miércoles, 25 de enero de 2017

OPINIONES 25/01/2017

Estados Unidos en la encrucijada - Carmen McEvoy
Nombres - Luis Davelouis
La lista de los primeros muertitos - Fernando Vivas
Reducir o no reducir el IGV  Marcel - Ramírez La Torre
Una vez más, Mariano Ignacio Prado - Antonio Zapata
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Estados Unidos en la encrucijada

Carmen McEvoy


Desde sus modestos orígenes en 1776, Estados Unidos de Norteamérica fue considerada una “república modelo”. Ese “disparate inconcebible”, como la denominó Domingo Faustino Sarmiento, fue objeto de admiración, temor, odio e incluso de utopismo y fantasía. El enigma sajón fascinó a los viajeros latinoamericanos quienes, a partir del siglo XVIII, enrumbaron a Nueva York, Boston o Washington DC para descubrir los fundamentos políticos y económicos del experimento más fascinante de la era moderna.

El intelectual y revolucionario caraqueño Francisco de Miranda (1750-1816), fue uno de los primeros que dejó testimonio escrito de su visita a la ex colonia británica. “No dejaré de mencionar, que el espíritu de republicanismo es tal en este país que el mozo de mulas que gobernaba el carruaje y todos los demás nos sentábamos juntos en la mesa”, anotó en su diario de viaje.

José Arnaldo Márquez (1832-1903), quien también escribió un diario sobre su viaje a la república del norte, quedó impresionado por su vibrante asociasonismo y la calidad de su prensa. Para el escritor e inventor peruano, tanto “un descubrimiento, una invención o un suceso cualquiera” se difundían “con eléctrica rapidez” a través de los centenares de periódicos “enciclopédicos” que circulaban a lo largo y ancho de las ciudades norteamericanas. Por su parte, el poeta venezolano Juan Vicente Camacho (1829-1872) anotaba maravillado: “Todo se mueve automáticamente en este país, y en ninguna parte se ve señales de gobierno y autoridad”.

Sin embargo, para el mexicano Justo Sierra (1848-1912), la democracia del vecino poderoso era “solo para blancos”. Más aun, el progresismo y el secularismo del que se preciaban los estadounidenses fue cuestionado, con pruebas en la mano, por su paisano Lorenzo de Zavala (1788-1836), un testigo de excepción de la terrible amputación territorial sufrida por México en manos de la república-imperio.

José Martí (1853-1895) es el viajero que abordó con mayor claridad las grandes contradicciones de una república que nació esclavista, se inventó un destino manifiesto, además de un sentido de excepcionalidad que aún despierta pasiones. En medio de una actividad económica febril, una suerte de Estados Unidos bipolar acumulaba, de acuerdo a Martí, “elementos feroces y tremendos”. La competencia sin control generaba muchísimo odio, que tarde o temprano –vaticinaba–, debía explotar. El padre de la independencia cubana comprendió que el poder en Estados Unidos descansaba en los grupos de interés que, además de controlar el Congreso, vivían suntuosamente, a merced de colosales especulaciones. Así, el afán exclusivo por la riqueza pervertió el republicanismo originario, haciendo a un gran número de norteamericanos indiferentes a la cosa pública.

A pesar de que Martí admiraba la vitalidad del pueblo norteamericano, respetaba su Constitución y vivía impresionado por su “prosperidad maravillosa”, el cubano no dejó de denunciar el poder inconmensurable de las corporaciones y su brazo armado la prensa regimentada. En Estados Unidos, los representantes del Congreso eran, en su mayoría, los siervos de empresas colosales y opulentas que decidían, con su peso inmenso en la hora del voto, la elección o desaparición de un candidato.

La despolitización del cuerpo social, sobre la cual Martí advirtió, y el desprecio por las ideas y los valores primigenios, fue la consecuencia lógica de esa obsesión norteamericana con la expansión ilimitada y la competencia por el dominio económico mundial. Hay que recordar que hasta el mítico Franklin D. Roosevelt se vanagloriaba de tener gobiernos títeres en las ‘banana republics’ para servir a los intereses norteamericanos.

El cúmulo de contradicciones que señalaron con lucidez los viajeros latinoamericanos que visitaron ese país en el siglo del auge y el declive del republicanismo clásico se agudizó durante el violento siglo XX, donde un puñado de notables políticos estadounidenses fue asesinado a lo largo de la década de 1960. Vietnam y otras invasiones, entre ellas las ocurridas en el Caribe, fueron mermando la moral pública y privada de una república quebrada, más recientemente, por la desregulación, el traslado de puestos de trabajo al extranjero, el cierre de hospitales mentales, la proliferación de la heroína, la violencia discriminada en sus centros urbanos, el mito de las armas de destrucción masiva (que llevó a la guerra contra el terrorismo liderada por George W. Bush) y la especulación de Wall Street en valores hipotecarios. Lo que marcó el fin del sueño americano (el de la casa propia y el trabajo digno).

