Una opción latinoamericana - Mirko Lauer
Reapariciones político-judiciales - Augusto Álvarez Rodrich - Predicciones - Eduardo Dargent
Valiente iraní - Raúl Tola
¿Se viene el tsunami? - Carlos Tapia: Donald Trump
Keiko y el rechazo a la adversidad - Sandro Venturo
Polarizados e indiferentes - Carlos Meléndez
EE.UU.: ¿Y ahora qué? - Ian Vásquez
El mono territorial - Alfredo Bullard
La clase de Davos selló el destino de Estados Unidos - Naomi Klein
Una
opción latinoamericana
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Mirko
Lauer
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“Nos opondremos por todas las vías al muro
de Donald Trump”. El comentario de Pedro Pablo Kuczynski, pronunciado al filo
de la APEC en Lima, es una clara crítica al presidente electo de los Estados
Unidos, y un apoyo a México en su hora más difícil. No parece que prosperará
la propuesta de Alan García de invitar a Trump a la reunión.
Asumiendo que
Trump viniera, algo poco probable, su presencia opacaría la de Barack Obama,
y sería riesgosa para el propio PPK. Todavía está fresca la visita del
candidato Trump a México, donde hizo desafiantes declaraciones sobre el muro
fronterizo que luego le costaron caro al presidente Enrique Peña Nieto.
Por el contexto en
que dio sus declaraciones, está claro que PPK no tiene problemas para asumir
una postura latinoamericanista en un punto en que la región puede entrar en
dificultades geopolíticas. En el caso de México, es probable que este país de
la Alianza del Pacífico necesite cada vez más apoyo en el futuro próximo.
Si bien la era
izquierdista de América Latina está en un momento de retroceso, igual todo
apunta al inicio de una era de mutua desconfianza entre la Casa Blanca y los
gobiernos de la región. Hasta aquí Trump no ha insinuado siquiera una
política frente a América Latina, más allá de comentarios chocarreros sobre
mexicanos y latinos en general.
El Perú no tiene
por qué estar en la primera línea de fuego en ese deterioro. Pero sí va a
tener que cuidar sus compromisos latinoamericanos, sin necesariamente dejarse
arrastrar por un eventual choque entre Washington y algunos gobiernos de
izquierda. Choque en el cual un arma va a ser el comercio.
En esta
perspectiva el viaje de PPK a China cobra un sentido nuevo. No estamos
sugiriendo que él haya consultado profecías de Nostradamus, sino que salir
del tradicional cerco Washington-Lima algo iba a rendir. Paradójicamente, ese
viaje se puede leer ahora como una apuesta por el libre comercio mundial
amenazado.
Habrá que ver si
el foro APEC que se realizará aquí la semana que viene querrá emitir acerca
de la próxima presidencia de los EEUU un temprano mensaje que sea algo más
que protocolar y bien intencionado. Es urgente que el mundo se ponga de
acuerdo rápido sobre este tema.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820727-una-opcion-latinoamericana
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Reapariciones
político-judiciales
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Augusto
Álvarez Rodrich
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La política
peruana se define por juicios en vez de ideas.
Como suele ocurrir
en la política peruana, marcada por la judicialización de las trayectorias de
sus principales protagonistas, sus apariciones y reapariciones suelen
coincidir con algunos momentos relevantes de los procesos que, por distintos
motivos, enfrentan en la fiscalía, cortes y comisiones parlamentarias.
El ex presidente
Ollanta Humala tuvo esta semana su primera aparición desde que dejó Palacio
de Gobierno, el 28 de julio, y esta ocurrió en la comisión de defensa del
Congreso, donde están interesados en conocer sobre el satélite Perú SAT-1
adquirido a la francesa Astrium Defence and Space en el año 2014.
El ex premier
Pedro Cateriano, quien antes fue ministro de Defensa, también estuvo esta
semana en ese ámbito por el mismo tema.
Algunos miembros
de la comisión, como los fujimoristas y los apristas, tienen sospechas sobre
la transparencia de la operación y, también, muchas ganas de acusar, mientras
que Humala y Cateriano sostienen que el proceso se realizó en estricto
cumplimiento de la ley.
La presidenta y ex
candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, también tuvo su primera
aparición luego del silencio de 158 días desde que perdió la elección, en
doble presentación. Una en la inauguración del nuevo local de su partido y la
otra en la fiscalía contra el lavado de activos donde se la investiga por
financiamiento irregular de su campaña electoral.
