sábado, 12 de noviembre de 2016

OPINIONES 12/11/2016

Una opción latinoamericana - Mirko Lauer
Reapariciones político-judiciales - Augusto Álvarez Rodrich - Predicciones - Eduardo Dargent
Valiente iraní - Raúl Tola
¿Se viene el tsunami? - Carlos Tapia: Donald Trump
Keiko y el rechazo a la adversidad - Sandro Venturo
Polarizados e indiferentes - Carlos Meléndez
EE.UU.: ¿Y ahora qué? - Ian Vásquez
El mono territorial - Alfredo Bullard
La clase de Davos selló el destino de Estados Unidos - Naomi Klein



Una opción latinoamericana

Mirko Lauer

 “Nos opondremos por todas las vías al muro de Donald Trump”. El comentario de Pedro Pablo Kuczynski, pronunciado al filo de la APEC en Lima, es una clara crítica al presidente electo de los Estados Unidos, y un apoyo a México en su hora más difícil. No parece que prosperará la propuesta de Alan García de invitar a Trump a la reunión.

Asumiendo que Trump viniera, algo poco probable, su presencia opacaría la de Barack Obama, y sería riesgosa para el propio PPK. Todavía está fresca la visita del candidato Trump a México, donde hizo desafiantes declaraciones sobre el muro fronterizo que luego le costaron caro al presidente Enrique Peña Nieto.

Por el contexto en que dio sus declaraciones, está claro que PPK no tiene problemas para asumir una postura latinoamericanista en un punto en que la región puede entrar en dificultades geopolíticas. En el caso de México, es probable que este país de la Alianza del Pacífico necesite cada vez más apoyo en el futuro próximo.

Si bien la era izquierdista de América Latina está en un momento de retroceso, igual todo apunta al inicio de una era de mutua desconfianza entre la Casa Blanca y los gobiernos de la región. Hasta aquí Trump no ha insinuado siquiera una política frente a América Latina, más allá de comentarios chocarreros sobre mexicanos y latinos en general.

El Perú no tiene por qué estar en la primera línea de fuego en ese deterioro. Pero sí va a tener que cuidar sus compromisos latinoamericanos, sin necesariamente dejarse arrastrar por un eventual choque entre Washington y algunos gobiernos de izquierda. Choque en el cual un arma va a ser el comercio.

En esta perspectiva el viaje de PPK a China cobra un sentido nuevo. No estamos sugiriendo que él haya consultado profecías de Nostradamus, sino que salir del tradicional cerco Washington-Lima algo iba a rendir. Paradójicamente, ese viaje se puede leer ahora como una apuesta por el libre comercio mundial amenazado.

Habrá que ver si el foro APEC que se realizará aquí la semana que viene querrá emitir acerca de la próxima presidencia de los EEUU un temprano mensaje que sea algo más que protocolar y bien intencionado. Es urgente que el mundo se ponga de acuerdo rápido sobre este tema.



 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820727-una-opcion-latinoamericana




Reapariciones político-judiciales


Augusto Álvarez Rodrich


La política peruana se define por juicios en vez de ideas.
Como suele ocurrir en la política peruana, marcada por la judicialización de las trayectorias de sus principales protagonistas, sus apariciones y reapariciones suelen coincidir con algunos momentos relevantes de los procesos que, por distintos motivos, enfrentan en la fiscalía, cortes y comisiones parlamentarias.

El ex presidente Ollanta Humala tuvo esta semana su primera aparición desde que dejó Palacio de Gobierno, el 28 de julio, y esta ocurrió en la comisión de defensa del Congreso, donde están interesados en conocer sobre el satélite Perú SAT-1 adquirido a la francesa Astrium Defence and Space en el año 2014.

El ex premier Pedro Cateriano, quien antes fue ministro de Defensa, también estuvo esta semana en ese ámbito por el mismo tema.

Algunos miembros de la comisión, como los fujimoristas y los apristas, tienen sospechas sobre la transparencia de la operación y, también, muchas ganas de acusar, mientras que Humala y Cateriano sostienen que el proceso se realizó en estricto cumplimiento de la ley.

La presidenta y ex candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, también tuvo su primera aparición luego del silencio de 158 días desde que perdió la elección, en doble presentación. Una en la inauguración del nuevo local de su partido y la otra en la fiscalía contra el lavado de activos donde se la investiga por financiamiento irregular de su campaña electoral.

