Comodoro Py y Jujuy - Raúl Kollmann
Democracia sitiada - Daniel Parodi
2017: el año de Odebrecht - Santiago Pedraglio
El año que no quería irse - Diego Salazar
Feliz año, presidente - Luis Davelouis
Lava Jato, un instante revolucionario - Juan de la Puente
Un año atrás - Marco Sifuentes
Un caso que nos supera - Mirko Lauer
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Ajuste de cuentas
Augusto Álvarez Rodrich
Los peruanos
estamos tan acostumbrados a que nuestros políticos se digan zamba canuta,
incluso entre los miembros de la misma agrupación, que ya casi nada nos
sorprende, pero quizá no sería una mala idea prestarle más atención a lo que
se están diciendo últimamente entre los propios apristas porque son alertas
de un mar de fondo que viene bastante más cargado que el regular.
Lava Jato amenaza
con golpear fuerte al Apra y al ex presidente Alan García –al igual que a
Alejandro Toledo y a Ollanta Humala–, pero él parece ser consciente de que
saldrá bien librado, como ya lo ha hecho antes, cual Harry Houdini, siguiendo
el libreto de siempre que arranca por reclamar una investigación a fondo que
sabe que nunca llegará al fondo.
Pero esta vez Alan
García parece querer matar dos pájaros de un solo tiro. Por un lado, las
investigaciones por corrupción que se vienen en el marco de Lava Jato. Por el
otro, tratar de evitar la indispensable renovación que requiere el Apra para
salir adelante con una perspectiva optimista sobre su evolución en lugar del
panorama ófrico que tiene ahora.
El 2016 fue un año
fatal para el Apra. Sufrió la segunda derrota presidencial consecutiva –el
2011 con un cambalache que acabó en W.O. y el 2016 con un AGP en el ocaso–,
así como el segundo fracaso parlamentario al hilo, con el resultado de tener
en la década 2011-2021 una representación magra que compensa con la
experiencia de sus miembros, pero que no es suficiente para gravitar.
Para Alan García
fue peor. Esos tres minutos del debate presidencial en los que Fernando
Olivera lo tuvo delante para recordarle las manchas en su trayectoria fueron
una estocada profunda para un político que viene de mal en peor y que, por su
bien, pero principalmente por el de su partido, debiera pensar en asumir, ya,
un nuevo papel en su agrupación.
Él dice que para
eso se ha retirado a Madrid, pero su problema es el ego colosal que lo domina
y que le impide tener la generosidad para darse cuenta de que, por el bien
del Apra, debe dejar de ponerle obstáculos a la renovación profunda que
requiere un partido sin rumbo y con vocación de furgón de cola, que ha
perdido sintonía con la calle, y que tiene una imagen de corrupción profunda.
Y eso lo lleva
ahora a enlodar a Cornejo en el caso Lava Jato, buscando ponerse a buen
recaudo en la investigación y sacando de la carrera por la secretaría general
del Apra a los que ya no le quieran limpiar los zapatos.
Y así le sirve la
mesa a Olivera para que concluya que “García y Cornejo son dos caras de la
misma moneda”.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/835015-ajuste-de-cuentas
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Comodoro Py y Jujuy
Raúl Kollmann
El problema no es
si abren o no abren la desprolija y apurada denuncia de Alberto Nisman. No es
eso lo que le interesa a la coalición judicial-política-mediática que vive
alineada con la derecha norteamericana e israelí.
Lo que les
interesa es asegurarse que no vuelvan gobiernos que tengan la idea de la
redistribución de la riqueza, el vínculo con los demás países
latinoamericanos, la independencia de los grandes poderes internacionales. En
el idioma de ellos, la cuestión es que no vuelva “el populismo”. Y entonces
todo consiste en criminalizar a los dirigentes, reduciendo su actuación al
código penal. Como sea. Que Cristina Fernández de Kirchner y Héctor Timerman
aparezcan en titulares como encubridores de terrorismo sirve.
