Cien días de soledad - César Lévano
Una nueva reforma laboral en perjuicio de los trabajadores - arturo Rodríguez APEC provisional - Mirko Lauer Cinturón oxidado y la derrota de Clinton - Humberto Campodónico No existes - Luis Davelouis Culpemos a la prensa - Diego Salazar Causas sociales de la corrupción - Enrique Bernales Somos –algo más– libres - Rolando Arellano Trump, el preferido de Clinton - Santiago Alba Rico
________________________________________
Cien
días de soledad
César
Lévano
El presidente
Pedro Pablo Kuczynski sigue perdiendo puntos. La encuesta nacional urbano-rural
de El Comercio-Ipsos publicada ayer indica que al cabo de cien días de
gobierno ha perdido diez puntos de aprobación. Si ese ritmo continuara, en un
año podría bajar hasta el número en que nació la pena: diez.
El sondeo,
realizado entre el 9 y el 11 de noviembre, muestra sin duda las cicatrices
del escándalo Moreno en Salud, los muertos en conflictos sociales y amenazas
en el área laboral.
Esto se ve en las
respuestas por sectores. Sobre salud, el 57 por ciento no ve ningún avance,
26 por ciento ve avance moderado y nueve por ciento, retroceso. Patricia
García, la ministra de Salud, tiene 36 por ciento de aprobación, pero 41 por
ciento de desaprobación. Otra huella de los escándalos se denota en el rubro
lucha contra la corrupción. El 56 por ciento considera que no hay ningún
avance y solo 23 por ciento percibe avance moderado.
En lucha contra la
delincuencia, el balance es desolador: ningún avance, 60 por ciento; avance
moderado, 21; retroceso, 12. Habría que anotar, sin embargo, que hay aquí una
responsabilidad compartida con el Poder Judicial. La liberación de la
megabanda que chantajeaba, robaba y asesinaba en Huaura y alrededores ha
desatado una ola de violencia. Los forajidos están amenazando de muerte a los
jueces que se oponen a su libertad para matar. Más de una vez he recordado
que el origen de esas bandas y de su impunidad proviene del expresidente Alan
García y del Partido Aprista, tan infiltrado en el Poder Judicial.
Hay en la encuesta
otros ángulos dignos de atención. Por ejemplo, en cuanto al comportamiento de
las bancadas en el Congreso. La de Fuerza Popular, el partido fujimorista,
está lejos de obtener la abrumadora mayoría que tuvo en las elecciones.
Apenas 35 por ciento la aprueba, frente al 52 por ciento que la desaprueba.
Los legisladores
de PPK tienen 33 por ciento de aprobación, y empatan con Fuerza Popular con
52 por ciento de desaprobación. La bancada de Acción Popular logra 24 por
ciento de aprobación, versus 60 por ciento de desaprobación. Frente Amplio
tiene 23 por ciento de aprobación, pero 60 por ciento de desaprobación. El
Apra sufre una catástrofe. Apenas 15 por ciento la aprueba, pero un
torrencial 74 por ciento la desaprueba.
Notable es el
rechazo que se registra para el trío aprofujimorista nombrado por el Congreso
como directores del Banco Central de Reserva. José Chlimper tiene 26 por
ciento de aprobación, frente a 69 por ciento de desaprobación. Peor le va a
Rafael Rey: 21 por ciento lo aprueba, 73 por ciento lo desaprueba. Elmer Cuba
aparece con 30 por ciento de aprobación, pero 50 por ciento de desaprobación.
http://diariouno.pe/columna/cien-dias-de-soledad/
________________________________________
Una
nueva reforma laboral en perjuicio de los trabajadores
Arturo
Rodríguez
Estamos ad portas
de una nueva “Reforma Laboral” que, como las anteriores, desde la dictadura
fujimorista, están orientadas hacia la precarización del empleo, restar
fuerza a los sindicatos y profundizar más la flexibilización laboral, todo
ello bajo el manido argumento de “disminuir” los niveles de informalidad
laboral.
Conforme
anotáramos en anterior columna, la contratación modal (a plazo determinado)
se ha vuelto la regla en desmedro de la contratación a tiempo indeterminado,
así según cifras del INEI, para el año 2012 la contratación a plazo
representa cerca del 50.7% del total de trabajadores mientras la contratación
indefinida llega solo al 17.6%.
Es un hecho que
muchos empresarios hacen uso abusivo de los contratos modales, los cuales son
elaborados sin ningún tipo de justificación (causa objetiva), empleándolos
como “Espada de Damocles” cuando algún trabajador deja de ser de su “agrado”,
como sucede cuando pretenden formar un sindicato, momento en que simplemente
esperan la conclusión de su contrato para no renovarlo más, con lo cual, de
paso, dan un claro mensaje a los demás: “el que pretenda formar sindicato, ya
sabe lo que le espera”.
Los contratos
modales se encuentran desnaturalizados, como sucede con la gran mayoría de
contratos a plazo fijo, al no establecer correctamente la causa objetiva,
otorgaban al trabajador el derecho de exigir el reconocimiento de su relación
laboral de naturaleza indefinida (estabilidad laboral), siendo que en el caso
de encontrarse despedido, exigir su reposición por despido encausado.
