viernes, 30 de diciembre de 2016

OPINIONES 30/12/2016

Ajuste de cuentas - Augusto Álvarez Rodrich
Comodoro Py y Jujuy - Raúl Kollmann
Democracia sitiada - Daniel Parodi
2017: el año de Odebrecht - Santiago Pedraglio
El año que no quería irse - Diego Salazar
Feliz año, presidente - Luis Davelouis
Lava Jato, un instante revolucionario - Juan de la Puente
Un año atrás - Marco Sifuentes
Un caso que nos supera - Mirko Lauer
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Ajuste de cuentas

Augusto Álvarez Rodrich



Los peruanos estamos tan acostumbrados a que nuestros políticos se digan zamba canuta, incluso entre los miembros de la misma agrupación, que ya casi nada nos sorprende, pero quizá no sería una mala idea prestarle más atención a lo que se están diciendo últimamente entre los propios apristas porque son alertas de un mar de fondo que viene bastante más cargado que el regular.

Lava Jato amenaza con golpear fuerte al Apra y al ex presidente Alan García –al igual que a Alejandro Toledo y a Ollanta Humala–, pero él parece ser consciente de que saldrá bien librado, como ya lo ha hecho antes, cual Harry Houdini, siguiendo el libreto de siempre que arranca por reclamar una investigación a fondo que sabe que nunca llegará al fondo.

Pero esta vez Alan García parece querer matar dos pájaros de un solo tiro. Por un lado, las investigaciones por corrupción que se vienen en el marco de Lava Jato. Por el otro, tratar de evitar la indispensable renovación que requiere el Apra para salir adelante con una perspectiva optimista sobre su evolución en lugar del panorama ófrico que tiene ahora.

El 2016 fue un año fatal para el Apra. Sufrió la segunda derrota presidencial consecutiva –el 2011 con un cambalache que acabó en W.O. y el 2016 con un AGP en el ocaso–, así como el segundo fracaso parlamentario al hilo, con el resultado de tener en la década 2011-2021 una representación magra que compensa con la experiencia de sus miembros, pero que no es suficiente para gravitar.

Para Alan García fue peor. Esos tres minutos del debate presidencial en los que Fernando Olivera lo tuvo delante para recordarle las manchas en su trayectoria fueron una estocada profunda para un político que viene de mal en peor y que, por su bien, pero principalmente por el de su partido, debiera pensar en asumir, ya, un nuevo papel en su agrupación.

Él dice que para eso se ha retirado a Madrid, pero su problema es el ego colosal que lo domina y que le impide tener la generosidad para darse cuenta de que, por el bien del Apra, debe dejar de ponerle obstáculos a la renovación profunda que requiere un partido sin rumbo y con vocación de furgón de cola, que ha perdido sintonía con la calle, y que tiene una imagen de corrupción profunda.

Y eso lo lleva ahora a enlodar a Cornejo en el caso Lava Jato, buscando ponerse a buen recaudo en la investigación y sacando de la carrera por la secretaría general del Apra a los que ya no le quieran limpiar los zapatos.

Y así le sirve la mesa a Olivera para que concluya que “García y Cornejo son dos caras de la misma moneda”.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/835015-ajuste-de-cuentas


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Comodoro Py y Jujuy


Raúl Kollmann



El problema no es si abren o no abren la desprolija y apurada denuncia de Alberto Nisman. No es eso lo que le interesa a la coalición judicial-política-mediática que vive alineada con la derecha norteamericana e israelí.

Lo que les interesa es asegurarse que no vuelvan gobiernos que tengan la idea de la redistribución de la riqueza, el vínculo con los demás países latinoamericanos, la independencia de los grandes poderes internacionales. En el idioma de ellos, la cuestión es que no vuelva “el populismo”. Y entonces todo consiste en criminalizar a los dirigentes, reduciendo su actuación al código penal. Como sea. Que Cristina Fernández de Kirchner y Héctor Timerman aparezcan en titulares como encubridores de terrorismo sirve.