Fujimori sostiene
que no fue su responsabilidad verificar la legitimidad del dinero usado en su
campaña sino de las áreas de tesorería, mientras que otros creen que todo
candidato es responsable de que su campaña se pague con dinero honesto.
De otro lado, la
ex candidata presidencial del Frente Amplio, Verónika Mendoza, acudió el
jueves a la citación, en condición de testigo, a la fiscalía que investiga el
financiamiento de las campañas electorales de los años 2006 y 2011 del Partido
Nacionalista, especialmente a partir de los hallazgos encontrados en las
agendas robadas a la ex primera dama Nadine Heredia.
Más allá del fondo
de cada uno de estos procesos, y sin dejar de precisar la importancia de
investigar con rigor y profundidad cualquier situación de potencial
corrupción, tanto por su consecuencia directa para el país como por la propia
honra de las personas cuestionadas, no se puede dejar de lamentar que sean
los juicios y no las ideas lo que defina el curso de la política peruana y la
de sus principales protagonistas.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820731-reapariciones-politico-judiciales
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Predicciones
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Eduardo
Dargent
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El resultado de la
elección en los Estados Unidos ha despertado todo tipo de críticas a las
ciencias políticas (American political science) en dicho país. Los modelos
predictivos de varios politólogos, así como otros “data crunchers”, fallaron,
tanto al señalar que Donald Trump no podía ganar la nominación Republicana
como al pronosticar que era casi imposible que fuera elegido Presidente. Si
bien otros fueron más prudentes, muchos colegas se fueron de cara.
Explicar por qué
las encuestas no capturaron el resultado es complejo, pero creo que la
principal razón es el desprestigio del establishment. Trump, un outsider,
mantuvo buena parte de la base republicana a la vez que robaba votantes de
bajos ingresos en estados clave. Votantes que ven en Clinton ese Washington
que los ha abandonado. Por otro lado, Clinton no logró entusiasmar a las
minorías en la misma medida que lo hizo Barack Obama. Las encuestas no
recogieron estas motivaciones diferenciadas. Y probablemente algunos
escondieron su intención de apoyar a Trump.
¿Este fracaso
significa que todos esos ejercicios son irrelevantes o deben ser abandonados?
Me parece que es ir muy lejos. No hay que perder de vista que estos modelos
han sido muy buenos para evaluar varias elecciones. Y que incluso esta vez el
margen no es tan grande como para enterrarlos (Clinton ganó el voto popular).
Las encuestas, además, son necesarias para generalizar y superiores a otros
métodos para inferir conductas.
Pero más allá de
lo que se pueda corregir, o complementarse con otros métodos, sí veo un
problema fundamental en esa forma de analizar la política. Las ciencias
políticas que estudian los EEUU son muy autorreferenciales, tienen un sesgo
de statu quo que deja poco espacio para ponderar el cambio. Y si bien dicho
sesgo en cualquier país es suicida, lo es más en uno con voto voluntario,
colegio electoral y que atraviesa considerables cambios socioeconómicos.
¿Era previsible el
terremoto Trump? Sí. Tal vez no para concluir que iba a ganar, pero sí lo
suficiente para señalar que el desprestigio del establishment y los cambios
sociales en curso incrementaban sus chances más allá de lo que dijesen las
encuestas. Que, aunque las encuestas respondieran que sí votarían, la
intensidad de las emociones en juego probablemente llevaría a más votantes a
la calle del lado del disruptor que del lado de Clinton. Y que eso ponía en
duda un triunfo de la candidata demócrata en estados demócratas golpeados por
el disloque económico.
Lo interesante es
que varios de quienes hemos estudiado en EEUU conversábamos sobre este día
desde hace tiempo. Nos alucinaba la seguridad de los modelos de nuestros
colegas que estudiaban a EEUU y su poco interés por otros países. Y en esos
países había cosas que aprender. En la política comparada, mi campo de trabajo,
sabemos que la alta institucionalización dura…mientras dura. Que la solidez
puede ocultar, o incluso ser causa de, fracturas.
No es que no
cometamos errores, los hay y grandes. Hay trabajos que señalaron la
estabilidad del Pacto de Punto Fijo en Venezuela sin ponderar el hartazgo
nacional hacia cúpulas bipartidistas corruptas que se repartían el poder.
Chávez llegó para enterrarlos. O se señaló la solidez del régimen de Mubarak
en Egipto meses antes de su caída (para ser reemplazado por uno muy similar,
ojo). Pero precisamente esos casos enseñan que así como hay que comprender
las causas de la estabilidad, también hay que estar muy abiertos a rastrear
posibles causas de cambio.
