¿Incendiando la pradera? La gente está "en otra" - Diego García Sayán
La crisis de Estado en Brasil - Mirko Lauer
Los mexicanos, chivos expiatorios de Trump - Rafael Landerreche
Misterios sin resolver - Augusto Álvarez Rodrich
Modelo con pies de barro - Agustín Haya de la Torre
Mucha mierda - Patricia del Río
Regulación y economía digital - Franco Giuffra
Rutas futuras del gobierno dividido - Sinesio López
En contra por principio (II)
Luis Davelouis
Decíamos ayer que la falta de acceso a información fidedigna puede explicar determinadas posiciones basadas principalmente en ignorancia y miedo. Como afirmar, por ejemplo, que el ministro de Educación, Jaime Saavedra, es corrupto, inepto, que amenaza a la familia porque quiere volver gays a todos los niños o que, sencillamente, no ha hecho nada. A algunos se les entiende el prejuicio: la ignorancia y la estulticia rara vez son culpa propia.
Pero escuchar a los padres de la patria repetir versiones de lo anterior lo deja a uno azorado ante el tamaño de la sinvergüencería. La zafiedad demostrada por algunos parlamentarios mientras repetían sus mentiras estaba fuera de mis expectativas, que ya de por sí eran muy bajas. “En cuatro años, este ministro ha hecho retroceder la educación”, dijo un congresista de Fuerza Popular. Es una afirmación grave porque no es dable decir “esa es mi opinión, a mí me parece que retrocedió, pues”, porque ir en contra de los hechos objetivos es mentir. ¿Alguien puede decir “a mí me parece que el PBI cayó en 2015” y ser tomado en serio? ¿Por qué no sucede lo mismo con otros sectores? ¿Nadie sabe?
No recuerdo un debate parlamentario con semejante ausencia de ideas o sentido común. Salvo honrosísimas intervenciones, hemos sido testigos de una orgullosísima demostración de anti-inteligencia, de rebuznos hitlerianos. Lleno de lugares comunes, de mentiras y falacias, pobre y ridículo, desinformado y torpe en palabras y formas.
Un debate al que el calificativo “anodino” le queda demasiado grande.
Porque ha sido ruin, desleal, procaz, hipócrita, cizañero y vacuo. Hasta el debate de hoy, pensaba que el peor Congreso que habíamos tenido fue el que se fue a su casa el 28 de julio pasado.
http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-contra-principio-ii-2264380
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¿Incendiando la pradera? La gente está "en otra"
Diego García Sayán
Política y constitucionalmente, la censura –o no– de un ministro de Estado es un tema importante; pero que es normal en una democracia. Y que si el gobierno plantease, por su lado, una “cuestión de confianza” estaría, también, formalmente en su derecho. El asunto, sin embargo, está más allá de estas digresiones. Corresponden al respecto al menos dos comentarios con estas líneas (escritas antes de culminada la sesión de ayer).
Lo primero es constatar cómo algunos comentaristas juegan con fuego como si este asunto fuera uno de “pisar fuerte” para cambiar la correlación de fuerzas gobierno/Congreso; esta ya está definida. Juegan, así, con la supuesta “necesidad” de que el gobierno haga “cuestión de confianza” ante la eventual censura de Saavedra, para producir a) la caída del gabinete avanzando, así como b) la futura disolución del actual Congreso (o la amenaza de hacerlo).
Aunque dudo que el gobierno vaya a dar ese paso, estaría en desacuerdo con alentar ese juego suicida. Una razón es que generaría una tremenda e inconducente inestabilidad política a partir de un hecho normal en una democracia –la permanencia o no de un ministro– que no es fundamental para la estabilidad del país.
Otra: desde que se instalaron el 28 de julio los actuales gobierno y Congreso las cosas se han administrado, recíprocamente, razonablemente bien. Se ha creado un “modus vivendi” aceptable, que sería “envidiable” aún en algunas democracias europeas. “Patear el tablero”, tal como están las cosas hoy en diciembre de 2016, sería desproporcionado.
Esa contradicción “en las alturas” no es el factor central de inestabilidad; los “ríos profundos” no están en esos cubileteos sino en una cuestión de fondo: el país está “en otra”. Así, las contradicciones, normales, gabinete/Congreso, son sólo un “árbol” de una realidad con complejidades mayores: el “bosque” de la tremenda endeblez de nuestras instituciones socavadas crecientemente por la sociedad en su legitimidad y estabilidad. Esa es la verdadera pradera en incendio.