Por eso es que hay
tantas similitudes entre lo que sucede en Jujuy, en Brasil, en Paraguay o en
Honduras. El Poder Judicial actuando como partido. Por eso tenían preparada,
si la denuncia de Nisman no prosperaba, causa-colectora, exactamente sobre lo
mismo, a cargo de Claudio Bonadio. Ese expediente, con el moño de la
acusación por traición a la patria contra CFK y Timerman. Firmar un tratado
con el Reino Unido cediendo todo en materia de explotación de pesca y
petróleo es sensato; firmar un memorándum con Irán es delictivo.
Los juristas más
conocidos del país señalaron en forma reiterada que en la denuncia de Nisman
no existía delito alguno. Lo dijeron Raúl Eugenio Zaffaroni, León Arslanian,
Julio Maier, Ricardo Gil Lavedra y Luis Moreno Ocampo.
Lo básico es que
se tomó la decisión política de firmar un tratado con Irán para que declaren
en Teherán los sospechosos de haber perpetrado el atentado. Se buscó la forma
de destrabar un expediente paralizado por más de 20 años: la ley iraní no
permite la extradición de sus ciudadanos y la Argentina no permite el juicio
en ausencia. Era la búsqueda de un camino. Ese tratado fue discutido y
aprobado por el Congreso. Pero, además, el tratado nunca entró en vigor. Pese
a que, supuestamente, era un beneficio para Irán, ese país no lo aprobó. Nadie
fue a declarar a Teherán ni se formó ninguna Comisión de la Verdad ni se
levantaron las órdenes de captura en los dos años transcurridos desde la
firma del tratado. Como sostuvieron los juristas, el Memorandum puede haber
sido bueno o malo, pero no un delito.
Nada de eso
interesa. Lo que importa es acusar a cualquiera que haya liderado o
participado de un proyecto político distinto al neoliberalismo y de un
alineamiento internacional distinto al marcado por las derechas
norteamericanas e israelí y por el círculo rojo económico y mediático
argentino.
No importa si el
testigo que acusó a Milagro Sala es trucho y empleado del gobernador. Lo
relevante es que Sala encabeza un proyecto distinto al neoliberalismo.
No es
significativo que Dilma Rousseff haya cometido un delito o no. De hecho, no
cometió ningún delito. Lo decisivo es que había que sacarla del gobierno del
país más populoso de la región.
Y en el caso de la
andanada de Comodoro Py –dólar futuro, obra pública, Memorandum, todo en los
últimos días– no importa si es un tratado aprobado por el Congreso, si se
trató de una política para evitar una corrida cambiaria o una estrategia para
redistribuir la obra pública.
Lo único que le
importa a la corporación judicial-político-mediática, con sucursal
privilegiada en Comodoro Py, es condenar lo antes posible a los dirigentes
–en especial CFK– que puedan encabezar el regreso de alternativas populares,
distintas a las dictadas desde las usinas del poder.
https://www.pagina12.com.ar/11580-comodoro-py-y-jujuy
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Democracia sitiada
Daniel Parodi
1979 fue el año de
la democracia en el Perú porque su Constitución Política adoptó el sufragio
universal y, con él, el de la población analfabeta que entonces alcanzaba al
20% de ciudadanos peruanos. Además, fue aprobada una serie de derechos
políticos y civiles que la Carta Magna de 1933, condicionada por el dictador
Sánchez Cerro, le había mezquinado a la nación.
Sin embargo, la
crisis y el terrorismo fueron obstáculos muy duros para nuestra joven
democracia que además debía afrontar el momento culminante de la transición
demográfica (lo que hizo que José Matos Mar bautizara la década de 1980 como
“desborde popular”). Entonces, los servicios estatales colapsaron frente al
crecimiento vertiginoso de la población que se asentó en las periferias de
las principales ciudades de la costa del Perú, especialmente Lima.
¿Sorprende que
80.000 peruanos hayan vivado a Alberto Fujimori la noche del 5 de abril de
1992 y que el 84% de la población haya apoyado el autogolpe? El problema es
que mientras en la década de 1980 la clase política no logró
institucionalizar una cultura democrática, en la siguiente el fujimorismo sí
instituyó una cultura autoritaria. Esta se puso en evidencia incluso temprano
en las elecciones del 2006, cuando Keiko Fujimori resultó la congresista más
votada del país, a pesar del reciente descalabro del gobierno de su padre.