Fujimori sostiene que no fue su responsabilidad verificar la legitimidad del dinero usado en su campaña sino de las áreas de tesorería, mientras que otros creen que todo candidato es responsable de que su campaña se pague con dinero honesto.

De otro lado, la ex candidata presidencial del Frente Amplio, Verónika Mendoza, acudió el jueves a la citación, en condición de testigo, a la fiscalía que investiga el financiamiento de las campañas electorales de los años 2006 y 2011 del Partido Nacionalista, especialmente a partir de los hallazgos encontrados en las agendas robadas a la ex primera dama Nadine Heredia.

Más allá del fondo de cada uno de estos procesos, y sin dejar de precisar la importancia de investigar con rigor y profundidad cualquier situación de potencial corrupción, tanto por su consecuencia directa para el país como por la propia honra de las personas cuestionadas, no se puede dejar de lamentar que sean los juicios y no las ideas lo que defina el curso de la política peruana y la de sus principales protagonistas.



 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820731-reapariciones-politico-judiciales




Predicciones

Eduardo Dargent


El resultado de la elección en los Estados Unidos ha despertado todo tipo de críticas a las ciencias políticas (American political science) en dicho país. Los modelos predictivos de varios politólogos, así como otros “data crunchers”, fallaron, tanto al señalar que Donald Trump no podía ganar la nominación Republicana como al pronosticar que era casi imposible que fuera elegido Presidente. Si bien otros fueron más prudentes, muchos colegas se fueron de cara.

Explicar por qué las encuestas no capturaron el resultado es complejo, pero creo que la principal razón es el desprestigio del establishment. Trump, un outsider, mantuvo buena parte de la base republicana a la vez que robaba votantes de bajos ingresos en estados clave. Votantes que ven en Clinton ese Washington que los ha abandonado. Por otro lado, Clinton no logró entusiasmar a las minorías en la misma medida que lo hizo Barack Obama. Las encuestas no recogieron estas motivaciones diferenciadas. Y probablemente algunos escondieron su intención de apoyar a Trump.

¿Este fracaso significa que todos esos ejercicios son irrelevantes o deben ser abandonados? Me parece que es ir muy lejos. No hay que perder de vista que estos modelos han sido muy buenos para evaluar varias elecciones. Y que incluso esta vez el margen no es tan grande como para enterrarlos (Clinton ganó el voto popular). Las encuestas, además, son necesarias para generalizar y superiores a otros métodos para inferir conductas.

Pero más allá de lo que se pueda corregir, o complementarse con otros métodos, sí veo un problema fundamental en esa forma de analizar la política. Las ciencias políticas que estudian los EEUU son muy autorreferenciales, tienen un sesgo de statu quo que deja poco espacio para ponderar el cambio. Y si bien dicho sesgo en cualquier país es suicida, lo es más en uno con voto voluntario, colegio electoral y que atraviesa considerables cambios socioeconómicos.

¿Era previsible el terremoto Trump? Sí. Tal vez no para concluir que iba a ganar, pero sí lo suficiente para señalar que el desprestigio del establishment y los cambios sociales en curso incrementaban sus chances más allá de lo que dijesen las encuestas. Que, aunque las encuestas respondieran que sí votarían, la intensidad de las emociones en juego probablemente llevaría a más votantes a la calle del lado del disruptor que del lado de Clinton. Y que eso ponía en duda un triunfo de la candidata demócrata en estados demócratas golpeados por el disloque económico.

Lo interesante es que varios de quienes hemos estudiado en EEUU conversábamos sobre este día desde hace tiempo. Nos alucinaba la seguridad de los modelos de nuestros colegas que estudiaban a EEUU y su poco interés por otros países. Y en esos países había cosas que aprender. En la política comparada, mi campo de trabajo, sabemos que la alta institucionalización dura…mientras dura. Que la solidez puede ocultar, o incluso ser causa de, fracturas.

No es que no cometamos errores, los hay y grandes. Hay trabajos que señalaron la estabilidad del Pacto de Punto Fijo en Venezuela sin ponderar el hartazgo nacional hacia cúpulas bipartidistas corruptas que se repartían el poder. Chávez llegó para enterrarlos. O se señaló la solidez del régimen de Mubarak en Egipto meses antes de su caída (para ser reemplazado por uno muy similar, ojo). Pero precisamente esos casos enseñan que así como hay que comprender las causas de la estabilidad, también hay que estar muy abiertos a rastrear posibles causas de cambio.