Conflictos sociales extendidos, con instituciones públicas débiles o inoperantes para prevenirlos o procesarlos: Saramurillo (Loreto), Andahuaylas o Las Bambas, etc. Pero el Estado mínimamente preparado para prevenir o contestar, responde esencialmente con tardías comisiones de “alto nivel” apagaincendios. La sociedad, por su lado, no parece creer en la palabra del poder y hechos como la posible censura no parece existir como tema relevante de preocupación o interés.
Y esto no es un asunto coyuntural, ni exclusivamente peruano. La colosal –y creciente– distancia entre las dinámicas sociales reales y la institucionalidad pública es fenómeno generalizado en la región. En la mayoría de nuestros países la gente desconfía abrumadoramente de la autoridad central (y parlamentaria) y considera que la misma es proclive a la corrupción e ineficaz frente a la inseguridad ciudadana.
Si no varía la percepción ciudadana sobre corrupción, allí sí se socava seriamente la legitimidad de la autoridad, en general. Si se mantiene –o agrava– la inseguridad ciudadana, eso no sólo la debilita más aún, sino que lleva a la gente a desbocadas conductas de “justicia por mano propia”, como lo que pasó la semana pasada en Huaycán.
Así, vivimos dentro de la gran paradoja de ser una región en la que hemos avanzado en afianzar sistemas electorales democráticos. Pero, simultáneamente, se ensancha la brecha entre la gente y la autoridad amenazamdo la misma legitimidad de ejercicio de esa autoridad pues la gente cree, o se interesa cada vez menos, en la “palabra oficial”.
Sin pretender ocultar el sol con un dedo y negar las contradicciones reales entre gobierno y Congreso, el hecho es que la gente está básicamente “en otra” por lo que se está en el deber de no polarizar las cosas; más cuando sólo han transcurrido cinco meses desde la instalación de las nuevas autoridades.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/828710-incendiando-la-pradera-la-gente-esta-en-otra
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La crisis de Estado en Brasil
Mirko Lauer
Estas líneas se escriben cuando el pleno del Supremo Tribunal Federal (STF) brasileño está decidiendo si procede destituir al presidente del Senado, Renan Calheiros (PMDB). Ayer uno de los jueces del STF decidió su destitución, pero la mesa directiva del Senado no lo acató, y reclamó una decisión colectiva del STF.
Se está dando en Brasil una rápida transformación de la crisis política en crisis de Estado, en un contexto de grave recesión económica y explosión del desempleo. Todo consecuencia directa de cómo usaron el caso Lava Jato las diferentes fuerzas políticas de ese país. El PMDB buscó una alianza de derecha para evitarles a sus líderes las consecuencias de las investigaciones de Lava Jato.
La oposición, los medios, el empresariado, los procuradores de Lava Jato y el juez Sergio Moro usaron las investigaciones para desestabilizar la presidencia de Dilma Rousseff y golpear sobre todo al PT. De allí salió un golpe “parlamentario” que aprovechó la ruptura de la coalición del PT para destituir a la presidenta y expulsar al PT del Ejecutivo.
Al presidencialismo brasileño siguió un parlamentarismo disfrazado, supuesto estabilizador de la adopción de medidas violentas de austeridad, radicalmente opuestas al contenido social que había marcado los gobiernos del PT. Al inicio Michel Temer consiguió hacer adoptar el congelamiento del gasto público por 20 años y propuso una reforma de la jubilación, punitiva para los trabajadores más pobres.
Pero un sector del Poder Judicial, apoyado por grupos extra parlamentarios de extrema derecha, tentó imponer una reforma jurídica al parlamento, que so capa de reforzar el combate a la corrupción, abría el camino al arbitrio jurídico.
La mayoría de derecha en el Congreso se opuso a la tentativa. No solo modificó el contenido de las propuestas hechas por los procuradores, sino que añadió un punto de sanción al abuso de autoridad por parte de jueces y procuradores.
La nueva crisis expone el “parlamentarismo” del nuevo gobierno, atacado por la extrema derecha y su brazo judicial, partidarios de un gobierno “apolítico” bajo control jurídico. Crisis que repercute en el propio STF y en el Poder Judicial, dividido ante esta ofensiva.