Así, la cultura
autoritaria del fujimorismo sembró sus raíces en una sociedad que apenas
dejaba de ser patriarcal y en la extraviada percepción de que la dictadura es
más eficaz que la democracia. Es el caso de Alberto Fujimori y la idea
ampliamente difundida de que derrotó al terrorismo y la inflación, tanto como
la sinergia entre “el Chino” y su clientela política que se expresara
“magnánimamente” en la campaña del 2000, con la entrega de un millón de
títulos de propiedad a cambio de miles de millares de sufragios.
Se evidencia
también en la creencia de que el político está para dar, regalar u ofrecer
algo, y no para gobernar y aplicar políticas que traigan consigo beneficios
indirectos como la mejora de la educación. El grito de guerra odriísta “la
democracia no se come” parece estar más vivo que nunca en el Perú
contemporáneo.
Quisiera terminar
estas líneas con dos afirmaciones: la no culpa del fujimorismo y que el 2016
ha sido un año perdido para la democracia. La no culpa fujimorista se explica
en que no es su responsabilidad (o no puede seguir siendo su responsabilidad)
que los partidos tradicionales hayan casi desaparecido o se encuentren
prácticamente acéfalos como es el caso del Apra.
¿Cuánto puede
sostenerse la democracia si la sociedad civil canaliza su participación
política a través de organizaciones de raigambre autoritaria? ¿Qué espera
Peruanos por el Kambio para convertirse en un partido liberal? ¿Qué espera el
Apra para ofrecerle al Perú ese centro democrático del Víctor Raúl de sus
últimos días, que resultó crucial para salir de las dictaduras de Velasco y
Morales Bermúdez?
Lo que nos deja el
2016 es una democracia sitiada por una fuerza autocrática que acaba de
tumbarse a un ministro con alta aprobación y por el escándalo de Odebrecht
que atraviesa horizontalmente toda la escena política. El futuro es incierto,
la tentación autoritaria sigue allí, el constitucionalismo sin partidos es
una quimera.
http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/democracia-sitiada-daniel-parodi-noticia-1957013
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2017: el año de Odebrecht
Santiago Pedraglio
El próximo año,
que se inicia en pocos días, tendrá como punto central de la agenda política
y mediática las investigaciones, filtraciones y destapes de los sobornos
pagados por Odebrecht a funcionarios durante los últimos tres (¿o cuatro?)
gobiernos centrales e incluso, quizá, regionales y municipales.
Los 29 millones de
dólares implicados según la aludida empresa y la Secretaría de Justicia de
los Estados Unidos no comprenden todos los pagos ilegales de la empresa
brasileña con el propósito de beneficiarse, sino solo los que han pasado por
las compañías con sede en Estados Unidos.
Los montos totales
son, sin duda, bastante mayores y la investigación conjunta (colaboración) de
los fiscales peruanos y brasileños dará luces sobre gran parte –si no de
todos– los dineros utilizados para corromper. Más aun: si Odebrecht no sería
la única empresa brasileña que se vio beneficiada al corromper funcionarios
para obtener la buena pro de obras estatales varias, el monto gastado en
sobornos debe ser bastante mayor.
Dado el monto de
los recursos utilizados, los beneficios ilegales recibidos y la importancia
de los personajes que estarían comprometidos, todas las investigaciones serán
importantes; pero la posibilidad de que se vean involucrados altos
funcionarios del gobierno actual podría convertir el problema (y las
consiguientes denuncias e investigaciones fiscales) en un asunto que
comprometa la gobernabilidad del país.
El clima político
y social que se puede crear es impredecible. La posibilidad de que se
constituya un poderoso sentimiento asociado a “Que se vayan todos” no es
descartable, como tampoco el surgimiento o resurgimiento de políticos
marginales. No obstante, la responsabilidad de que prime la justicia debe ir
por delante. La corrupción no puede quedar impune, incluso sin dejar de
prever las sorpresas políticas que situaciones de este tipo tienden a
deparar.
http://peru21.pe/opinion/santiago-pedraglio-2017-ano-odebrecht-2266440
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El año que no quería irse
Diego Salazar
Lo obvio, lo
inmediato, lo fácil, es pensar que en unos años cuando echemos una mirada
atrás recordaremos el 2016 como el año en que empezó la Era de Donald Trump.