Una mirada más prudente, señalando las diversas formas en que las encuestas podían fallar, era posible. Pero fue la arrogancia de muchos en la disciplina la que los llevó a negar con porcentajes minúsculos el escenario del martes. Y lo que “casi” no podía pasar, pasó. Lo cual lleva a un tema ético con el que creo deben lidiar. Considero que cuando dices con el gorro de experto puesto que algo es casi imposible, eres un poco responsable de que ese algo suceda. Y de contribuir al adormecimiento del sistema. Tal vez no podían gritar “fuego”, pero sí alertar sobre los riesgos de incendio.


http://larepublica.pe/impresa/opinion/820729-predicciones


Valiente iraní

Raúl Tola

 Shirin Ebadi es una mujer pequeña, de modales pausados y mirada penetrante. Estudió derecho en la Universidad de Teherán, y antes de cumplir los 30 años se convirtió en la primera presidenta de un tribunal judicial en la historia de Irán. Como buena parte de sus compatriotas, apoyó la revolución islámica que derrocó al Sha, pensando que traería nuevos aires de libertad al país.

No fue así, como se sabe, sino todo lo contrario. El régimen de los ayatollah instauró una interpretación radical y barbárica de la ley islámica como regla de convivencia, e intentó erradicar cualquier recuerdo de occidente, con consecuencias tremendas. En lugar de ampliarse, las libertades individuales terminaron por reducirse a mínimos asfixiantes y la democracia se empobreció. La bigamia, el amor no consentido, la «enemistad contra Dios» o la «corrupción en la tierra» pasaron a ser considerados delitos, y tienen penas como la lapidación, los azotes o la muerte por ahorcamiento público, impuestas en juicios carentes de garantías mínimas.

Quienes han sufrido las peores consecuencias de este giro hacia la caverna (ocurrido en los mismos territorios donde floreció la sofisticada cultura persa) han sido las mujeres. Tienen que llevar el pelo cubierto y vestir ropas holgadas, que disimulen las formas del cuerpo. Están prohibidas de asistir a espectáculos públicos, como un partido de fútbol. La indemnización por la muerte de una mujer es la mitad que la que se recibe por la muerte de un hombre, y para que el testimonio de un hombre sea igualado ante un juez, hace falta que dos mujeres declaren en su contra. Esta situación de abuso institucional ha permeado los tejidos de la sociedad iraní. En los últimos años se han vuelto frecuentes los ataques con ácido al rostro de mujeres que dejan a la vista mechones de su pelo, emprendidos por enloquecidos guardianes de la moralidad pública.

La propia Shirin Ebadi ha sido víctima de las medidas de la revolución islámica. Debió abandonar su cargo de jueza poco después de obtenerlo, y en una vuelta del destino, terminó trabajando como secretaria en el mismo tribunal que antes había presidido. Harta del maltrato, pidió su jubilación anticipada, y comenzó a escribir libros, muchos de los cuales se volvieron Best Sellers. Solo volvió a ejercer la abogacía en 1992, cuando le devolvieron su licencia.

Su militancia por la causa de los derechos humanos dentro y fuera de los tribunales, en especial de las mujeres y los niños, la llevó a ganar el Premio Nobel de la Paz 2003, imponiéndose al candidato favorito de entonces, nada menos que el Papa Juan Pablo II. Curiosamente, en lugar de servirle como un escudo, la visibilidad que consiguió a partir de ese día se volvió en su contra. Las constantes amenazas contra su vida, la detención arbitraria de su hermana y su esposo, y la confiscación de todos sus bienes la obligaron a exiliarse en 2009. Desde entonces viaja por el mundo, denunciando las atrocidades que ocurren en su país.

Este jueves pude participar en una mesa redonda (organizada por la UCV), donde tuve el honor de conocerla y entrevistarla. Fue tan persuasiva que no pude dejar de interesarme por la situación de un país tan remoto, que debería servirnos de advertencia, ahora que por fin discutimos la situación de violencia contra la mujer en el Perú. Shirin Ebadi habla en farsí, pero su fuerza está más allá del idioma: «El exilio me permite ser el eco de la voz de la gente que vive dentro de mi país», casi susurra.


 http://larepublica.pe/impresa/opinion/820730-valiente-irani



¿Se viene el tsunami?