¿Cómo ubicar a Donald Trump en esta historia compleja que parece entrar en una encrucijada decisiva? Theodor Adorno, el intelectual alemán que vivió en Nueva York y California por una larga temporada, sostenía que el mayor peligro para la democracia norteamericana era su cultura de masas, basada en la industria del cine, radio y televisión. El fundador de la Escuela de Frankfurt opinaba que este aparato funcionaba de manera dictatorial, ya que promovía la conformidad, adormecía el disenso y acallaba el pensamiento crítico. Luego de analizar una serie de películas producidas en Hollywood, en la década de 1940, Adorno concluyó que la “industria cultural” estadounidense replicaba los métodos fascistas de hipnosis colectiva. Rompiendo así esa tenue línea que separaba la realidad de la ficción.

Trump es un producto de la evolución histórica americana que, en este momento, pretende redefinir la globalización dentro de los parámetros de la política como espectáculo y la relativización de la verdad. ¿Será posible que un discurso alternativo, basado en los valores que fundaron la “república modelo”, entre ellos la democracia y la igualdad ante la ley, despierte del letargo y la abulia a una ciudadanía adormecida y reinstale el norte que se necesita para navegar este incierto siglo XXI?


http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/estados-unidos-encrucijada-carmen-mcevoy-noticia-1963165


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Nombres


Luis Davelouis



La lista de nombres en las planillas –formales o informales– de las empresas brasileñas involucradas en el caso Lava Jato es enorme. Y hasta cierto punto insospechada. Por lo que hemos visto, ni siquiera algunos de los sabuesos más experimentados del periodismo de investigación pudieron resistirse. Un cheque de un cuarto de millón de dólares girado a nombre de la organización a la que pertenece no es algo que un periodista vea todos los días. La mayoría de los periodistas ni siquiera sueña con ello.

Sí, el contrato fue rescindido un año después y solo se organizó un concurso con el auspicio de dicha empresa… pero el dinero fue recibido y no devuelto. Sí, el dueño de la empresa en cuestión no estaba aún preso por delincuente, pero la sombra de la sospecha y la duda razonable ya se cernían sobre ella desde bastante antes de 2014. Y no en Brasil, en el Perú.

Va a ser tremendamente traumático conocer los nombres de todas las personas ligadas como locadores de servicios a las constructoras brasileñas, especialmente los de aquellos periodistas y líderes de opinión que se jactan de su dura imparcialidad y objetividad, pero que jamás mencionaron sus vínculos con dichas empresas por “eventuales” que estos hayan sido. Y esos son los menos: nunca en la historia algunos periodistas han estado más cerca de pertenecer a una planilla que vendiéndoles servicios a Camargo Correa, a OAS o a Odebrecht, por poner algunos ejemplos genéricos. Puede ser tremendamente saludable –digo– que se conozca quiénes ocultaban dichos vínculos para aparecer como portavoces de la objetividad. Pero también puede pasar que, abierta la caja de Pandora, el tifón de miasma le pegue a todos sin distinción alguna: igual al locador recurrente y mensual que al que emitió un recibo una vez por tomarle fotos a una pista. Eso le gustaría a algunos. Pero igual caerán.


http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-nombres-2268787


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La lista de los primeros muertitos

Fernando Vivas


No me acusen de faltar a la presunción de inocencia porque no me estoy adelantando al fiscal Pablo Sánchez –¡bravo, el Ministerio Público (MP) se puso las pilas!– ni al juez Duberlí Rodríguez señalando culpabilidades. Les daré una lista tentativa de muertitos en sus aspiraciones políticas porque el escándalo los chorrea. Y vaya el cariñoso diminutivo porque en la lista estarán quienes pecaron de tontos y, también, estarán simpáticos sinvergüenzas que se reciclan con tanto ingenio y humor que uno no sabe si odiarlos o aplaudirlos. Pero, al menos, por ahora, muertitos políticos sí son.

En primer lugar, apunten en la lista una genérica mortandad: la de todos los alcaldes y gobernadores que soñaban con reelegirse en el 2018. No van a poder, ni hablar. Luis Castañeda no volverá a ser alcalde de Lima. Ni siquiera va a postular. La ley de no reelección que los fujimoristas le habían prometido revisar a él y a la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE) tendrá que seguir vigente. Fuerza Popular no se va a quemar en nombre de una generación de autoridades locales que necesitan tremenda purga.