Una mirada más
prudente, señalando las diversas formas en que las encuestas podían fallar,
era posible. Pero fue la arrogancia de muchos en la disciplina la que los
llevó a negar con porcentajes minúsculos el escenario del martes. Y lo que
“casi” no podía pasar, pasó. Lo cual lleva a un tema ético con el que creo
deben lidiar. Considero que cuando dices con el gorro de experto puesto que
algo es casi imposible, eres un poco responsable de que ese algo suceda. Y de
contribuir al adormecimiento del sistema. Tal vez no podían gritar “fuego”,
pero sí alertar sobre los riesgos de incendio.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820729-predicciones
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Valiente
iraní
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Raúl Tola
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Shirin Ebadi es una mujer pequeña, de
modales pausados y mirada penetrante. Estudió derecho en la Universidad de
Teherán, y antes de cumplir los 30 años se convirtió en la primera presidenta
de un tribunal judicial en la historia de Irán. Como buena parte de sus
compatriotas, apoyó la revolución islámica que derrocó al Sha, pensando que
traería nuevos aires de libertad al país.
No fue así, como
se sabe, sino todo lo contrario. El régimen de los ayatollah instauró una
interpretación radical y barbárica de la ley islámica como regla de
convivencia, e intentó erradicar cualquier recuerdo de occidente, con
consecuencias tremendas. En lugar de ampliarse, las libertades individuales
terminaron por reducirse a mínimos asfixiantes y la democracia se empobreció.
La bigamia, el amor no consentido, la «enemistad contra Dios» o la
«corrupción en la tierra» pasaron a ser considerados delitos, y tienen penas
como la lapidación, los azotes o la muerte por ahorcamiento público,
impuestas en juicios carentes de garantías mínimas.
Quienes han
sufrido las peores consecuencias de este giro hacia la caverna (ocurrido en
los mismos territorios donde floreció la sofisticada cultura persa) han sido
las mujeres. Tienen que llevar el pelo cubierto y vestir ropas holgadas, que
disimulen las formas del cuerpo. Están prohibidas de asistir a espectáculos
públicos, como un partido de fútbol. La indemnización por la muerte de una
mujer es la mitad que la que se recibe por la muerte de un hombre, y para que
el testimonio de un hombre sea igualado ante un juez, hace falta que dos
mujeres declaren en su contra. Esta situación de abuso institucional ha
permeado los tejidos de la sociedad iraní. En los últimos años se han vuelto
frecuentes los ataques con ácido al rostro de mujeres que dejan a la vista
mechones de su pelo, emprendidos por enloquecidos guardianes de la moralidad
pública.
La propia Shirin
Ebadi ha sido víctima de las medidas de la revolución islámica. Debió
abandonar su cargo de jueza poco después de obtenerlo, y en una vuelta del
destino, terminó trabajando como secretaria en el mismo tribunal que antes
había presidido. Harta del maltrato, pidió su jubilación anticipada, y
comenzó a escribir libros, muchos de los cuales se volvieron Best Sellers.
Solo volvió a ejercer la abogacía en 1992, cuando le devolvieron su licencia.
Su militancia por
la causa de los derechos humanos dentro y fuera de los tribunales, en
especial de las mujeres y los niños, la llevó a ganar el Premio Nobel de la
Paz 2003, imponiéndose al candidato favorito de entonces, nada menos que el
Papa Juan Pablo II. Curiosamente, en lugar de servirle como un escudo, la
visibilidad que consiguió a partir de ese día se volvió en su contra. Las
constantes amenazas contra su vida, la detención arbitraria de su hermana y
su esposo, y la confiscación de todos sus bienes la obligaron a exiliarse en
2009. Desde entonces viaja por el mundo, denunciando las atrocidades que
ocurren en su país.
Este jueves pude
participar en una mesa redonda (organizada por la UCV), donde tuve el honor
de conocerla y entrevistarla. Fue tan persuasiva que no pude dejar de
interesarme por la situación de un país tan remoto, que debería servirnos de
advertencia, ahora que por fin discutimos la situación de violencia contra la
mujer en el Perú. Shirin Ebadi habla en farsí, pero su fuerza está más allá
del idioma: «El exilio me permite ser el eco de la voz de la gente que vive
dentro de mi país», casi susurra.
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http://larepublica.pe/impresa/opinion/820730-valiente-irani
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¿Se
viene el tsunami?