Por eso es que hay tantas similitudes entre lo que sucede en Jujuy, en Brasil, en Paraguay o en Honduras. El Poder Judicial actuando como partido. Por eso tenían preparada, si la denuncia de Nisman no prosperaba, causa-colectora, exactamente sobre lo mismo, a cargo de Claudio Bonadio. Ese expediente, con el moño de la acusación por traición a la patria contra CFK y Timerman. Firmar un tratado con el Reino Unido cediendo todo en materia de explotación de pesca y petróleo es sensato; firmar un memorándum con Irán es delictivo.

Los juristas más conocidos del país señalaron en forma reiterada que en la denuncia de Nisman no existía delito alguno. Lo dijeron Raúl Eugenio Zaffaroni, León Arslanian, Julio Maier, Ricardo Gil Lavedra y Luis Moreno Ocampo.

Lo básico es que se tomó la decisión política de firmar un tratado con Irán para que declaren en Teherán los sospechosos de haber perpetrado el atentado. Se buscó la forma de destrabar un expediente paralizado por más de 20 años: la ley iraní no permite la extradición de sus ciudadanos y la Argentina no permite el juicio en ausencia. Era la búsqueda de un camino. Ese tratado fue discutido y aprobado por el Congreso. Pero, además, el tratado nunca entró en vigor. Pese a que, supuestamente, era un beneficio para Irán, ese país no lo aprobó. Nadie fue a declarar a Teherán ni se formó ninguna Comisión de la Verdad ni se levantaron las órdenes de captura en los dos años transcurridos desde la firma del tratado. Como sostuvieron los juristas, el Memorandum puede haber sido bueno o malo, pero no un delito.

Nada de eso interesa. Lo que importa es acusar a cualquiera que haya liderado o participado de un proyecto político distinto al neoliberalismo y de un alineamiento internacional distinto al marcado por las derechas norteamericanas e israelí y por el círculo rojo económico y mediático argentino.

No importa si el testigo que acusó a Milagro Sala es trucho y empleado del gobernador. Lo relevante es que Sala encabeza un proyecto distinto al neoliberalismo.

No es significativo que Dilma Rousseff haya cometido un delito o no. De hecho, no cometió ningún delito. Lo decisivo es que había que sacarla del gobierno del país más populoso de la región.

Y en el caso de la andanada de Comodoro Py –dólar futuro, obra pública, Memorandum, todo en los últimos días– no importa si es un tratado aprobado por el Congreso, si se trató de una política para evitar una corrida cambiaria o una estrategia para redistribuir la obra pública.

Lo único que le importa a la corporación judicial-político-mediática, con sucursal privilegiada en Comodoro Py, es condenar lo antes posible a los dirigentes –en especial CFK– que puedan encabezar el regreso de alternativas populares, distintas a las dictadas desde las usinas del poder.


https://www.pagina12.com.ar/11580-comodoro-py-y-jujuy


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Democracia sitiada

Daniel Parodi


1979 fue el año de la democracia en el Perú porque su Constitución Política adoptó el sufragio universal y, con él, el de la población analfabeta que entonces alcanzaba al 20% de ciudadanos peruanos. Además, fue aprobada una serie de derechos políticos y civiles que la Carta Magna de 1933, condicionada por el dictador Sánchez Cerro, le había mezquinado a la nación.

Sin embargo, la crisis y el terrorismo fueron obstáculos muy duros para nuestra joven democracia que además debía afrontar el momento culminante de la transición demográfica (lo que hizo que José Matos Mar bautizara la década de 1980 como “desborde popular”). Entonces, los servicios estatales colapsaron frente al crecimiento vertiginoso de la población que se asentó en las periferias de las principales ciudades de la costa del Perú, especialmente Lima.

¿Sorprende que 80.000 peruanos hayan vivado a Alberto Fujimori la noche del 5 de abril de 1992 y que el 84% de la población haya apoyado el autogolpe? El problema es que mientras en la década de 1980 la clase política no logró institucionalizar una cultura democrática, en la siguiente el fujimorismo sí instituyó una cultura autoritaria. Esta se puso en evidencia incluso temprano en las elecciones del 2006, cuando Keiko Fujimori resultó la congresista más votada del país, a pesar del reciente descalabro del gobierno de su padre.