Sin embargo, esta
situación ha variado desde la reciente promulgación del Decreto Legislativo
1246, el mismo que aun cuando contiene una serie de dispositivos para la
agilización de diversos trámites administrativos, se introduce de contrabando
la exoneración del empleador de registrar ante el Ministerio de Trabajo los
contratos a plazo fijo suscritos con sus trabajadores, así en adelante solo
será necesario que trabajador y empleador suscriban contrato sin que una
copia del mismo sea derivado al referido Ministerio.
La mencionada
disposición no viene sola, en efecto hace unos días el Ministro de Trabajo ha
remarcado la intención del gobierno en implementar otras “medidas”
(antilaborales), como la procedencia de contratos de trabajo “a sola firma”,
esto es, sin necesidad de indicar la causa objetiva que lo justifique, la
ampliación de los contratos a medio tiempo, la exoneración de las empresas
que no realicen “actividades de riesgo” de contar con un reglamento de
Seguridad Ocupacional, temas de los que nos ocuparemos en posterior columna,
que nos llevan a la convicción que lo que realmente está en ciernes es una
nueva Reforma Laboral que precarice aún más el empleo.
El ministro está
promoviendo medidas en claro detrimento de los trabajadores y por ende de sus
organizaciones sindicales, la pelota ahora está en la cancha de los jóvenes
que en su momento se trajeron abajo la tristemente célebre Ley Pulpín, solo
el clamor y descontento expresado en las calles logrará detener este nuevo intento
antilaboral.
http://diariouno.pe/columna/una-nueva-reforma-laboral-en-perjuicio-de-los-trabajadores/
________________________________________
APEC
provisional
Mirko
Lauer
Con la XXIV cumbre
APEC de esta semana el Perú se da un baño de líderes mundiales. Es cierto que
la reunión coge un poco por el cambio de gobierno en los EEUU. Pero sin duda
va a escuchar reacciones importantes a lo sucedido en Washington. Aunque
serán declaraciones moderadas, pues todos tienen un TLC con los EEUU que
cuidar.
Las reuniones
preliminares de técnicos de los 21 países han acordado una agenda que
prolonga la de cumbres anteriores, con los acentos puestos en la
liberalización y la modernización. La idea es en el fondo mantener a la
economía mundial en su sitio, como plataforma de un crecimiento con el que
todos puedan identificarse.
Pero los
visitantes de esta semana saben que el nuevo gobierno de los EEUU no va a
querer jugar con las reglas vigentes. Lo cual no solo relativiza la agenda de
los técnicos, sino que además introduce un subtexto geopolítico en todas las
declaraciones de jefes de Estado, que hará tentativos muchos de los acuerdos.
Donald Trump
estará ausente, pero no se puede descartar que emita una declaración con sus
opiniones, durante o después de la cumbre. El problema con esto es que nadie
sabe cuán firmes son las posturas sobre economía y comercio mundial que ya se
le conoce. Lo cual limita la capacidad de asumir posiciones firmes respecto
de ellas.
Las palabras más
esperadas son las del líder chino, en el entendido de que China tiene que
haber contado con un triunfo de Trump entre sus cálculos, y lo que diga en
esta cumbre inevitablemente va a ser entendido como un mensaje al mundo para
los tiempos que se vienen. Beijing es un viejo especialista en planes B.
Pedro Pablo
Kuczynski ha planteado que esta APEC será una gran oportunidad para
fortalecer las relaciones con los países del Asia, una declaración que ahora
cobra nuevas resonancias. Los países latinoamericanos del foro son los más
cercanos a las posiciones de Washington en la región. ¿Lo podrán seguir
siendo?
La agenda
tecnocrática de APEC (PYMES y capital humano) no es en absoluto desdeñable.
El asunto es si será viable en un mundo con virus
nacionalistas/aislacionistas en sus políticas comerciales.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/821321-apec-provisional
________________________________________
Cinturón
oxidado y la derrota de Clinton
Humberto
Campodónico
Hay tres Estados
que han votado por el Partido Demócrata desde hace 25 años: Michigan,
Wisconsin y Pennsylvania. Pero esta vez ganó Trump: en Michigan por 47.59 a
47.34% (12,000 votos de diferencia); en Wisconsin por 47.87 contra 46.94%
(27,000 votos) y Pennsylvania por 48.7 contra 47.6% (68,000 votos).
M, W y P otorgan
46 votos electorales (Pennsylvania 20, Wisconsin 10, Michigan 16). En EEUU
cada Estado tiene una cuota de votos electorales y se necesitan 270 para
ganar. Trump ganó 290 contra 228. Por tanto, M, W y P le otorgaron el margen
de victoria. Ojo, Clinton le ganó a Trump el voto universal por más de
631,000 votos.