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Carlos
Tapia: Donald Trump
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1).- Calificó como
“mujer repugnante” a Hillary Clinton, experimentada líder política, apoyada
por toda la prensa, intelectuales y artistas, y hasta por la prestigiosa
pareja presidencial incorporada como simples activistas. Insultó a los
inmigrantes, dijo sandeces de todo tipo, alabó a Putin y reconoció que Iraq
estaba mejor con Saddam Hussein, etc. Peleándose con los dirigentes de su
partido, ganó las elecciones por amplio margen.
2).- El tono
empleado durante las polémicas entre los candidatos, vistas por cerca de 100
millones de sus compatriotas, fue tal que hizo parecer al utilizado por Popy
Olivera contra Alan García como propio de simples comentarios chismosos entre
amigos de siempre.
3).- De otro lado,
el desfile de mujeres que denunciaban ante la prensa que Donald Trump las
había acosado y hasta violado 20 años atrás, y de la otra parte, el recordar
lo sucedido con Monica Lewinsky y el esposo de Hillary cuando era presidente
le dieron un marco rosa intenso a la discusión política.
De ahí que un alto
funcionario del gobierno chino declarara que las polémicas entre dichos
candidatos “había sido un espectáculo bien interesante”.
4).- Todos
reconocen que la campaña de Trump, accidentada, con saltantes errores,
enemigos poderosos por doquier, siempre pisando arenas movedizas pero
atarantador, dispuesto a todo y convencido de su éxito, ha sido la de un
candidato singular que consiguió una victoria extraña que pasará a la
historia.
Es que ya los
astros se habían alineado por cualquiera que se atreviera a retar a los
calculadores y desprestigiados adversarios.
5).- Es como –no
se me ocurre otro ejemplo– si para las elecciones del 2021, guardando las
diferencias del caso, pasara a la segunda vuelta el mismísimo Antauro Humala.
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http://peru21.pe/opinion/carlos-tapia-donald-trump-se-viene-tsunami-2262107
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Keiko y
el rechazo a la adversidad
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Sandro
Venturo
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Cumplidos poco más
de cien días de silencio, Keiko salió a cumplir su papel: cuestionó el
liderazgo del presidente y señaló que la posición de su partido ha sido tan
crítica como colaboradora con el nuevo gobierno. Lo hizo en la inauguración
de su nuevo local institucional. El problema es que al día siguiente los
principales medios de prensa destacaron otra cosa: la infeliz frase con la
que inició su discurso.
Generalmente, el
lenguaje no verbal dice más que las palabras que pronunciamos, las
interjecciones quedan más grabadas que las grandes ideas. Ese día vimos a una
Keiko con muchas ganas de trasmitir una actitud de liderazgo. Lo hizo con la
misma energía que mostró después de su derrota electoral, cuando de forma
desafiante afirmó que el pueblo le había dado el encargo de ser una oposición
firme. Aquella vez no tuvo la generosidad de desearle buenas nuevas a
Kuczynski, ni celebró el final de un proceso electoral que contribuyó a
nuestra débil tradición democrática.
Cuando Fujimori,
desde el balcón, exclama que no está deprimida, que no la conocemos, que ella
jamás caería en depresión, que eso es para los perdedores y que ella no se
siente perdedora, nos ofrece, paradójicamente, una señal indeseable: que
todavía le irrita no estar allí donde estuvo a punto de estar, en Palacio.
Pudo haber dicho, por ejemplo, “algunos pensaban que estaba desmoralizada, la
verdad es que estaba trabajando para preparar a nuestro partido para afrontar
los grandes retos del país”. Pero no. No pudo. Keiko nos recordó, de la misma
forma que algunos de sus voceros más altisonantes, que todavía le queda algo
de animosidad en las venas.
Ejemplos de
superación del fracaso tiene varios y muy cerca del Perú. Cuando el
presidente Santos se dio de cara con el triunfo del No, salió el mismo día a
rendir cuentas ante la ciudadanía colombiana diciendo que había entendido el
mensaje, que debía convocar a los sectores opositores para encontrar mejores
términos para su país en la negociación con la guerrilla. Cuando Hillary
Clinton se pronunció una vez confirmada la inesperada victoria de Trump
(inesperada hasta para muchos republicanos), ella manifestó el dolor que esto
le producía y la responsabilidad que todos los norteamericanos tienen, más
allá del sinsabor de muchos, con su sociedad. Pidió recibir al nuevo
presidente con la mente abierta. Para muchos Hillary será antipática pero en
esa alocución demostró responsabilidad y clase.