La destitución del presidente del Senado muestra la injerencia del poder judicial en el Congreso, luego de que el Congreso hiciera lo mismo con el Ejecutivo y Rousseff. Esto hace tiras a la propia constitución del Brasil y su separación estricta entre los tres poderes.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/828708-la-crisis-de-estado-en-brasil
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Los mexicanos, chivos expiatorios de Trump
Rafael Landerreche
Mientras los observadores políticos manifiestan su desconcierto por los vaivenes y ambigüedades de Trump a la hora de nombrar a sus colaboradores y definir sus políticas, una cosa es prácticamente cierta: lo que sí llevará adelante el republicano será su política antimigratoria y racista. La razón es muy sencilla: no ganó por haber propuesto una nueva política económica alternativa (que no tiene), sino por su discurso antinmigrantes. Y en esto evidentemente los mexicanos llevamos la peor parte, aunque no somos los únicos. Para entender mejor esto y sus implicaciones, conviene echar una ojeada a los mecanismos de la victimización del otro, al sacrificio del chivo expiatorio, cuyos mecanismos fueron develados como nadie lo había hecho por el antropólogo René Girard, fallecido justo un año antes de la elección de Trump.
En esencia, el mecanismo del chivo expiatorio consiste en la transferencia de todo el mal –personal y/o social– a un objeto externo. Destruyendo el objeto externo, se destruye el mal, y la armonía y el orden sociales son restaurados en plenitud. Parece demasiado sencillo para ser problemático. El racionalismo más superficial, marcado por el simplismo positivista, se contentó con decir que eso era pensamiento mágico y que había sido superado por el avance de la ciencia. El genio de Girard consistió en mostrar que, mágico o no, el mecanismo funciona, que sigue funcionando aunque ya no con la misma eficacia en las sociedades modernas. Aquí tenemos en pleno siglo XXI a una parte considerable de la sociedad más avanzada del mundo creyendo firmemente que expulsando a los mexicanos se resolverán sus problemas económicos. La otra parte de la crítica de Girard al positivismo está preñada de lecciones prácticas para el momento actual: en la medida en que el fenómeno del chivo expiatorio ha sido superado, lo ha sido no por el avance de la ciencia, sino por el avance de algo virtualmente desconocido fuera del mundo judeocristiano: la conciencia de la inocencia y de los derechos de las víctimas.
El mecanismo del chivo expiatorio funciona canalizando todas las violencias sociales (inmanejables) a una sola violencia (supremamente manejable), restableciendo la concordia, la unanimidad y el bienestar social por la fuerza del mimetismo. Por medio de ese mimetismo el mecanismo sacrificial desata un poderoso proceso de eliminación de la disidencia y producción del consenso social, pues cualquiera que se atreva a ofrecer aunque sea la más mínima defensa de la víctima es inmediatamente identificado con la víctima y condenado a correr la misma suerte que ella. Hay que recordar a Bush declarando tras el ataque a las Torres Gemelas que quien no estuviera en favor de la lucha contra el terrorismo era un aliado del terrorismo, o aquí mismo en México, durante la guerra de Felipe Calderón contra la delincuencia organizada, cuando cualquiera que se atreviera a cuestionar moderadamente la guerra calderonista era estigmatizado como defensor de los delincuentes.
Dice Girard que, en su versión más pura, el ritual del sacrificio expiatorio produce la unanimidad en la sociedad. Este punto es fundamental, porque unanimidad y eficacia son directamente proporcionales. En la medida en que no hay unanimidad, el mecanismo deja de ser eficaz. Esto no impide que se siga utilizando, pues mal que bien continúa produciendo sus efectos y las sociedades modernas han vivido en buena medida de obtener consensos relativos mediante la explotación de este mecanismo. Bush efectivamente experimentó un ascenso de popularidad después de declarar la guerra al terrorismo, y no faltan los paralelismos en el caso de Calderón. Sin embargo, una vez sometido a esta limitación, el recurso del chivo expiatorio está sujeto a la ley de los rendimientos decrecientes, y quienes manejan los hilos del control social se ven obligados a andar buscando cada vez nuevos chivos expiatorios, cuya utilidad será cada vez menor en eficacia y duración.