Muertito fresco es Alejandro Toledo. Su salida del país, justo cuando el MP confirmó que su amigo Josef Maiman recibió depósitos millonarios de Camargo Correa, tuvo un tufo de fuga que entierra cualquier aspiración de reciclaje y compromete a sus amigos en este gobierno. Aun si regresara, las revelaciones parciales ya son demoledoras. Más bien, lo imagino, junto a Eliane Karp, cavilando un futuro en Israel, país blindado ante las extradiciones. Pero, ojo, esto lo digo sin saber a ciencia cierta si Karp, nacida en París, tiene además la nacionalidad israelí y si la protección que esta le dé pueda hacerse extensiva a su marido.

Muertitos son Ollanta Humala y Nadine Heredia que, como Toledo, no tienen un solo congresista que se faje por ellos. La nueva idea crítica del mal nacional empieza a cavilar esto: si los corruptos brasileños coimearon a los gobiernos de Toledo y de Alan, al de Ollanta lo pusieron. En lenguaje técnico llamémosle ‘Corrupción 2.0’.

Muertito fresquecito en sus aspiraciones a la jefatura del Apra y a Lima 2018 es Enrique Cornejo. El fugado Jorge Cuba está vinculado a él desde el primer gobierno de Alan García, pues trabajó en el Instituto de Comercio Exterior que Cornejo dirigió. Si, como ha dicho en extenuante gira de entrevistas, es el primer sorprendido con la corrupción de su íntimo colaborador, le sugiero que ponga a disposición las cuentas de su campaña del 2014 para descartar que las coimas de Odebrecht a Cuba en el 2013 y 2014 (meses antes de la elección de octubre) hayan sido aportes indirectos a su candidatura. La lista está abierta.


http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/lista-primeros-muertitos-fernando-vivas-noticia-1963182

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Reducir o no reducir el IGV  Marcel

Ramírez La Torre

El Decreto Legislativo 1347 dispone que, a partir del 1 de julio del 2017, el IGV tendría una tasa combinada de 17% si y solo si al mes de mayo se alcanza una presión tributaria neta del IGV de 7,2% del PBI. Como ya señalaron el primer ministro y el ministro de Economía, en el contexto presente, no quedaba otra opción más que cuidar los ingresos fiscales y no reducir una tasa si antes no se asegura un nivel “adecuado” de recaudación.

Más allá del tema legal, ¿cómo se debe interpretar una norma de este tipo? Y es que aparte de mostrar responsabilidad en el manejo fiscal, genera cierta inquietud. ¿La presión tributaria neta de 7,2% del IGV es una meta que “alguien” debe cumplir? ¿Podría presumirse que si el Ejecutivo ha anunciado esta reducción condicionada, entonces se vuelve un objetivo que desea lograr? Si fuera así, ¿quiénes son los responsables de alcanzar dicha meta?

Al margen de sospechar que una “meta” como la planteada será difícil de alcanzar, y que se percibe un halo de responsabilidad macrofiscal al condicionar la reducción de la tasa, siempre será cuestionable que dicha condición esté referida a una simple meta de recaudación.

Si miramos bien –y si el Ejecutivo asume el 7,2% como una verdadera meta–, se estaría definiendo a la recaudación en términos absolutos como un adecuado objetivo de política fiscal. Una verdadera condición hubiera tenido que someterse a un objetivo/meta de ampliación de base tributaria, definiendo claramente un criterio de cómo esta se mediría.

¿Cuál es la diferencia entre ambas “metas”? La recaudación es un fenómeno que responde a un contexto y, por tanto, es resultado de factores estructurales como transitorios, mientras que la base tributaria es reflejo de factores más permanentes o estructurales; es decir, le concede a la política fiscal una sostenibilidad de mediano y largo plazo.

Por ello, es tiempo de que el Ejecutivo comprenda que una reducción del IGV debe condicionarse a una meta que le brinde sostenibilidad a los ingresos fiscales permanentes. Ello tiene que ver con la base tributaria y no simplemente con una mayor recaudación. La crítica hecha al bono de productividad de la Sunat se vuelve a hacer aquí al mismo Ejecutivo.

La “meta” refleja lo que el diseñador de la política fiscal privilegia o valora más. En este caso, se privilegia lograr mayores ingresos sin importar su calidad. La clave aquí, sin embargo, debería ser asegurar la sostenibilidad fiscal y no solo una cierta cantidad de ingresos.

¿Qué pasaría si la presión tributaria neta del IGV en junio del 2017 se sitúa por debajo del 7,2%? ¿Tendría que subir la tasa nuevamente? Probablemente hubiera sido mejor fijar una meta en términos de promedio móvil para un período de seis meses y así asegurar cierta “sostenibilidad” inclusive del concepto laxo de recaudación. Se le agrega innecesaria inestabilidad también al sistema.