Esos tres estados
siempre han formado parte de la “muralla azul” demócrata, donde no penetra el
Partido Republicano, que tiene su “muralla roja” en estados como Texas,
Tennessee, Missouri y Alabama. Más: M, W y P formaron parte del “cinturón
industrial” más grande del siglo XX, compuesto además por Indiana, Illinois y
Minnesota, entre otros. Pero desde hace 40 a 50 años son ahora el “cinturón
oxidado” (“rust belt”).
Allí mucha gente
se ha ido y ha disminuido la población. Han aumentado el alcoholismo, los divorcios,
drogadicción y los suicidios. Así, en estos ex barrios obreros, para millones
de trabajadores de cuello azul, con formación secundaria pero no
universitaria, con habilidad para su trabajo tradicional pero no para la
innovación, la vida se ha vuelto “una noche”.
El “cinturón
oxidado” se explica por las necesidades del capitalismo: búsqueda de salarios
más bajos, evitar la sindicalización, migrar para pagar menos impuestos. Esta
tendencia se agravó con la globalización que vino de la mano con los Tratados
de Libre Comercio.
Las innovaciones
tecnológicas ahora hacen que las mercancías se puedan producir en cualquier
parte del mundo. Y el mercado nacional no es ya el más importante para las
multinacionales, pues el mundo es ahora el mercado. Los servicios y la
propiedad intelectual también se han vuelto bienes transables y son casi o
más importantes que las mercancías.
¿Qué puede hacer
el “cinturón oxidado”? Pues buscar alternativas, como esta: “Desde el 2001
han cerrado más de 60,000 fábricas y se han perdido 5 millones de empleos
industriales. Terminemos con los desastrosos TLC que permiten cerrar las
plantas y llevárselas a países con bajos salarios. Eso tiene que terminar.
Tendremos políticas comerciales para que se creen los trabajos aquí y no en
el extranjero” (1).
¿Es Trump? No,
esto lo dijo Bernie Sanders, rival de Clinton. Este énfasis no fue seguido
por Clinton, aunque al final se pronunció tímidamente contra el TPP. La razón
es la cercanía de Clinton a Wall Street y los intereses de las transnacionales,
lo que en M, W y P obviamente causa repudio.
Aquí van a saltar
los neoliberales: “esas políticas son populistas y significan un retroceso
proteccionista”. Que el “libre mercado” haga su trabajo. Allí está el
problema porque la globalización de las multinacionales ha traído más
desigualdad: el 1% más rico tiene más del 50% de los ingresos (Thomas
Piketty, Anthony Atkinson). Y estamos en “estancamiento secular” (de largo
plazo), como insiste Larry Summers. Así, “esta” globalización nos propone más
de lo mismo.
En síntesis,
estamos frente a movimientos tectónicos en la economía mundial: cambios de
hegemonía, desempleo, terrorismo, enormes migraciones y degradación
ambiental. Los populistas proponen, como remedio, la preservación de los
valores “de la nación” (los empleos, entre otros). Y podríamos decir que eso
es “normal” porque en las democracias occidentales –por lo menos hasta ahora–
se llega al gobierno con los votos de los ciudadanos. Para los neoliberales,
eso es “populismo” y nada tiene que ver con sus ecuaciones de escritorio a
favor de las multinacionales.
Pero existen
políticas alternativas, que implican una mezcla de soberanía con democracia,
restringiendo la globalización de las transnacionales, como lo analiza Dani
Rodrik en su famoso trilema político de la economía mundial (2).
Esto hubiera
podido suceder en EEUU de haber tomado en cuenta a los ciudadanos de M, W y
P. Es cierto que Trump ha movilizado también todas las pulsiones negativas de
aquellos que se resisten a reconocer los cambios sociales de los últimos 50
años y que hoy pueden generar mucha violencia, lo que ya ha sido ampliamente
analizado.
En síntesis, para
revertir esta situación, discutamos las razones que llevaron a Clinton a
perder las elecciones. Guardando las distancias, si PPK no hubiera planteado
claramente la opción autoritarismo o democracia, perdía las elecciones. Pero
las ganó “por un pelito” porque identificó el problema. En EEUU, Clinton las
perdió en el “cinturón oxidado” por menos votos que la diferencia que tuvo en
el voto popular (otro “pelito”). Por eso, la pelea por una “globalización
democrática” continúa, aunque la situación sea más adversa.
http://larepublica.pe/impresa/opinion/821323-cinturon-oxidado-y-la-derrota-de-clinton
________________________________________
No existes
Luis
Davelouis
Quien opina
distinto a como opino yo es fascista, misógino, machista, homófobo/a,
racista, clasista, discriminador, egoísta, arcaico, bruto, imbécil, inculto,
estúpido y, además, el tren de la historia lo dejó atrás, porque está en el
lado equivocado. O, simplemente, está enfermo.
Cualquiera que
abra la boca para decir algo que yo creo equivocado, estúpido, “malo”,
inadecuado, políticamente incorrecto o “peligroso” se las verá conmigo y la
autoproclamada policía de lo que debe ser. Porque sí, a nosotros nos toca
decidir qué es lo correcto y lo adecuado y lo constructivo, y lo que sea que
al respecto opinen los demás no interesa y debe ser rebatido en los peores
términos y atacado y demolido porque no se guarda respeto por las opiniones
sino por las personas y, si ellos creen que sus ideas y opiniones son parte
intrínseca de su identidad, mala suerte, son unos burros, lean a Saramago o a
Savater o a quien les dé la gana, que ellos opinan igual que yo.
