo de que el Ejecutivo comprenda que una reducción del IGV debe
condicionarse a una meta que le brinde sostenibilidad a los ingresos fiscales
permanentes. Ello tiene que ver con la base tributaria y no simplemente con
una mayor recaudación. La crítica hecha al bono de productividad de la Sunat
se vuelve a hacer aquí al mismo Ejecutivo.
La “meta” refleja
lo que el diseñador de la política fiscal privilegia o valora más. En este
caso, se privilegia lograr mayores ingresos sin importar su calidad. La clave
aquí, sin embargo, debería ser asegurar la sostenibilidad fiscal y no solo
una cierta cantidad de ingresos.
¿Qué pasaría si la
presión tributaria neta del IGV en junio del 2017 se sitúa por debajo del
7,2%? ¿Tendría que subir la tasa nuevamente? Probablemente hubiera sido mejor
fijar una meta en términos de promedio móvil para un período de seis meses y
así asegurar cierta “sostenibilidad” inclusive del concepto laxo de
recaudación. Se le agrega innecesaria inestabilidad también al sistema.
Poner la carreta
delante de los caballos es lo que se demuestra con el presente planteamiento
de reducción condicionada de la tasa del IGV; una solución a medias. Así no
se fortalece la institucionalidad de la política fiscal del Perú y tampoco la
fórmula de la condición la hace más correcta técnicamente.
Ya es tiempo de
que se comprenda que más importante que solo tener más recaudación es mejorar
la calidad de dicha recaudación e inclusive la mezcla adecuada de fuentes.
Una mayor equidad y menor regresividad debe ser un objetivo complementario y
esto se logra al tener una recaudación no solo sostenible, sino especialmente
en impuestos directos (renta) más que en impuestos indirectos (IGV, ISC).
http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/reducir-no-reducir-igv-marcel-ramirez-torre-noticia-1963172
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Una vez más, Mariano Ignacio Prado
Antonio Zapata
Acaba de aparecer
un libro titulado la verdadera historia de Mariano Ignacio Prado, escrito por
el odontólogo y capitán de navío Antonio Gárate, para dar respuesta al texto
anteriormente escrito por el congresista Víctor Andrés García Belaunde.
Aparentemente son completamente opuestos. García Belaunde ataca ferozmente a
Prado y Gárate lo defiende con la misma pasión. Sin embargo, sostienen un argumento
muy parecido.
En efecto, según
estos textos, el Perú perdió la Guerra con Chile por acción de un traidor. En
el libro de García Belaunde ese desleal es precisamente Prado, mientras que
en la obra de Gárate el papel de felón le corresponde a Piérola. Pero el
razonamiento de fondo es idéntico, el Perú fue vencido porque en las altas
esferas hubo complicidad con el enemigo.
Ambos libros
parten de la famosa teoría conspirativa, según la cual, detrás de los
acontecimientos se mueven fuerzas oscuras que manipulan a la gente y la
conducen a la muerte o a la victoria. El problema de esta teoría es que no
incorpora la voluntad de las mayorías, construyendo una interpretación donde
solo importan unos cuantos individuos súper poderosos.
Por su parte,
desde siempre, los investigadores se han preguntado por las causas de la
derrota del Perú. Es un tema clásico que ha recibido muchas respuestas.
Encontramos explicaciones exculpatorias, que sostienen que Chile se había
armado hasta los dientes con anterioridad, hasta razonamientos conspirativos,
como los libros que estamos comentando.
Pero, hace ya
sesenta años, Jorge Basadre elaboró una explicación menos maniquea, fruto de
su largo conocimiento de la materia y de su afán por escribir historia para
enriquecer el presente. Sostuvo que el Perú había perdido por una razón
simple y concreta: el Estado peruano era empírico y se asentaba en un abismo
social. En contraste, el Estado chileno era más organizado y su sociedad más
compacta.
La virtud de este
tipo de argumento es que conserva actualidad y permite plantearse preguntas
sobre nuestra época. ¿Sigue siendo empírico el Estado? Por lo que se ve, ha
empeorado. A punto de cumplir 200 años, de los últimos seis presidentes, dos
han sido condenados por derechos humanos y otros tres afrontan gruesas
dificultades por corrupción. Solo se salva Fernando Belaunde, pero los otros
cinco están presos o pedidos. En la víspera del bicentenario, la construcción
del Estado republicano es un desastre.
Por su parte, los
libros inspirados en teorías conspirativas alimentan las leyendas urbanas y
entretienen a sus lectores con narraciones de buenos y malos. En este
terreno, García Belaunde lleva ventaja, porque la gente en el Perú condena
casi unánimemente a Prado.
Sin embargo, ambos
textos tienen algunos destacados aportes. El libro de García Belaunde
reconstruye la historia del negocio de Prado en Chile y lo deja bastante mal
parado. Por su parte, la obra de Gárate rescata un informe del congreso de
EEUU, que no menciona a Prado en su estudio sobre la corrupción en la compra
de los monitores, que García Belaunde había sostenido era el origen de la
fortuna familiar.
Así, hay nuevos
datos que se agradecen, pero queda una duda. Cuál será la razón para que
algunas grandes familias ventilen sus problemas escribiendo libros de
historia, además concebidos y realizados por no profesionales de la
disciplina.
Para cierto sector
de la elite y como parte integrante de su alma tradicional, el linaje sigue
siendo una nota distintiva de calidad. Para esta manera de ver el mundo, el
prestigio familiar se remonta a la historia y debe acompañar a la riqueza,
con ella no basta.
Sin embargo, y ahí
está nuevamente nuestra habitual improvisación, a la que aludía Basadre, si
es así, por qué hacerlo a través de destacados expertos en otros oficios.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/842618-una-vez-mas-mariano-ignacio-prado
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