Para que Keiko
pueda edificar el liderazgo que sus seguidores demandan, para promover en
ellos esa voluntad redentora ante su pasado autocrático, va a necesitar
trascender ese temor a la depresión que la amenaza, ese rechazo a la
adversidad que todavía nos transmite.
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http://peru21.pe/opinion/sandro-venturo-keiko-y-rechazo-adversidad-2262116
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Polarizados
e indiferentes
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Carlos
Meléndez
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¿Por qué el triunfo de Donald Trump en las
elecciones estadounidenses ha traído celebraciones o lamentos en el mundo?
¿Por qué las victorias del ‘brexit’ y del No en el Reino Unido y Colombia,
respectivamente, han generado harta expectativa y debate allende sociedades
afectadas por dichos resultados? Considero que estamos frente a una contraola
conservadora que alienta una polarización de alcance global. No ante una
disputa ideológico-programática –como en la Guerra Fría– sino una
polarización basada en valores sociales conservadores anti-establishment y
progresistas del establishment.
En las últimas
décadas hemos sido testigos de la difusión de políticas liberales promotoras
del respeto a minorías largamente excluidas. El otorgamiento de beneficios
para inmigrantes, el reconocimiento de derechos de familia a homosexuales, el
avance en derechos y reconocimientos para las mujeres, entre otros, han
cohesionado una ofensiva progresista que se ha expandido a nivel mundial,
particularmente en América Latina. Para algunos esta propagación era
irreversible y evidenciaba la evolución automática de sociedades que han
resuelto previamente sus necesidades materiales, a sociedades que claman por
‘issues’ posmateriales. “Es cuestión de tiempo”, creyeron muchos
comentaristas.
Tal ola
progresista, empero, animó la reacción de sectores tradicionales que han
encontrado en las urnas su mejor camino para protestar contra lo que
consideran el “establishment políticamente correcto”. (De ahí la percepción
de liberales que critican los ‘outputs’ de la democracia electoral). Que
Trump se denomine a sí mismo como Mr. Brexit o que la “ideología de género”
sea una etiqueta empleada por evangélicos (colombianos y peruanos) para
estigmatizar el derecho a la equidad sexual explicita dicha respuesta
contestataria y su capacidad de traspasar fronteras nacionales. Esta
contraola conservadora toma características de anti-establishment al oponerse
a políticas consensuadas por las élites que buscan derrocar. Es por ello que
la connotación “populista” de los liderazgos que encabezan y agitan demandas
ultramontanas activan divisiones estructurales. Las periferias y las zonas
rurales se cohesionan en contra de las preferencias políticas dominantes en
las ciudades y los centros del poder. (Corrobórese en los últimos mapas
electorales de Estados Unidos, el Reino Unido y Colombia).
Este nuevo tipo de
polarización mundial –en base a valores y creencias– combina la razón y la
fe, las mentes y los corazones de dos identidades que han llevado sus
discrepancias a las arenas políticas. Para complejizar más el panorama, a
estos grupos rivales se aúna un tercero, el “indiferente”, desafecto de la
política, que rehúye tomar partido incluso por alguna de estas dos causas en
conflicto. Los altos niveles de ausentismo en la participación electoral de
los plebiscitos y las elecciones realizadas este año dan cuenta del
crecimiento de una proporción mayoritaria de desafectos (frecuentemente más
del 50% en sus respectivas sociedades). Así, la dinámica social global
aparece dividida entre “polarizados” que participan activamente de la
política (progresistas movimientistas y votantes conservadores) e
“indiferentes” que los contemplan por televisión.
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http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/polarizados-indiferentes-carlos-melendez-noticia-1946072
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EE.UU.: ¿Y
ahora qué?
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Ian
Vásquez
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El terremoto
político que ha sido la elección de Donald Trump en Estados Unidos esfumará
los grandes logros de Barack Obama. El Partido Republicano, es decir Trump,
ahora controlará la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso y podrá
nombrar al próximo magistrado de la Corte Suprema. Además, lidera la mayoría
de los gobiernos a nivel estatal. Los republicanos gozarán de un poder a
nivel federal y estatal que no han tenido en 100 años.
Esto no significa
que la política del país volverá a la tradición conservadora que reimplantó
el presidente Reagan en los años ochenta y que se pensó que Obama había
revertido. Trump es un populista con tendencias autoritarias e ideología
nacionalista. No respeta las instituciones y podemos esperar que su gobierno
las pondrá a prueba. Bajo cualquier presidente, el récord histórico muestra
que cuando el mismo partido controla el Ejecutivo y el Legislativo, el
equilibrio de poderes se debilita y el gasto público se vuelve más
irresponsable. Bajo Trump, podemos esperar que se debiliten todavía más las
instituciones y que el Congreso casi no sirva de contrapeso.