Así, la cultura autoritaria del fujimorismo sembró sus raíces en una sociedad que apenas dejaba de ser patriarcal y en la extraviada percepción de que la dictadura es más eficaz que la democracia. Es el caso de Alberto Fujimori y la idea ampliamente difundida de que derrotó al terrorismo y la inflación, tanto como la sinergia entre “el Chino” y su clientela política que se expresara “magnánimamente” en la campaña del 2000, con la entrega de un millón de títulos de propiedad a cambio de miles de millares de sufragios.

Se evidencia también en la creencia de que el político está para dar, regalar u ofrecer algo, y no para gobernar y aplicar políticas que traigan consigo beneficios indirectos como la mejora de la educación. El grito de guerra odriísta “la democracia no se come” parece estar más vivo que nunca en el Perú contemporáneo.

Quisiera terminar estas líneas con dos afirmaciones: la no culpa del fujimorismo y que el 2016 ha sido un año perdido para la democracia. La no culpa fujimorista se explica en que no es su responsabilidad (o no puede seguir siendo su responsabilidad) que los partidos tradicionales hayan casi desaparecido o se encuentren prácticamente acéfalos como es el caso del Apra.

¿Cuánto puede sostenerse la democracia si la sociedad civil canaliza su participación política a través de organizaciones de raigambre autoritaria? ¿Qué espera Peruanos por el Kambio para convertirse en un partido liberal? ¿Qué espera el Apra para ofrecerle al Perú ese centro democrático del Víctor Raúl de sus últimos días, que resultó crucial para salir de las dictaduras de Velasco y Morales Bermúdez?

Lo que nos deja el 2016 es una democracia sitiada por una fuerza autocrática que acaba de tumbarse a un ministro con alta aprobación y por el escándalo de Odebrecht que atraviesa horizontalmente toda la escena política. El futuro es incierto, la tentación autoritaria sigue allí, el constitucionalismo sin partidos es una quimera.


http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/democracia-sitiada-daniel-parodi-noticia-1957013



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2017: el año de Odebrecht

Santiago Pedraglio



El próximo año, que se inicia en pocos días, tendrá como punto central de la agenda política y mediática las investigaciones, filtraciones y destapes de los sobornos pagados por Odebrecht a funcionarios durante los últimos tres (¿o cuatro?) gobiernos centrales e incluso, quizá, regionales y municipales.

Los 29 millones de dólares implicados según la aludida empresa y la Secretaría de Justicia de los Estados Unidos no comprenden todos los pagos ilegales de la empresa brasileña con el propósito de beneficiarse, sino solo los que han pasado por las compañías con sede en Estados Unidos.

Los montos totales son, sin duda, bastante mayores y la investigación conjunta (colaboración) de los fiscales peruanos y brasileños dará luces sobre gran parte –si no de todos– los dineros utilizados para corromper. Más aun: si Odebrecht no sería la única empresa brasileña que se vio beneficiada al corromper funcionarios para obtener la buena pro de obras estatales varias, el monto gastado en sobornos debe ser bastante mayor.

Dado el monto de los recursos utilizados, los beneficios ilegales recibidos y la importancia de los personajes que estarían comprometidos, todas las investigaciones serán importantes; pero la posibilidad de que se vean involucrados altos funcionarios del gobierno actual podría convertir el problema (y las consiguientes denuncias e investigaciones fiscales) en un asunto que comprometa la gobernabilidad del país.