Carlos Tapia: Donald Trump

1).- Calificó como “mujer repugnante” a Hillary Clinton, experimentada líder política, apoyada por toda la prensa, intelectuales y artistas, y hasta por la prestigiosa pareja presidencial incorporada como simples activistas. Insultó a los inmigrantes, dijo sandeces de todo tipo, alabó a Putin y reconoció que Iraq estaba mejor con Saddam Hussein, etc. Peleándose con los dirigentes de su partido, ganó las elecciones por amplio margen.

2).- El tono empleado durante las polémicas entre los candidatos, vistas por cerca de 100 millones de sus compatriotas, fue tal que hizo parecer al utilizado por Popy Olivera contra Alan García como propio de simples comentarios chismosos entre amigos de siempre.

3).- De otro lado, el desfile de mujeres que denunciaban ante la prensa que Donald Trump las había acosado y hasta violado 20 años atrás, y de la otra parte, el recordar lo sucedido con Monica Lewinsky y el esposo de Hillary cuando era presidente le dieron un marco rosa intenso a la discusión política.
De ahí que un alto funcionario del gobierno chino declarara que las polémicas entre dichos candidatos “había sido un espectáculo bien interesante”.

4).- Todos reconocen que la campaña de Trump, accidentada, con saltantes errores, enemigos poderosos por doquier, siempre pisando arenas movedizas pero atarantador, dispuesto a todo y convencido de su éxito, ha sido la de un candidato singular que consiguió una victoria extraña que pasará a la historia.

Es que ya los astros se habían alineado por cualquiera que se atreviera a retar a los calculadores y desprestigiados adversarios.

5).- Es como –no se me ocurre otro ejemplo– si para las elecciones del 2021, guardando las diferencias del caso, pasara a la segunda vuelta el mismísimo Antauro Humala.


http://peru21.pe/opinion/carlos-tapia-donald-trump-se-viene-tsunami-2262107


Keiko y el rechazo a la adversidad

Sandro Venturo


Cumplidos poco más de cien días de silencio, Keiko salió a cumplir su papel: cuestionó el liderazgo del presidente y señaló que la posición de su partido ha sido tan crítica como colaboradora con el nuevo gobierno. Lo hizo en la inauguración de su nuevo local institucional. El problema es que al día siguiente los principales medios de prensa destacaron otra cosa: la infeliz frase con la que inició su discurso.

Generalmente, el lenguaje no verbal dice más que las palabras que pronunciamos, las interjecciones quedan más grabadas que las grandes ideas. Ese día vimos a una Keiko con muchas ganas de trasmitir una actitud de liderazgo. Lo hizo con la misma energía que mostró después de su derrota electoral, cuando de forma desafiante afirmó que el pueblo le había dado el encargo de ser una oposición firme. Aquella vez no tuvo la generosidad de desearle buenas nuevas a Kuczynski, ni celebró el final de un proceso electoral que contribuyó a nuestra débil tradición democrática.

Cuando Fujimori, desde el balcón, exclama que no está deprimida, que no la conocemos, que ella jamás caería en depresión, que eso es para los perdedores y que ella no se siente perdedora, nos ofrece, paradójicamente, una señal indeseable: que todavía le irrita no estar allí donde estuvo a punto de estar, en Palacio. Pudo haber dicho, por ejemplo, “algunos pensaban que estaba desmoralizada, la verdad es que estaba trabajando para preparar a nuestro partido para afrontar los grandes retos del país”. Pero no. No pudo. Keiko nos recordó, de la misma forma que algunos de sus voceros más altisonantes, que todavía le queda algo de animosidad en las venas.

Ejemplos de superación del fracaso tiene varios y muy cerca del Perú. Cuando el presidente Santos se dio de cara con el triunfo del No, salió el mismo día a rendir cuentas ante la ciudadanía colombiana diciendo que había entendido el mensaje, que debía convocar a los sectores opositores para encontrar mejores términos para su país en la negociación con la guerrilla. Cuando Hillary Clinton se pronunció una vez confirmada la inesperada victoria de Trump (inesperada hasta para muchos republicanos), ella manifestó el dolor que esto le producía y la responsabilidad que todos los norteamericanos tienen, más allá del sinsabor de muchos, con su sociedad. Pidió recibir al nuevo presidente con la mente abierta. Para muchos Hillary será antipática pero en esa alocución demostró responsabilidad y clase.