Lo que viene
entonces es un período de mucha incertidumbre. Las políticas propuestas por
Trump, por ejemplo, suelen ser grandiosas, sin mucho detalle, frecuentemente
contradictorias y a veces ilegales. No se sabe con certeza hasta qué punto
Trump cree en sus planteamientos o si los ve como herramientas de
negociación. Es posible que él mismo no sepa qué hará. Como acertó un
observador esta semana: “No hay que creerle a nadie que dice que sabe lo que
hará Trump –incluso si el nombre de esa persona es Trump–”.
Veamos, sin
embargo, lo que ha propuesto. Respecto al comercio internacional, quiere
imponer aranceles de 45% a las importaciones de China y 35% a las de México.
Quiere retirar a EE.UU. del tratado de libre comercio que tiene con México y
Canadá, al que culpa por “destruir nuestro país”. Dice que el Acuerdo de
Asociación Transpacífico (TPP) representa la “violación de nuestro país”.
Esto implica que el TPP ha muerto. Ha amenazado con retirar a EE.UU. de la
Organización Mundial de Comercio.
Aun si realmente
Trump estuviese dispuesto a trastornar la economía estadounidense y global
con tales medidas, ¿tendría la autoridad legal para hacerlo? El reconocido
economista Gary Hufbauer explica que sí. Según él, el tratado de libre
comercio con México autoriza explícitamente al presidente a abandonarlo. El
Congreso también ha aprobado leyes que dan tal poder respecto a otros
tratados comerciales.
Otros expertos no
están tan seguros. Lo que podría terminar sucediendo, entonces, es que un
presidente Trump retire a EE.UU. del tratado con México, por ejemplo,
mientras que esa medida es desafiada por vías políticas y legales. Pero es un
proceso que podría tomar años y causar mucho daño en el camino. Y no hay
ninguna duda de que los socios comerciales de EE.UU. tomarían represalias que
desatarían una guerra comercial. Concluye Hufbauer que los estadounidenses
“no pueden depender de las cortes o del Congreso para protegerlos de las
consecuencias de estas amenazas si es que Trump las lleva a cabo”.
Respecto a la
política fiscal, Trump quiere reducir impuestos a la renta y a las empresas
de manera significativa. Quiere también reducir o eliminar regulaciones, como
las que afectan al sector financiero, a la industria energética y al sector
de salud. Revertirá así gran parte de la reforma al sistema de salud que
impuso Obama y que fue poco popular. Aunque en principio me parecen bien
tales medidas, el problema es que no parece interesarle reducir el gasto.
Quiere incrementar el gasto en infraestructura, proteger el insostenible
Seguro Social –el programa gubernamental más grande del mundo– y mantener
otros programas del Estado benefactor. Los números no cuadran, y si no es
keynesianismo, es muy parecido.
Trump ha prometido
reducir la inmigración, tanto legal como ilegal, y ha comprobado su xenofobia
a través de comentarios repudiables acerca de mexicanos, musulmanes y demás
extranjeros. Es probable que empiece a construir un muro en la frontera con
México. Dadas sus tendencias políticas, también podemos esperar que no
repudiará con fuerza las violaciones de derechos humanos de regímenes
autoritarios alrededor del mundo.
No es buena
noticia para EE.UU., América Latina o el mundo
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http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/eeuu-y-ahora-que-ian-vasquez-noticia-1946076
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El mono
territorial
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Alfredo
Bullard
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sted llega a la boletería, motivado por la
goleada a Paraguay, para comprar una entrada para el partido Perú-Brasil. Hay
varias personas delante de usted. Como corresponde se pone detrás del último
de la cola. De pronto viene una persona y se coloca exactamente delante de
usted. ¿Cómo reaccionaría?
Evidentemente se
molestará. Le increpará al colón que se retire y se vaya para atrás. Usted
experimentará una emoción conocida como ira. Si el colón se resiste, usted
podría molestarse lo suficiente para empujarlo e incluso irse a las manos.
¿Por qué reacciona
así? ¿Sabe que no hay ninguna ley que obligue a hacer cola? Entonces, ¿por
qué asume que existe un derecho a que otros no se cuelen si han llegado
después?
Hay varias
explicaciones posibles. Sin duda hay elementos culturales. Por años hemos
aprendido que hay que hacer cola. De hecho, si un policía llega es muy
probable que se encargue de aplicar una regla que no está en la ley y retire
al colón (siempre que el colón no sea su amigo o lo coimee).