El clima político y social que se puede crear es impredecible. La posibilidad de que se constituya un poderoso sentimiento asociado a “Que se vayan todos” no es descartable, como tampoco el surgimiento o resurgimiento de políticos marginales. No obstante, la responsabilidad de que prime la justicia debe ir por delante. La corrupción no puede quedar impune, incluso sin dejar de prever las sorpresas políticas que situaciones de este tipo tienden a deparar.




http://peru21.pe/opinion/santiago-pedraglio-2017-ano-odebrecht-2266440


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El año que no quería irse

Diego Salazar


Lo obvio, lo inmediato, lo fácil, es pensar que en unos años cuando echemos una mirada atrás recordaremos el 2016 como el año en que empezó la Era de Donald Trump. Ese enunciado por sí solo ya es lo suficientemente terrorífico: el líder del mundo libre, el hombre más poderoso del planeta, es ahora un supuesto billonario de dudosa reputación con un pasado de estrella de reality show de serie B y un presente de tuitstar vengativo y rencoroso. Que este haya sido el año en que la nación más poderosa de la historia decidió poner su futuro –y con ello el nuestro también– en las diminutas e histéricas manos de Donald Trump bastaría para convertir el 2016 en el Año del Miedo.

Pero en realidad, ese hecho no alcanza para resumir, no alcanza siquiera como botón de muestra de la incertidumbre y ansiedad con que el 2016 nos obsequió.
Pero en realidad este año, el Año Que No Parece Terminar Nunca, se ha empeñado en darnos motivos para quedarse en nuestro recuerdo para siempre.

Sería ocioso ponerme a enumerar ahora todos y cada uno de los personajes y acontecimientos que han marcado para bien y para mal, y de seguro para sorpresa de todos, este odiado y obstinado 2016.

Han sido tantos los muertos, los desastres, los imprevistos, los lamentos, que en Perú21 decidimos dedicar siete suplementos especiales, en lugar de uno o dos como es habitual, a recordar e intentar resumir y explicar todo lo ocurrido en estos 366 días.

Espero que les sirvan de algo. Y termino con la única certeza de este 2016: que este 31, el Año Que No Quería Irse se marchará de una vez y para siempre.


http://peru21.pe/opinion/diego-salazar-ano-que-no-queria-irse-2266424


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Feliz año, presidente

Luis Davelouis


Llegamos al 2017 y a su gobierno le quedan 4 años y medio por delante. En el lapso transcurrido ha hecho usted un gobierno desigual, disparejo y accidentado. Ha hecho cosas buenas, pero las malas siempre sonaron más fuerte. Mucho más fuerte. Tanto que hay quienes se atreven a afirmar que no hizo usted nada. Sabemos quiénes son, sabemos por qué lo dicen y sabemos qué sucede luego, y debe tener usted muy fresco el ejemplo: su ministro de Educación, Jaime Saavedra, a quien se bajaron sin asco y a mentira limpia.

Los hechos, señor presidente, han dejado de importar. Importa el manazo, importa el arranchón y la carrera, importa el hostigamiento, importa el volumen de la mentira, importa la cantidad de veces que esta se repite, importa el concreto, importa no ser “blanco”, “caviar” o “pituco”; importa llevar la fiesta en paz a cualquier precio, importa dejar que el país crezca aunque sea conducido por burros rebuznándole a gritos a otros burros.

Usted lo sabe, es un tipo hábil e inteligente. Quizás, quiero pensarlo, está abrumado por el desparpajo de tanta malcriadez y matonería, pero quiero creer que ya reaccionará. Quiero creer. Tras su discurso de 28 de julio me entusiasmé tanto como muchos otros peruanos, de distintas tendencias políticas. Usted describió el país que muchos queremos: un país civilizado. En las últimas semanas hemos visto cuan lejos está ese país, sobre todo si nos dirigimos a él en mototaxi.

Muchos nos sentimos ahora como cuando juega Perú y en los primeros minutos algún delantero pega un puntazo que da en el palo del arco rival. Llenos de expectativa esperamos alguna genialidad que defina las cosas, que ponga el marcador a nuestro favor, pero en cambio llega el gol del rival a los 5 minutos. Su discurso fue ese tiro al palo, el gol ajeno fue la censura de Saavedra. Feliz año, señor presidente. No se lleva la fiesta en paz dejándose pegar.



http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-feliz-ano-presidente-2266435


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La soga de la justicia

César Lévano


Alan García es experto en eludir la justicia. No se debe a su formación de doctor bamba en derecho, sino a la red que su partido maneja en el aparato judicial. Pero ahora está, junto con Alejandro Toledo y Ollanta Humala, con la soga al cuello. El 22 de diciembre, el fiscal superior Marcos Villalta declaró nula una resolución de primera instancia del fiscal José Castellanos, quien había archivado una denuncia contra García sin haber realizado siquiera investigaciones preliminares.