Ahí radica precisamente el aporte de Trump que le valió ganar las elecciones: no sólo en darse cuenta de que los viejos chivos expiatorios estaban demasiado desgastados, sino en saber ofrecer uno nuevo para satisfacer las exigencias del público; por algo es un magnate del show business. Sus adversarios medio se dieron cuenta de lo primero, pero fallaron en lo segundo: sin el filo del comunismo los rusos ya no asustan igual (por eso Trump se deslindó de los ataques contra Rusia). En cuanto al terrorismo, sigue asustando, pero había que darle una remozada. Lo que hizo Trump fue dar a las amenazas un tinte menos geopolítico y más doméstico. Al tema de la inseguridad ya sobrexplotado le añadió lo que los gestores del neoliberalismo no podían ver: el desempleo. Combinando los dos salió con su gran idea. ¿Qué mejor que un muro para dar seguridad a los de dentro y mantener fuera a los que se roban los empleos? ¡El show va a comenzar! Bienvenidos a la presentación de la nueva estrella (expiatoria): los mexicanos. Y a sus seguidores se les hace tarde para que empiece el sacrificio.
En medio de todas las ambigüedades e incertidumbres provocadas por la victoria de Trump, de dos cosas podemos estar bastante seguros: 1) Que va a intentar llevar a cabo sus políticas antinmigrantes, porque esa es la única propuesta concreta que tiene, y 2) Que no le va a funcionar; no sólo por la diversidad y la división de la sociedad de Estados Unidos, sino –y esto es lo más importante y esperanzador– porque la conciencia de los derechos de los migrantes está viva y actuando, desde el alcalde de Nueva York diciendo en su cara a Trump que su ciudad no va a apoyar sus políticas, hasta un sheriff de California visitando a los hijos de los migrantes para decirles que su oficina no colabora con la Migra, pasando por los miles de ciudadanos (ahora tendrían que ser cientos de miles) organizados para acoger y defender a los migrantes y, naturalmente, por los migrantes mismos, que tienen ante sí el enorme reto de dar un salto cualitativo en conciencia y organización políticas.
Es claro que los problemas de la migración masiva y del rechazo racista a la misma no son exclusivos de Estados Unidos; los mexicanos no podemos darnos el lujo de vernos sólo como víctimas, cuando aquí se atropella y hasta masacra a los indocumentados. A pesar de simplismos y exageraciones en la comparación, es verdad que mundialmente estamos bajo la amenaza de algo muy parecido al nazismo. Pero, a diferencia de lo que pasó hace poco más de medio siglo, ahora la forma de enfrentarlo no pasa por la confrontación militar y ni siquiera por los frentes antifascistas de antaño. La línea de resistencia se empieza a trazar en algo tan elemental como dar de beber al sediento y dar posada al forastero. Así de fácil. Tan sencillo y tan claro como el juicio final.
www.laudatosi.blogspot.es
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Misterios sin resolver
Augusto Álvarez Rodrich
Si la arremetida fujimorista sigue su rumbo actual de colisión, se abriría el escenario en el que el gobierno podría amenazar con el instrumento de la disolución constitucional del Congreso.
Algunas señales en los últimos días hicieron pensar que estaba en camino una negociación para que en en la interpelación al ministro Jaime Saavedra la sangre no llegara al río.
Mirko Lauer aludió ayer en su columna, a partir de una declaración apaciguadora del premier Fernando Zavala, a la posibilidad de que fuera “la expresión de un discreto entendimiento de las partes” que iban a debatir en la interpelación de ayer.
Pero la virulencia de las intervenciones de ayer en la interpelación por parte de los fujimoristas más connotados del Congreso lleva a pensar que el camino escogido es otro.
Karla Schaefer, Héctor Becerril o Luis Galarreta –es lamentable que un congresista inteligente y articulado se haya convertido en todo lo opuesto al matricularse en el fujimorismo– estuvieron particularmente agresivos.
Una posibilidad, que no debiera descartarse, es que dicho estilo agresivo solo sea parte de un libreto parecido al que el fujimorismo ha mostrado antes en ocasiones similares, para luego, en el momento de la votación, y luego de algún tipo de negociación, cambiar de actitud.
Así sucedió tanto en la sesión para la solicitud de confianza al gabinete Zavala como en la del otorgamiento de facultades al Ejecutivo para legislar. Habrá que ver, sin embargo, qué ocurre en esta oportunidad de la interpelación al ministro Saavedra.
Es obvio que el fujimorismo se debate en la búsqueda de un posicionamiento que armonice entre una oposición al gobierno pero sin dejar de tener un espíritu constructivo pues, de lo contrario, ello podría dañar muy fuerte la relación de Fuerza Popular con la opinión pública.