Para que Keiko pueda edificar el liderazgo que sus seguidores demandan, para promover en ellos esa voluntad redentora ante su pasado autocrático, va a necesitar trascender ese temor a la depresión que la amenaza, ese rechazo a la adversidad que todavía nos transmite.


 http://peru21.pe/opinion/sandro-venturo-keiko-y-rechazo-adversidad-2262116









Polarizados e indiferentes

Carlos Meléndez

 ¿Por qué el triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses ha traído celebraciones o lamentos en el mundo? ¿Por qué las victorias del ‘brexit’ y del No en el Reino Unido y Colombia, respectivamente, han generado harta expectativa y debate allende sociedades afectadas por dichos resultados? Considero que estamos frente a una contraola conservadora que alienta una polarización de alcance global. No ante una disputa ideológico-programática –como en la Guerra Fría– sino una polarización basada en valores sociales conservadores anti-establishment y progresistas del establishment.

En las últimas décadas hemos sido testigos de la difusión de políticas liberales promotoras del respeto a minorías largamente excluidas. El otorgamiento de beneficios para inmigrantes, el reconocimiento de derechos de familia a homosexuales, el avance en derechos y reconocimientos para las mujeres, entre otros, han cohesionado una ofensiva progresista que se ha expandido a nivel mundial, particularmente en América Latina. Para algunos esta propagación era irreversible y evidenciaba la evolución automática de sociedades que han resuelto previamente sus necesidades materiales, a sociedades que claman por ‘issues’ posmateriales. “Es cuestión de tiempo”, creyeron muchos comentaristas.

Tal ola progresista, empero, animó la reacción de sectores tradicionales que han encontrado en las urnas su mejor camino para protestar contra lo que consideran el “establishment políticamente correcto”. (De ahí la percepción de liberales que critican los ‘outputs’ de la democracia electoral). Que Trump se denomine a sí mismo como Mr. Brexit o que la “ideología de género” sea una etiqueta empleada por evangélicos (colombianos y peruanos) para estigmatizar el derecho a la equidad sexual explicita dicha respuesta contestataria y su capacidad de traspasar fronteras nacionales. Esta contraola conservadora toma características de anti-establishment al oponerse a políticas consensuadas por las élites que buscan derrocar. Es por ello que la connotación “populista” de los liderazgos que encabezan y agitan demandas ultramontanas activan divisiones estructurales. Las periferias y las zonas rurales se cohesionan en contra de las preferencias políticas dominantes en las ciudades y los centros del poder. (Corrobórese en los últimos mapas electorales de Estados Unidos, el Reino Unido y Colombia).

Este nuevo tipo de polarización mundial –en base a valores y creencias– combina la razón y la fe, las mentes y los corazones de dos identidades que han llevado sus discrepancias a las arenas políticas. Para complejizar más el panorama, a estos grupos rivales se aúna un tercero, el “indiferente”, desafecto de la política, que rehúye tomar partido incluso por alguna de estas dos causas en conflicto. Los altos niveles de ausentismo en la participación electoral de los plebiscitos y las elecciones realizadas este año dan cuenta del crecimiento de una proporción mayoritaria de desafectos (frecuentemente más del 50% en sus respectivas sociedades). Así, la dinámica social global aparece dividida entre “polarizados” que participan activamente de la política (progresistas movimientistas y votantes conservadores) e “indiferentes” que los contemplan por televisión.


 http://elcomercio.pe/opinion/rincon-del-autor/polarizados-indiferentes-carlos-melendez-noticia-1946072


EE.UU.: ¿Y ahora qué?

Ian Vásquez

El terremoto político que ha sido la elección de Donald Trump en Estados Unidos esfumará los grandes logros de Barack Obama. El Partido Republicano, es decir Trump, ahora controlará la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso y podrá nombrar al próximo magistrado de la Corte Suprema. Además, lidera la mayoría de los gobiernos a nivel estatal. Los republicanos gozarán de un poder a nivel federal y estatal que no han tenido en 100 años.

Esto no significa que la política del país volverá a la tradición conservadora que reimplantó el presidente Reagan en los años ochenta y que se pensó que Obama había revertido. Trump es un populista con tendencias autoritarias e ideología nacionalista. No respeta las instituciones y podemos esperar que su gobierno las pondrá a prueba. Bajo cualquier presidente, el récord histórico muestra que cuando el mismo partido controla el Ejecutivo y el Legislativo, el equilibrio de poderes se debilita y el gasto público se vuelve más irresponsable. Bajo Trump, podemos esperar que se debiliten todavía más las instituciones y que el Congreso casi no sirva de contrapeso.