Solo hay una
manera y el que no está de acuerdo está en contra y aquí no sucede eso de que
mucho ayuda el que no estorba: aquí el que no está con nosotros hasta con el
color del papel que usamos para denostar de los ignorantes está contra
nosotros y se lo vamos a hacer saber.
Solo lo que
nosotros decimos es verdad y es correcto y, por lo tanto, no existe espacio
alguno para opiniones o pareceres o siquiera a preguntas que puedan llevar
algún sesgo divergente o que cuestionen lo principal: esto que decimos y
hacemos es lo bueno, lo deseable, lo humano, lo correcto, lo evolucionado, lo
necesario y lo justo.
Y si no te parece,
búscate un hueco para enterrarte. O vota por Trump.
Me parece que hay
que hacer algunos ajustes. Eso.
http://peru21.pe/opinion/luis-davelouis-no-existes-2262261
________________________________________
Culpemos
a la prensa
Diego
Salazar
Jonathan Shainin,
editor de reportajes del Guardian, tuiteó el sábado aún con la resaca
electoral a cuestas cuatro días después: “El verdadero ganador de estas
elecciones es la monocausalidad”. Shainin se burlaba de la necesidad de algunos
periodistas, analistas y parte del público de encontrar una explicación, una
razón única y casi mágica que explicara la victoria de Donald Trump en las
elecciones del 8 de noviembre. Una causa, inadvertida para todos o casi
todos, que explicara lo inexplicable.
La búsqueda de esa
causa, además, se ha traducido en la búsqueda de un responsable. ¿A quién
podemos echar la culpa de ese desastre?, parecen preguntarse miles de
artículos en medios y miles de posts en redes sociales. Y en ese trance, el
dedo acusador ha caído sobre multitud de condenados.
Como escribía el
comentarista Alex Pareene en Deadspin, en un artículo titulado “Fuck
Everything and Blame Everyone” (“Que se joda todo y échales la culpa a
todos”). “Culpa a la gente blanca. A los hombres blancos en particular, pero
guarda suficiente culpa para las mujeres blancas. Culpa a la gente vieja
también. Y a los ricos, como siempre. Culpa al público en general porque
Donald fucking Trump obtuvo más votos que el Pato Donald (…) Culpa al partido
y a los Clinton, y culpa a casi todos en la cúpula de la campaña de Hillary
Clinton por limpiar el camino a su coronación, sin hacer caso a todos los
indicadores que hablaban de su inamovible y generalizada falta de
popularidad; por intentar imponer a la más emblemática representante del
establishment en una era anti-establishment (…) Culpa a la prensa por ser
absolutamente incapaz de manejar estas elecciones con responsabilidad, por
permitirse ser intimidada por un bufón que amenazó constantemente sus puestos
de trabajo e incluso su seguridad física”. Pareene continuaba así, disparando
a diestra y siniestra, por poco más de 1,000 palabras, diseminando culpas y
rabia, haciendo ver que tan ridículo como buscar un único culpable es culpar
a todos al mismo tiempo.
Pero más allá de
la inteligencia y cinismo de ese ejercicio retórico de Pareene, la mayoría de
periodistas y público se ha entregado con los brazos abiertos a la falacia de
la “monocausalidad”. Y ahí, a la hora de elegir un culpable, la prensa –así
en general– ha sido uno de los favoritos. Incluso para la prensa misma. El
otro favorito entre los periodistas ha sido Facebook, pero eso será motivo de
otro análisis en otro momento. Por razones que se me escapan, muchos
periodistas han corrido felices a empuñar el látigo y autoflagelarse, incluso
algunos de los más perspicaces, como Mathew Ingram, analista de medios de
Fortune, quien optó por ese lamento dizque autocrítico en Twitter: “Así que
toda la verificación de las mentiras de Trump, todo el periodismo de
investigación sobre sus fracasos, incluso los audios… nada de eso significó
nada”.
Este malentendido,
por supuesto, tiene múltiples fallas de origen. Las tres más importantes,
creo, son las siguientes:
–Al decir que los
medios han fallado, se está asumiendo que es trabajo de la prensa decidir y
decirle a la gente por quién votar. Y no lo es. En un proceso electoral, es
trabajo de la prensa aportar la mayor información posible acerca de los
candidatos. De hecho, como señaló The Cook Political Report, según encuestas
realizadas el mismo día de la votación, el 60% de los votantes tenía una mala
opinión de Trump, aunque el 15% de esos votantes votó por él. El 63% de los
votantes señaló que “no tenía el carácter para gobernar”, y aun así 20% de
esos optaron por él. Y, por último, el 60% de los votantes opinaba que no
estaba calificado para ser presidente, pese a lo cual 18% de esos mismos
votantes le dio su voto. Ante esas cifras, resulta difícil defender que la
prensa no hizo su trabajo. El público sabía bien quién y cómo es Trump, y si
lo sabía, es por el trabajo que muchos periodistas realizaron. Ocurre que
hubo quien decidió que eso no era lo importante y votó por él de todas
formas. Como escribió en Politico el crítico de medios Jack Shafer: “En el
mejor de los casos, el periodismo solo puede proveer de una serie de
recomendaciones de tráfico. No es ni puede ser una suerte de piloto
automático para el viaje de la vida. Los votantes son libres de leer o
ignorar los descubrimientos de la prensa o, como señala The Cook Political
Report, de absorber y estar de acuerdo con esos descubrimientos y luego
emitir su voto de forma que los contradigan o vayan en contra de sus
creencias”.