Pero el asunto
viene de más atrás. Muchos animales (entre los que se incluye el hombre) son
territoriales, esto es, que marcan su “derecho” si es que llegan primero a un
lugar. Los lobos o los perros marcan su territorio orinando en un sitio y
atacan a cualquiera que pretenda entrar dentro del área marcada. Reaccionan
con una ira similar a aquella que se genera cuando alguien su cuela en la
fila.
No es casualidad
que, en virtualmente todos los sistemas legales del mundo, la propiedad de un
bien que no es de nadie es del primero que lo coge. Se llama la regla de la
primera posesión. Nació mucho antes de que existiera la ley. En la era de las
cavernas la tribu defendía su lugar. Sin esa regla hubiera sido imposible el
desarrollo posterior de la agricultura, que exige el respeto por otros del
lugar en el que he sembrado algo.
Estas reglas sin
duda tienen un componente cultural, pero su origen está posiblemente
relacionado a la evolución biológica. En otras palabras, somos territoriales
porque genéticamente estamos determinados a serlo. En términos de Darwin,
aquellos individuos de nuestra especie que tenían una tendencia a reaccionar
con ira contra aquellos que invadían su territorio sobrevivieron más que
aquellos que no lo hicieron. Los humanos que defendieron un espacio para
sembrar alimentos sobrevivieron más que otros que no tenían esa tendencia.
El lector
perspicaz ya habrá notado que existe una relación entre el origen biológico
de la territorialidad o el derecho a la primera posesión y el nacimiento de
la propiedad.
El problema es que
no solo evolucionamos biológicamente. También evolucionamos económica y
culturalmente. En los últimos siglos hemos pasado de la tribu de 40
individuos al mundo global de miles de millones. Hoy sabemos, gracias al
desarrollo de instituciones y tecnología, que la interrelación con la mayor
cantidad de personas genera competencia y bienestar. Pero seguimos a veces
capturados por instintos que saltan a escalas que no existían originalmente,
creando sesgos que desvirtúan su función biológica original.
Uno de los efectos
de ese salto es el nacionalismo populista. Es esa sensación que tienen los
habitantes de un lugar de que existe un derecho a excluir de nuestro
territorio grande (ya no del predio o de la casa, sino de la región o país en
el que vivimos) a los que llegan después. Es una expresión del sesgo
territorial, llevado a una escala donde este sesgo no cumple su función
original.
Ello explica, en
parte, la victoria de Trump en las elecciones de Estados Unidos. Él ha
explotado el sesgo y la ira a él asociado. Ha dado un mensaje cargado de
rabia contra quienes entran en “nuestro territorio”, atentando contra “la
primera posesión” de “nuestro país”. Allí nace ese deseo de crear muros y de
separar a las personas. Muchos ciudadanos norteamericanos han reaccionado como
si otros se estuvieran colando en su lugar en la cola.
Pero el salto de
la escala tribal y de la propiedad individual al mundo global no funciona.
Trump aprovechó tal disfuncionalidad. Finalmente se aprovechó de un instinto
primitivo para ganar una elección a punta de ira e indignación.
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http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/mono-territorial-alfredo-bullard-noticia-1946077
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La clase
de Davos selló el destino de Estados Unidos
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Naomi
Klein
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Le echarán la culpa a James Comey y la
Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Le echarán la culpa a la supresión
del voto y al racismo. Le echarán la culpa a Bernie y a la misoginia. Le
echarán la culpa a los otros partidos y a los candidatos independientes. Le
echarán la culpa a los grandes medios por darle una plataforma, a las redes
sociales por ser un altavoz y a Wikileaks por sacar los trapitos al sol.
Pero todo esto no
toma en cuenta la fuerza más responsable de crear la pesadilla en la cual
estamos bien despiertos: el neoliberalismo. Esa visión del mundo –encarnada
por Hillary Clinton y su maquinaria– no le hace competencia al extremismo
estilo Donald Trump. La decisión de poner a competir a uno contra el otro es
lo que selló nuestro destino. Si no aprendemos nada más, ¿podemos por favor
aprender de este error?
Esto es lo que
necesitamos entender: mucha gente está adolorida. Bajo las políticas
neoliberales de desregulación, privatización, austeridad y comercio
empresarial, sus estándares de vida han caído drásticamente. Han perdido sus
empleos. Han perdido sus pensiones. Han perdido buena parte de la seguridad
social que permitía que estas pérdidas fueran menos aterradoras. Ven un
futuro aún peor que su precario presente.