Lo que viene entonces es un período de mucha incertidumbre. Las políticas propuestas por Trump, por ejemplo, suelen ser grandiosas, sin mucho detalle, frecuentemente contradictorias y a veces ilegales. No se sabe con certeza hasta qué punto Trump cree en sus planteamientos o si los ve como herramientas de negociación. Es posible que él mismo no sepa qué hará. Como acertó un observador esta semana: “No hay que creerle a nadie que dice que sabe lo que hará Trump –incluso si el nombre de esa persona es Trump–”.

Veamos, sin embargo, lo que ha propuesto. Respecto al comercio internacional, quiere imponer aranceles de 45% a las importaciones de China y 35% a las de México. Quiere retirar a EE.UU. del tratado de libre comercio que tiene con México y Canadá, al que culpa por “destruir nuestro país”. Dice que el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) representa la “violación de nuestro país”. Esto implica que el TPP ha muerto. Ha amenazado con retirar a EE.UU. de la Organización Mundial de Comercio.

Aun si realmente Trump estuviese dispuesto a trastornar la economía estadounidense y global con tales medidas, ¿tendría la autoridad legal para hacerlo? El reconocido economista Gary Hufbauer explica que sí. Según él, el tratado de libre comercio con México autoriza explícitamente al presidente a abandonarlo. El Congreso también ha aprobado leyes que dan tal poder respecto a otros tratados comerciales.

Otros expertos no están tan seguros. Lo que podría terminar sucediendo, entonces, es que un presidente Trump retire a EE.UU. del tratado con México, por ejemplo, mientras que esa medida es desafiada por vías políticas y legales. Pero es un proceso que podría tomar años y causar mucho daño en el camino. Y no hay ninguna duda de que los socios comerciales de EE.UU. tomarían represalias que desatarían una guerra comercial. Concluye Hufbauer que los estadounidenses “no pueden depender de las cortes o del Congreso para protegerlos de las consecuencias de estas amenazas si es que Trump las lleva a cabo”.

Respecto a la política fiscal, Trump quiere reducir impuestos a la renta y a las empresas de manera significativa. Quiere también reducir o eliminar regulaciones, como las que afectan al sector financiero, a la industria energética y al sector de salud. Revertirá así gran parte de la reforma al sistema de salud que impuso Obama y que fue poco popular. Aunque en principio me parecen bien tales medidas, el problema es que no parece interesarle reducir el gasto. Quiere incrementar el gasto en infraestructura, proteger el insostenible Seguro Social –el programa gubernamental más grande del mundo– y mantener otros programas del Estado benefactor. Los números no cuadran, y si no es keynesianismo, es muy parecido.

Trump ha prometido reducir la inmigración, tanto legal como ilegal, y ha comprobado su xenofobia a través de comentarios repudiables acerca de mexicanos, musulmanes y demás extranjeros. Es probable que empiece a construir un muro en la frontera con México. Dadas sus tendencias políticas, también podemos esperar que no repudiará con fuerza las violaciones de derechos humanos de regímenes autoritarios alrededor del mundo.

No es buena noticia para EE.UU., América Latina o el mundo

 http://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/eeuu-y-ahora-que-ian-vasquez-noticia-1946076



El mono territorial

Alfredo Bullard

 sted llega a la boletería, motivado por la goleada a Paraguay, para comprar una entrada para el partido Perú-Brasil. Hay varias personas delante de usted. Como corresponde se pone detrás del último de la cola. De pronto viene una persona y se coloca exactamente delante de usted. ¿Cómo reaccionaría?

Evidentemente se molestará. Le increpará al colón que se retire y se vaya para atrás. Usted experimentará una emoción conocida como ira. Si el colón se resiste, usted podría molestarse lo suficiente para empujarlo e incluso irse a las manos.

¿Por qué reacciona así? ¿Sabe que no hay ninguna ley que obligue a hacer cola? Entonces, ¿por qué asume que existe un derecho a que otros no se cuelen si han llegado después?

Hay varias explicaciones posibles. Sin duda hay elementos culturales. Por años hemos aprendido que hay que hacer cola. De hecho, si un policía llega es muy probable que se encargue de aplicar una regla que no está en la ley y retire al colón (siempre que el colón no sea su amigo o lo coimee).