Ese enunciado por sí solo ya es lo suficientemente terrorífico: el líder del
mundo libre, el hombre más poderoso del planeta, es ahora un supuesto
billonario de dudosa reputación con un pasado de estrella de reality show de
serie B y un presente de tuitstar vengativo y rencoroso. Que este haya sido
el año en que la nación más poderosa de la historia decidió poner su futuro
–y con ello el nuestro también– en las diminutas e histéricas manos de Donald
Trump bastaría para convertir el 2016 en el Año del Miedo.
Pero en realidad,
ese hecho no alcanza para resumir, no alcanza siquiera como botón de muestra
de la incertidumbre y ansiedad con que el 2016 nos obsequió.
Pero en realidad
este año, el Año Que No Parece Terminar Nunca, se ha empeñado en darnos
motivos para quedarse en nuestro recuerdo para siempre.
Sería ocioso
ponerme a enumerar ahora todos y cada uno de los personajes y acontecimientos
que han marcado para bien y para mal, y de seguro para sorpresa de todos,
este odiado y obstinado 2016.
Han sido tantos
los muertos, los desastres, los imprevistos, los lamentos, que en Perú21
decidimos dedicar siete suplementos especiales, en lugar de uno o dos como es
habitual, a recordar e intentar resumir y explicar todo lo ocurrido en estos
366 días.
Espero que les
sirvan de algo. Y termino con la única certeza de este 2016: que este 31, el
Año Que No Quería Irse se marchará de una vez y para siempre.
http://peru21.pe/opinion/diego-salazar-ano-que-no-queria-irse-2266424
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Feliz año, presidente
Luis Davelouis
Llegamos al 2017 y
a su gobierno le quedan 4 años y medio por delante. En el lapso transcurrido
ha hecho usted un gobierno desigual, disparejo y accidentado. Ha hecho cosas
buenas, pero las malas siempre sonaron más fuerte. Mucho más fuerte. Tanto
que hay quienes se atreven a afirmar que no hizo usted nada. Sabemos quiénes
son, sabemos por qué lo dicen y sabemos qué sucede luego, y debe tener usted
muy fresco el ejemplo: su ministro de Educación, Jaime Saavedra, a quien se
bajaron sin asco y a mentira limpia.
Los hechos, señor
presidente, han dejado de importar. Importa el manazo, importa el arranchón y
la carrera, importa el hostigamiento, importa el volumen de la mentira,
importa la cantidad de veces que esta se repite, importa el concreto, importa
no ser “blanco”, “caviar” o “pituco”; importa llevar la fiesta en paz a
cualquier precio, importa dejar que el país crezca aunque sea conducido por
burros rebuznándole a gritos a otros burros.
Usted lo sabe, es
un tipo hábil e inteligente. Quizás, quiero pensarlo, está abrumado por el
desparpajo de tanta malcriadez y matonería, pero quiero creer que ya
reaccionará. Quiero creer. Tras su discurso de 28 de julio me entusiasmé
tanto como muchos otros peruanos, de distintas tendencias políticas. Usted
describió el país que muchos queremos: un país civilizado. En las últimas
semanas hemos visto cuan lejos está ese país, sobre todo si nos dirigimos a
él en mototaxi.
Muchos nos
sentimos ahora como cuando juega Perú y en los primeros minutos algún
delantero pega un puntazo que da en el palo del arco rival. Llenos de
expectativa esperamos alguna genialidad que defina las cosas, que ponga el
marcador a nuestro favor, pero en cambio llega el gol del rival a los 5
minutos. Su discurso fue ese tiro al palo, el gol ajeno fue la censura de
Saavedra. Feliz año, señor presidente. No se lleva la fiesta en paz dejándose
pegar.
http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-feliz-ano-presidente-2266435
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La soga de la justicia
César Lévano
Alan García es
experto en eludir la justicia. No se debe a su formación de doctor bamba en
derecho, sino a la red que su partido maneja en el aparato judicial. Pero
ahora está, junto con Alejandro Toledo y Ollanta Humala, con la soga al
cuello. El 22 de diciembre, el fiscal superior Marcos Villalta declaró nula
una resolución de primera instancia del fiscal José Castellanos, quien había
archivado una denuncia contra García sin haber realizado siquiera
investigaciones preliminares.