Poner la carreta delante de los caballos es lo que se demuestra con el presente planteamiento de reducción condicionada de la tasa del IGV; una solución a medias. Así no se fortalece la institucionalidad de la política fiscal del Perú y tampoco la fórmula de la condición la hace más correcta técnicamente.

Ya es tiempo de que se comprenda que más importante que solo tener más recaudación es mejorar la calidad de dicha recaudación e inclusive la mezcla adecuada de fuentes. Una mayor equidad y menor regresividad debe ser un objetivo complementario y esto se logra al tener una recaudación no solo sostenible, sino especialmente en impuestos directos (renta) más que en impuestos indirectos (IGV, ISC).


http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/reducir-no-reducir-igv-marcel-ramirez-torre-noticia-1963172



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Una vez más, Mariano Ignacio Prado


Antonio Zapata



Acaba de aparecer un libro titulado la verdadera historia de Mariano Ignacio Prado, escrito por el odontólogo y capitán de navío Antonio Gárate, para dar respuesta al texto anteriormente escrito por el congresista Víctor Andrés García Belaunde. Aparentemente son completamente opuestos. García Belaunde ataca ferozmente a Prado y Gárate lo defiende con la misma pasión. Sin embargo, sostienen un argumento muy parecido.

En efecto, según estos textos, el Perú perdió la Guerra con Chile por acción de un traidor. En el libro de García Belaunde ese desleal es precisamente Prado, mientras que en la obra de Gárate el papel de felón le corresponde a Piérola. Pero el razonamiento de fondo es idéntico, el Perú fue vencido porque en las altas esferas hubo complicidad con el enemigo.

Ambos libros parten de la famosa teoría conspirativa, según la cual, detrás de los acontecimientos se mueven fuerzas oscuras que manipulan a la gente y la conducen a la muerte o a la victoria. El problema de esta teoría es que no incorpora la voluntad de las mayorías, construyendo una interpretación donde solo importan unos cuantos individuos súper poderosos.

Por su parte, desde siempre, los investigadores se han preguntado por las causas de la derrota del Perú. Es un tema clásico que ha recibido muchas respuestas. Encontramos explicaciones exculpatorias, que sostienen que Chile se había armado hasta los dientes con anterioridad, hasta razonamientos conspirativos, como los libros que estamos comentando.

Pero, hace ya sesenta años, Jorge Basadre elaboró una explicación menos maniquea, fruto de su largo conocimiento de la materia y de su afán por escribir historia para enriquecer el presente. Sostuvo que el Perú había perdido por una razón simple y concreta: el Estado peruano era empírico y se asentaba en un abismo social. En contraste, el Estado chileno era más organizado y su sociedad más compacta.

La virtud de este tipo de argumento es que conserva actualidad y permite plantearse preguntas sobre nuestra época. ¿Sigue siendo empírico el Estado? Por lo que se ve, ha empeorado. A punto de cumplir 200 años, de los últimos seis presidentes, dos han sido condenados por derechos humanos y otros tres afrontan gruesas dificultades por corrupción. Solo se salva Fernando Belaunde, pero los otros cinco están presos o pedidos. En la víspera del bicentenario, la construcción del Estado republicano es un desastre.

Por su parte, los libros inspirados en teorías conspirativas alimentan las leyendas urbanas y entretienen a sus lectores con narraciones de buenos y malos. En este terreno, García Belaunde lleva ventaja, porque la gente en el Perú condena casi unánimemente a Prado.

Sin embargo, ambos textos tienen algunos destacados aportes. El libro de García Belaunde reconstruye la historia del negocio de Prado en Chile y lo deja bastante mal parado. Por su parte, la obra de Gárate rescata un informe del congreso de EEUU, que no menciona a Prado en su estudio sobre la corrupción en la compra de los monitores, que García Belaunde había sostenido era el origen de la fortuna familiar.

Así, hay nuevos datos que se agradecen, pero queda una duda. Cuál será la razón para que algunas grandes familias ventilen sus problemas escribiendo libros de historia, además concebidos y realizados por no profesionales de la disciplina.

Para cierto sector de la elite y como parte integrante de su alma tradicional, el linaje sigue siendo una nota distintiva de calidad. Para esta manera de ver el mundo, el prestigio familiar se remonta a la historia y debe acompañar a la riqueza, con ella no basta.

Sin embargo, y ahí está nuevamente nuestra habitual improvisación, a la que aludía Basadre, si es así, por qué hacerlo a través de destacados expertos en otros oficios.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/842618-una-vez-mas-mariano-ignacio-prado


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