Pero el asunto viene de más atrás. Muchos animales (entre los que se incluye el hombre) son territoriales, esto es, que marcan su “derecho” si es que llegan primero a un lugar. Los lobos o los perros marcan su territorio orinando en un sitio y atacan a cualquiera que pretenda entrar dentro del área marcada. Reaccionan con una ira similar a aquella que se genera cuando alguien su cuela en la fila.

No es casualidad que, en virtualmente todos los sistemas legales del mundo, la propiedad de un bien que no es de nadie es del primero que lo coge. Se llama la regla de la primera posesión. Nació mucho antes de que existiera la ley. En la era de las cavernas la tribu defendía su lugar. Sin esa regla hubiera sido imposible el desarrollo posterior de la agricultura, que exige el respeto por otros del lugar en el que he sembrado algo.

Estas reglas sin duda tienen un componente cultural, pero su origen está posiblemente relacionado a la evolución biológica. En otras palabras, somos territoriales porque genéticamente estamos determinados a serlo. En términos de Darwin, aquellos individuos de nuestra especie que tenían una tendencia a reaccionar con ira contra aquellos que invadían su territorio sobrevivieron más que aquellos que no lo hicieron. Los humanos que defendieron un espacio para sembrar alimentos sobrevivieron más que otros que no tenían esa tendencia.

El lector perspicaz ya habrá notado que existe una relación entre el origen biológico de la territorialidad o el derecho a la primera posesión y el nacimiento de la propiedad.

El problema es que no solo evolucionamos biológicamente. También evolucionamos económica y culturalmente. En los últimos siglos hemos pasado de la tribu de 40 individuos al mundo global de miles de millones. Hoy sabemos, gracias al desarrollo de instituciones y tecnología, que la interrelación con la mayor cantidad de personas genera competencia y bienestar. Pero seguimos a veces capturados por instintos que saltan a escalas que no existían originalmente, creando sesgos que desvirtúan su función biológica original.

Uno de los efectos de ese salto es el nacionalismo populista. Es esa sensación que tienen los habitantes de un lugar de que existe un derecho a excluir de nuestro territorio grande (ya no del predio o de la casa, sino de la región o país en el que vivimos) a los que llegan después. Es una expresión del sesgo territorial, llevado a una escala donde este sesgo no cumple su función original.

Ello explica, en parte, la victoria de Trump en las elecciones de Estados Unidos. Él ha explotado el sesgo y la ira a él asociado. Ha dado un mensaje cargado de rabia contra quienes entran en “nuestro territorio”, atentando contra “la primera posesión” de “nuestro país”. Allí nace ese deseo de crear muros y de separar a las personas. Muchos ciudadanos norteamericanos han reaccionado como si otros se estuvieran colando en su lugar en la cola.

Pero el salto de la escala tribal y de la propiedad individual al mundo global no funciona. Trump aprovechó tal disfuncionalidad. Finalmente se aprovechó de un instinto primitivo para ganar una elección a punta de ira e indignación.





 http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/mono-territorial-alfredo-bullard-noticia-1946077



La clase de Davos selló el destino de Estados Unidos

Naomi Klein

 Le echarán la culpa a James Comey y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Le echarán la culpa a la supresión del voto y al racismo. Le echarán la culpa a Bernie y a la misoginia. Le echarán la culpa a los otros partidos y a los candidatos independientes. Le echarán la culpa a los grandes medios por darle una plataforma, a las redes sociales por ser un altavoz y a Wikileaks por sacar los trapitos al sol.

Pero todo esto no toma en cuenta la fuerza más responsable de crear la pesadilla en la cual estamos bien despiertos: el neoliberalismo. Esa visión del mundo –encarnada por Hillary Clinton y su maquinaria– no le hace competencia al extremismo estilo Donald Trump. La decisión de poner a competir a uno contra el otro es lo que selló nuestro destino. Si no aprendemos nada más, ¿podemos por favor aprender de este error?

Esto es lo que necesitamos entender: mucha gente está adolorida. Bajo las políticas neoliberales de desregulación, privatización, austeridad y comercio empresarial, sus estándares de vida han caído drásticamente. Han perdido sus empleos. Han perdido sus pensiones. Han perdido buena parte de la seguridad social que permitía que estas pérdidas fueran menos aterradoras. Ven un futuro aún peor que su precario presente.