–Es cierto que la
mayoría de periodistas somos animales de letras y los números no son nuestro
fuerte, pero resulta incomprensible que sigamos diciendo que las encuestas o
los modelos de predicción fallaron cuando no ha sido así. Las más serias
entre las primeras daban ganadora a Hillary Clinton por un par de puntos y,
de hecho, en el voto popular ha sido así (el sistema electoral americano se
basa en colegios electorales, no en el voto total), mientras que los modelos
de predicción, como el empleado por Nate Silver de FiveThirtyEight, daban a
Trump alrededor de un 15% o 20% de probabilidades. No sé cuántas veces hace
falta decir que improbable no es idéntico a imposible. De hecho, el mismo
Silver, en los días previos al 9 de noviembre advirtió de que, sobre la base
de las múltiples encuestas nacionales y locales, las probabilidades de una
victoria de Trump habían subido y, si bien seguía siendo improbable, existía
más de un camino que podría llevar a la victoria de Trump. Había una serie de
condiciones que Hillary Clinton debía cumplir o su muy probable triunfo sería
puesto en peligro. Bueno, esas condiciones –conseguir mejorar el voto demócrata
entre los jóvenes, los afroamericanos, los latinos y las mujeres– no se
dieron, y ya conocemos cómo terminó la historia.
–Esa idea de “la
prensa”, “los medios” o “los periodistas” como una entidad homogénea debería
ser finalmente desechada. En tiempo de sobreabundancia informativa, cuando el
costo de publicación es casi igual a cero y pululan periódicos, revistas,
páginas online e incluso páginas informativas de Facebook, no tiene ningún
sentido seguir cayendo en ese ejercicio de pereza mental que es referirse a
TODOS los medios de prensa como si se tratara de un organismo con usos,
reglas e intereses comunes. Existen medios y periodistas con distintos
niveles de calidad, compromiso, objetividad, etc., e intentar meter a todos
en la misma canasta no contribuye en nada a promover el ejercicio de un
periodismo independiente y vigilante del poder.
La manera de hacer
política del presidente electo Donald Trump, ese estilo matonesco y su casi
absoluto desprecio por los hechos y los datos suponen un reto tremendo para
aquellos periodistas y medios deseosos de llevar al público la mejor
información posible y de ejercer como eficaz contrapeso del poder. Un estilo,
además, que empieza a tener éxito entre muchos políticos en distintos países,
incluido el nuestro. Frente a ello, haríamos bien los periodistas en dejar de
lado la autocomplacencia disfrazada de autocrítica facilona, para
arremangarnos y, superado el shock electoral, ponernos de nuevo a trabajar.
http://peru21.pe/opinion/diego-salazar-culpemos-prensa-2262283
________________________________________
Causas
sociales de la corrupción
Enrique
Bernales
Tiene razón el
presidente Pedro Pablo Kuczynski cuando califica la corrupción en el país
como “estructural”. El concepto tiene que ver principalmente con los
comportamientos e instituciones de la sociedad.
La tesis no es
limpiar de responsabilidad al Estado, por la corrupción que afecta a la
gestión pública. De lo que se trata es de entender que ella tiene su origen
en patrones de comportamiento social, proclives a la permisibilidad con
conductas antisociales que son causa de delitos en el seno de la sociedad o
de utilización del Estado como botín para el enriquecimiento indebido. Este
tipo de problemas no se resuelve apelando a medidas exclusivamente jurídicas.
Con la Revolución
Francesa, el monárquico “el Estado soy yo” fue reemplazado por el “nosotros somos
el Estado”, que desplaza hacia el pueblo el poder de ser la autoridad
soberana de la que nace el Estado democrático, social y constitucional.
Un siglo antes,
Thomas Hobbes, partiendo del racionalismo cartesiano, preconizaba la
necesidad de una autoridad que permitiese el paso del estado de naturaleza al
estado de sociedad civil. En el primero, que según Hobbes es el originario
del hombre, prima la confrontación, la guerra por la sobrevivencia: “Cada
hombre es un lobo para todo otro hombre”. Como nada puede perpetuarse en esa
situación, surge el pacto de creación de una autoridad superior (“Leviatán”)
que, concentrando el poder, impone orden, seguridad y paz. En síntesis, el
Estado nace del acuerdo social y vendría a ser la sociedad organizada por un poder
con capacidad de mando.