Castellanos tenía
desde setiembre de 2015 la misión de decidir si el expresidente García y doce
funcionarios de su entorno debían ser enjuiciados por la presunta comisión
del delito de enriquecimiento ilícito y desbalance patrimonial. El proceso
tenía como base el informe de la megacomisión del Congreso del periodo
anterior.
Entre los
funcionarios apristas que dicho informe cuestionó figuran exministros como
Aurelio Pastor, José Antonio Chang –rector de la Universidad San Martín de
Porres y socio de García en un negocio de libros que acaba de ser salvado de
la quiebra–, Hernán Garrido Lecca y el exsecretario general del despacho
presidencial Luis Nava, quien aparece coludido también en los negocios con
Odebrecht. Miguel Facundo Chinguel, presidente de la Comisión de Indultos y
Derecho de Gracia, aparece asimismo en la nómina de los enjuiciados.
La cadena de la
buena suerte se rompió para García y los suyos cuando la Procuraduría de
Lavado de Activos presentó una queja respecto a la resolución del fiscal
Castellanos y solicitó que una instancia judicial superior decidiera si el
caso debía ser archivado.
El fiscal superior
Villalta coincidió con la Procuraduría y opinó que Castellanos había caído en
un vicio procesal insalvable al archivar la investigación contra García sin
realizar diligencias preliminares.
Esa celeridad en
pro de la impunidad, típica del aprismo y sus leguleyos, está sometida a
prueba. García se ampara en la injusticia del pasado. Acaba de expresar:
“tres veces investigaron fiscales y Congreso mis ingresos sin hallar nada
malo”. Qué iban a hallar, si eran de su partido. En ellos se cumplió el
dicho: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Con García se da
el caso de un político tradicional típico. No cree en principios. Su afán es
el dinero. Además, es un masacrador instintivo. Triste destino del Perú, al
haberlo tenido dos veces de presidente. Cuánto dinero y cuánta sangre ha
costado al Perú.
http://diariouno.pe/columna/la-soga-de-la-justicia/
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Lava Jato, un instante revolucionario
Juan de la Puente
"El hombre
más peligroso es aquél que tiene miedo" (Ludwing Börne)
Aun antes de
destapar sus certezas, el Lava Jato peruano causa sus primeros impactos: ha
erosionado las estrategias oficiales que se preparaban para encararlo,
agrietando a más de un partido y poniendo en crisis las relaciones políticas.
Una parte de la élite peruana tiene miedo y se ha sumido en un turbulento
frenesí muy parecido al sálvese quien pueda.
Lava Jato a la
peruana viene con una lógica propia, y no será la réplica del terremoto
brasileño. Por ejemplo –primera diferencia con Brasil– no ha dado paso a una
rápida batalla entre dos bandos, corrupción y anticorrupción sino a una
sucesión de pequeñas guerras civiles sin que sepamos si ellas terminarán
dando paso a la pelea de fondo. Las guerras teloneras podrían adueñarse del
escenario. Y es que el Perú es ancho y ajeno, con demasiados intereses en
pugna, la mayoría de ellos cruzados por tercerías, subcontratos, arbitrajes,
lobbies de cobro diferido y financiamiento electoral.
Pero Lava Jato
tiene una virtud, no va por una cuerda paralela: la catarata de información
tiende a integrar todo y lo que tenemos es un tsunami en formación, una
revolución –imperfecta, como toda revolución– donde caben la ley y el
desorden, el drama y la comedia, y el teatro y el circo, con todo lo que esto
último implica: payasos, magos, equilibristas, titiriteros, ventrílocuos y
hombres bala.