En este momento es claro que prima el lado opositor, pero lo están tratando de camuflar ante la ciudadanía haciendo notar en las intervenciones de los congresistas fujimoristas una vocación de lucha contra la corrupción en el sector educación.
Todo eso es el telón de fondo de la interpelación en proceso a Saavedra, un pulseo entre el gobierno y la oposición fujimorista al que se ha sumado con entusiasmo el Apra.
¿Hasta dónde piensa llegar el fujimorismo? ¿Tumbarse a Saavedra solo es un paso para marcar la cancha pero luego detendrán el ritmo? ¿O estamos ante una arremetida con ánimo de demolición? ¿Y qué hará el gobierno de PPK en cada escenario? Son misterios aún por resolver.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/828712-misteriossin-resolver
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Modelo con pies de barro
Agustín Haya de la Torre
La última Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del INEI sobre población económicamente activa (PEA), revela que el 73, 8% trabaja en empleos informales, mientras que el 26,8% lo hace formalmente. Quiere decir que de un total de 15 millones 919 mil personas, más de 11 millones 620 mil laboran ilegalmente.
Los datos corresponden al 2015, por lo que comparados con la anterior investigación del 2010, dan como resultado una reducción de la informalidad de apenas el 3,9 %.
Mientras que en el sector urbano la informalidad alcanza el 65,9%, en el campo sobrepasa el 95%. Un dato clave indica que los más de once millones y medio de ilegales, contribuyen apenas con el 19% del PBI, mientras que cuatro millones de formales suman el 81% del producto bruto.
Las cifras desnudan la realidad de una economía insuficiente que origina una sociedad inestable, donde la gran mayoría de la población trabaja al margen de las leyes, sin pagar impuestos ni recibir servicios sociales adecuados. Ello marca de manera muy clara las características de la sociedad peruana actual. Si la abrumadora mayoría no recurre a la legalidad, es evidente que vive en la anomia, con poco o ningún respeto por instituciones que no le sirven en su vida cotidiana.
Ello explica la debilidad tanto del Estado como del capitalismo peruano. Predomina la inmediatez de la sobrevivencia. Tanto así, que en sectores como agricultura, pesca y minería, apenas el 6% trabaja legalmente. El resto, a su leal saber y entender.
La encuesta del INEI vuelve a traer por tierra el discurso “emprendedor”, que vende la falsa idea de que las pequeñas y medianas empresas sustentan la economía nacional. Falso, apenas contribuyen con menos de un quinto del PBI.
Se trata de oficios de sobrevivencia, en los que las personas se ocupan de manera diversa, desempeñando varios a la vez, en intensas jornadas laborales. En la mayoría de los casos no conocen el descanso regular, pues sus magros ingresos los obligan a saltar de una ocupación a otra.
La sociedad que el molde neoliberal genera, resulta sumamente desigual en cuanto al ejercicio del empleo. Lo formal, donde se concentra la riqueza, ocupa a menos de un tercio de la PEA. Allí también los salarios son desiguales, la estabilidad relativa, sin que nada asegure una ocupación exclusiva.
El mundo del trabajo ilegal, llamado piadosamente informal, aparece disfrazado con la ilusión de que, tarde o temprano, los emprendedores serán millonarios.
En realidad, el esquema neoliberal resulta más un sálvese quien pueda y como pueda, que algo consistente. Si a ello le añadimos los malos servicios públicos, arrinconados por el lucro, concluimos que la precariedad más la anomia que deviene, caracterizan el patrón dominante.
El filósofo coreano alemán Byong Chul Han, sostiene que hemos pasado de la sociedad del rendimiento a la sociedad del cansancio, donde el neoliberalismo propicia la autoexplotación que desgasta sin futuro al homo laborans.
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Mucha mierda
Patricia del Río
Sí, ya sé, suena horrible parece una grosería pero no lo es. Para cualquiera que se haya parado alguna vez en un escenario, la frase ¡Mucha mierda! le trae buenos recuerdos. Es el grito de guerra de los actores, bailarines, comediantes antes de salir a escena. Es el deseo de todos por que la función salga impecable. Es una descarga de energía que ayuda a eliminar muñecos y tensiones. ¿No me creen? Paren la oreja la próxima vez que vayan al teatro: entre el tercer timbre y el levantamiento del telón escucharán este grito lejano, casi imperceptible y sabrán que los artistas están listos para enfrentar a su público. ¿De dónde viene la costumbre? Hay varias teorías, pero se supone que en la antigüedad, cuando el público llegaba al teatro en caballo y se acumulaba la mierda en la puerta, entonces esa era una señal de éxito asegurado.