Contemporáneamente,
el concepto de “estructura” es usado por conocimientos como la filosofía, la
economía, la ingeniería o la sociología, que estudian la forma y patrones de
conducta que caracterizan a los grupos sociales que, en su conjunto,
conforman una estructura donde se configura un sistema de interrelaciones.
Razonemos ahora
sobre la corrupción como un fenómeno que presenta aspectos estructurales. Si
esto es así, entonces lo que llamamos “corrupción del Estado” es en realidad
“corrupción en el Estado”, que no es un mal congénito de este, sino el asalto
a la sociedad y al Estado, por individuos o grupos de crimen organizado que
debido a carencias y debilidades sociales internalizan conductas proclives al
delito, que violan las reglas de la convivencia social ordenada y pacífica.
Esto es, las reglas sociales, morales, jurídicas, religiosas, etc.
¿Es el Estado
guardián de todas estas reglas? De las jurídicas sí, pero las demás son
responsabilidad principal de los miembros del cuerpo social y especialmente
de la familia. ¿Qué corresponde al Estado en esas reglas de la sociedad? Pues
proveer de adecuadas políticas sociales que permitan un desarrollo armónico
de cada persona y de la sociedad.
En la educación,
el Estado debe cooperar, en primer lugar, con la familia, porque a ella le
corresponde la enseñanza básica que se transmite de padres a hijos, brindando
los conocimientos que nos hacen humanos, comprensivos, inteligentes,
adquirientes del don de la palabra, de la relación amigable. Es en el hogar
donde aprendemos a rezar, a usar con rectitud la libertad individual, a
internalizar los sentimientos de pertenencia, de amistad y de amor.
En todo esto no
entra el Estado, pero sí en las ayudas de infraestructura, de horarios diversificados
para que padres y madres que trabajan dispongan de tiempo para estar con sus
hijos; atender a la salud, proporcionar ambientes adecuados para la
recreación y la cultura, la socialización sana del deporte, y la solidaridad
social. Cuando sociedad y Estado cumplen con sus deberes, los riesgos de
corrupción en el sector público disminuyen sensiblemente.
En conclusión, la
recuperación de los valores inherentes a la vida familiar y una educación en
la que el Estado provea de óptimas condiciones para la formación de niños,
adolescentes y jóvenes. Se trata de exigencias fundamentales de la lucha
contra la corrupción que afecta a la sociedad en su conjunto y, en
consecuencia, al Estado. La receta es: leyes punitivas y reformas
institucionales, las que sean necesarias, pero también el desarrollo
socioeconómico para una vida digna en una sociedad y un Estado sanos.
http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/causas-sociales-corrupcion-enrique-bernales-noticia-1946335
________________________________________
Somos
–algo más– libres
Rolando
Arellano
El Perú siempre
anheló desarrollarse sin depender de alguna gran potencia mundial. Hoy,
cuando a todos asustan la elección de Donald Trump y lo que sucede en Europa
y China, pareciera que nuestro país se encuentra menos expuesto que otros a
las grandes convulsiones que se dan en el mundo.
Así, si en Estados
Unidos Trump fue elegido por el descontento de las empobrecidas clases
medias, en el Perú las clases medias crecen consistentemente desde hace años.
Y si las mayores diferencias entre ricos y pobres motivaron que muchos
estadounidenses votaran por el populismo, en el Perú se da el caso contrario,
pues todos los indicadores muestran que aquí las distancias sociales, entre
ricos y pobres y entre Lima y provincias, disminuyen consistentemente.
Mientras allá se adelgaza, aquí el rombo se engrosa.
Por otro lado, a
diferencia de lo que convulsiona a Europa, el Perú tiene la gran ventaja de
que el bienestar creciente de la población (aunque insuficiente y muy lejos de
ser adecuado), se debe al esfuerzo de las mismas personas y no a la ayuda del
gobierno. Mientras los ingleses votan por el ‘brexit’ y Grecia se derrumba
porque su gobierno no puede mantener el estado de bienestar al que estaba
acostumbrada la población, aquí no podría pasar lo mismo, porque nunca hemos
dependido de las autoridades.
Además, mientras
en China el crecimiento de la economía y de la empresa se da con mucho
control estatal, en el Perú el crecimiento se da en la más irrestricta libertad.
No la del liberalismo de las economías desarrolladas, sino la del
ultraliberalismo de la informalidad, donde el 90% de las empresas funciona en
un mercado sin ayudas ni controles gubernamentales. Aquí la economía y las
empresas no dependen del gobierno para funcionar.
Y, finalmente, a
diferencia de países que dependen de un solo gran comprador, como México de
Estados Unidos, el Perú tiene opciones diversas: China, Europa, Estados
Unidos o Canadá, entre otros. Y mientras muchas economías dependen de un solo
producto, como Venezuela del petróleo, nosotros tenemos una gama variada de
productos de exportación (cobre, oro, otros metales, productos agrícolas y
pequeños montos del turismo, entre otras industrias).