Lava Jato se posa
sobre una vieja crisis de legitimidad del sistema labrada en casi cuatro
décadas –es la segunda diferencia con Brasil– y por eso no deberíamos
perdernos en las guerras civiles o en los ajustes de cuenta en la esquina del
escenario, expresión de esa crisis antigua; el circo no debería ocuparnos
demasiado sino las grandes fuerzas que aparecen en la escena.
Solo una parte de
esta revolución es de manual: el sistema débil, indefenso, dividido y con
poca legitimidad. Para apreciar el resto habría que salir del patrón
revolucionario del siglo XX donde las grandes crisis tenían líderes, clases y
partidos. La nuestra no posee instituciones fuertes ni partidos –tercera
diferencia con Brasil– y lo que tenemos al frente es un estado de ánimo en
progreso que ha hecho de la corrupción el principal problema de la sociedad.
De momento
decepciona que este instante revolucionario tenga pocos revolucionarios, y
que el programa máximo contra la corrupción se limite a dejar todo en manos
de la justicia, como si estuviésemos ante un problema de delitos y de penas,
exclusivamente. Para una parte de la elite, Lava Jato es un asunto penal,
apenas una disfunción social –la cuarta diferencia con Brasil– y por lo tanto
solo un punto de llegada. En cambio, para la sociedad, la reacción penalista
no es suficiente porque cree que este caso debería ser un punto de partida.
En esto reside el
clivaje esencial de esta etapa. Esta brecha carece de mediación y de conexión
y apunta a que con las primeras revelaciones se ensanche el abismo con la
sociedad. Ese es el debate de fondo en relación a que si el Congreso debería
investigar esta corrupción. Un sector cree que el Congreso no debería
hacerlo, olvidando el papel de las minorías parlamentarias heroicas de los
años noventa, como las que contra el fujimorismo mayoritario investigaron y
denunciaron al Grupo Colina, las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos, y la
corrupción de los mandos militares.
Las alternativas
de este instante que podría perderse para la historia asoman. Un primer
desenlace sería el democrático- reformista que ataje la impunidad, sustituya
al liderazgo político responsable y reforme las instituciones para abrir un
curso renovado del país. El segundo es el populista-penalista que castigue a
medias a los responsables y que a pesar de su talante bullicioso y enojado
deje pasar la oportunidad de cambiar la historia de asalto a las arcas
públicas. Y el tercero, el conservador-legalista que deje todo en manos de
jueces y fiscales, a quienes luego responsabilizar, sin cambiar nada o
cambiando muy poco para que no cambie nada.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/835014-lava-jato-un-instante-revolucionario
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Un año atrás
Marco Sifuentes
Un año atrás,
nadie realmente estaba convencido de que PPK sería presidente. De hecho,
todos creíamos que Keiko Fujimori ganaría las elecciones y algunos, incluso,
pensábamos que había intentado ser sincera en Harvard.
Un año atrás,
varios amigos de izquierda decían en privado que Verónika Mendoza era solo
una cara bonita cuyo único rol era colocar un puñado de congresistas en el
hemiciclo. Un año atrás, Marco Arana era el dueño de la pelota.
Un año atrás, solo
la DEA sabía quién era Joaquín Ramírez.
Un año atrás,
Lucho Galarreta era alguien con una proyección política interesante. Yeni
Vilcatoma era una ejemplar luchadora contra la corrupción y Vladimiro Huaroc
era de izquierda.
Un año atrás,
Fernando Zavala era el CEO de Backus y Salvador del Solar grababa su pequeña
aparición en la serie “Narcos”.
Un año atrás, de
César Acuña solo teníamos dudas.
Un año atrás,
Julio Guzmán era un simple globo de ensayo marketero; Alfredo Barnechea, una
excentricidad de esa otra excentricidad llamada Acción Popular, y, a juzgar
por su cuenta de Twitter, Juan Sheput detestaba a PPK. Algunas cosas no
cambian.
Un año atrás, Alan
García era un rival temible. Y su entonces aliado Álex Kouri estaba libre. Y
Mauricio Mulder no hubiera puesto las manos al fuego por nadie.
Un año atrás,
Fernando Olivera era Popy el Breve, un personaje detestado, un cadáver
político, un paria. Nadie se hubiera tomado un ‘selfie’ con él.