Castellanos tenía desde setiembre de 2015 la misión de decidir si el expresidente García y doce funcionarios de su entorno debían ser enjuiciados por la presunta comisión del delito de enriquecimiento ilícito y desbalance patrimonial. El proceso tenía como base el informe de la megacomisión del Congreso del periodo anterior.

Entre los funcionarios apristas que dicho informe cuestionó figuran exministros como Aurelio Pastor, José Antonio Chang –rector de la Universidad San Martín de Porres y socio de García en un negocio de libros que acaba de ser salvado de la quiebra–, Hernán Garrido Lecca y el exsecretario general del despacho presidencial Luis Nava, quien aparece coludido también en los negocios con Odebrecht. Miguel Facundo Chinguel, presidente de la Comisión de Indultos y Derecho de Gracia, aparece asimismo en la nómina de los enjuiciados.

La cadena de la buena suerte se rompió para García y los suyos cuando la Procuraduría de Lavado de Activos presentó una queja respecto a la resolución del fiscal Castellanos y solicitó que una instancia judicial superior decidiera si el caso debía ser archivado.

El fiscal superior Villalta coincidió con la Procuraduría y opinó que Castellanos había caído en un vicio procesal insalvable al archivar la investigación contra García sin realizar diligencias preliminares.

Esa celeridad en pro de la impunidad, típica del aprismo y sus leguleyos, está sometida a prueba. García se ampara en la injusticia del pasado. Acaba de expresar: “tres veces investigaron fiscales y Congreso mis ingresos sin hallar nada malo”. Qué iban a hallar, si eran de su partido. En ellos se cumplió el dicho: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Con García se da el caso de un político tradicional típico. No cree en principios. Su afán es el dinero. Además, es un masacrador instintivo. Triste destino del Perú, al haberlo tenido dos veces de presidente. Cuánto dinero y cuánta sangre ha costado al Perú.


http://diariouno.pe/columna/la-soga-de-la-justicia/

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Lava Jato, un instante revolucionario


Juan de la Puente


"El hombre más peligroso es aquél que tiene miedo" (Ludwing Börne)

Aun antes de destapar sus certezas, el Lava Jato peruano causa sus primeros impactos: ha erosionado las estrategias oficiales que se preparaban para encararlo, agrietando a más de un partido y poniendo en crisis las relaciones políticas. Una parte de la élite peruana tiene miedo y se ha sumido en un turbulento frenesí muy parecido al sálvese quien pueda.

Lava Jato a la peruana viene con una lógica propia, y no será la réplica del terremoto brasileño. Por ejemplo –primera diferencia con Brasil– no ha dado paso a una rápida batalla entre dos bandos, corrupción y anticorrupción sino a una sucesión de pequeñas guerras civiles sin que sepamos si ellas terminarán dando paso a la pelea de fondo. Las guerras teloneras podrían adueñarse del escenario. Y es que el Perú es ancho y ajeno, con demasiados intereses en pugna, la mayoría de ellos cruzados por tercerías, subcontratos, arbitrajes, lobbies de cobro diferido y financiamiento electoral.

Pero Lava Jato tiene una virtud, no va por una cuerda paralela: la catarata de información tiende a integrar todo y lo que tenemos es un tsunami en formación, una revolución –imperfecta, como toda revolución– donde caben la ley y el desorden, el drama y la comedia, y el teatro y el circo, con todo lo que esto último implica: payasos, magos, equilibristas, titiriteros, ventrílocuos y hombres bala.