Al mismo tiempo,
son testigos del ascenso de la clase de Davos, una ultraconectada red de
multimillonarios de los sectores banquero y tecnológico, líderes electos por
el voto popular que están terriblemente cómodos con esos intereses, y
celebridades de Hollywood que hacen que todo se vea insoportablemente
glamoroso. El éxito es una fiesta a la cual no fueron invitados, y muy dentro
de sí mismos saben que esta creciente riqueza y poder de alguna manera está
conectada con sus crecientes deudas e impotencia.
Para la gente que
asumía la seguridad y el estatus como un derecho de nacimiento –sobre todo
los hombres blancos–, estas pérdidas son insoportables.
Trump le habla
directamente a ese dolor. La campaña del Brexit le habló a ese dolor. También
lo hacen todos los partidos de extrema derecha en ascenso en Europa.
Responden a ese dolor con un nacionalismo nostálgico y un enojo contra las
lejanas burocracias económicas, ya sea Washington, el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, la Organización Mundial del Comercio o la
Unión Europea. Y, claro, responden a él atacando a los inmigrantes y las
personas de color, vilipendiando a los musulmanes y degradando a las mujeres.
El neoliberalismo de élite no puede ofrecer algo contra ese dolor, porque el
neoliberalismo dio rienda suelta a la clase de Davos. Gente como Hillary y
Bill Clinton son el brindis de la fiesta de Davos. De hecho, ellos la
organizaron.
El mensaje de
Trump fue: Todo está del demonio. Clinton contestó: Todo está bien. Pero no
está bien: está lejos de estarlo.
Las respuestas
neofascistas a la desenfrenada inseguridad y desigualdad no se van a ir. Pero
lo que sabemos de los años 30 del siglo pasado es que lo que hace falta para
enfrentar al fascismo es una izquierda verdadera. Se le podría quitar buena
parte del apoyo a Trump si hubiera una auténtica agenda de redistribución
sobre la mesa, que enfrente a la clase multimillonaria con algo más que
retórica y que use el dinero para un nuevo pacto verde. Un plan de este tipo
podría crear una oleada de empleos sindicalizados bien pagados; llevar
recursos y oportunidades, tan necesarios, a las comunidades
afroestadunidenses e insistir en que quienes contaminan paguen para que los
trabajadores vuelvan a ser capacitados y sean incluidos en este futuro.
Podría crear
políticas que luchen, a la vez, contra el racismo institucional, la
desigualdad económica y el cambio climático. Podría enfrentar los malos
acuerdos comerciales y la violencia policiaca, y respetar a los pueblos
indígenas como los protectores originales del territorio, el agua y el aire.
La gente tiene
derecho a estar enojada, y una poderosa agenda de izquierda, intersectorial,
puede canalizar ese enojo adonde debe estar, mientras lucha por soluciones
holísticas que unifiquen a una crispada sociedad.
Una coalición así
es posible. En Canadá comenzamos a construirla bajo la bandera de una agenda
popular llamada El Manifiesto Dar el Salto, suscrito por más de 220
organizaciones, desde Greenpeace Canadá a Las Vidas Negras Importan-Toronto y
algunos de nuestros mayores sindicatos.
La impresionante
campaña de Bernie Sanders avanzó en la construcción de una coalición de este
tipo, y demostró que hay hambre de un socialismo democrático. Pero al inicio
la campaña falló en conectar con votantes latinos y negros de mayor edad,
quienes son el sector demográfico que más sufre con nuestro actual modelo
económico. Esa falla no dejó que la campaña alcanzara su máximo potencial.
Esos errores pueden ser corregidos, y una audaz y transformadora coalición ya
está ahí para construir sobre ella.
Esa es la
principal tarea por delante. El Partido Demócrata necesita ser arrebatado de
manos de los neoliberales pro empresariales o ser abandonado. Desde Elizabeth
Warren a Nina Turner, a los egresados de Ocupa que llevaron la campaña de
Bernie a escala supernova, este el más fuerte conjunto de líderes
progresistas, promotores de una coalición, que haya habido en mi vida.
Estamos llenos de líderes, como dicen muchos en el Movimiento por las Vidas
Negras.
Así que salgamos
del shock lo más rápido posible y construyamos un movimiento radical que
tenga una auténtica respuesta al odio y al miedo que representan los Trumps
de este mundo. Hagamos a un lado lo que sea que nos separa y comencemos ahora
mismo.
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http://www.jornada.unam.mx/2016/11/11/opinion/022a2pol
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