Un año atrás, la
Defensoría del Pueblo y el BCR eran instituciones sólidas y confiables. Un
año atrás, el Jurado Nacional de Elecciones era intachable, incuestionable.
Un año atrás,
todos los candidatos alababan la gestión de Jaime Saavedra en el Ministerio
de Educación y prometían mantenerlo en el puesto si ganaban.
Un año atrás,
Becerril no era tan Becerril. O quizás sí.
Un año atrás, no
pensabas jamás contar eso que te pasó con ese ex, con ese crítico literario,
con tu papá. Un año atrás, Ni Una Menos era solo una frase de Liniers.
Un año atrás,
Larcomar era más visitado que Machu Picchu. Un año atrás, un comandante
apellidado Humala era el presidente de este país.
Un año atrás,
Donald Trump era una broma. Un año atrás, nadie sabía –confiésenlo– que Rein
Unido era parte de la Unión Europea.
Un año atrás,
nadie pensaba que la guerra contra las FARC terminaría alguna vez.
Un año atrás, se
acababa de estrenar el último episodio de “Star Wars” y Carrie Fisher volvía
a ponerse de moda. El Nobel de Literatura se entregaba a gente que publicaba
libros. Leonardo DiCaprio seguía siendo el aspirante eterno a un Óscar.
Un año atrás, Jon
Snow estaba muerto y Harambe estaba vivo.
Un año atrás, le
dije a Ricky Tosso por Twitter que de niño había sido fan del Club de Ricky.
Me puso like.
Todo esto ocurrió
un año atrás. Como habrán visto, en un año puede ocurrir de todo.
Que el 2017 sea,
por fin, un año adelante.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/ano-atras-marco-sifuentes-noticia-1957020
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Un caso que nos supera
Mirko Lauer
La impresión es
que el Perú queda chico frente al escándalo de las gigantescas constructoras
brasileñas. Con siete de las mayores operando grandes proyectos en el país
desde hace decenios, lo que acaba de caer bajo la lupa no es solo la empresa
Odebrecht, sino buena parte de la actividad constructora local.
Una primera
inferencia razonable es que si Odebrecht ganaba concursos coimeando
funcionarios peruanos, las demás empresas ganadoras en otros concursos tenían
que hacerlo recurriendo al mismo método. Odebrecht ya es un caso con
delaciones concretas, pero el ciclo de la corrupción brasileña exportada no
termina allí. Hay una cola de denuncias y delaciones.
El gobierno ha
proscrito a Odebrecht de todas las licitaciones en el Perú. Debemos suponer
que eso le va a ir sucediendo a cada constructora brasileña que haya
entregado coimas en el Perú, más sospechas para aquellas que no lo hicieron.
Lo cual a su vez supondrá un verdadero rediseño de la construcción en el país
Para el Perú el
volumen del asunto empieza, pues, a ser abrumador. El Defensor del Pueblo
considera difícil que el Poder Judicial pueda “encarar un caso tan complejo”,
y en cierto modo tiene razón. Pues la investigación-acusación viene de fuera,
pero las pruebas finales tienen que ser obtenidas en el Perú.
La carrera por
ocupar sitio bajo los reflectores de Lava Jato ya ha comenzado. El Congreso
forma una de sus ineficaces comisiones. El Ejecutivo pide un organismo
especial para manejar el asunto desde la procuraduría. La Fiscalía pide más
fondos para el asunto, y los está obteniendo. Los políticos gritones ya están
movilizados.
Mientras se espera
que los nombres de los delatados lleguen a Lima, aquí se viene desarrollando
un mercado informal de señalamientos, deducciones, y hasta acusaciones, cuyo
espacio natural está en los medios y las redes. La casuística de este mercado
no es nada sólida, pero su importancia política es muy real.
Pues es obvio que
en este caso la política va a avanzar más rápido que la justicia. No en vano
estamos en la era de la prisión preventiva. Veremos presión ciudadana y
mediática suficiente como para que suceda cualquier cosa. También veremos
datos frescos llegando al ritmo de los acontecimientos en Brasil.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/835011-un-caso-que-nos-supera
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