Lava Jato se posa sobre una vieja crisis de legitimidad del sistema labrada en casi cuatro décadas –es la segunda diferencia con Brasil– y por eso no deberíamos perdernos en las guerras civiles o en los ajustes de cuenta en la esquina del escenario, expresión de esa crisis antigua; el circo no debería ocuparnos demasiado sino las grandes fuerzas que aparecen en la escena.

Solo una parte de esta revolución es de manual: el sistema débil, indefenso, dividido y con poca legitimidad. Para apreciar el resto habría que salir del patrón revolucionario del siglo XX donde las grandes crisis tenían líderes, clases y partidos. La nuestra no posee instituciones fuertes ni partidos –tercera diferencia con Brasil– y lo que tenemos al frente es un estado de ánimo en progreso que ha hecho de la corrupción el principal problema de la sociedad.

De momento decepciona que este instante revolucionario tenga pocos revolucionarios, y que el programa máximo contra la corrupción se limite a dejar todo en manos de la justicia, como si estuviésemos ante un problema de delitos y de penas, exclusivamente. Para una parte de la elite, Lava Jato es un asunto penal, apenas una disfunción social –la cuarta diferencia con Brasil– y por lo tanto solo un punto de llegada. En cambio, para la sociedad, la reacción penalista no es suficiente porque cree que este caso debería ser un punto de partida.

En esto reside el clivaje esencial de esta etapa. Esta brecha carece de mediación y de conexión y apunta a que con las primeras revelaciones se ensanche el abismo con la sociedad. Ese es el debate de fondo en relación a que si el Congreso debería investigar esta corrupción. Un sector cree que el Congreso no debería hacerlo, olvidando el papel de las minorías parlamentarias heroicas de los años noventa, como las que contra el fujimorismo mayoritario investigaron y denunciaron al Grupo Colina, las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos, y la corrupción de los mandos militares.

Las alternativas de este instante que podría perderse para la historia asoman. Un primer desenlace sería el democrático- reformista que ataje la impunidad, sustituya al liderazgo político responsable y reforme las instituciones para abrir un curso renovado del país. El segundo es el populista-penalista que castigue a medias a los responsables y que a pesar de su talante bullicioso y enojado deje pasar la oportunidad de cambiar la historia de asalto a las arcas públicas. Y el tercero, el conservador-legalista que deje todo en manos de jueces y fiscales, a quienes luego responsabilizar, sin cambiar nada o cambiando muy poco para que no cambie nada.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/835014-lava-jato-un-instante-revolucionario


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Un año atrás

Marco Sifuentes



Un año atrás, nadie realmente estaba convencido de que PPK sería presidente. De hecho, todos creíamos que Keiko Fujimori ganaría las elecciones y algunos, incluso, pensábamos que había intentado ser sincera en Harvard.

Un año atrás, varios amigos de izquierda decían en privado que Verónika Mendoza era solo una cara bonita cuyo único rol era colocar un puñado de congresistas en el hemiciclo. Un año atrás, Marco Arana era el dueño de la pelota.

Un año atrás, solo la DEA sabía quién era Joaquín Ramírez.

Un año atrás, Lucho Galarreta era alguien con una proyección política interesante. Yeni Vilcatoma era una ejemplar luchadora contra la corrupción y Vladimiro Huaroc era de izquierda.

Un año atrás, Fernando Zavala era el CEO de Backus y Salvador del Solar grababa su pequeña aparición en la serie “Narcos”.

Un año atrás, de César Acuña solo teníamos dudas.

Un año atrás, Julio Guzmán era un simple globo de ensayo marketero; Alfredo Barnechea, una excentricidad de esa otra excentricidad llamada Acción Popular, y, a juzgar por su cuenta de Twitter, Juan Sheput detestaba a PPK. Algunas cosas no cambian.

Un año atrás, Alan García era un rival temible. Y su entonces aliado Álex Kouri estaba libre. Y Mauricio Mulder no hubiera puesto las manos al fuego por nadie.

Un año atrás, Fernando Olivera era Popy el Breve, un personaje detestado, un cadáver político, un paria. Nadie se hubiera tomado un ‘selfie’ con él.