Anécdotas aparte, debo confesar que cuando nombraron al actor Salvador del Solar como ministro de Cultura, muchos que lo conocemos y sabemos de su profesionalismo y de su amor por el Perú nos emocionamos y pensamos ¡Mucha mierda!, Salvador. Suerte en esta empresa en la que te embarcas para la que necesitarás de todas tus habilidades y de todo tu don de gentes. Paciencia y buen humor para manejar el sector cultura en un país donde cada día nos comportamos de manera más salvaje. Mucha energía porque enfrentas una sociedad donde pareciera que hemos perdido las ganas elementales de que nos vaya bien.
Y es que últimamente, no sé si es la crispación política o el calor, o los resentimientos que no pasan, pero resulta que si el presidente va a CADE lo tildan de ocioso, si el primer ministro nombra a un actor en la cartera de Cultura parece frívolo, si los alumnos mejoran en las pruebas PISA escuchamos a congresistas furiosos señalando que dicha mejora no vale nada. Nadie ha dicho que vivamos en el país de las maravillas y hay problemas gravísimos por resolver, pero mientras nos inventamos crisis económicas que no son tales e interpelamos a ministros que básicamente han hecho un buen trabajo, nos empeñamos en dibujar un escenario de crisis donde los ciudadanos empiezan a perder la esperanza y la fe en el futuro.
Me decía el ministro de Cultura, Salvador del Solar, en una primera entrevista recién asumido el cargo, que se iba a esmerar por transformar la manera en que nos tratamos los peruanos, que uno de sus objetivos de cara al bicentenario era mejorar la relación entre los ciudadanos y las autoridades, que confiaba en que ese aspecto básico de la cultura humana, las buenas formas y la convivencia amable, serían un objetivo de su gestión. Me disculparán el groupismo, pero no puedo más que pensar que nuestra cultura está en buenas manos, así que no me queda más que desearle al ministro del Solar que la mierda, esa del teatro, lo acompañe.
http://elcomercio.pe/autor/patricia-del-rio-122
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Regulación y economía digital
Franco Giuffra
Por alguna razón, Uber bloqueó mi tarjeta de crédito. Les escribí desde la misma aplicación. Casi inmediatamente, un mensaje me explicó que fue por seguridad. “Mándame foto de tu identificación y de tu tarjeta de crédito, por favor, pero tapa con el dedo los primeros doce dígitos”. Lo hice y un instante después otro mensaje anunció que el tema estaba solucionado. Tiempo total empleado, cinco minutos.
Compare, amable lector, esa inmediatez con las gestiones que debe hacer para interactuar con su banco, su empresa telefónica o su línea aérea. No solo tiene que atravesar el trance de los árboles de opciones de los call centers, sino que a menudo la solución implica el popular “tiene que acercarse a nuestras oficinas...” En el caso de los pasajes, he calculado que el tiempo que toma comprar un ticket es idéntico al tiempo del vuelo que uno quiere hacer.
Todo el que ha realizado transacciones con una “empresa Internet” puede ofrecer relatos similares. Son dos mundos diferentes. Parte de la explicación es que las llamadas empresas digitales no han tenido que modernizarse, cambiar procesos o reclutar nuevos perfiles. Simplemente nacieron así. No tienen mayor cosa que desaprender.
Ese punto de partida ya es suficientemente disruptivo. Las empresas establecidas (‘incumbents’) tienen que empezar por transformarse, mientras las digitales se expanden y se cuelan en las rendijas de antiguos modelos y reescriben límites y clasificaciones. Trate de aplicar a ellas la vetusta tabla de Clasificación Industrial Internacional Uniforme de la ONU para comprender este desfase.
Otra razón que explica estas diferencias tiene que ver con la regulación. Las empresas digitales han nacido sacándole años de ventaja a los reguladores, precisamente porque no encajan en los casilleros tradicionales. Uber opera en 530 ciudades de 80 países y todavía los jueces y reguladores no pueden decidir si sus choferes son empleados o contratistas independientes. Los servicios de Airbnb están disponibles en 34.000 ciudades de 190 países y pasa lo mismo: no está legalmente claro qué tipo de empresa es.