Por primera vez en
nuestra historia pareciera entonces que somos –algo– libres, como lo dice el
himno nacional, pues no depender de una sola potencia nos da una
independencia relativa. Pero ello nos coloca la inmensa carga de asumir una
plena responsabilidad por nuestro futuro. Pues lo que nos suceda, bueno o
malo, dependerá más de la manera en que manejemos nuestras oportunidades y
nuestros problemas, que de los Trumps que se vayan eligiendo por el mundo.
http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/somos-algo-mas-libres-rolando-arellano-noticia-1946338
________________________________________
Trump,
el preferido de Clinton
Santiago
Alba Rico
Es difícil añadir
nada nuevo a algunos de los excelentes análisis que desde la izquierda se
vienen haciendo estos días en torno al triunfo de Trump en las elecciones
estadounidenses del pasado martes; nada, desde luego, al marco interpretativo
general, orientado a tratar de entender -y no a despreciar- los motivos del
votante republicano. Me gustaría sólo recordar algunos datos muy elementales
para desplazar la mirada hacia arriba, lejos de las urnas, en dirección al
lugar que ocupan los candidatos, ese lugar donde -en EEUU y en Europa- se
están produciendo los verdaderos cambios.
Recordemos, por
ejemplo, que el 37% del ya reducido censo electoral estadounidense no ha
votado.
Que Trump ha
ganado el voto electoral pero no el popular; es decir, que va a ser presidente
de los EEUU con menos votos que su rival.
Que Trump ha
obtenido menos votos que otros candidatos republicanos derrotados en comicios
anteriores. Pensemos, por ejemplo, en los casos de McCaine en 2008 y de
Romney en 2012.
Que la mayor parte
de los votantes ha votado a uno de los dos partidos tradicionales en un país
donde sólo formalmente es posible llegar a la Casa Blanca desde fuera del
bipartidismo centenario dominante. Que Trump era, por tanto, el candidato de
los republicanos como Clinton la candidata de los demócratas y que gran parte
del voto estadounidense va rutinariamente destinado a una de las dos marcas,
con independencia de quién las represente.
Que no es cierto
-o no del todo- que el voto a Trump refleje una “revuelta de los pobres”.
Según las estadísticas, del 17% de votantes cuyos ingresos son inferiores a
30.000 dólares, el 53% habría votado a Clinton y sólo el 41% a Trump; una
distribución muy parecida se registra en la franja de población (19%) con
ingresos inferiores a 50.000 dólares. Trump gana precisamente en todos los
tramos económicos superiores, donde el resultado, por lo demás, es muy
equilibrado. Gana también entre los blancos, hombres y mujeres (63% y 53%
respectivamente), mientras pierde entre los no blancos, cuyas condiciones
sociales son menos favorables (sólo han votado republicano un 12% de negros y
un 35% de latinos, algunos más, en todo caso, que en las elecciones ganadas
por Obama). Si hay una “revuelta” es la de los blancos trabajadores pobres de
zonas rurales, “revuelta” que, más que autorizar una lectura tradicional de
“clase”, expresa una fractura cultural no desdeñable -dirá la socióloga Arlie
Rusell Hochschild– entre la derecha pobre estadounidense y el Estado del que
depende. En un libro de título muy elocuente (Extranjeros en su propia
tierra: ira y luto en la derecha americana) Hochschild describe con detalle
la situación en Louisiana, donde los blancos más castigados por la crisis,
beneficiarios de subsidios estatales, se sienten despreciados por las clases
urbanas liberales, también blancas, que les habrían cortado el acceso al
“sueño americano” (en favor de los negros o los latinos) y además condenarían
sus relaciones familiares, sus creencias religiosas y hasta su forma de
comer.
Digamos, por
tanto, que la crisis, y la respuesta de los poderosos, ha agravado una
fractura cultural ya existente que no ha afectado, sin embargo, al sistema de
partidos ni a la distribución del voto. La lección que yo extraería de la
victoria de Trump -y de la extensión del destropopulismo en el mundo entero-
no es la de que los trabajadores y clases medias empobrecidas prefieren el
fascismo; lo que se ha desplazado hacia la derecha no es el electorado sino
los dirigentes y sus partidos. Podemos afirmar sin vacilaciones que en las
elecciones del pasado martes, en el marco intocado del bipartidismo, cada uno
de los candidatos representaba, respecto del año 2012, la derechización
extrema de sus respectivas organizaciones, con la diferencia de que, mientras
Clinton había cerrado toda apertura por la izquierda y representaba a las
élites blancas y al establishment capitalista, Trump representaba un
paradójico -dice muy bien Amador Fernández-Savater– “elitismo anti-elitista,
un sistema anti-sistema y un capitalismo anti-capitalista”. Mientras el
votante de izquierdas se quedaba sin representación o derechizaba su voto
como mal menor, el votante republicano se radicalizaba y hasta giraba hacia
la izquierda votando una propuesta que combinaba ataques a los ganglios
económicos y simbólicos del sistema con una reivindicación orgullosa de la
cultura material de los blancos más pobres, despreciada por los demócratas.