Un año atrás, la Defensoría del Pueblo y el BCR eran instituciones sólidas y confiables. Un año atrás, el Jurado Nacional de Elecciones era intachable, incuestionable.

Un año atrás, todos los candidatos alababan la gestión de Jaime Saavedra en el Ministerio de Educación y prometían mantenerlo en el puesto si ganaban.

Un año atrás, Becerril no era tan Becerril. O quizás sí.

Un año atrás, no pensabas jamás contar eso que te pasó con ese ex, con ese crítico literario, con tu papá. Un año atrás, Ni Una Menos era solo una frase de Liniers.

Un año atrás, Larcomar era más visitado que Machu Picchu. Un año atrás, un comandante apellidado Humala era el presidente de este país.

Un año atrás, Donald Trump era una broma. Un año atrás, nadie sabía –confiésenlo– que Rein Unido era parte de la Unión Europea.

Un año atrás, nadie pensaba que la guerra contra las FARC terminaría alguna vez.

Un año atrás, se acababa de estrenar el último episodio de “Star Wars” y Carrie Fisher volvía a ponerse de moda. El Nobel de Literatura se entregaba a gente que publicaba libros. Leonardo DiCaprio seguía siendo el aspirante eterno a un Óscar.

Un año atrás, Jon Snow estaba muerto y Harambe estaba vivo.

Un año atrás, le dije a Ricky Tosso por Twitter que de niño había sido fan del Club de Ricky. Me puso like.

Todo esto ocurrió un año atrás. Como habrán visto, en un año puede ocurrir de todo.

Que el 2017 sea, por fin, un año adelante.

http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/ano-atras-marco-sifuentes-noticia-1957020

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Un caso que nos supera


Mirko Lauer


La impresión es que el Perú queda chico frente al escándalo de las gigantescas constructoras brasileñas. Con siete de las mayores operando grandes proyectos en el país desde hace decenios, lo que acaba de caer bajo la lupa no es solo la empresa Odebrecht, sino buena parte de la actividad constructora local.

Una primera inferencia razonable es que si Odebrecht ganaba concursos coimeando funcionarios peruanos, las demás empresas ganadoras en otros concursos tenían que hacerlo recurriendo al mismo método. Odebrecht ya es un caso con delaciones concretas, pero el ciclo de la corrupción brasileña exportada no termina allí. Hay una cola de denuncias y delaciones.

El gobierno ha proscrito a Odebrecht de todas las licitaciones en el Perú. Debemos suponer que eso le va a ir sucediendo a cada constructora brasileña que haya entregado coimas en el Perú, más sospechas para aquellas que no lo hicieron. Lo cual a su vez supondrá un verdadero rediseño de la construcción en el país

Para el Perú el volumen del asunto empieza, pues, a ser abrumador. El Defensor del Pueblo considera difícil que el Poder Judicial pueda “encarar un caso tan complejo”, y en cierto modo tiene razón. Pues la investigación-acusación viene de fuera, pero las pruebas finales tienen que ser obtenidas en el Perú.

La carrera por ocupar sitio bajo los reflectores de Lava Jato ya ha comenzado. El Congreso forma una de sus ineficaces comisiones. El Ejecutivo pide un organismo especial para manejar el asunto desde la procuraduría. La Fiscalía pide más fondos para el asunto, y los está obteniendo. Los políticos gritones ya están movilizados.

Mientras se espera que los nombres de los delatados lleguen a Lima, aquí se viene desarrollando un mercado informal de señalamientos, deducciones, y hasta acusaciones, cuyo espacio natural está en los medios y las redes. La casuística de este mercado no es nada sólida, pero su importancia política es muy real.

Pues es obvio que en este caso la política va a avanzar más rápido que la justicia. No en vano estamos en la era de la prisión preventiva. Veremos presión ciudadana y mediática suficiente como para que suceda cualquier cosa. También veremos datos frescos llegando al ritmo de los acontecimientos en Brasil.

http://larepublica.pe/impresa/opinion/835011-un-caso-que-nos-supera


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