Esta capacidad de operar “metalegalmente” significa que puedo contratar Netflix desde mi sala de televisión pulsando con el control remoto un mensaje que dice “I agree”. Mientras que para abrir una cuenta de ahorros básica el congresista Yonhy Lescano nos obliga desde hace años a firmar y poner huella digital en 50 páginas de formularios con letra Arial 18. Para que los consumidores puedan leer su contrato incluso si hay un apagón.
Con el tiempo, las empresas digitales se van a inmiscuir en todas las industrias tradicionales que hoy están atrapadas por la regulación. Usted puede crear una Fintech para ofrecer en tres meses un servicio que consista en compartir un crédito entre varias personas, algo que le podría tomar tres años a un banco tradicional mientras convence a su regulador.
Esto significa que, frente a competidores establecidos, los negocios digitales no solo van a aprovechar las ventajas inherentes a la tecnología, sino también las desventajas que impone a las empresas existentes la regulación tradicional.
Es una mala noticia para los ‘incumbents’. En países como el nuestro, en donde la regulación ni siquiera es moderna, los plazos de adecuación a la era digital se medirán en siglos. Mientras tanto, avanzarán las empresas que puedan funcionar con una foto de la tarjeta de crédito con los números tapados por un dedo y sufrirán las que están obligadas a que el cliente se apersone a firmar.
http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/regulacion-y-economia-digital-franco-giuffra-noticia-1951959
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Rutas futuras del gobierno dividido
Sinesio López
El desenlace que tenga la interpelación del Ministro de Educación va a definir el tipo de relación entre el Ejecutivo y el Congreso dentro del actual gobierno dividido. Sólo hay dos salidas posibles: lo censuran o le dan un voto de confianza. Ambos desenlaces dependen sólo de FP debido a la aplastante mayoría con la que cuenta en el Congreso.
Si lo censuran es porque FP busca la confrontación abierta entre el Ejecutivo y el Congreso y el sometimiento del primero al segundo. El fujimorismo sabe que tiene las manos libres y la fuerza suficiente para hacer lo que quiere. Sabe que el recurso de pedido de confianza a todo el gabinete para evitar la censura de ministros es sólo una amenaza inocua porque cualquier fuerza política no va a caer en la trampa de la disolución del Congreso, sabiendo que puede perder. Es un error pensar que ese recurso constitucional puede ser un mecanismo efectivo para controlar la prepotencia del Congreso en un presidencialismo parlamentarizado.
Que se recorra la ruta de la confrontación o la del sometimiento depende también de la respuesta del Ejecutivo a la censura de los ministros. Si a la censura de Saavedra el Ejecutivo responde designando otro ministro que asuma con más energía su política educativa (Daniel Mora, por ejemplo) se defiende mejor la autonomía de los poderes del Estado y se frena la voracidad de FP. No tiene otra arma para frenarla.
Si, por el contrario, PPK designa a un ministro favorable a los intereses del fujimorismo como ha venido haciéndolo con la Defensoría del Pueblo y con la SUNAT, entonces se abre la ruta del sometimiento del Ejecutivo al fujimorismo. Esta ruta es el fin del gobierno de PPK. Se configuraría entonces una especie de cogobierno en el que el fujimorismo tendría la sartén por el mango. Su situación sería parecida a la de Humala frente a los poderes fácticos (la CONFIEP y los medios). ¿Cuál de estos caminos escogerá el Ejecutivo? Es difícil saberlo porque, hasta ahora, ha hecho gestos que van en ambas direcciones.
Cabe también la posibilidad de que no se censure a Saavedra. Esta decisión abre las puertas a la concertación entre el Ejecutivo y el Legislativo dentro de un gobierno dividido. Esta posibilidad se explicaría por cualquiera de las siguientes razones. En primer lugar, el fujimorismo quiere mostrar su fuerza política sin abusar de ella, lo que le traería un aumento de la aprobación ciudadana. En segundo lugar, PPK y Keiko Fujimori habrían establecido un diálogo secreto para concertar en aplicación del dilema del prisionero que, como lo ha recordado el economista Ricardo Lago, les permita ganar a ambos sólo si cooperan en lugar de confrontar.
La concertación abierta del Ejecutivo con todas fuerzas políticas, entre ellas con el fujimorismo, no constituye un cogobierno sino que es una forma de hacer viable un gobierno dividido parlamentarizado en el que el Ejecutivo está en manos de un partido y el Congreso es controlado por otro partido y en el que el primero tiene un excesivo control parlamentario.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/828711-rutas-futuras-del-gobierno-dividido
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