Al mismo tiempo, son testigos del ascenso de la clase de Davos, una ultraconectada red de multimillonarios de los sectores banquero y tecnológico, líderes electos por el voto popular que están terriblemente cómodos con esos intereses, y celebridades de Hollywood que hacen que todo se vea insoportablemente glamoroso. El éxito es una fiesta a la cual no fueron invitados, y muy dentro de sí mismos saben que esta creciente riqueza y poder de alguna manera está conectada con sus crecientes deudas e impotencia.

Para la gente que asumía la seguridad y el estatus como un derecho de nacimiento –sobre todo los hombres blancos–, estas pérdidas son insoportables.

Trump le habla directamente a ese dolor. La campaña del Brexit le habló a ese dolor. También lo hacen todos los partidos de extrema derecha en ascenso en Europa. Responden a ese dolor con un nacionalismo nostálgico y un enojo contra las lejanas burocracias económicas, ya sea Washington, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la Organización Mundial del Comercio o la Unión Europea. Y, claro, responden a él atacando a los inmigrantes y las personas de color, vilipendiando a los musulmanes y degradando a las mujeres. El neoliberalismo de élite no puede ofrecer algo contra ese dolor, porque el neoliberalismo dio rienda suelta a la clase de Davos. Gente como Hillary y Bill Clinton son el brindis de la fiesta de Davos. De hecho, ellos la organizaron.

El mensaje de Trump fue: Todo está del demonio. Clinton contestó: Todo está bien. Pero no está bien: está lejos de estarlo.

Las respuestas neofascistas a la desenfrenada inseguridad y desigualdad no se van a ir. Pero lo que sabemos de los años 30 del siglo pasado es que lo que hace falta para enfrentar al fascismo es una izquierda verdadera. Se le podría quitar buena parte del apoyo a Trump si hubiera una auténtica agenda de redistribución sobre la mesa, que enfrente a la clase multimillonaria con algo más que retórica y que use el dinero para un nuevo pacto verde. Un plan de este tipo podría crear una oleada de empleos sindicalizados bien pagados; llevar recursos y oportunidades, tan necesarios, a las comunidades afroestadunidenses e insistir en que quienes contaminan paguen para que los trabajadores vuelvan a ser capacitados y sean incluidos en este futuro.

Podría crear políticas que luchen, a la vez, contra el racismo institucional, la desigualdad económica y el cambio climático. Podría enfrentar los malos acuerdos comerciales y la violencia policiaca, y respetar a los pueblos indígenas como los protectores originales del territorio, el agua y el aire.

La gente tiene derecho a estar enojada, y una poderosa agenda de izquierda, intersectorial, puede canalizar ese enojo adonde debe estar, mientras lucha por soluciones holísticas que unifiquen a una crispada sociedad.

Una coalición así es posible. En Canadá comenzamos a construirla bajo la bandera de una agenda popular llamada El Manifiesto Dar el Salto, suscrito por más de 220 organizaciones, desde Greenpeace Canadá a Las Vidas Negras Importan-Toronto y algunos de nuestros mayores sindicatos.

La impresionante campaña de Bernie Sanders avanzó en la construcción de una coalición de este tipo, y demostró que hay hambre de un socialismo democrático. Pero al inicio la campaña falló en conectar con votantes latinos y negros de mayor edad, quienes son el sector demográfico que más sufre con nuestro actual modelo económico. Esa falla no dejó que la campaña alcanzara su máximo potencial. Esos errores pueden ser corregidos, y una audaz y transformadora coalición ya está ahí para construir sobre ella.

Esa es la principal tarea por delante. El Partido Demócrata necesita ser arrebatado de manos de los neoliberales pro empresariales o ser abandonado. Desde Elizabeth Warren a Nina Turner, a los egresados de Ocupa que llevaron la campaña de Bernie a escala supernova, este el más fuerte conjunto de líderes progresistas, promotores de una coalición, que haya habido en mi vida. Estamos llenos de líderes, como dicen muchos en el Movimiento por las Vidas Negras.

Así que salgamos del shock lo más rápido posible y construyamos un movimiento radical que tenga una auténtica respuesta al odio y al miedo que representan los Trumps de este mundo. Hagamos a un lado lo que sea que nos separa y comencemos ahora mismo.


 http://www.jornada.unam.mx/2016/11/11/opinion/022a2pol









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