Sólo Bernie Sanders, el candidato demócrata derrotado en primarias, se ha
mostrado plenamente consciente de este doble frente -social y cultural- como
lo demuestra su comunicado del pasado miércoles, en el que escribe que “en la
medida en que Trump esté dispuesto a tomar medidas políticas en favor de las
familias trabajadoras de este país, yo y otros progresistas estamos preparados
para trabajar con él; en la medida en que defienda políticas racistas,
sexistas, xenófobas y anti-ecológicas, nos tendrá vigorosamente en contra”.
¿Quién es el
último responsable de la victoria de Trump? Hay motivos fundados para creer
que, en el contexto descrito, sólo Sanders podía haber presentado
verdaderamente batalla con alguna garantía de éxito. Y que son los liberales
blancos del partido demócrata -no menos racistas, por cierto, y más
clasistas- los que, entre Sanders y Trump, han preferido al chiflado,
autoritario, machista y xenófobo candidato republicano. La citada Arlie
Rusell Hochschild es tajante sobre la responsabilidad de los dirigentes
progresistas: “El Partido Demócrata, el partido de los trabajadores, se está
desangrando. La gente trabajadora abandona el partido en masa, haciendo que
sea la izquierda la que se convierte en extranjera en su propia tierra. [Los
votantes de Trump] no son en absoluto deplorables, como declaró Clinton. Son
sus aliados naturales. Muchos sienten simpatía por Bernie Sanders, a quien
llaman, con afecto, “tío Bernie”. De hecho ya estamos de acuerdo en muchas
cosas. La pelota está en el tejado de los demócratas. El error es suyo: han
abandonado a la clase trabajadora”.
Esta “opción por
el mal mayor” de los partidos “demócratas”, que ya hemos visto otras veces
antes a lo largo de la historia, es un fenómeno común que hoy se extiende por
Europa. ¿Por qué gana terreno Le Pen en Francia mientras el PSF se desploma?
¿Por qué gana el Brexit en Inglaterra? ¿Por qué la socialdemocracia se
disuelve como un azucarillo mientras avanza irresistible la ultraderecha? Más
allá o más acá de una izquierda autocomplacida en la derrota y desamarrada de
la “cultura de los pobres”, la culpa es de unos partidos, unos intelectuales
y unos medios de comunicación que abren camino a todos los Trump del
continente cerrando el paso a quienes podrían frenarlos. Lo explica muy bien
el conocido sociólogo italiano Marco d’Eramo: “nunca habrá un plan B si sigue
prevaleciendo el relato según el cual toda forma de disidencia, de
descontento popular y de voluntad de cambio es catalogada bajo el sello de
“populista”. [En EEUU] la partida estaba ya jugada desde el momento en que
los gestores de la opinión pública habían equiparado a Sanders y a Trump bajo
la etiqueta “populista”, olvidando que la distancia entre los dos es
intergaláctica: uno quería el servicio sanitario nacional, el otro quería
suprimir el Obama Care; uno quería imponer tasas a los bancos, el otro abolir
los impuestos, uno reducir los gastos militares y el otro construir un muro
en la frontera de México”. Uno, añadiría yo, quería recuperar y profundizar
la democracia; el otro sacrificarla a un proyecto ideológico autoritario,
discriminatorio y medieval.
Nuestros políticos
y periodistas mainstream optan una vez más por “el mal mayor”. El caso de
España es ejemplar. Es el único país de Europa donde existe una alternativa
pujante a la ultraderecha; el único país donde el malestar frente a la crisis
y la clase política ha adoptado una forma democrática; el único país donde
puede apoyarse institucionalmente un dique europeo frente al fascismo. Ayer
en estas mismas páginas Carlos Fernández Liria escribía un magnífico artículo
en el que recordaba lo que representan Podemos y las fuerzas del cambio, así
como la responsabilidad de nuestros medios de comunicación (y nuestros
opinadores) en su debilitamiento y criminalización. Cada vez que se califica
a Podemos de “populista”, equiparando a Pablo Iglesias con Trump o Le Pen, se
toma en realidad partido por Trump o Le Pen -se trabaja en favor de un Trump
o un Le Pen- y ello frente al único proyecto factible que, con todos sus
errores y hasta sus miserias, no sólo está evitando el trumpismo y el
lepenismo en España sino que se toma en serio la democracia, los derechos
humanos y el Estado de Derecho.
La sola
polarización real que existe hoy en el mundo -muerto el comunismo histórico-
es la que existe entre democracia plena y dictadura(s), entre civilización y
barbarie, entre derecho(s) e intemperie. El caso de EEUU debería enseñarnos
lo que ocurre cuando las élites abandonan a los pueblos y desplazan a un
Sanders en favor de una Clinton: que los Clinton y sus partidarios, con la
democracia que no han querido defender, son devorados por el fascismo.
https://www.cuartopoder.es/tribuna/2016/11/11/trump-el-preferido-de-clinton/9290
________________________________________
|
Etiquetas
lunes, 14 de noviembre de 2016
OPINIONES 14/11/2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.